martes, 31 de enero de 2012

Elevación del S.I.B; bajada del P.I.B.

Anda últimamente el viejo Dacio Gil fuertemente atribulado por todo lo que presencian en derredor sus lastimados ojos. España en campaña publicitaria permanente: los unos con una sedicente elección de secretario general que les sirva de campaña para los comicios andaluces; otros camuflando la inmediata violación de sus promesas electorales y repescando a antiguos altos cargos –o a sus hijos o nietos, herederos casi todos del franquismo- para aparentar unos nuevos aires de gobierno que no son tales; los nacionalistas chantajeando al Estado central con lo que dicen son las cajas vacías que se encontraron y los demás chupando de la teta que todavía da leche para los instalados en el sistema; los funcionarios de la Casa de la Jefatura del Estado estrujándose el magín en un intento postrero de “vestir el mono”; las diferentes facciones de los cuerpos y fuerzas de seguridad en sus particulares ajustes de cuentas en pro de un empujón particular e individualizado en las RPTs.

Atónito intenta leer cada día el veterousufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia esa prensa “acuponada” que promete tecnojuguetes a precios de saldo a quienes se muestren contingentemente fidelizados comprando sus productos diarios cada vez de menor calidad y sesgada óptica. El viejo Gil se encuentra atenazado por el miedo. Por el miedo a que, tal como discurren los acontecimientos, vuelva a repetirse la historia. Por el miedo a que Alemania (con la colaboración de Francia, como siempre) nos esté acercando peligrosamente a un nuevo Holocausto por otros medios, sin que nadie sea capaz de remediarlo. El viejo Gil recuerda en este punto la vieja obsesión de Alain Minc (El síndrome finlandés; La gran ilusión) para que Europa intente ser una comunidad con un objetivo prioritario: no dejar que los alemanes vuelvan a pasarse de la raya.

En el recogimiento de un domingo sin fútbol del Madrid o el Barcelona, el viejo Dacio Gil quedó turbado cuando leyó días atrás que “el Ministerio Rajoy” hacía suyo el interés de la mandataria teutona y sus acólitos los autodenominados tecnócratas europeos (que no son sino una nueva casta de políticos de los de siempre) de no ser rigurosos en detener el déficit en relación conr el PIB en tanto se sea estricto en las reformas que conviertan en polvo los derechos sociales y en nuevos excluidos a los ciudadanos. Que el sacrifico de los ciudadanos griegos (y luego el de los portrugueses -mediterráneos también por la tradicional capilaridad ibérica, como patentiza la hermandad entre fado y copla hipostasiado en el "Perdóname" de Pablo Alborán y Carminho- y así sucesivamente) vaya a ser el modelo para el cambio del sistema productivo, hace que le recorra un gélido escalofrío que no logra atemperarse ni con un baño termal. La llamada tecnocracia (disfraz con el que se camufla una oligarquía que parece cortada por el mismo patrón de frialdad y cinismo) consiente ceder en el PIB si se consigue elevar al máximo el SIB.

Se comentaba hace unos cuantos posts que todo conspiraba para terminar considerando a Grecia el chivo expiatorio. Hoy parece que lo que se pretende sea reducir el nivel de los consumidores de las sociedades mediterráneas (con los políticos franceses en el papel de Judas). En eso parece consistir el nuevo paradigma productivo europeo. Los medios de comunicación aireaban, en base a sólidas estadísticas, que el pueblo griego, decepcionado con el sistema, había elevado hasta cotas alarmantes su tasa de suicidios. Dato éste extremadamente relevante y revelador. Las sociedades mediterráneas de nuevo pisoteadas por los bárbaros del norte para que siga la fiesta para una selecta minoría. Soterrar la tradicional festividad mediterránea para que la nueva alta sociedad se lo pueda pasar pipa sin ser molestada por advenedizos. En el día de hoy nos hemos desayunado con un dato aterrador: Casi 12 millones de personas pobres en España… según datos de 2010.

Cuando familias completas se encuentran en paro y casi la mitad de ellas sin percibir ya subsidio alguno por parte de sus miembros, no es extraño que España se contagie de Grecia (un virus inducido, como sucedió en Guatemala hace años, no se olvide) y llegue a producirse un aumento exponencial de la tasa de suicidios. Una cabal manifestación del “equivalente moral a la guerra”. Un Holocausto sin instituciones que tengan que utilizar el gas Zyklon B. Una “regularización” social mediante las eufónicas soluciones bio-políticas. Cuando ni el juez más honesto (si es que lo hubiere en la realidad) aprecia alarma social en lo que está pasando, acaso las mentes pensantes de la UE quieran convertir a la mayoría en mendigos, haciendo certero aquel silogismo de Cioran que decía “el mendigo es un pobre que, ansioso de aventuras, ha abandonado la pobreza para explorar las junglas de la piedad”.

Según los tecnócratas, eso les pasará a los ciudadanos por ser aventureros. En base a esta tesis, por aventureros todos nos encaminaremos inexorablemente a la muerte voluntaria sin que las instituciones puedan hacer nada por evitarlo, al caer nuestros actos fuera de su ámbito público de actuación. Con el tiempo, el viejo Dacio Gil columbra que los abogados del Estado serán sustituidos por un cuerpo de élite de suicidólogos por oposición y que el CIS será el acrónimo de Centro de Investigaciones Suicidológicas.

En estas coordenadas, ¿qué ocultas razones hay para que los Popes financieros y las Agencias de Calificación no hayan establecido ya el parámetro SIB para evaluar la calidad de la economía de la eurozona?

Cuando el déficit termine relacionándose con el Suicidio Interior Bruto (SIB), el PIB ya será historia; aunque ésta, machacona ella, se repita por otras manos.

jueves, 19 de enero de 2012

LA ÉLITE DEL PODER

Lleva un tiempo el viejo Dacio Gil intentando desentrañar la verdadera movilidad e identidad de quienes nos gobiernan. Desde el solemne acto de apertura de la Legislatura con diputados,senadores y público arropando con su calor y aplausos a un Rey en apurillos con su Casa. Es un tiempo que cada vez se dilata más sin un resultado concreto. La churras se parecen demasiado a las merinas y los galgos trotan cual si de podencos se tratase. La confusión llega a tal extremo en esta piel de toro que a media distancia no se deferencia a los toros bravos de los cabestros. La unidad de destino en lo universal parece la imagen de marca de unos y de otros y de todos juntos. El viejo Gil mira a Rubalcaba, Chacón, Pepiño, los hermanos Serrano o Fran Caamaño y los ve con la misma camisa azul que Arenas, los hermanos Rajoy, Barberá, Gallardón, Saez de Santamaría o Pastor. Hasta Llamazares y Cayo Vizcaino se asemejan a Solís y Utrera Molina. Los mismos mensajes huecos, idénticos gestos. El viejo Dacio Gil viene rastreando todo movimiento político para intentar encontrar alguna diferencia. Incluso recurre a sus archivos y a las hemerotecas. Nada. Igualicos, igualicos que los difuntos de sus agüelicos.

El reciente fallecimiento de uno de los ponentes constitucionales (Don Manuel Fraga) ha vuelto a remarcar las identidades entre los políticos hispanos. El señor Fraga llevaba fama de ser un Panzer en el plano intelectual y en el de la actividad, desde su época de la neo nata Facultad de Ciencias Políticas y Económicas fundada por su valedor Fernando María Castiella. En aquella época decían que tenía registrado todo el Estado en la cabeza. Marcó una época en la transición a la democracia y en la propia democracia. Esa democracia sobre la que recientemente recordaba el sabio Ignacio Sotelo (Elementos franquistas de la crisis. EL PAIS 29-12-2011) sus anclajes netamente franquistas.

Pues bien, con el fallecimiento de Don Manuel Fraga, el poder mediático (con EL PAIS encabezando el recuento hagiográfico, dado que el finado era fundador y accionista de PRISA) de manera unánime se prestó a elevar la imagen del señor Fraga al Olimpo mitológico de la democracia española. Ni que decir tiene que el PP aprovechó la circunstancia para hacer del señor Fraga su Tierno Galván particular. Por las páginas de los periódicos pasaron los más diferentes panegiristas loando la figura del político fallecido. Los políticos de todo signo opinaron sin excepción sobre Fraga, ¡incluido su “grano” Hernández Mancha que hizo una emocionada loa de su figura!, hasta el extremo que el viejo Dacio Gil sólo echó en falta sendas semblanzas por parte de su colaborador directo Jorge Verstrynge en aquella AP y de su primer biógrafo Octavio Cabezas. Ambos habrían arrojado también enorme luz, sin duda. Lo cierto es que el veterousufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia quiso ver a la élite del Poder en esas loas a Fraga y la democracia franquista hispana. ¿Sería esa la auténtica Élite del Poder? ¿Esa la tecnocracia que nos viene gobernando?, se interrogaba Gil. ¿Esos son los servidores públicos o lo son estrictamente los funcionarios rasos? Si antes todos se intitulaban Servidores del Estado ¿mutarán ahora esa calificación por la de Servidores de la UE, como Almunia, Solana, Pichelo y compañía?

Con ocasión de la merecidísima encomienda del monárquico Toisón de Oro al republicano gabacho Sarkozy (el francés de los tacones altos de seguro nos devolverá el honor en breve distinguiendo con la Legión de Honor a Urdangarín, Zapatero o Camps) ha circulado una imagen que vuelve a apuntalar la figura del Rey de España (volente Duverger y su "monarquía republicana"): Gonzalez y Rajoy a la izquierda; el rey en el centro; Zapatero y Aznar a la derecha. Icono perfecto, pues todos muestran una eugénica sonrisa. Sólo falta en la imagen Calvo Sotelo, recientemente fallecido, dado que la ausencia de Suarez es socialmente comprendida por unanimidad. Todos iguales. Es de suponer –vista la evolución de Aznar y de González- que Zapatero adquirirá en breve los distinguidos ademanes y el tono de voz de González y Aznar y todos ellos se terminarán pareciendo en el siseo a…¡Julio Iglesias! Élite. Élite del Poder a distancia sideral del pueblo corriente y moliente.

El viejo Dacio Gil se encuentra confundido pues diferencia malamente oligarquía, clase dirigente, aristocracia republicana democrática y élite. Ni siquiera acudiendo al ya añejo libro del lejano 1956 (conocido en castellano el año siguiente) The Power Elite de C. Wraight Mills, se llegan a encontrar atributos de gente corriente en esta llamada élite. Una requerida cierta serenidad de ánimo no aparece por ningún lado. Recientemente S.M. el Rey animó a los españoles a recuperar la confianza en sus (de ellos) instituciones. Como, mientras tanto, los medios de comunicación nos machacan con la identificación asfixiante de instituciones y cloacas, el ciudadano corriente se encuentra confundido con toda la razón mientras viene notando que, por fas o nefas, se le menguan sus sueldos, sus derechos adquiridos legítimamente sin trampa ni cartón y es conducido por esa élite a una pauperización encubierta, sin que nadie le diga la verdad. Acaso no le quepa ya sino terminar recurriendo a los clérigos (a los antaño intelectuales) para que le aclaren algo. Los intelectuales recurrirán al catecismo Mills y le dirán a la gente corriente lo que en el capítulo 15 puede leerse:

"Claro que puede haber hombres corrompidos en instituciones sanas, pero cuando las instituciones se están corrompiendo muchos de los hombres que viven y trabajan en ellas se corrompen necesariamente” (p.318).

"En las instituciones económicas y políticas, los ricos de las corporaciones ejercen ahora un poder enorme, pero no tuvieron nunca que obtener el consentimiento moral de aquellos que les concedieron el poder” (p. 319)

"El término “crisis” está en bancarrota, por culpa de tantos hombres que ocuparon altos puestos y que lo invocaron para disfrazar sus extraordinarios actos y sistemas; y, en realidad, es precisamente la ausencia de crisis lo que constituye la principal característica de la inmoralidad mayor” (pp. 319-320).

"En los organismos gubernamentales no hay más inmoralidad que en los negocios corporativos. Los políticos sólo pueden conceder favores financieros cuando hay hombres del mundo económico dispuestos a recibirlos. Y los del mundo económico sólo pueden buscar favores políticos si hay agentes políticos capaces de otorgar dichos favores (…) Los elevados impuestos sobre la renta han provocado una red de connivencias entre grandes compañías y el alto funcionariado. Hay mil maneras ingeniosas de traicionar el espíritu de las leyes de impuestos. Las leyes, sin el apoyo de las normas morales, invitan al crimen, y también, lo cual es más importante, estimulan el desarrollo de una acomodaticia actitud moral” (pp. 321, 321).

"En la realidad psicológica, no existen lo que se llama el hombre hecho a sí mismo. Ningún hombre se hace, y menos que ninguno los miembros de la “élite”. En un mundo de jerarquías corporativas, los hombres son elegidos por los que se encuentran por encima de ellos, y según las normas que aplican. Los hombres se amoldan a ellas, y así están hechos por las normas, por las recompensas sociales que prevalecen. Si no existe el hombre hecho por sí mismo, en cambio sí existe el hombre que se aprovecha a sí mismo, y hay muchos de estos en la élite” (p. 323).

"El saber rara vez presta poder al sabio (…) El hombre democrático supone la existencia de un público, y con su retórica afirma que dicho público es la sede misma de la soberanía (…) Al referirme a la insensatez y mediocridad de los hombres que gobiernan, no quiero decir que estos hombres no sean en ocasiones inteligentes, aunque esto no sucede en ningún caso automáticamente (…) El peligro no reside en la bárbara irracionalidad de un primitivismo político; reside más bien en los juicios respetables de los Ministros, las graves perogrulladas de los Presidentes, la terrible y virtuosa suficiencia de los sinceros y jóvenes políticos (…) Son chiflados realistas, en nombre del realismo han construido una realidad paranoica sobre ellos. Han sustituido la interpretación responsable de los acontecimientos por el disfraz de éstos en un laberinto de relaciones públicas…"(pp. 326, 327, 329).

En su análisis de 1956, Wraight Mills concluye con reflexiones que parecen premonitorias de lo que acontece en 2012:

-“La élite poderosa no es tan visible como la de las celebridades, y, con frecuencia, no quiere serlo: el poder de la celebridad profesional es un poder de distracción” (p. 332).

- “No existe una serie de hombres con los que pueda leal y alegremente identificarse el público de masas. La desconfianza moralmente cínica y políticamente indefinida del público es tal que se anula fácilmente sin consecuencias políticas” (p.333).


-“Los que ocupan los sitiales de los altos y poderosos han sido elegidos y formados por medio del poder, las fuentes de riqueza, el mecanismo de la celebridad, que prevalecen en su sociedad. No son hombres seleccionados y formados por un servicio civil unido al mundo del saber y la sensibilidad. Han triunfado dentro de un sistema de irresponsabilidad organizada” (pp. 333, 334).


En el gobierno del señor Rajoy están sobrerrepresentados los Abogados del Estado (como en los del PSOE lo estaban los técnicos de la Seguridad Social), precisamente ahora que el asesoramiento público corre a cargo de grandes bufetes de abogados privados, mediando jugosos contratos públicos; los diplomáticos; los registradores y demás “nobleza de Estado” que acaparan el capital simbólico (Bourdieu) y el otro. Las huestes del PSOE ahora intentando hacer que se reinventa han dado codazos y patadas para constituirse también en noblesse d'Etat sin conseguirlo del todo. IU y UPyD beben también de las mismas aguas. Unos son más distinguidos y estirados que otros (el porte del señor Morenés o del señor Arias Cañete no puede compararse con el de J.E Serrano, el de Zambrana o el de Cayo Vizcaíno, ni la forma de hablar, entre truhán y señor, de Aznar se asemeja en nada a la del a veces descamisado Guerra), pero todos se autoconsideran Élite del Poder.

Para salvaguardar a la Élite del Poder de todo signo, el Gobierno dice estar preparado un Ley de Transparencia y Buen Gobierno. A eso suele llamárselo legislación motorizada.

Que Dios nos pille confesados en este monumental y castizo
Inside Job a la española.