sábado, 30 de junio de 2012

REQUIEM POR EL FUNCIONARIO ESPAÑOL.

Los tramoyistas de la crisis europea van poco a poco consiguiendo sus objetivos sin que ni siquiera lleguemos a conocer sus rostros y sus caras. Lo único que se pretende, vistos los antecedentes transatlánticos, es introducir un nuevo modelo de gestión: un gobierno hueco servido por subcontratistas. Pero para poner en marcha un nuevo modelo de gestión se hace preciso pisar muchos callos, reventar bolsas de derechos legítimamente adquiridos, llevar a cabo un “cumplimiento selectivo” de la legalidad vigente, imponer la férrea disciplina en todos los poderes del Estado y, fundamental y surrepticiamente, elaborar unas leyes en red. Si, en red. Pues lo característico de la textura de las redes son los agujeros. Unos agujeros por los que transite bidireccionalmente el aire, el agua y los objetos de cierto relativo tamaño. Dicen quienes entienden, que las leyes en la actualidad son deliberadamente así, ininteligibles para el común de los mortales, con una textura llena de agujeros para mejor motricidad de los grupos de presión y de interés. De ahí la impugnación que llevan a cabo los juristas tradicionales, los positivistas, sobre la actual crisis del Derecho. El abuso interesado de la legislación red es lo que ha permitido levantar la definitiva acta de defunción de la organización judicial en los límites territoriales del Estado, pues no cabe esperar ya coherencia en ninguna resolución judicial y mucho menos altura científica en sus fundamentos de derecho. Vuelve a refulgir, acaso con más fuerza, aquel título certero del viejo libro de von Kirchmann, La jurisprudencia no es ciencia. El balance conceptual verdad-mentira, inocente-culpable, jurídico-antijurídico ya no resulta fiable. Y en ese contexto agujereado, dable es imaginar a qué ínfima expresión han quedado reducidas las garantía probatorias. La jurisprudencia retiene exclusivamente hoy sólo –en el caso de que retenga alguna legitimidad- la legitimidad procedimental. La garantía de los derechos reducida a una simple cuestión de procedimientos con unas leyes flexibilizadoras cuando no antiformalistas.

El viejo Dacio Gil lleva toda una vida oyendo los cánticos de las bondades de los nuevos modelos de gestión que traen bajo el brazo las nuevas promociones de tecnócratas. Todas han terminado naufragando con estrépito en los objetivos proclamados, no así en los inconfesados.


Toda una generación de expertos en derecho administrativo (no confundir con los magistrados especialistas) concentró sus esfuerzos en intentar sistematizar en un corpus normativo coherente aquello que llamaron derecho estatutario funcionarial. Hoy, el tsunami que literalmente ha barrido del mapa el derecho administrativo se ha llevado consigo cualquier vestigio de derecho funcionarial. Sus ruinas, momias y cadáveres son objeto de estudio ya de la arqueología y la antropología. Y si aún tienen alguna apariencia de pervivencia es porque el Lobby judicial (ese que trata de repartirse los despojos del CGPJ) insiste en mantener una jurisdicción como la contencioso-administrativa cuya única razón es mantener una precaria casamata en la que cobijarse los jueces a los que horroriza tratar con seres humanos y prefieren con inanimados expedientes decimonónicos: los magistrados “especialistas” que proceden del previo desempeño de otras ramas del derecho.


“Muerto el perro, se acabó la rabia” reza el dicho popular. Enterrado el genérico derecho administrativo y el más concreto derecho estatutario, lo siguiente es hacer desaparecer a los funcionarios. Al menos en su consideración jurídica tradicional. Ya nadie en su sano juicio albergará esperanza alguna de que pueda surgir un guerrero del antifaz que salga a defender el principio de continuidad del servicio público, la inamovilidad como contrapartida a la requerida imparcialidad o el mérito y capacidad en el acceso y movilidad de las personas-funcionarios.


En un contexto como el actual en España, tan beligerante con los empleados públicos de base, no puede extrañar el auge del sálvese quien pueda en detrimento de la solidaridad y la buena convivencia en orden a servir a los ciudadanos y mantener los estándares de servicio. Prolifera el guerracivilismo del todos contra todos para defender cada cual su nicho o su sumidero. Así, no es extraño que los abogados del Estado, sumisos con el cada vez más proliferante asesoramiento a la Administración por los grandes despachos de abogados nacionales e internacionales, que han terminado por hacer irrelevante su función, traten de reorientar sus funciones, para hacerse valer y retener capital simbólico, invadiendo competencias de cuerpos específicamente generalistas como los TACs. A estas batallas asisten atónitos los funcionarios de base que llevan años obligados a intentar defender su parcela funcional literalmente a codazos frente a la injerencia de los empleados de las empresas contratadas para unas obras y servicios que se eternizan o con los que provienen de las ETTs. Comparten con ellos casi mesa... y, si no mantel, si bocadillo de caballa, aunque  duden de la legalidad y la necesidad de los servicios que vendrían a prestar esos paracaidistas. Así las cosas, cabe afirmar que ese innovador modelo de gestión ya se encuentra instalado en la administración desde hace bastante, ahora lo que se pretende es asestar el golpe de gracia definitivo al modelo estatutario.


Tomemos un ejemplo paradigmático: Sorprende sobremanera que uno de los centros que más recauda para el Estado, la Dirección General de Tráfico, haya mantenido su condición de dirección general cuando entes diminutos, que casi ni recaudan, se aprestaron a transformarse en pretenciosa Agencia para gozar de mayor flexibilidad en su gestión y apuntalar con ello a sus directivos y gestores. Si Tráfico recauda tanto o más que la administración tributaria ¿a qué viene que se haya seguido manteniendo como simple dirección general abstrayéndose de la frenética carrera por constituirse en personalidad distinta del Estado? Hasta hace bien poco quien no era Agencia podía considerarse irrelevante organizacionalmente. En ese frenesí terminaron haciéndose agencias hasta el CSIC o el Instituto de Meteorología. Sin embargo la recaudación de matriculaciones, multas, radares, permisos de conducción, transmisiones de vehículos, canjes internacionales y demás trámites (no los chequeos médicos), tramitadas por funcionarios, no ha alcanzado siquiera el rango de Secretaría de Estado a pesar de recaudar más que la Agencia Tributaria. O responde al poco peso específico de las escalas funcionariales propias de tráfico, que no alcanzarían la consideración de “aristocracia de Estado”, o es que el peso decimonónico de la guardia civil imprime carácter. Nadie ha tratado de explicar esta flagrante excepción en una época en la que convertirse en Agencia se jugaba al “maricón el último”. ¿Será por la fuerza de presión de las gestorías?


El funcionario medio (o sea, el escudero, el que no tiene complemento de “prolongación de jornada” en una jornada que dicen que se unificará para todos) sabe la que se le avecina: nuevas confiscaciones de soldada y eliminación de unos "derechos adquiridos" que eran migajas cuando en el país se robaba a discreción: indiscriminación horaria y discriminación retributiva. Derechos adquiridos pero que, por lo que se ve, no se llegaron verdaderamente a adquirir...


Sabe también el funcionario honesto y corriente (que no es el caso de todos los funcionarios, dado que hay de todos los colores éticos y morales y marrullerías) que esta modulada tormenta de declaraciones e ideas del señor Beteta (especialista en adelgazamientos preDukan) y de doña Vira Rodriguez (con ínfulas también de adelgazamiento como Beteta) no hacen sino calentar el cotarro y propalar el miedo: la aristocracia de Estado siempre termina manteniendo sus privilegios. El universo funcionarial, proclive a la mediocridad, entiende mucho de miedos y tanto más cuanto afecta a su cada vez más exangüe monedero. Por eso sabe interpretar las tormentas eléctricas que se le avecinan. Y lo peor es que, en ese mundo de restricciones reales y aparentes, habida cuenta el caos organizativo imperante, están convencidos que el gobierno seguirá sin gobernar y la estricta administración será casi inexistente pues se maximizará la subcontratación con el sector privado en ámbitos que con orden y motivación podrían hacer ellos mismos. Bajo el modelo Sandy Springs de administración contratista, se va a ir imponiendo definitivamente el nuevo modelo de gestión de una administración hueca rellena de corporaciones de contratistas y subcontratistas.


Para confundirlo todo aún más, ese ministro que parece estar permanentemente en Babia (o en Gibraltar español), el de Exteriores, anuncia la creación de una Secretaría de Estado, la del remedo del Spain is different, que ahora muda por la de Marca España, que según tratan de convencernos (¿alguien puede creerlo de buena fe?) “no supone incremento de gasto público" y es plenamente compatible con la actividad privada. Para la dirección de ese Comisionado se ha pensado en el actual ¡vicepresidente de INDITEX! El genial y avanzado director teatral Ernesto Caballero ya lo anticipó en su brillante La fiesta de los jueces: INDITEX como paradigma y faro del servicio público; al modo de Halliburton en las guerras de EEUU...


De seguro, los funcionarios públicos de base (en el servicio público hay de todo, como demuestran los abogados del Estado metidos a TACs o los estadísticos de la Seguridad Social haciendo que modernizan lo imposible de modernizar: la oficina judicial y la Justicia toda) se estarán atando los machos –y las hembras- ante lo que está por venir: sólo resistirán los que sepan utilizar la caja registradora y colocar las monedas y billetes procedentes de multas y exacciones; el resto sobrará y será suplido por personal de las contratistas al modo de Sandy Springs, un municipio segregado de Georgia (EEUU) que funciona con poquísimos funcionarios (los que utilizan la caja registradora) siendo el resto insaculados de entre el listado de empresas que constituyen esa especie de asociación público-privada que dirige el municipio.


Cada época tiene sus mártires y sus santos. Ya lo apuntó Ramón J. Sender en su memorable Requiem por un campesino español en el que se traduce en clave española el descarnado “guerracivilismo”. Lo mismo que se avecina si no se pone remedio. Ya no serán cesantías, será pura exclusión.


Con todo, lo peor es que ya no cabrá siquiera formular aquella general y genérica sospecha de nepotismo estrangulador de la pomposa proclamación de los principios de mérito y capacidad que traducía aquél ¿Quién es masón? El que va delante de ti en el escalafón.

jueves, 28 de junio de 2012

PATRIOTISMO FUTBOLERO EN LA NOCHE OSCURA.



Dicen quienes lo han vivido que las llamadas élites acceden o defienden su régimen político por tierra, mar y aire, que esta acción concertada es la que posibilita “disuadir” o “condicionar” al enemigo, al oponente o a los siervos. En esos mismos elementos multifocales se basan los persuasores ocultos de la publicidad y la propaganda para conseguir colocar sus productos en los diferentes mercados de consumo.

Si uno se tiene por un curioso observador, sin necesidad de acreditar cualidades de semiólogo, habrá podido comprobar en estos días cuáles son las formas de manifestación del patriotismo futbolero en Rojiquistán: banderas, bufandas, gorros, escarapelas, camisetas y múltiples anuncios comerciales percutiendo el subconsciente de los ciudadanos exhibiendo el orgullo de pertenencia a la Roja. Alegría conductista. Proclamación del todos somos nosotros. En ese universo conceptual extremadamente simplificado no hay lugar para mixtificaciones identitarias. Una dinámica a la que no está permitido sustraerse ni siquiera a los foráneos. El viejo Dacio Gil pudo comprobar personalmente en días pasados en una capital de provincia del litoral mediterráneo cómo turistas inequívocamente no españoles no solo mostraban sus camisetas y pinturas cutáneas rojigualdas, sino que gran número de yates y embarcaciones de recreo de bandera extranjera, en tránsito o amarrados en su puerto deportivo, incorporaban distintivos de identificación con el tiki-taka patrio. Lo que no alcanzan a conseguir las sesudas técnicas de imagen y movilización de las democracias de mercado lo alcanzan un puñado de peloteros y un ingente ejército de “plumillas” cantando las alabanzas de la democracia futbolera. O acaso sea la perfecta simbiosis manipulatoria.

Uno de los muchos telepredicadores graciosos que peroliferan en las ondas, tal vez el más conocido (heredero directo de butanito) se explayaba hace unas noches sobre las bondades del fútbol para insuflar optimismo y esperanza en un país en el que ni siquiera han aflorado el 30 % de sus innumerables pufos. Trataba de hacer creer a los oyentes el graciosillo telepredicador radiofónico que largando su speech “esperancista” y “optimistador” podía ocultar que todo responde a una estrategia de mercado de su empresa comunicativa en la lucha particular por el share de parrilla y audiencia. Verdaderamente los medios de comunicación están contribuyendo en gran medida a la propagación de la estulticia dominante. Véase, si no, en diferido cualquier retransmisión de un partido por TV –la de ayer mismamente-, repleta de un forofismo forzado y estremecedor. Por no citar la retransmisión en directo de las ocupaciones del espacio público en cada localidad. En este caso es certera la calificación de monstruo amable. Los medios de comunicación aspirando a ser vulgares emotional intelligence coaches.

El usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia no quiere terciar, al menos de momento, en el debate de si es sano o no, en la coyuntura de pauperización inducida actual, mantener posiciones de pesimismo informado. Sabido debe ser ya que, además de simpatizar por un equipo de fútbol humilde, se alinea entre los fieles seguidores de Alejandro Nieto García (un sabio sin escuela pero con múltiples seguidores) que desde hace más de 20 años ha venido exponiendo de manera metódica, clara y contundente que el sistema no sólo se sustentaba en bases de frágil barro sino que estaba carcomido en sus supuestos elementos basilares sobre astillas, corrupción, desgobierno y ausencia de garantías reales. Tan sagaz analista siempre fue tildado (generalmente por los que hoy se mantienen firmemente instalados, y junto a su prolija familia política, con los riñones bien cubiertos por las burocracias varias europeas) de pesimista. ¿Pesimista quien se adelantó a caracterizar anticipatoriamente la bancarrota de toda índole que nos asola hoy? Trágica, interesada y paradoxal ironía.

El viejo Dacio Gil, la verdad, no acierta a entender la oleada de pensamiento positivo en un momento tan negativo que se nos trata de inocular mediante los aristócratas peloteros (y a fe que la invocación nada tiene que ver con el Marquesado de Del Bosque) que cobrarán, en época de confiscaciones salariales funcionariales, sustanciosas compensaciones económicas y honoríficas, cual Laureados por la patria, por terminar metiéndola hasta el último día del ecumenismo en orden a que los voyeures terminen proclamando, narcotizados, su orgasmo colectivo. Orgasmo que no se quiere perder, cerquita, el presidente del gobierno ( necio institucional califican los iniciados a la figura) desatendiendo boicots políticos por un caso de acoso institucional flagrante en Ucrania. También Sus Altezas Reales quieren hacer suyo eso “del Rey abajo todos” y parece que han pedido una localidad entre los Hooligans y Supporters. ¿Será cierto? ¿Cómo unos barrabravas más?

Todo hoy –tras un partido malo y las penas máximas- parece una broma. Como aquella novela de Milan Kundera del mismo título en la que a uno de los personajes se le ocurre enviar una tarjeta postal en la que podía leerse “el optimismo es el opio del pueblo” y por esa frase es condenado a trabajos forzados en una mina de carbón (de las que ahora tienden a desaparecer) acusado de ser, precisamente, un enemigo… ¡del pueblo! A una mayoría de ciudadanos a la que se le viene infligiendo un palo ayer, otro hoy y el que vendrá mañana y tiene todos los visos de ser convertida, sin compasión alguna, en famélica legión de tristes y angustiados por medidas extremadamente onerosas y desproporcionadas a las mínimas responsabilidades contraídas, se pretende conducirla bovinamente hacia el clímax, a un paréntesis de felicidad en 90 minutos y sus sevicias y secuelas de ebriedad. Para quien dude si tiene cabida hoy el análisis realista de los negativo que nos asola, habrá que recomendarle que se haga con alguno de los libros de autores norteamericanos que culpan al pensamiento positivo inducido de la traición al sueño americano. Y para el que quiera ahondar en el debate podría leer el de Bárbara Ehrenreich, Sonrie o muere. La trampa del pensamiento positivo. No lo destripará el viejo Dacio Gil, pero si el inquieto lector tiene la tentación de hojearlo, que empiece por el final y encontrará la clave del realismo vigilante en busca de la felicidad: En las colas del paro y las de beneficencia (y en las celebraciones futboleras, añade Gil de su cosecha)  hay tantas hormigas como cigarras, tantos optimistas habituales como depresivos crónicos. Cuando la economía se recupere, si es que lo hace, no debemos permitirnos olvidar lo vulnerables que somos, la facilidad con la que se puede caer en la indigencia.

Pero a lo que vamos, que la intención del viejo Dacio Gil era hacer una reflexión sobre el patriotismo futbolero que parece haberlo invadido todo sin distinción de género ni condición. Tras un extenso debate de fin de semana, una inquieta administradora civil ha hecho llegar al veterousufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia un libro de su biblioteca privada, al parecer adquirido en Argentina hace 8 años, cuyo título es La democracia providencial (Dominique Schnapper). El libro traduce negro sobre blanco mucho de lo que acontece hoy en el mundo y de manera especial en España. La antigua integrante del Consejo Constitucional francés hace unas sugestivas revelaciones sobre la nueva modalidad de patriotismo instrumental, asimilándolo a las festividades religiosa en las que los hinchas montan sus altares y tenderetes, adquirieren reliquias y ofician rituales ceremoniales que parecen la antesala del sacrificio supremo: morir por la patria (futbolera).

Tal y como no se han cansado de mostrar los medios de comunicación españoles, que agitan interesadamente todos estos tinglados, tras el último penalti contra Portugal, es una euforia inducida, fomentada e instrumentalizada para dar la sensación de que la multitud muestra sus signos de pertenencia y participación de una manera que parezca espontánea pero que viene ordenada institucionalmente (espacios públicos al efecto, pancartas, alegría televisiva, becarios con la obligación de magnificar la alegría de los hinchas etc., etc., etc.).

Valgan dos perlas entresacadas del libro de Schnapper:

a) Solamente la victoria francesa en la copa mundial de fútbol, el 12 de julio de 1998, originó una manifestación nacional: fue la primera vez desde la Liberación que se escuchó sonar las campanas de las iglesias de París, para celebrar un acontecimiento nacional.

b) (…) el fútbol sigue siendo una religión menor que, a la inversa de las religiones tradicionales y de las religiones seculares no fomenta ninguna promesa de futuro radiante. No pretende revelar el sentido último de la existencia, ni asegurar nuestra salvación aquí abajo o en el más allá. Se constituye en la imagen y semejanza de la incertidumbre y la fragilidad de los valores y los desatinos de nuestras sociedades. Hasta ahora los muertos en los estadios, al menos en Europa, no fueron causados por la voluntad de sacrificio supremo, sino por el barrabravismo u hooliganismo y por errores de la policía de seguridad. Todavía no estamos listos para morir (por la Roja, Xabi Alonso, Casillas, Pedro, Cesc y compañía, desliza Gil de su peculio).



Tal parece ser el patriotismo futbolero y el éxtasis del pensamiento positivo en épocas de lacerante y oneroso empequeñecimiento como ciudadanos e incluso como personas.

La “modulación de la angustia” por parte de la política de la que ha hablado Zygmunt Bauman.

¿O será el opio del pueblo ironizado literariamente por Kundera?

jueves, 14 de junio de 2012

SUICIDIO POR PODERES.

La mayoría de las veces, las claves de los grandes problemas sociales y políticos se encuentran en las artes, como la literatura. En la buena literatura. En la escritura de don Miguel de Unamuno es difícil de discernir la frontera exacta que divide su literatura de los enunciados filosóficos. Otro destacado representante de este fenómeno es el profesor británico David Lodge que en todas sus obras, tras un humor fino e inteligente, refulgen con luz propia los contenidos sobre filosofía, en muchos casos, de filosofía de la cotidianidad. En La vida en sordina, su última obra publicada en España, Lodge perfila con apariencia tangencial un tema tan de actualidad como la Teoría General del Suicidio y su penetración en el campus universitario, siquiera solo desde la perspectiva lingüística epistolar. Envejecimiento, vida muelle-consumo, enredos embusteros y semiótica del suicidio se entrecruzan en un contexto de humor que, reposado, hace encajar todas las piezas del rompecabezas presentando el más próximo futuro. Se ha dicho que el escritor griego Petros Markaris, con las peripecias del detective Costas Jaritos, se adelantó  al suicidio perfecto que se representa hoy en aquél país. Lo mismo ocurre con el séptimo arte, donde pueden encontrarse películas como la de Sion Sono, Sisatsu Saakuru, que comienza con la imagen de 54 uniformadas colegialas  adolescentes que, de la mano, se abalanzan precipitándose  juntas a la vía al paso del convoy del metro. La película es una crítica de la sociedad japonesa actual, que bien pudiera traspolarse a la sociedad europea. Lo mismo puede decirse del teatro, entre cuyas obras puede destacarse la argentina (Daniel Veronese y Ana Alvarado) El suicidio, metáfora pura del suicidio colectivo provocado por la desastrosa situación socio-política-financiera del default de 2001.


Ya en una anterior entrada se ha incidido en esta Tribuna Alta preferencia sobre alguna de las aristas de estas vidriosas cuestiones tan de actualidad: el desastre colectivo y la muerte. La voluntaria también. Forzoso es volver a hacerlo habida cuenta la vertiginosa propagación de la doctrina del shock que se viene practicando desde lo que con ironía se ha denominado “La maldita Trinidad” (Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI). El suicidio general que parece en curso  no será un suicidio asistido aunque presente todos los elementos caracterizadores, en especial el consentimiento y la pasividad de los ciudadanos europeos y la insistencia de las´sedicentes élites en conseguir  el deterioro de la calidad de vida de seres humanos como ellos. Asimismo, aunque reuniría todos los componentes de un suicidio colectivo o, más aún, de un suicidio masivo, tampoco lo sería en puridad, al menos con los requisitos que apuntase Jenofonte en el Anábasis. No podrá ser un suicidio samurai pues faltarán los componentes idiosincrásicos  propios de la cultura japonesa. No será tampoco un suicidio sectario pues no se limitará a los miembros de ese tipo de reducidas asociaciones de creencias. Yerra quien entienda que pudiera homologarse a los suicidios terroristas, aunque presente alguna de sus notas en virtud (execrable virtud) del terrorismo financiero que nos asola. Eso por detenernos sólo en compararlo con las más importantes manifestaciones del suicidio social, porque los escritores recientemente fallecidos Carlos Fuentes (que hablaba del suicidio ecológico por la toxicidad propia de los entornos creados por el hombre) y Antonio Tabucchi (aludiendo al suicidio total por las notas apocalípticas de las instrumentalidades humanas) mantuvieron otras caracterizaciones del fenómeno colectivo que estamos tratando. Hannah Arendt reflexionó sobre el sufrimiento humano colectivo y, con ciertas reservas, escribió que hay circunstancias en la humanidad “que no merecen vivirse”. Y, en fin, ya han sido comentados en esta Tribuna Alta Preferencia la oleada de ejemplarizantes  suicidios de protesta que recorre el mundo. No son nuevos en la historia pero sí son significativos de la cesura social en la que nos encontramos.

En resumidas cuentas, para abreviar y poder entendernos en esta materia tabú: estamos al filo del suicidio financiero cósmico, por utilizar –debidamente manipulada- la cita de Albert Einstein en relación con la bomba atómica puesta a disposición de los señores de la guerra. Estamos en el “equivalente moral (y financiero) a la guerra” y parece apropiado lanzar un grito de alrma como el que puso Paul Crutzen, premio Nobel de química, sobre los peligros del agujero de la capa de ozono: “Si no reaccionamos a tiempo (contra el capitalismo del desastre) nos suicidaremos”.

Este largo introito viene a cuento porque intentando comprender el viejo Dacio Gil el colapso que presentan hoy las democracias en todo el mundo, la marca comercial “democracia”, se ha enfrascado en la lectura de libros recientes (Política para apolíticos. Contra la dimisión de los ciudadanos ; La buena democracia. Claves de su calidad; Los enemigos íntimos de la democracia) en los que intelectuales, periodistas y profesores de Ciencias Políticas intentan reflexionar sobre, no ya el déficit democrático, sino sobre las tendencias autodestructivas de ese sistema de convivencia que llamamos Democracia. Unos y otros se afanan en llegar a  un público desafecto e indignado, cuando no pasivo, indolente y escéptico, para hacerles ver que es el sistema menos malo de los existentes y que en él cabe la labor auxiliar y didáctica de los expertos. Que los ciudadanos disconformes y hartos de pagar los platos rotos de las orgías de trileros (aunque todo apunta a que en realidad se trate de un macro sistema largamente diseñado y teledirigido) puedan aún encontrar claves en las Ciencias Políticas y en sus derivados las Políticas Públicas y la Gobernanza …

El viejo Dacio Gil, después de leer con atención las nuevas contribuciones sobre la atribulada democracia, ha recurrido, para intentar cerciorarse, al clásico Juan Linz (La quiebra de las democracias) y sigue encontrándolo sugerente si se le insertan factores propios de la globalización financiera: “(…) los gobiernos democráticos no pueden ignorar las (demandas) de los grupos de interés, de importancia clave y bien organizados, que, si retiran su confianza, pueden ser más decisivos que el apoyo del electorado. Para dar un ejemplo: una política que produce desconfianza en la comunidad empresarial y lleva a la evasión de capital, aun cuando cuente con el apoyo de una mayoría del electorado, puede suponer una amenaza para un régimen”. Si nos fijamos bien en esta reflexión, llevada a su máximo exponente, es la que viene padeciendo Europa desde que todo el mundo habla de la “crisis” mientras los sempiternos iniciados ponen a buen recaudo sus capitales para que se multipliquen. Y  ese es, precisamente, el fantasma que se le viene agitando al electorado griego por parte de los medios de propaganda de la UE para que los votantes se inclinen por alguno de los partidos tradicionales, a pesar de que fueran ellos los que fraguaron (o facilitaron) la presente crisis helena. Ironías democráticas. Paradigma de la libre elección racional…tal como ahora se estila… sin injerencias externas...  En suma, las consideraciones de ineficacia y falta de legitimidad expuestas por Linz se mantienen vigentes hoy. Lo mismo ocurre con la cuestión de la legalidad, a la que el profesor aludía como “abuso de derecho” y “no hay Estado”. O cuando reflexionaba sobre lo que pasa con la “falta de sincronización” de las decisiones, así como  con los escándalos políticos y financieros. Una situación de ambigüedad en la que el ciudadano –a la sazón votante- es víctima de injusticias, de ataques a su dignidad o a su libertad, impotente éste para hacer prevalecer sus derechos trabajosamente adquiridos, burlado con promesas no cumplidas, confiscadas buena parte de sus retribuciones y constantemente bombardeado con la iconografía del miedo y el desastre.

Analizados con interés los argumentos de Juan Linz, las cinco pautas que marcan el final de las democracias parecen aplicables a la realidad actual:

1. Desplazamiento anticonstitucional del gobierno democráticamente elegido.

2. Combinación de estructuras antidemocráticas o alegales.

3. Aumento del autoritarismo y la exclusión.

4. Establecimiento de modos pretotalitarios.

5. Presiones sobre el gobierno democrático.

A pesar de que Linz, siguiendo a Pareto y a Hirchsman, hablaba de “reequilibrar la democracia” a base de técnicas empresariales, de recuperar a los clientes alerta (para restablecer su esfuerzo para empezar la recuperación) y los clientes inertes (que proporcionen un respiro de tiempo y de dinero para que el esfuerzo termine fructificando) el estado clínico de la democracia actual parece tender al colapso endógeno propiciado por sus propias instituciones, incapaces para encontrar equilibrios frente a presiones exógenas. La democracia contra sí misma. O, lo que es lo mismo, la democracia dependiente, asistida por sus enemigos íntimos (Todorov).

A Estados e Instituciones, en teoría vicarios de sus sociedades, de sus ciudadanos que sienten y padecen,después de haber dejado atrás la “borrachera democrática” (Minc) y el delirio especulador y edificatorio, parecen habérseles agravado los sentimientos depresivos y la pérdida de autoestima. Nos encontramos en plena resaca de la curda y del delirio de la ingeniería financiera. De estar en lo cierto el escritor serbio Danilo Kis, el mejor antídoto contra la resaca es el suicidio.

Parece, pues, actual aquella afirmación de Jean François Revel, contenida en El conocimiento inútil, de que ninguna democracia perece de muerte natural sino que las democracias terminan suicidándose. Eso les debió ocurrir a las llamadas demicracias populares, pero ¿puede acontecer un suicidio social de esa envergadura cuando todo quisque se autodenomina democrático, en una época en la que la democracia parece ser la imagen de marca de cualquier rincón de la tierra, por ínfimo y totalitario que sea? Es notoria la efectiva eliminación de derechos fundamentales costosamente conseguidos (al menos formalmente), la aniquilación económica del estrato social intermedio que servía de colchón a la convivencia (la llamada clase media)  que ha terminado por no tener cabida en la impuesta división tripartita de clases: los muy ricos; los aspirantes a muy ricos; los excluidos. Clase intermedia pauperizada pero incongruentemente atónita, desmovilizada y escéptica que difícilmente podrá siquiera jugar el papel de clientes alerta o  ciudadanos inertes a los que aludiera Linz.

En ese contexto sólo cabe concluir que el proceso de autodestrucción democrática al que asistimos entre narcotizados y paralizados por el miedo no es, ni más ni menos, que un suicidio por poderes. Una muerte colectiva voluntaria por mano ajena. La longa manu de los sedicentes representantes, depositarios y prestamistas. Si el amor, desgraciadamente, no llega nunca a ser eterno (amor que se da también en el matrimonio por poderes), ¿cómo va a serlo, desafiando toda cinética natural, emocional y social, este potaje que damos en llamar en la actualidad y en todo el mundo Democracia?.



viernes, 8 de junio de 2012

EICHMANN E INIESTA EN LA CASA DE LA CIENCIA...DEL SUFRIMIENTO Y EL DOLOR.



Por mor del paso del tiempo, de la tendencia natural al ecumenismo y como consecuencia de la Primera Internacional Futbolista, parece que hemos tomado conciencia –al menos epidérmicamente- del componente horror como continuum humano. Y de sus contrapartidas el sufrimiento, el dolor y el daño en seres humanos también. Ha tenido que ser -¿acaso podría haber sido por otra causa?- por la proximidad de un campeonato de fútbol entre naciones -¿realmente entre naciones?- que las instituciones y los medios de comunicación han tenido a bien hacer un ejercicio de memoria. Como el campeonato de balompié es entre naciones (¿son realmente ejércitos nacionales los que compiten?) se celebra en Polonia y en Ucrania, los ejércitos de deportistas han ido acudiendo al museo del horror por excelencia: Auschwitz. Y se acude como acuden los modernos turistas coleccionistas de sensaciones, transformando el sufrimiento en objeto de consumo. Para ello ha tenido que transcurrir el tiempo necesario para que los jóvenes no puedan tener la certeza de qué sea Auschwitz. Ha sido el paso de un tiempo generoso ya y no el sentimiento de horror frente al horror humano mismo o el esfuerzo por empatizar con los que sufren o sufrieron, el que ha posibilitado exhibir la galería de los horrores con el ambiente festivo que acompaña los enfrentamientos peloteros en su dimensión mediática.

En el ya lejano Mundial de Argentina de 1978, en el de España de 1982 o en las Olimpiadas de Moscú de 1980 hubiera sido impensable que las selecciones desfilaran por la penitenciería de Ushuaia, los penales de Carabanchel, Córdoba o Chinchilla, o los gulags de Sharashka o Psijushka, pongamos por caso. Las heridas estaban aún demasiado tiernas, podían ofender la memoria de los victimarios. Si, de los victimarios, no de las víctimas como sería lógico. Con el paso del tiempo, el dolor humano, el inmenso sufrimiento padecido por tantos y tantos seres humanos queda diluido, reducido a museo para turistas.

Por casualidades temporales el inicio del campeonato no ha coincidido con el 50 aniversario del secuestro en Argentina de aquel "funcionario ejemplar" de las SS de nombre Karl Adolf Eichmann para el cual los seres humanos eran simples estadísticas, que posteriormente fue juzgado y condenado  en Jurusalén. La lingua franca (¿o terminará siendo la Lingua Tertii Imperii?) que es hoy el fútbol permite recurrir a la anécdota de los edificios en los que puede leerse en su frontispicio aquel odioso Arbeit macht frei que parece el nuevo sino de los ciudadanos europeos ni no se toman medidas urgentes, y poder dejar en un punto casi indefinido a aquel funcionario de las SS que mantuvo ante sus juzgadores que se limitaba a cumplir órdenes y datos estadísticos: lo que en el lenguaje militar se ha denominado siempre “obediencia debida”. Ese funcionario-verdugo en el que la gran Hannah Arendt personificó la banalidad del mal.

Zigmunt Bauman, el padre de la modernidad líquida y de la teoría del mundo consumo, tiene un primoroso primer libro que supera con creces  su producción intelectual posterior. Se trata de Modernidad y Holocausto, que debería ser obra de consulta obligada de todos los gestores públicos porque estremece constatar a los abismos a los que pueden conducir la racionalidad burocrática y los seres humanos tóxicos imbuidos de la idea de la banalidad del mal. El viejo Dacio Gil lo ha releído varias veces desde que se inició el constante e inhumano acoso contra él en el seno del CSIC. Le ha dejado una huella indeleble su descripción de los procedimientos de inhumana animalización que comporta cualquier maltrato modal institucional. Describe cómo una maquinaria con pretensiones científicas puede no sólo consentir sino auspiciar y ejecutar sin inmutarse tamaños desatinos de humillación humana y violación de la integridad personal. Tal es el manto de silencio de las burocracias que nadie en el exterior parece enterarse de lo que acontece en su seno. Para las atrocidades (un Mobbing colectivizado) los burócratas tuvieron que implicarse, haciendo cómplice también a la sociedad: un incontable ejército de verdugos voluntarios (Daniel Jonah Goldhagen) que al final del acoso pretenden cerrar los ojos –y esconder las manos manchadas- negándose a reconocer las cosas tal como acontecieron mientras duró el terror institucional: se deploran los crímenes sin aceptar su propia responsabilidad singular y colectiva.

El siglo XX ha sido el siglo de los horrores de los totalitarismos de diferente signo. Ese totalitarismo se ha transformado en la actualidad del siglo XXI –si creemos a Sheldon Wolin y a Dalmacio Negro, cada uno desde su óptica- en invertido. Una grave provocación en el seno de la democracia de mercado. Perversión del dolor y los excesos por toda Europa. Donald Rayfield, profesor de la universidad de Londres, ha dejado claro en su monumental Stalin y los verdugos que la impresionante y casi invulnerable maquinaria burocrática del estalinismo dejó constancia de su acoso institucional en libros y registros: listas de fusilados; instrucciones concretas para las detenciones; protocolos para el tiro en la nuca; fichas con todos los datos de las víctimas…

En este siglo del horror (y de su hijo natural el siglo XXI) no se salvaron ni los Aliados (y la OTAN en la antigua Yugoeslavia) con los bombardeos indiscriminados. Stalin, Hitler, Videla y tantos otros en diferentes ámbitos, eran psicópatas, incapaces de sentir el menor remordimiento. Pero la tiranía feroz de uno no se puede entender sin la crueldad extrema, la absoluta inmoralidad, el sadismo y la sumisión total de otros muchos. El líder fija los fines y los verdugos se ocupan de poner en práctica la represión en una cadena sin fin de acciones, omisiones e indiferencias (“Un único hombre al que le importe un bledo que peguen a un judío es más nocivo que los diez que lo apalean –sostenía certeramente Joseph Roth. Al judío, al gitano, al pelirrojo, al de los ojos verdes. De ahí que, comparada con la “neutralidad” de algunos, la bestialidad sea casi llevadera. El enemigo común, en resumidas cuentas, es el indiferente“). A la postre, fines y medios se condicionan mutuamente. También en el CSIC.

Acontece aquello en todas las burocracias en situaciones de acoso. El maltrato, la humillación, la aniquilación no sólo la produce un psicópata o manipulador, la propia organización genera sus genuinos Dzierzynskys, Menzhinskis, Yogodas, Yezhovs o Berias, además de sus Goebbels, Bormans, Höss, Keitels, Jodls, Hess o Himmlers. Y, por supuesto Eichmanns, muchos Eichmanns embutidos en su “banalidad maligna”. Como apunta el historiador Peter Padfield (Himmler, el líder de las SS y la Gestapo) la organización eficaz de la aniquilación y la erradicación necesita de otros seres humanos que consientan y ejecuten el hostigamiento sistemático, la mentira institucional, las agresiones selectivas, las muertes morales como inevitables. Son muchos quienes en las organizaciones –en el CSIC también- trabajan "en la dirección del Führer”.

La barbarie totalitaria no es privativa de Alemania y Rusia, de Hitler y de Stalin. El acoso físico y moral es una constante en todo tipo de organizaciones y sociedades. También en la gestión de las científicas. Lo que ocurre es que mientras se perpetra el maltrato selectivo se produce un pacto de silencio, una especie de Omertá, que trata de acallar la ignominia. Hirigoyen, Leymann, Piñuel, González de Rivera, Molina Navarrete y bastantes más –incluido el viejo Dacio Gil, en sus posibilidades- han documentado de manera cabal esta moderna manifestación de violencia totalitaria, del “Holocausto por otros medios” al que se asiste en la actualidad violentando el patrimonio moral, personal y familiar de sres humanos concretos. El viejo Dacio Gil lo ha sufrido, al igual que otros, en el CSIC, y tiene ya daños indelebles aunque resiste con los medios a su alcance, tal como demuestra este blog terapéutico.

En un pasado post se destacaba la tremenda analogía del hostigamiento institucional que sufren en la actualidad los ciudadanos de Europa con el Mobbing generalizado. Hostigamiento ante la literal indiferencia de las instancias sedicentemente garantizadoras. De seguir esta deriva europea, si nuestros principios éticos no lo impiden, terminaremos siendo a la vez víctimas y verdugos voluntarios. Será el fruto –parafraseando a W.G. Sebald- de la coventrización de Europa. Del surgimiento de un silencio cómplice sobre el pasado.

En las situaciones de acoso institucional actuales, lejos de producirse el “suicidio de los bárbaros”, éstos, una vez perpetradas sus humillaciones y aniquilaciones morales, encuentran plácido acomodo en la estructura de los organismos, cobijados en los reductos protegidos creados al efecto, conocidos como “cementerios de elefantes”.

Como hemos podido comprobar, el fútbol permite acceder asépticamente a uno de los mayores Museos del Horror del ser humano y de las organizaciones. Se lleva a cabo una visita turística desprovista de sentimiento. Como actividad turística, de poco sirve como elemento de concienciación social. En tales coordenadas, es difícil llegar a alcanzar la cabal representación mental del sufrimiento que albergan esos campos y esos muros. Mas parece una huida de la memoria. Ocurre,sin embargo, para seguir en el lenguaje de Sebald, que “si intentamos escapar de la memoria, ésta acaba disparándote por la espalda”.

Junto a Auschwitz, Eichmann también merece ser recordado al hilo de estos campeonatos. Su espectro devastador se proyecta por todas las organizaciones. El usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia ha venido sufriendo (es de esperar que todo tenga su fin) la más artera persecución que imaginarse quepa en la que debería ser sólo la Casa de la Ciencia. Eichmann hacía su función sin inmutarse por el sufrimiento que provocaba en seres humanos inocentes y ocupa un lugar de privilegio en la cámara de los horrores, aunque en Auschwitz no tuviese las mismas responsabilidades que Rudolf Höss. Pero Eichmanns hay muchos ocultos por ahí y en muchos sitios.

El viejo Dacio Gil podría concluir esta evocación futbolera y del dolor con unas palabras de Czeslaw Milosz (“ser un hombre y vivir entre hombres ya es un milagro; incluso si conocemos la vileza y los crímenes de los que somos capaces”) pero quiere terminar recordando que en el CSIC se desempeñan dos ilustres y laboriosos investigadores que vienen trabajando sobre la dimensión humana  del dolor humano: Reyes Mate (Memoria de Auschwitz; Por los campos de exterminio; La herencia del olvido; Tratado de la Injusticia) y Javier Moscoso (Historia cultural del dolor). Excelente ocasión para que la gestión de la organización intente conciliar teoría con práctica ética.

En el caso del viejo Dacio Gil determinados gestores del CSIC han demostrado que desprecian las garantías jurídicas del raquítico Estado de derecho que nos queda. Que desprecian la lealtad procesal ante los tribunales. Que no reconocen la dignidad humana. Que utilizan la maquinaria institucional para provecho propio o para tapar profundas desvergüenzas. Bueno sería que, al hilo del campeonato de fútbol, esos gestores optasen por una concepción no ya ética de su comportamiento sino decente. Sólo decente.
Habrá que creer con esperanza que el ecumenismo futbolero proyecte el efecto Auschwitz en las organizaciones. Que las organizaciones humanas -tambien el CSIC- busquen ser decentes. Theodor Adorno dejó constancia en Minima moralia de sus profundas dudas de que cupiese la poesía después de la barbarie de Auschwitz. A duras penas ha ido siendo posible la poesia. Algo de poesía.
Habrá que intentar que sea posible ahora la decencia.

lunes, 4 de junio de 2012

FALSEDAD BIEN ENSAYADA, ESTUDIADO SIMULACRO.


Si bien se mira, sin apasionamientos y sin nocivas persuasiones mediáticas, todo lo que está aconteciendo en el mundo al hilo de esas “guerras civiles frías” que damos en denominar, para desentendernos, crisis bancarias y financieras responde a un guión bien ensayado para cambiar el modelo productivo y pauperizar a la ciudadanía media y mediana hasta estadios de casi hace dos siglos. Especie de selectivas minas antipersonas que aparentasen ser incruentas aunque van dejando a ambos lados del camino innumerables bajas –todas del mismo bando-que tienen que recurrir a la beneficencia y a los bonos de comida para poder subsistir mientras las instituciones de la convivencia –ya no cabe decir de la solidaridad- van insuflando grandes cantidades de dinero a los intermediarios especuladores que se encargan de hacer un apartado contable (que solemos convenir en denominar, para desentendernos, retiros dorados o jubilaciones millonarias) para las cesantías de sus directivos que luego no son tales pues una vez liquidados sus bien retribuidos puestos (a ellos no se les pide su consentimiento para fraccionar la indemnización, como le viene ocurriendo a cualquier trabajador normal), se aprestan a pilotar otras naves especulativas más grandes si cabe. Es la cuestión de siempre: los banqueros y sus gestores no pierden nunca en las guerras civiles como la que padece el mundo en la actualidad. Se trata de negocios de suma cero: se lo llevan todo.

Como contara Irène Némirovski, en Suite francesa, en esos trances sólo cabe ya el poder sobrevivir. Es lo que ocurre en las guerras convencionales. Si todo lo que está pasando hoy en España lo ha contado Arianna Huffington en su libro Traición al sueño americano, ¿cómo es posible que los segmentos damnificados no se hayan levantado violentamente y  con rabia   contra los gobiernos que no son sino los managers de los especuladores, cuando no los mismos especuladores constituidos en colegio? La política es cosa de tahúres. Como dice Huffington “el sector de nuestra economía que se dedica a hacer cosas de valor se reduce, mientras que el sector dedicado a conferir valor a las cosas sin él (como los llamados productos financieros) se expande". Embriagada toda la clase política (toda, sin excepción de ningún tipo, no como tratan de hacernos creer IU, UPyD y otros) con el juego capitalista, han puesto en subasta la democracia y ya es patrimonio privativo de opulentos capitalistas. Aquellos Lobbies trajeron estos lodos.

Si Naomi Klein, Sheldon S. Wolin y Arianna Huffington, entre otros muchos, nos vienen contando con detalle que esto de la Gobernanza (Francisco Sosa, entre nosotros, y Guy Hermet en el ámbito francés han criticado con dureza esta “puerta giratoria” que es la Gobernanza con un restringido número de beneficiarios, que siempre ganan mientras una gran mayoría no deja de perder) ha contribuido al nuevo statu quo con el constante flujo de desastres que el mercado espera y fomenta, ¿qué nos ha faltado para no haber intentado reaccionar a tiempo? Si sabemos que a los actores y agentes políticos, sociales y económicos les interesa esto de las máquinas de creación de crisis y de que la inestabilidad sea la nueva estabilidad, ¿a qué se está esperando para decir ¡Basta! e incendiar las maquinarias financieras y los palacios que albergan a sus ingenieros y comerciales? Es evidente que se está decidiendo la destrucción de determinados países europeos para grantizarse el ulterior  negocio de la “reconstrucción”. ¿Acaso ya nadie recuerda que el concepto interés general (que tampoco era tan general, seamos honestos) fue devanado por la sospechosa teoría de la responsabilidad social corporativa que es ciertamente corporativa pero no social? A base de propaganda y miedo, de miedo y propaganda, nos hemos terminado convenciendo todos de que el moribundo debe morir: que ese conglomerado sin perfiles claros que llamábamos la clase media era la culpable. Que es necesaria la reconstrucción del escenario, bien sea a través de planes de estabilización o de planes Marshall. Y ese es hoy el núcleo del debate. Hoy las bases ya no son Torrejón ni Rota sino las sedes de los bancos quebrados que no quiebran. No interesa hablar del ingente número de excluidos que el sistema provoca. Es la nueva colonización. La historia se repite por otros medios.

En el fondo quien ha venido a tener razón ha sido la actriz y directora Blanca Portillo, reciente premio Max, que desde un principio destapó todas las responsabilidades de la clase política, sin excepción, tomando como ejemplo los desmanes del Festival de Mérida (EL PAIS 4.1.12). La Avería de la Justicia (ese divertimento de instalados) se ha extendido a todas las instituciones: todos inocentes-culpables y culpables-inocentes. En un mundo en el que ciudadanos y sociedades parecemos en estado catatónico, por más que se nos robe y nos roben desde las instituciones más estiradas, lo cómicos han tomado de nuevo conciencia de lo que está pasando, lo están denunciando, y tratan de hacer reaccionar a los ciudadanos-espectadores. Con los medios a su alcance, naturalmente; no cabe pedirles más. También  tiene razón el exitoso Miguel del Arco que tras Los veraneantes ha actualizado la fina sátira de Nocolas Gógol El inspector casi de una manera pornográfica: una denuncia explícita de la corrupción con una trabajada,  meticulosa y bien ensamblada puesta en escena. Se puede decir que es pornográfica porque su sexo es explícito a más no poder, con un fuerte impacto visual. En el bien entendido que la corrupción y el cohecho constantes son en este caso los culos, las tetas y las pollas.

Al viejo Dacio Gil le cuestan en un primer momento este tipo de adaptaciones, ya sean de Dürrenmatt o de Gógol; trata de ceñirse a la concepción clásica y le cuesta admitir las caretas que confieran edad, las canciones y los bailes; o los trajes regionales de valenciana y los imitadores de Joselito, pero reconoce que el mensaje da en la diana: son culos, tetas y pollas en acción. Así de descarnado, así de encarnado. Ese es el nudo y ese es el desnudo. Con unas obras clásicas con tanto contenido, concebidas para que la almendra del mensaje llegue al sistema intelectivo del espectador entre sonrisas amables, se corre el riesgo de perderse en la carcajada constante. Reconociendo los valores de la adaptación de del Arco, El inspector causó al usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia la sensación de haber retrocedido en el tiempo a los estertores del franquismo y a los albores de la incipiente transición política: risa fácil y excesiva repetición del esperpento. El resultado es que, en efecto, el espectador ríe y ríe casi constantemente sin tener tiempo para la reflexión, aunque la reflexión aparece mayestática al día siguiente cuando se impone, por decantación, que es el puro reflejo de los pecados de la carne desnuda: amaño, compadreo, tráficos de todo tipo, ambiciones…exclusión y sometimiento. Aceptación social de un sistema que sólo funciona “a cencerros tapados”. Y ya se sabe, tan tapados, tan tapados que confunden la realidad con las ilusiones del refocilarse en el goce instantáneo. Así es el  sinsentido del equívoco. El inspector imaginario como espectro del ente supervisor. La justicia averiada como divertimento de los veraneantes en Marbella. Presenciando la representación de El inspector, el viejo Dacio Gil creyó transportarse a la época de las comedias de enredo (semi-revistas) de los Zori, Santos y Codeso, representaciones hilarantes en las que era obligado hacer aparecer mujeres espectaculares e insinuantes. Pero no es muy estético que El Inspector y Cambalache, ambas en cartel en la actualidad, presenten casi idénticos componentes treatales.  Las brillantes adaptaciones teatrales actuales (entre las que no se pueden olvidar las del  precursor Ernesto Caballero) muestran el sino de la sociedad y los ciudadanos en el ámbito de las instituciones supervisoras y garantizadoras: el eterno retorno…de la nada. El todo es verdad y es mentira. Hoy en día, por lo general, en los teatros españoles abunda la calidad y la denuncia. Buen exponente de ello ha sido la breve representación en Madrid, en forma de monólogo, del relato  Tala, de Thomas Bernhard  en la sala Cuarta Pared.

En épocas de crisis como la actual, en la que los partidos políticos se aprestan a regularizar su financiación mediante una modificación soterrada de la ley de financiación de partidos, aprovechando la magnanimidad pública con los bancos a los que nunca devolvieron los dineros prestados para las campañas electorales, es más necesario que nunca el teatro de verdad, no el de ellos. En unas épocas en las que la censura se practica por autoliquidación la más acertada decisión es buscar las respuestas en el teatro, aun a sabiendas de que el esperpento gracioso necesita de un mayor esfuerzo del espectador para separar el grano de la paja. El espectador bien entrenado en el análisis comprobará cómo al día siguiente las risas y los gags  se han ordenado con facilidad en el particular andamiaje cognitivo de cada cual: nada es verdad ni es mentira; nadie es completamente culpable…ni inocente. Siga la fiesta...

En esto de la política y las finanzas todo es simulacro. Ese simulacro que destapase descarnadamente la arremangada cubana La Lupe en la más célebre canción de entre sus interpretaciones:

Igual que en un escenario
Finges tu dolor barato
Tu drama no es necesario
Yo conozco ese teatro
Fingiendo.
Que bien te queda el papel
Después de todo parece
Que esa es tu forma de ser.

Y quien dude de ese sentimiento sea cabal que acuda a la versión que hacen Miguel Poveda y Concha Buika de la canción de Tite Curet Alonso:

Teatro
Lo tuyo es puro teatro
Falsedad bien ensayada
Estudiado simulacro.
Fue tu mejor actuación
Destrozar mi corazón.
Y hoy que me lloras de veras
Recuerdo tu simulacro
Perdona que no te crea
Me parece que es teatro.

Ahora nos toca a los ciudadanos tomar medidas y dejar claro esa máxima que produce escalofríos en las desgarradoras voces de Concha Buika y Miguel Poveda:

Mentiste serenamente
Y el telón cayó por eso
Perdona que no te crea
Me parece que es teatro
Pero perdona que yo ya no te crea...
Me parece que es teatro.