martes, 23 de abril de 2013

APOSTASÍA JURÍDICA.


No cabe el menor resquicio para la duda: España es el paraíso de los policías y los espías. Junto a los trincones institucionales y la aristocracia política ocupan un lugar de privilegio en la piel de toro y sus islas de soberanía. Al que se mueve le mandan al madero; así entienden la técnica dialógica la señora Cifuentes y su cohorte de policías elevados a los niveles 30, 29 y 28 funcionariales sin mecanismos objetivos de promoción y selección. Puro músculo social.  A este paso España terminará siendo una monumental Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia, dietas incluidas. Comisión Antiviolencia en todo, hasta lo más pacífico, festivo, tierno y amigable. Así en 1984 y así también en 2013.  Incrementalmente terminaremos teniendo un policía en la sopa y otro en el cuarto de baño, además de los que sobrevuelan por el disco duro del ordenador y la video vigilancia. De seguir esta tendencia, depender del CNI será como antaño encuadrarse en los sindicatos verticales. Habrá un inmenso ejército que seguirá vigilando la vida de nosotros.  
 El viejo Dacio Gil se viene maliciando que los ciberagentes policiales hispanos  ya habrán elaborado un informe a sus superiores sobre las potencialidades terroristas del usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia y sus colegas de la ATP. Seguro que en los próximos maratones y derbies futboleros circularán dosieres sobre la filiación con Al Qaeda de los truncos prejubilados. Habrá que rezar para que no nos acribillen a balazos en juicio extremadamente sumarísimo o que no nos veamos obligados a declarar por escrito por habernos traspasado la garganta  mil y un proyectiles desviados. 

La sociedad securitaria eficiencialista  necesita ofrecer resultados inmediatos para que no cunda el pánico aún más. Sin juicio ni derecho que valga  se buscan inmigrantes para endilgarles la paternidad del acto terrorista. Con posterioridad se nos inunda  con pretendida cientificidad policial: que si los archivos del FBI, que si las cámaras de vigilancia, que si mochileros, que si lobos solitarios, que si resentimiento por deficiente integración, que si… La realidad supera siempre la ficción en un mundo en el que el músculo suele taponar la inteligencia. Los miembros de la ATP (asociación de prejubilados truncos) ya hemos elegido un jesuita popular para presentarnos debidamente confesados por lo que pueda pasarnos en lo sucesivo. En materia policial (como en otras múltiples materias, seamos honestos) no cabe cifrar muchas expectativas en una Ley de Transparencia al modo de Constitución salvífica. Es como el establecido derecho a la vivienda  en la Constitución de 1978 o la persecución judicial  de los desmanes de la administración del Estado en la ley de la jurisdicción contencioso administrativa. Pías intenciones.     

Transparente sociedad securitaria  terminarán llamando a este tinglado, pues el lenguaje se presta a velar cualquier impudicia (y también inmundicia) instrumental de las instituciones como si se tratase de un traje (institucional) de caucho. Se olvidarán de los escraches pero utilizarán cualquier otra palabreja. Pretendidos especialistas o ilustres académicos de la RAEL se prestarán a la búsqueda. El caso será seguir legitimando a través del miedo la compulsión directa o sofisticadamente indirecta. Siempre podrá recurrirse  al eterno aspirante al sillón presidido por una letra del abecedario. Verbigracia: ¿Tendrá que esperar el burgalés Alejandro Grijelmo a que fallezca Cebrián para ocupar su sillón o su valedor hará lo mismo que ha hecho García de Enterría con Muñoz Machado? Como solía recordar con suma gracia el niño republicano, cuando fallan otros potenciales atributos siempre quedan la lengua y los deditos: la arenga legitimista y el piropo, por un lado y el tableteo sobre el teclado y la caricia por el otro.

Tiempo tal vez para lingüistas pero no para juristas. Un viejo y (bien) vivido jurista granadino que ha escalado casi todo el gradiente institucional socio-jurídico  caía el pasado 20 de abril del guindo denunciando en su Brevete lo que viene pasando -y que acaso ha venido pasando siempre- con el llamado “lenguaje del poder” como se conoce al derecho en el argot marxista. El viejo Dacio Gil tiene debilidad por los viejos juristas descreídos por eso se lamenta que Stefano Rodotá, el presidenciable propuesto por Beppe Grillo y el M5 estrellas no haya salido elegido Presidente de la República de Italia optándose por la gerontocracia partisana de Giorgio Napolitano para dotar de credibilidad continuista el devenir vacilante de sus instituciones.

Nuestro jurista viene a dudar sobre la fe colectiva en el derecho, parece haberle abandonado la fortaleza de ánimo  que demostró Piero Calamandrei cuando defendía la vía jurídica como arma de progreso. Su Brevete lleva por título Humillación del Derecho:

A diario se nos informa de que, tanto en España como en otras naciones, las normas jurídicas se interpretan para agradar a quienes políticamente mandan. Hay casos escandalosos  de versiones parciales, interesadas, negando lo que resulta claro para cualquier ciudadano: O sea, que el estudio del derecho en la Universidad está resultando un fracaso, pues cuando debe aplicarse a casos  de especial importancia y resonancia social, el llamado “jurista”, bien con un cargo en la Administración de Justicia (¡incluso en los más altos!), bien sea un letrado defensor o acusador, no quiere ver en las reglas lo que perciben todos, incluso los faltos de instrucción en la materia. La doctrina jurídica se ha convertido en un instrumento al servicio de los poderosos. Acaso sería conveniente (y menos humillante) suprimir la Facultad de Derecho en las universidades y que todos fuéramos legos en la materia.

Sobrecoge (¡y clarifica!) que llegue a esa desconsolada conclusión un expresidente del Tribunal Constitucional.

Así está el patio. Sobra propalar mediocres chismes de vecindario o desvelar egregias intrigas palaciegas