Las provocaciones de este viejo Dacio Gil van teniendo su resultado, lo que vendría a demostrar que hay algunos seguidores ocultos de esta Tribuna Alta Preferencia. La peleona, discreta, optimista y servicial funcionaria Cuca M. Muflón (Dama Dama para sus amigos funcionarios y demás familiares) ha remitido un cordial y enjundioso correo a modo de reconvención a este viejo Gil, referido al último post en el que afirmaba que ninguna mujer había advertido a este Gil sobre unas nalgas operadas. Como siempre, Cuca ha dado en el clavo y ha dejado constancia una vez más de su memoria prodigiosa, aunque ella diga que los hombres, deformamos los recuerdos porque quedamos embobados ante aquella aparición.
Hace tres años –cuando el Gobierno de España mantenía aún la saludable y secular tradición, oculta al resto de la sociedad, de pagar viajes transatlánticos a sus funcionarios aderezados con dietas internacionales detraídas de los fondos de reptiles para periodistas y fondos reservados para espías, confidentes y policías secretas- con ocasión de una de esas vacaciones funcionariales “todo incluido sin cargo” que ese año había tocado en Punta del Este, ya en el regreso, en el aeropuerto internacional de Carrasco entró una mujer de apariencia más que espectacular cubierta con un carísimo mini-vestido que apenas le cubría algo su liso abdomen. Aquella aparición desenvuelta turbó la galvana de todos los viajeros masculinos allí congregados para partir a diferentes destinos e incomodó en grado extremo al género femenino también esperando su vuelo respectivo. La situación es difícil reflejarla ahora con una rememoración fidedigna (a pesar de que Cuca M. Muflón ironice con que se quedó indelebre en la cabeza de chorlito de los hombres presentes): Imaginen una aparición de, por ejemplo, Brigitte Bardot con 20 años. Una mujer espectacular que se sabía tal y se pavoneaba a conciencia ante la pasmada concurrencia. Resultó ser argentina y posiblemente actriz, aunque eso nunca lo supimos a ciencia cierta. Cuando nos acercamos a ella comprobamos que tendría –y a lo mejor se queda corto este Gil- unos 45 años. Todos los hombres pretextamos fútiles excusas para acercarnos a aquel trocito de tela en tan inmenso, erecto y sostenido cuerpo.
La situación resultaba embarazosa ya que funcionarios solemnes y hasta siesos como el jefe de área Ramón Arriala, el jefe de oficina Mateo Pierdes, el subdirector adjunto de Cuca M. Muflón, don Simón Sinsitio, el ex Director General de Tributos don Juan Pérez de Munguía o el jefe de servicio –y sindicalista- Frasco Botiller se movían excitados sin ton ni son por toda la sala de embarque hasta colocarse a milímetros de esa diminuta isla textil en tan proceloso océano de carne prete. La valiosa Cuca M. Muflón fue la única que mantuvo el tipo y la calma desde el principio, como cabalmente me recordaba en su amble correo y nos dijo a todos los allí congregados, funcionarios, consortes y civiles aferrados todos a nuestras cajas de alfajores, nuestros bolsos de mano y demás objetos comprados en la Duty-Free, las siguientes palabras: “Parecéis escolares. ¿Pero no veis que esa mujer es de plástico? ¿Sois incapaces de percataros que es una mujer artificial, que está operada desde el pelo hasta las uñas de los pies? ¿Podéis ser tan ingenuos y caldorros?" Ni Arriala, ni Pierdes, ni Sinsitio, ni Pérez, ni Botiller, ni yo, ni ninguno de los demás funcionarios (las funcionarias y las esposas civiles –ya lo he dicho- se removían incómodas en sus asientos, como el resto de mujeres de diversas nacionalidades que esperaban su vuelo) nos dimos en ese momento por enterados, lo que da una idea de nuestro grado de excitación (que no era comparable al de algunos árabes y latinoamericanos en auténtico estado de shock ante lo que veían sus ojos).
Cuando aquel trocito de tela cara estratégicamente colocado en más o menos la mitad de aquel inmenso universo de apretadas carnes incitadoras a la concupiscencia tomó el vuelo hacia el aeroparque Jorge Newberry de Buenos Aires la sala de embarque múltiple de Carrasco volvió a recobrar la calma entre susurros y comentarios más o menos tórridos. Habían transcurrido alrededor de treinta minutos de conmoción más o menos abierta o soterrada, según los casos. Todo el mundo coligió que la piba era argentina.
Partido el vuelo de Aerolíneas y recobrada la normalidad, todos hubimos de convenir que, como siempre Cuca M. Muflón llevaba razón: pelo larguísimo (a saber si extensión) color rojizo; cejas postizas; cara con toda la piel estirada; pómulos hialurónicos; labios prominentes inyectados de botox; pechos hirsutos de silicona; tabla abdominal trabajada en gimnasio y puede que operada también; nalgas esculpidas; larguísimas piernas sin manchas, ni arrugas ni rastro de celulitis; uñas de pies y manos esculpidas. La ínfima parte del cuerpo cubierta por el escueto trapo de marca, al menos Dacio Gil no llegó a descifrar nada de sus características morfológicas. Tan azarados estaban los funcionarios escudriñando carne que nadie reparó en la ubicación de los pliegues o las cicatrices, a los que nos había aludido desde el inicio la sagaz Cuca M. Muflón.
Dacio Gil, si quiere ceñirse a la verdad, debe de reconocer que deslizó una inexactitud en el anterior post. Sí que fue advertido alguna vez de un culo operado. Claro que sí. Cuca M. Muflón lleva toda la razón en su correo y obligado es reconocerlo. Dacio Gil recuerda perfectamente aquella anécdota (cuál no sería la impresión causada por la mujer-robot, “la mujer de plástico” en las cabezas de chorlito de los concurrentes, en certera expresión de Cuca).
No es necesario corroborarlo –como ha sugerido Cuca- cursando un correo colectivo a Ramón Arriala, Mateo Pierdes, Frasco Botiller, Simón Sinsitio , Andrés y algún otro funcionario que, sin haber alcanzado la jubilación, todavía recuerde aquellos viajes vacacionales “gratis total” de 20 días en paradisiacas playas con los que la administración del Estado tenía contentos a sus funcionarios cada año a la mayoría de excepción de rango. Reinaba la camaradería y la interrelación entre los distintos cuerpos. Cuerpos funcionariales incomparables con el de aquella argentina requeterretocada pero vistosa al primer golpe. Eran tiempos en que ser funcionario imprimía carácter. La administración lo hacía –con buen criterio según se ve retrospectivamente- para mantener el compromiso público de sus funcionarios, para elevar el ánimo funcionarial y para que aquellos conocieran mundo y los vivales de los administrados o el sector no se las quisieran dar con queso o les propusieran cohecho. No como ahora: todo tan triste y tan crispado… Algunos lo llamaban bufandas. Quitaban el frió y acallaban los posibles descontentos…y alguna que otra cosilla sin importancia.
¡Qué tiempos aquellos, verdad Cuca!
A esa mujer tan juiciosa y cabal que conoce los entresijos de los ministerios como nadie hay que reconocerle su mérito y su afán de que este viejo Dacio Gil no incurra en inexactitudes en esta Tribuna Alta Preferencia. Cuca M. Muflón (Dama Dama para los amigos y compañeros funcionariales) lleva razón: Ella y sólo ella advirtió a un colectivo grande de funcionarios en general y a este viejo Dacio Gil en particular que aquella mujer de 1.90 metros de altura y 105-60-105 de medidas (eso sí, que ya no cumpliría los 45 años) se había sometido a gluteoplastia y a otras muchas operaciones estéticas. Lo advirtió Cuca, que no ha necesitado de nada de eso para llamar la atención como mujer bandera. Acaso por eso detectó de inmediato las reparaciones e imposturas que presentaba el cuerpo de aquel aparente minón argentino.
¡Tienes razón Cuca: Los hombres, sea cual sea su edad, siempre pensando en lo mismo y son incapaces de discernir entre bellezas de la naturaleza e ingeniería estética!
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