martes, 31 de agosto de 2010

LA MUJER NO MUERE DE AMOR, PERO LANGUIDECE POR FALTA DE AMOR.

Con una satisfacción difícil de plasmar puede este viejo Dacio Gil traer a esta Tribuna Alta Preferencia a una mujer excepcional por cómo supo captar y gerenciar los recovecos más insondables de la mente humana masculina. Una auténtica Diosa que no necesitó ni de leyes, ni de burocracias ni de la existencia de una aristocracia de género para dejar constancia de sus mejores cualidades, que debieron ser muchísimas a ojos de sesudos hombres que sabían discernir una máscara de un rostro espontáneo y natural. Quienes la conocieron, todos los hombres que la conocieron, fueron sus apóstoles. Y ya es difícil la práctica unanimidad en una época en la que la mujer deseada debería pasar a ser propiedad del varón que la cortejase y venciese su primera defensa.

La vida de esta acaparadora de sabios ilustres dista de ser un símbolo feminista o, como hoy se dice, “de género”; la vida de este pedazo de mujer debió sobrevivir a la mirada escrutadora indiscreta de buen número de mujeres que envidiaban su capacidad de seducir a todo un ejército de hombres distinguidos e ilustres. Supo sobreponerse a la jauría femenina que la tildó de meretriz, de bruja, de ocultista, de mujer licenciosa y disipada, de frígida, de ambiciosa, de masculina y otra cantidad enorme de supuestos atributos oprobiosos. Desde su propia madre a la hermana de uno de sus amantes más distinguidos, pasando por esposas, madres y amistades femeninas de la extensa congregación de pretendientes que tuvo a lo largo de su vida. Incluso de las alegres comadres de la universidad de Gottingen que la apartaron por supuestas prácticas de brujería. Verdaderas calumnias dijeron de esta diosa muchas mujeres sin apenas conocerla; sólo por denostar el interés enorme que suscitaba en los hombres más destacados. Con mucho más encono y veneno que el que pudiese haber vertido cualquier amante o pretendiente despechado, como fue el caso del filósofo Friedrich Nietzsche o del escritor y político Georg Ledebour. Lou Andreas Salomé simboliza el conocimiento profundo –o la lúcida intuición-, entre otras muchas cuestiones plasmadas en su ingente producción científica y literaria, de las pulsiones, los reflejos e inhibiciones de la mente de un hombre, de todos los hombres. Al menos de todos los hombres de la “buena sociedad” centroeropea de la transición de los siglos XIX a XX.

Le consabida envidia liberticida femenina intentó destruir en diferentes planos el devenir áureo de esta correosa atrapagenios permanentemente juvenil y natural: todos la pretendieron, todos morían por ella y muchos murieron efectivamente por ella. Ilustres racionalistas y no menos ilustres irracionalistas perdieron literalmente la razón por esta musa. Las maledicencias más procaces, las insostenibles imputaciones de brujería, las constantes tachas de vida licenciosa y promiscuidad sexual persiguieron siempre a esta mujer en los ámbitos más cultivados de la época y en las capitales culturales de Europa. Ingenuos de nosotros si pensamos que los rumores y maledicencias son exclusivos de la época líquida y estulta que nos ha tocado vivir en el siglo XXI, infestada de paparazzis, prensa rosa, e informativos levanta-faldas, baja-pantalones y levanta-sábanas. Medios y paparazzis que cuando no logran levantar nada escandaloso se lo inventan o se manipulan instantáneas. Aquella época berlinesa, vienesa, petersburguesa y parisina era tan cruel o más que la presente. Hasta una incipiente feminista y contrastada luchadora por la dignidad humana como Malwida von Meysenburg escribió cartas en contra de Lou. Cartas menos incendiarias que las de Elisabeth Nieztsche, pero reprochando el proceder de esta mujer que hizo dudar a su propia madre sobre la esencial irreprochabilidad de su comportamiento.

Con una estela de oprobio cubrieron sus contemporáneas a esta mujer tan enigmática para ellas y tan seductora para ellos. Instalada con su único marido legal, el orientalista Friedrich Carl Andreas, en su casa en el Hainberg, en Gottinga, las nuevas vecinas propalaron todo tipo de insensateces sobre esta Sibila y su marido: que si vivían en pisos separados, que si tomaban el sol desnudos en grupo, que si practicaban ocultismo, que si ingerían brebajes que les hacían aparecer con 30 años menos, que si guardaban los secretos de los fakires… Muchas de estas imputaciones parecen estar documentadas, pero otras eran fruto de la malignidad femenina frente a una mujer diferente y un grupo de intelectuales que avistaban ya un cambio cultural como el que se cernió sobre el centro cultural de Europa hasta la fecha.

Visto con la óptica de 2010 uno no acierta a saber cuáles eran realmente sus atributos seductores, pero repasando detenidamente todos los testimonios esa mujer debió ser no una musa sino una auténtica Diosa que llegó a conocer a la perfección la mente masculina y los profundos mecanismos de sus pulsiones dentro del frágil equilibrio razón-pasión. ¿Qué tenía esa mujer a los ojos de un hombre y a los ojos de todos los hombres? ¿Qué atributos femeninos le adornaron desde bien pequeña para volver locos a los hombres maduros, jóvenes o provectos; casados o solteros; con hijos y sin hijos, a la par que recios, distinguidos, cultivados y hasta envarados? ¿Existe una sola mujer que haya podido ser amada (y no sólo pretendida y deseada) por “todos” los hombres? Pues parece que si: Lou Andreas Salomé. Y de una manera tan apasionada que conducía hasta la antesala de la muerte si no a la muerte misma. Los hombres se perdían ante la seducción natural de esta mujer, su naturalidad y la profundidad de su pensamiento. Y no se trataba de hombres cualquiera sino de la “creme de la creme”, de los más selectos entre la elite, dotados de superior sensibilidad, perspicacia, conocimientos y experiencia en todos los trances galantes de la vida. Los adalides de la razón perdían literalmente por completo la razón ante esta dama. Todos, sin excepción. Y ha quedado constancia documental de la larga lista de pretendientes y amantes.

Si se repasan las múltiples fotografías contenidas en la última biografía aparecida en español (“Lou Andreas Salomé” Welsch U. y Pfeiffer D.; PUV 2007) se puede apreciar que no era una mujer extremadamente bella, o, al menos, no al modo que se entiende hoy la belleza. Existen dos fotografías características y sumamente conocidas. Una, quizás la más prototípica y reiterada, es aquella fotografía de 1880 en la que Lou aparece con el pelo recogido recostando el codo derecho en un secreter, reposando su cabeza en la mano derecha y apoyando la mano izquierda en una silla, luciendo un elegante vestido negro, con puntillas blancas en sus bocamangas y cuello, ceñido a su diminuta cintura pero remarcando unas formas femeninas proporcionadas; la mirada no parece la de una distinguida joven de 19 años. Inteligente. La mirada, en efecto, traduce una profundidad que no se aprecia en las otras diferentes fotografías que el referido libro incorpora generosamente. Posiblemente son los efectos de los consabidos retoques de la fotografía de estudio, pues en las otras aparece una Lou con ojos claros y pelo rizado (“pequeño caracolillo” la llamaba Rilke). La propia Lolja sentía especial predilección por esta instantánea puesto que eligió su dibujo para la portada de su especie de autobiografía titulada mirada retrospectiva.

Otra fotografía bien conocida es la datada en 1882 y que ha dado la vuelta al mundo por su inequívoco mensaje semiótico, en la que aparecen Paul Rée en primer plano y Friedrich Nietzsche en segundo cual si de mulos se tratase, cada uno a un lado de la yunta tirando de un carrito en el que aparece Lou con un látigo en la mano derecha y las riendas en la izquierda. La fotografía ha dejado plasmada la “santa trinidad” que los tres formaron: un racionalista (Rée) un irracionalista (Nietzsche) y la musa que hizo perder la razón a ambos y de la que los dos se enamoraron perdidamente. El amor hacia Lou propició la etapa más optimista del autor de “Humano, demasiado humano”, reflejada en “La gaya ciencia” donde se aprecia la entrega al “amor fati”, que en ese momento cree ciegamente Nietzsche que es Lou. Lou sería el amor que le reservaría el destino. Luego vendría la decepción amorosa y “Así hablaba Zaratustra” que le distrajo de un eventual suicidio que parecía apuntado. Suicidio del que no quiso apartarse Rée andando el tiempo y que, al parecer, tanto marcaría a Lou. Pero la colección de hombres ilustres hipnotizados por esta diosa es enorme y no se circunscribe a los actores en esa fotografía: el clérigo Hendrik Guillot; el jurista “in fieri” y filósofo Paul Rée; el que ya apuntaba que llegaría a ser astro de la filosofía, Friedrich Nietzsche; el orientalista y médico Friedrich Carl Andreas; el político Georg Ledebour; el dramaturgo Gerhard Hauptmann; el periodista Fritz Mauthner; el literato Richard Beer-Hoffmann; el periodista Paul Goldman; el escritor Peter Altemberg; el comediógrafo Frank Wedekind; el arquitecto August Endell; el doctor Savelii; el poeta Rainer María Rilke; el doctor Friedrich Pineles, Zemek; el sociólogo Ferdinand Tönnies; el psicoterapeuta Poul Bjerre; el neurólogo Sigmund Freud; el juez y médico Viktor Tausk; el antropólogo Viktor von Weizsäcker; el profesor Josef König o el entomólogo Ernst Pfeiffer, entre otros muchos enamorados que lograron elevarse al estatuto de amantes.

¿Cómo podía un hombre, por muy cultivado que éste fuese, estrangular, disipar o posponer las pulsiones físicas y la atracción meramente sexual en orden al exclusivo crecimiento intelectual en el contexto de la “sublime poliandria” que rezumaba Lou Andres Salomé? ¿Cómo podía consentir Friedrich Carl Andreas las continuas fugas de su esposa con sus amantes? Esas, entre otras, son las grandes incógnitas observada su vida desde la perspectiva actual cargada de prejucios vanos. Pero todos –o casi todos- sus pretendientes debieron de poder con esas condiciones, puesto que según parece estar documentado, Lou fue virgen hasta los 30 años y en la época de la santa trinidad contaba sólo 21 años. Y no sólo estos dos amantes (pues amantes fueron) sino la enorme cohorte que sucumbió a los encantos de esta mujer –que, en palabras de Anaïs Nin, no era en absoluto feminista, pero luchó contra el lado femenino de sí misma para mantener su integridad como individuo- que quedaron completamente imantados en la misma proporción que encolerizaba a sus congéneres femeninas.

El viejo Dacio Gil quiere hacer precisamente en este punto una receso para la reflexión de cada cual. Para la indagación personal de cada uno si es que el tema reclama su atención. Para la comparación con el institucionalmente inducido paritarismo, la igualdad de género y la masificación mercantil (la guerra fría de los géneros) que padecemos hoy y que se nos quiere presentar como revolucionaria. Seguramente a Lou Andreas Salomé le causaría espanto el intento de manipulación actual y le desagradaría la deriva de la femenidad teledirigida por el mercado de votos y de productos. Ella, a la que sus contemporáneas tildaron de amoral y sobre la que con posterioridad pocas mujeres se han atrevido a analizar en el aspecto de relación multifacética con los hombres género frente a géenero. Si se escarba en las colecciones de biografías feministas o de género más al uso se comprobará su ausencia, tal vez debida a que custionó no sólo el status quo sino los convencionalismos sociales más arraigados. Posiblemente sólo un hombre con experiencia y conocimiento puede intentar, mediante intuiciones y asociaciones varias, evaluar con vocación de objetividad a esta excepcional mujer en el mundo de la psicología y el subconsciente masculino, toda vez que sobre las mujeres se cierne una suerte de subjetiva polaridad prejudicial de “amoralidad” o su extremo, la frigidez o la masculinidad de carácter.

Tal vez no sea dable a los humanos el poder entender el que una mujer casada manifieste por escrito su enamoramiento a uno de sus amantes de la siguiente forma:
Si durante años fui tu mujer es porque tú fuiste para mí la primera realidad, cuerpo y ser en una unidad indivisible, una prueba irrebatible de la vida misma. Textualmente, hubiera podido decirte lo mismo que tú dijiste al declararme tu amor: “Sólo tú eres realidad”. Por eso fuimos esposos antes que amigos y si nos hicimos amigos no fue por elección nuestra, sino por unas nupcias contraídas íntimamente. No éramos dos mitades que buscaban complementarse, éramos un todo que, de pronto, sorprendido, se reconoció como tal. Y fuimos como hermanos, pero hermanos de tiempos pasados, de cuando el matrimonio entre hermanos no era pecado”.

Parece que se impone una pausa para indagar y reflexionar y así poder acercarnos más cabalmente a esta extraordinaria mujer carente de cualquier superchería institucional. Por simple insaculación de casos, puede compararse con las innumerables cortesanas reales habidas a lo largo de la historia, con Sara Montiel y la ciencia, Barbara Rey y altas instituciones, Jakeline Lee Bouvier y el Poder o Carla Bruni y la legitimación pública. O, más aún, los casos de Anaïs Nin o Hildegart Rodriguez Carballeira cuestionando la tiranía de los principios del universo masculino y cuantas otras mujeres quieran entresacarse para efectuar la comparación. Desde luego ninguna integrante de la actual aristocracia burocrática de género que sufragamos entre todos. En un posterior post (sea permitida la aliteración), intentado el agitar la curiosidad intelectual del escaso eventual lector, este viejo Dacio Gil procurará exponer sus propias conclusiones, más allá del amor y más allá de la imagen de la mujer dirigiendo la yunta de sabios-mulos. Por supuesto, intentando trascender los clichés de brujería, amoralidad, promiscuidad, poliandria e incluso hermafroditismo o frigidez, que se hacen circular siempre que no se quiere analizar razonando todos los elementos en presencia. De una mujer que fue capaz de reconocer que la mujer no muere de amor, pero puede languidecer por falta de amor.
La vida misma ayer, hoy y siempre. Sin dudas de ningún género.

martes, 24 de agosto de 2010

¡LIGAR UN TRIO!

La urbanización de adosados en la que mora este viejo Dacio Gil es una especie de casa-cuartel en horizontal en la que viven o creen vivir representantes de la clase media baja urbana azotada por la postguerra impuesta por los poderosos financieros a la que se ha entregado con armas y bagajes el expropiador de salarios públicos señor Zapatero. Pareciera como si todos los habitantes de la casa-cuartel hubieran considerado que este fuese su último verano y todos han salido las dos semanas intermedias del mes de agosto (ya ni los ricos veranean todo el mes, aunque vacacionen todo el año). Los vecinos empiezan ya a regresar de sus vacaciones estivales sin apreciarse aún en sus rostros ni en sus expresiones síntomas de síndrome postvacacional ni atisbo del divorcio que dicen que se aparece, como Satanás, en todo septiembre. Todos aparentemente tan felices y dispuestos a enseñar a toda costa sus fotos vacacionando. Un auténtico engorro para quien se les encuentra, obligado a permanecer estoicamente visionando diminutas imágenes en el telefonito. Al menos antes para enterarte de las vacaciones de los demás tenías que aceptar una invitación a un café con pastitas y una vez en su morada te ponían el proyector de super 8 o te hacían visionar los videos. Más o menos, sabías a lo que te atenías si aceptabas la invitación a las pastitas. Ahora no hay precaución que valga, el recién llegado saca el teléfono móvil o, aún peor, el i-phode y te hace ver una por una ¡todas las fotos!, para lo cual hay que adoptar a veces las posturas más insospechadas ante la insistencia del interlocutor para que observes detenidamente y sin reflejos , evitando la incomodidad del sol, detalles familiares o de aquel lago, playa, montaña, acantilado o parque temático. Así, buscando la sombra de un árbol, una marquesina de autobus o, incluso, una cabina telefónica, cuando no una papelera o un banco, hemos de ir contestando “si, si, qué bonito”, o “vaya paisaje tan precioso” o “que gracioso el nene con el helado al lado del orangután y de la abuelita”. Lo peor es cuando el interlocutor te trata de explicar pormenorizadamente el contexto vacacional de la instantánea (Dacio Gil ha llegado a visionar las instantáneas del móvil en posición decúbito prono bajo un banco de la urbanización para poder apreciar en todo su esplendor a un matrimonio en un curso de kajak en aguas bravas leridanas). Y no digamos si son varios interlocutores (un matrimonio, unos novios, unos amigos, etc.) los que pueden irte desgranado los detalles. En ese caso: ¡Prepárate! Entre unas cosas y otras, el excurso fotográfico por las vacaciones del vecino puede durar fácilmente de una hora a dos horas. Al final no recuerdas nada de lo expuesto pues te has perdido por sobresaturación de imágenes y explicaciones.

Parece, en efecto, existir una necesidad de convalidar nuestro estatus a través del visionado del vehículo 4X4 por el desierto junto al beduino y el camello, de esculturas, catedrales, estadios de fútbol, parques temáticos, arenosas y atestadas playas y encierros populares. Instantáneas todas siempre sazonadas por indiscretos actores que se han colado en la foto intentando hacer, a su vez, su propia foto, su acta de que ellos también han viajado cámara en ristre. Demostrar que nos hemos movido, que no hemos parado quietos. El vértigo de la velocidad para poder seguir viviendo al que vienen aludiendo Paul Virilio y Giorgio Agamben.

Es raro ya el que te cuenta su experiencia sólo de viva voz y de manera sucinta, apelando a tu imaginación o a tus recuerdos. El viejo Dacio Gil no gasta teléfono móvil y por eso gusta de observar los espasmos fotográficos de los vecinos en su condición de veraneantes viajantes. Pura sociología de lo cotidiano. Entroniza a quien discretamente no te muestra imagen alguna y se limita a hacer funcionar tu imaginación.

En la “urbanata”, empero, no todo es mimetismo y emulación. Afortunadamente aún perviven seres humanos normales. Un vecino, padre de familia numerosa y pluriempleado, por la mañana bedel en un instituto y por la tarde instructor de culturismo en un gimnasio subvencionado por la Concejalía de deportes, a pesar de ser doctor en derecho y filosofía y haber preparado en su juventud oposiciones a catedrático de universidad en la rama derecho procesal (Delso Cantueso es su nombre y sin duda para desgracia de este país del toro y la roja se ha perdido un Giuseppe Chiovenda soriano), se acercó este lunes al usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia para comentarle que a su mujer le había dicho una vecina en la piscina colectiva que la esposa de este viejo Dacio Gil comentó un día con otra vecina que el viejo Gil escribía un blog. El vecino Cantueso reconoció que tras muchos intentos fallidos había logrado localizar dicho blog. Aludió al último post, relativo a los tríos y la triangulación con la prudencia y criterio que le caracterizan. Y ha hecho notar a este Gil que se había quedado corto en el desrrollo de la temática al omitir hablar de la expresión juntar un trío. Dado que el usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia jamás ha sentido afición por los juegos de azar, en un principio se desconcertó y pensó que tan egregio bedel-culturista se refería al juego de naipes conocido por poker; pero no, Delso no se refería a eso sino a lo que ocurre en las oposiciones, en las que “ligar un trío” es contar con tres votos inconmovibles de tres vocales del tribunal (o Comisión, como ahora se dice para que nada cambie) antes de que se celebren las pruebas selectivas; única posibilidad cierta de superar unas oposiciones. El vecino pluriempleado es un hombre de muchas lecturas y sabiduría aunque trata de de ocultar cualquier atisbo, para que los vecinos no le utilicemos como abogado de balde y para no recordar a aquel bedel de los pájaros que se hizo famosos en TVE porque lo sabía todo de aves siendo un bedel raso en un colegio público. Posiblemente lo hace para no estigmatizar dentro del vecindario a su propia familia numerosa con un cabeza de familia tan "de poca monta". Las urbanizaciones, plagadas de mediocres -ya se sabe- se dan mucho a eso de los motes. Con la ponderación que le caracteriza, sólo suele hablar de ejercicios gimnásticos, spinnin o complementos vitamínicos para cincelar la musculatura y, muy rara vez de fútbol o de prensa canalla. Digna opción vital la de este hombre para no parecer un raro en la casa-cuartel. Pero es, por así decir, un librelector, que es mucho más que un librepensador y siempre apuntala sus afirmaciones –cuando se atreve a hacerlas, que es casi nunca- con jugosas citas y estuvo aludiendo largo rato, para sustentar su tesis de los tríos perversos universitarios, a un libro de Alejandro Nieto titulado “la tribu universitaria” muy difícil de encontrar en la actualidad.

El viejo Dacio Gil reconoce que podía haber aludido en el anterior post al fraude en las oposiciones donde impera el “ligar un trío” en vez de la auténtica evaluación del mérito y la capacidad del opositor, pero eso tal vez le habría desviado por elevación de su refrescante propósito y le habría llevado a Miguel de Unamuno y a la historia de las llamadas “escuelas” que no son más que agrupaciones semi mafiosas dentro de la universidad y a la “llevada de carteras” (e incluso el traslado de los hijos del catedrático al colegio en su coche particular) de los aspirantes a ganar una oposición. Quede, no obstante, apuntado; aunque sea con octava. Con la indicación de que tampoco en este ámbito el gobierno de estas chicas y chicos ha hecho nada por desterrar tan odiosa práctica. Antes al contrario, la ha fomentado para intereses espurios particulares manteniendo la figura de la “acreditación”. Huérfanos de cerebros, estas chicas y chicos siguen la ominosa práctica de intentar tener catedráticos de la propia cuerda. Como siempre.

Por su parte, la fraternal amiga Cuca llama a este Gil telefónicamente para decirle que ha regresado ya de la playa onubense (por lo tanto, se cumple la observación sociológica apuntada de que ha cambiado el “tempo” vacacional) y para sugerirle que al echar un vistazo a la Tribuna Alta Preferencia en lo que toca a los tríos, el viejo Dacio Gil tal vez había perdido la oportunidad de haber entreverado las ideas de Agustín García Calvo en su librito Contra la pareja. Contra la pareja y contra las instituciones a las que interesa la pareja para conformar al individuo y sus ansias de libertad. Pues es cierto. Y cabal es también reconocerlo.
Además, siempre tan sutil Cuca, pregunta como de pasada por el silencio padecido también sobre aquel conjunto de cadáveres políticos llamado el Trío de las Azores y su recidiva actual por los hermanos Zapatero-Obama con, por ejemplo, la siempre ingeniosa y profunda Leire Pajín. Cuca planteaba asimismo una postrera cuestión a este viejo Dacio Gil sobre el significado y alcance del baño de la señora de Obama en Marbella. Sostiene Cuca si no habrá sido como aquel baño del señor Fraga y el embajador Biddle Duke en las aguas de Palomares, cambiando contaminación química por contaminación financiera.
¡Esta Cuca!

¡Ligar un trío! Tríos nuevos en odres camuflados de nuevos. El eterno retorno de la nada. Tanto saludo a los veraneantes regresados ha impedido que aparezca en el plazo previsto en la Tribuna Alta Preferencia la diosa que despreció los convencionalismos, mantuvo -según la opinión femenina dominante en la época- un escandaloso comportamiento con los hombres y desafió los valores establecidos con su indiferencia por las apariencias, puesto que sólo le animaba la búsqueda del conocimiento pleno y la libertad. Encontrar la libertad sin ataduras.

sábado, 21 de agosto de 2010

TRIOS PARA EL AMOR, TRIANGULACIONES PARA ESTAFAR.

Se encontraba el viejo Dacio Gil preparando el prometido post relativo a la muy cultivada -y deseada- Luo Andreas Salome cuando repetidamente se le apareció la figura genérica del trío. Un trío intelectual pero también sexual y amoroso, de los que han habido –y siguen habiendo- muchos en la historia de la literatura en particular y en la vida en general. No en vano, como desgranamos en este blog, la literatura no es sino el reflejo de la sociedad en la que se inscriben obra y autor, tal y como quedó plasmado,sin ir más lejos, en el anterior post. El final del siglo XIX y el primer tercio del XX presenció el auge de la cultura europea en transición y en ese contexto la dulce y a la vez dura Lolja brillaba con luz propia. Quizá con demasiada luz, para desgracia de sus amantes individuales o multitudinarios (esto sólo en el caso de que el apotegma que dice que “tres son multitud” fuera rigurosamente cierto). Esta extraordinaria diosa tendrá un protagonismo como se merece en esta Tribuna Alta Preferencia.

El caso es que trío, triángulo, trinidad, tríada o triangulación se constituyen desde siempre en el centro de la vida del hombre. En especial los tríos que reflejan el amor, el desamor, la entrega y hasta la perfidia, ensamblando los elementos esenciales de la vida, el vértigo y la muerte. Con razón se suele identificar a los tríos con los boleros, los romances, o las serenatas .
Especialmente el bolero que cuenta aquello que en algún momento nos habría gustado decir y no supimos. Se ha llegado a decir que el bolero de los tríos es parte de la historia (¡y menudas historias!) del ser humano compendiado en esta estrofa: Esta es la historia de un amor/ como no hay otro igual/ que me hizo comprender/ todo el bien, todo el mal,/que le dio luz a mi vida/ apagándola después. /Ay que vida tan oscura/ sin tu amor no viviré...

Quien no se identifique con un trío o con lo que reflejan los tríos es que no ha vivido, que no ha sentido: amores, locuras, cariños, harturas. La crónica de la vida misma entre el amor, el gozo y el dolor; entre la aspiración (“algo contigo”; “si tu me dices ven. Lodo” ; “cuando vuelva a tu lado”), la nostalgia (“la última noche que pasé contigo”; “sufro tu ausencia”; “vuelve”; “te fuiste”), los abrazos (“abrazame así”; “amanecí en tus brazos”), los besos (“beso loco”; “bésame mucho”; “mil besos”; “usted”; “tus besos”), el abandono (“que seas felíz”; “nosotros”; “la última noche”), amor (“diez minutos más”; “te quiero, dijiste”; “amor de mis amores”; “tu no sospechas”), pasión (“contigo en la distancia”; “no te importe saber”; “piensa en mí”; “toda una vida”), amor prohibido (“cenizas”; “soy lo prohibido”; "no me quieras tanto”), desamor (“arráncame la vida”; “sabor a mi”; “ya es muy tarde”; “lo dudo”), tristeza (“sin ti”; “somos”; “reina mía”), engaño (“miénteme”; “mujer perjura”; “traición”) o esperanza (“caminemos”; “consentida”).

Como no puede ser de otra forma, el trío era, es y será una cuestión de tres a pesar del “requinto” (que no es un sexto ni un décimo personaje, ni un alcahuete, ni el detective contratado por marido o mujer que sospechan que son engañados, sino algo más sólido: una guitarrita de sonido potente y singular). A los innumerables tríos de carne y hueso que cualquiera conoce siempre habrá que sumar a los inmortales Panchos, los 3 Reyes, los 3 caballeros, trío Mexico, los 3 hernandez, trío calaveras, los 3 ases, los llaneros, trío San Juan, los 3 paraguayos, los caminantes, los 3 diamantes, así hasta los más recientes: los tres o los trío. Los trios existirán siempre, son la vida en sus diferentes manifestaciones. Por arriba o por debajo de los convencionalismos elaborados por el animal superior para intentar amarrar su convivencia sin excesivos sobresaltos.

Trios famosos hay innumerbles. A modo de ejemplo se pueden destacar los formados por Frida Kahlo- Trotsky- Diego Rivera; Gala-Dalí-Eluard; Lou Andreas Salomé-Paul Rée- Nietzsche; el "Conde" Alessandro di Cagliostro (o Beppo Balsamo), Lorenza Felichiani (o la "condesa" Serafina) y los infelices aunque libidinosos e incautos a los que sucesivamente iba desplumando la pareja de bribones con el "juego del tejón". Hay otros muchos en las aristocracias, en las curias y en el proletariado tanto urbano como rural. Aunque en este caso con más dificultad por las estrecheces propias de la condición de pobre. El viejo Dacio no olvida una anécdota –protohistórica ya- en la que un buen día, en un curso de postgrado sobre derecho administrativo económico, se le ocurrió preguntar a un catedrático de derecho administrativo, a la sazón hijo y hermano de catedráticos de derecho administrativo –y es de suponer que padre también de otros catedráticos de la misma materia- sobre una curiosa pero sugerente teoría relativa a los “procedimientos triangulares” que sustentaba en una revista del ramo otro catedrático de derecho administrativo de otra escuela (y otra familia, naturalmente). La respuesta del catedrático conocido familiarmente por “Chano” fue contundente: “Procedimientos triangulares, procedimientos triangulares…el procedimiento es sólo lineal entre la administración y el administrado. ¡Yo sólo conozco los procedimientos triangulares en el amor!” Dicho ex cathedra así será, siempre ha pensado el viejo Dacio Gil desde aquella anécdota cuando aún era un pura sangre juvenil. Y no se le ocurre apostasiar de tal axioma formulado por el representante de toda un estirpe de sabios administrativistas.

Pero algo pasa con los tres lados porque el ojo de Dios se representa con un triángulo y la masonería tiene como símbolo el triángulo. Las tríadas son importantes en química, música, historia y fisiología. Y ¿qué decir de la Santísima Trinidad? O de la santísima trinidad formada por Andreas Salomé, Rée y Nietzsche. O la serie de políticas triangulares llevadas a cabo por las Monarquías todas a lo largo de la historia. O la Comisión trilateral, cuando aún no existían el G 8 o el G 20.

Sin embargo de todo ello, sobre lo que este viejo Dacio Gil quiere hoy detenerse brevemente es sobre esa martingala que es la “triangulación”. Triangulación es mucho más que un sistema de control de balón en el fútbol moderno, ejemplificado en ese palabro del "tribote". En sociología electoral se conoce como triangulación la estrategia de marketing político que trata de persuadir a los electores con los temas principales utilizados como lemas por el contrincante. Parece que la estrategia la inventó un asesor de Bill Clinton, llamado Dick Morris, que ahora ha devenido en Pope de moda: se roban los temas de campaña al adversario dándole un enfoque levemente diferente. Con eso se ganarían elecciones cuando se deberían perder objetivamente. Ni que decir tiene que este tipo de estrategias sólo caben en contextos como el líquido actual donde nada es firme ni sólido y las ideologías son meros aditamentos de épocas pasadas, material de guardarropía. La política es ya materia exclusiva de los publicitarios, que se convierten en dioses en el horizonte de una campaña electoral. A esos dioses de ocasión se pliegan las maquinarias de los partidos y el Estado entero con objeto de seducir (o forzar) al elector reducido a la categoría de número receptor de mensajes suasorios muchas veces radicalmente contradictorios.

El caso paradigmático son las circunscripciones municipal y autonómica de Madrid en el horizonte de las elecciones del próximo año, en las que la organización electoral de la oposición (pero gobernando en el Estado) quiere presentar a dos "desocupados" como candidatos para apropiarse del debate sobre el deporte y la sanidad y eludir con ese humo razonar sobre el modelo de convivencia. El candidato a la comunidad es una especie de desocupado (sólo ha estado efímeramente en el CSIC, de sindicalista -en el CSIC donde siempre ha primado la cooptación, el nepotismo y el oscurantismo jurídico y económico- y como político ha ido, mientras tanto, haciendo "carrera" en el CSIC) que siempre, tanto él como su consorte y amigos, “se han desempeñado” como políticos estrictos desde los lejanísimos tiempos de la transición. Sin sufrir las erosiones del trabajo diario o su apariencia y las luchas intestinas en la oficina-laboratorio. Esta aseveración es fácilmente constatable y don Alejandro Nieto, el que fuera presidente del CSIC, podría atestiguar cómo se movieron en la transición los sindicatos de enchufados del CSIC para hacerse fijos. Él los sufría, además, en cada conferencia que daba; indefectiblemente, una tras otra. El ahora nominado candidato a la Cominidad era uno de ellos. ¡Lugo nos hartamos a decir que si Martín Villa y su coche oficial perpetuo! Estas chicas y chicos son puro Movimiento. La historia lo demuestra categóricamente. Han cambiado la camisa azul por la ropa de diseño, tal y como luce la señora vicepresidenta mientras le sigue corriendo el tercer turno...

La candidata (previsible) a la alcaldía es otra que tal baila. Nunca ha trabajado. Únicamente se ha movido dentro de la maquinaria electoral ahora en el gobierno nacional. Ese es su único bagaje: se la reconoce como hito profesional que fue esposa legítima de un diplomático y familiar directa de intermediarios jurídicos públicos que cruzaron la frontera política. Pero nada más, acaso, sí, que preparó, sin éxito, unas oposiciones funcionariales.

Por obra y gracia de la dichosa “triangulación”, los madrileños se van a ver en la tesitura de elegir entre lo malo y lo peor. Entre diferentes niveles de los ricos de la buena sociedad española. Unos más ricos que otros, pero todos sin haber dado un palo al agua más allá del connatural esfuerzo (“criminal; que no reconoce a Padre”, dicen algunos) que comporta la política. Los electores no merecen eso. O, al menos, no deberían merecerlo. La teoría de la triangulación parte del axioma que el elector no sabe discernir racionalmente y por eso se embarulla adrede un corto espacio de debate y decisión en las urnas.

Puestos a discernir, lo mejor sería optar por los tríos, el bolero y la vida. Los gozos y la sombras viviendo. Esta gente quiere gestionar nuestra conformidad estulta a base de fotografías de medallas, ¡Vamos Rafa!, Contador, la delirante Roja, vacunas, abortos y sonrisas made in buena sociedad. Los mismos que impugnan públicamente la imagen de ese icono extremadamente populista llamado Belén Esteban, utilizan los mismos espantajos y las mismas imposturas.

Mejor los tríos. O Julio Jaramillo, mucho más poliédrico aún en su tormentosa y agitada vida plasmada en algunas de sus canciones. Un ser sensible y racional no debería caer en esos engaños triangulares de la comunicación electoral que ningún gozo producen. Mejor la vida que el simulacro de vida que proponen los persuasores ocultos políticos. Mejor el riesgo de los amantes, a la luz del día o escondidos, que esa falsa seguridad con la que tratan de estafar esos "desempleados" que viene cobrando, a la luz o de tapadillo, de un erario público que euro a euro y pago de multa tras pago de multa e impuesto tras impuesto (o mediante expropiación sin justiprecio, como en el caso de los funcionarios sorprendidos en su buena fe por el gobierno de "desocupados") engrosa el estulto elector al que, para más INRI, cada cierto tiempo se le recaba el voto para así ellos poder seguir con el garlito mucho tiempo más, viviendo como nuevos marqueses del siglo XXI o como sindicalistas verticales dentro del Movimiento.

Pecar por pecar, no debería de haber duda. Acaso sólo para los ambiciosos, para los que exclusivamente gozan con la erótica del poder, estaría reservado dudar.
O sea, lo mismito que el bolero de Agustín Lara "Pecadora" evocado por muchos tríos y memorablemente por los Panchos:
Divina claridad la de tus ojos
diáfanos como gotas de cristal
uvas qué se humedecen con sollozos
sangre y sonrisas juntas al mirar
sangre y sonrisas juntas al mirar.

Por qué te hizo el destino pecadora
si no sabes vender el corazón,
por qué pretende odiarte quien te adora,
por qué vuelve a quererte quien te odió.

Si cada noche tuya es una aurora
si cada nueva lágrima es un sol
por qué te hizo el destino pecadora
si no sabes vender el corazón.

Pues eso. A tomar nota, que luego nos quejamos sin siquiera haber gozado con el sentimiento. Se nos escapa la vida narcotizados con eso de votar o creyendo intentar defender entelequias en las que ni los mismos propagandistas creen. Mejor será aguardar esperanzados a que alguien nos intente arrancar el corazón...y le mantengamos el pulso... mientras la vida siga a nuestro alrededor sin percatarnos. Entonces será el amor. En forma de bolero. Como enseñan los tríos.

miércoles, 18 de agosto de 2010

CARMEN LAFORET Y LA METÁFORA DEL PATO.

Hace ya algunos “posts”, se daba noticia en esta Tribuna Alta Preferencia del creciente interés del asociacionismo civil y la preocupación de la ciudadanía por el pato cuchara (anas clypeata o, también –en Sudamérica- anas platalea). Tal vez porque reúne las notas distintivas de la ultra-post-modernidad en la que vivimos, aderezadas esas notas por las aspiraciones sociales del ser humano en un ecosistema que le es cada vez más hostil:
- Nomadismo;
- bajo gregarismo;
- aspiración de libertad;
- proceder relativamente silencioso;
- vértigo por la velocidad;
- huida de las grandes aglomeraciones;
- cierto hermafroditismo sobrevenido en los machos claudicantes que tienden a parecerse a las hembras.

Parece que tiende a pasar la idealización del pato salvaje como representación del mundo animal para los humanos, cobrando auge el pato cuchara, dulcificado por el ideal del comportamiento animal como modelo para el ser humano con vocación de completa humanidad y no sólo como fachada. Desde Hernrik Ibsen, en efecto, se cifra en el pato salvaje el ideal literario de libertad. Como muy certeramente ha apuntado Zigmunt Bauman en la reciente recopilación Mundo consumo, el hombre líquido perdido en la sociedad líquida busca afanosamente la noción de lo razonable en lo “praxeomórfico”. Se aprecia una inversión de la perspectiva de conocimiento: evitando centrarse exclusivamente en el hombre y sus proyecciones de preocupaciones y prácticas humanas (“tristemente humanas en retroceso” apunta Bauman). Con el tiempo va cambiando lo que se entiende por “razón” y lo que es "de sentido común” y Bauman pone el ejemplo del descubrimiento por el grupo de investigadores de la Sociedad Zoológica de Londres, al observar científicamente el comportamiento social de las avispas en el canal de Panamá, que pone en crisis con los resultados obtenidos “axiomas” aparentemente incontrovertibles sobre el comportamiento animal: el gragarismo y la ausencia de migraciones en estos insectos, sjupuestamente consgrados a servir a las primus inter pares. Los resultados dependían hasta ahora de la perspectiva etnocentrista adptada por los investigadores. De ello extrae Bauman sus conclusiones sobre la teoría que sostiene de la falacia de las lealtades a totalidades supraindividuales.


Con el pato cuchara pasa lo mismo y vendría a sustituir al pato salvaje como ideal de libertad al modo que lo plasmó en Personajes femeninos de Henrik Ibsen la polifacética Lou Andreas Salomé a la que se dedicará un inminente "post" en este blog. O, por mejor decir, se vendría a complementar la modulación social de la libertad con el tránsito del ideal del pato salvaje al ideal moderadamente socializado del pato cuchara.


Todo ello viene a cuento y es consecuencia de la pasada lectura por parte de este viejo Dacio Gil de la reciente biografía sobre Carmen Laforet coescrita por la reputada historiadora Anna Caballé (que ya elaboró una biografía de Francisco Umbral atando cabos literarios) e Israel Rolón. El libro, además de su exquisita factura, es una incitación a la asociación de ideas a la que tan proclive es este viejo Dacio Gil: desde la prístina Nada que evoca desgraciadamente a la política actual del gobierno Zapatero y sus sedicentes oposiciones, al envejecimiento y la muerte que se ha tratado en este blog en ocasiones anteriores; de la burguesía intelectual de postguerra a la aristocracia –de toda laya- cortesana de 2010; del universo suasorio que rezumaba y rezuma el mundo editorial y los cacareados premios literarios pasados y presentes; de las connotaciones de la tribu intelectual en todo tiempo. Y, en definitiva –como gusta decir ese ávido lector de buena literatura que es don Augusto Faroni-, no hay obra literaria sin decisones y decursos humanos detrás: es imprescindible conocer la intrahistoria del escritor, con sus grandezas (públicas) y sus miserias (humanas) como enseñaba Tony Judt; su contexto, su discurrir por la vida.
La biografía dirigida por Anna Caballé es un amenísimo y muy documentado repaso por la España del siglo XX siguiendo la estela –o las cartas- de ese boom que fue la joven escritora canaria Carmen Laforet y su descarnada novela juvenil de evocación nihilista. Está escrita la biografía de esta “mujer en fuga” con profundo respeto por las personas, por lo que el lector inteligente y minucioso podrá sacar sabrosas deducciones de su lectura sobre la época y extraer del detallado y documentado recorrido por la burguesía más o menos ilustrada y los avatares del mundo editorial hispano sus personales conclusiones. Sus 515 páginas se leen con avidez prácticamente de un tirón, terminando el lector con un sentimiento de importante enriquecimiento tras el gran arsenal de datos y conexiones de la intra y extra historia de la literatura española del siglo XX y sus actores y tramoyistas. Resulta destacable, además, el discreto influjo que proyecta el pensamiento de Carlos Castilla del Pino en un libro de búsqueda psicológica muy, pero que muy, bien documentado en las series de correspondencias epistolares cruzadas. Un medio de investigación histórica, el epistolar, hoy desgraciadamente desaparecido en su faceta más personal e íntima. Con el imperio de los e-mail y la exclusiva supervivencia de las cartas comerciales, el ejercicio de memoria se hace mucho más difícil.


El viejo Dacio Gil últimamente se encuentra a cada paso, a cada lectura que emprende, con los temas eternos: el envejecimiento; los libros; el esfuerzo que comporta para el autor parir un libro; la mixtificación de la literatura por el periodismo; los medios materiales que han transformado la producción literaria; el amor; la manifestación de los sentimientos y las casi imprescindibles corazas profilácticas emocionales; el desamor; los cabos sueltos afectivos; la preservación de la cuidada evolución de los hijos en contextos de crisis de convivencia… En definitiva el ciclo vital y las grandezas y miserias del respeto y cultivo de la imagen pública de los seres humanos.


Carmen Laforet ha sido siempre un enigma. El libro referenciado no desvela del todo dicho enigma, pues procede con un exquisito respeto humano. Pero si aclara muchas cosas o, al menos, aporta los datos para extraer conclusiones. Cerca del final, en las páginas 441 y 442, los autores, al hilo de un artículo de la biografiada en diario EL PAIS del 23 de enero de 1983 (Casa de muñecas, realismo y feminismo), sostienen la bella tesis de que Carmen Laforet fue un pato salvaje que perdió su libertad y terminó recluído en la cárcel del ensimismamiento: “No todos los patos, léase mujeres, reaccionan igual (reducidos a permanecer en un sotabanco, cebados junto a otros animales domésticos para engordar rápidamente): está el pato cobarde que habiendo sido libre se lamenta de su cautiverio pero no se atreve a salir de donde está. Está el que por su arrogancia se convierte en el rey del gallinero, y esa vanidad le hace olvidar su antigua libertad. Está el que se consume silenciosamente en su prisión y sólo en sueños es capaz de evocar su verdadera vida, y está el pato que llega herido al sotabanco pero contando a todos sus gestas: a medida que se le curan las heridas y engorda gracias a la buena alimentación que recibe, sus ansias de libertad, de la que a todos habla, van decayendo. Un pobre gorrión cree sus historias y muere en su afán de estimularle a que emprenda la huída, en vano porque el pato fanfarrón nunca más levanta el vuelo. Está el pato que llega al sotabanco porque ha caído y quiere emprender el vuelo otra vez pero no puede porque los muros se lo impiden. Finalmente los animales que le rodean, compadecidos, le abren las ventanas, pero él ha descubierto el amor de sus nuevos amigos y decide quedarse.
Y por último contamos con el pato salvaje que simboliza a Nora y con el que se identifica Laforet en su artículo claramente. Se trata de un pato que fue recluido en el sotabanco siendo muy joven, ignora su procedencia, y en su ignorante felicidad tiene la impresión de vivir una vida ficticia, como si la vida real transcurriera fuera de los muros de la granja.”


Por muchos motivos Carmen Laforet. Una mujer en fuga es un libro altamente recomendable. De un ameno tirón el lector acopia un ingente arsenal de datos, conexiones y sensibilidades. Como consideración material en época de crisis hay que reconocer que el libro tiene un precio de venta elevado pero tampoco puede decirse que sea caro dados su contenido y humanidad. Y todo lo que suscita. El viejo Gil lo recomienda vivamente acaso sin tener que esperar que la editorial RBA lo ponga en el mercado en edición de bolsillo más asequible económicamente.

De Carmen Laforet pasaremos casi sin solución de continuidad en este blog a hacer una semblanza de Lou Andreas Salomé, que parece que en algún momento se constituyó en modelo (relativo dado el contexto español) de la "mujer en fuga" que buscó resarcirse, a través de la búsqueda de la libertad, de la violencia moral sufrida en un momento crucial para la evolución de cualquier ser humano. Pero de momento quedémonos con la imagen evolucionada de la libertad que simboliza ahora el pato cuchara, la búsqueda tranquila de una relativa sociabilidad sin gregarismos y sin megua alguna de la imprescindible libertad innegociable. Acaso el ser humano esté intentando retener su condición de humano, de aspirar a hacerse verdaderamente humano, observando a ejemplares como el pato cuchara. Celébrese como se merece el auge da la búsqueda de modelos en los animales supuestamente inferiores para el desenvolvimiento humano del animal pretendidamente superior. Bienvenidas sean asociaciones con auténticas finalidades humanitarias, como la referida al pato cuchara.

domingo, 8 de agosto de 2010

TONY JUDT: LA RAZÓN (CRÍTICA) CON ESPERANZA.

¿Cuál es el papel de los intelectuales en la sociedad actual? Esa es la pregunta del millón. ¿Botafumeiro o crítica respecto a la esencialidad de las instituciones? Ahí radica el debate. Los pocos intelectuales dignos de tal nombre en los tiempos que corren se encuentran en esa permanente encrucijada. Muy pocos intelectuales hay en el mundo con las agallas y el espíritu de entomólogo del sabio que acaba de abandonarnos. ¿Crítico despiadado? En absoluto. ¿Oposicionista estructural? Nada más lejos. La trayectoria vital de Tony Judt ha sido la imagen pura de lo que debe de ser un intelectual: descenciendo a analizar hasta lo más menudo toda aquella cuestión o persona que excitase su intelecto; deshacer todo el entramado y analizar pieza a pieza, conexión por conexión, un nervio tras otro. Un intelectual honesto esa labor debe de llevarla a cabo en silencio y en la penumbra sólo rota por el foco alumbrador de la inteligencia sobre los datos fríos. Sin ceder a los cantos de sirena. Sin sucumbir a las persuasiones del Poder. Sin la embriaguez que impone la púrpura. Con distancia pero con empatía con las víctimas. Prestando la credibilidad objetiva del intelectual a los gritos de los que sufren las injusticias institucionales y la venta de humo de los intelectuales (?) de Cámara.

En la sociedad del consumo innecesario e incesante se emplean metáforas instrumentales para designar al intelectual de pura cepa: linterna, brújula, cuaderno de bitácora, bardón, báculo o, más modernamente GPS. Despreciamos –por estrictas razones de lenguaje comercial correcto- la verdadera metáfora del lazarillo. Huérfanos en el más cabal sentido del vocablo nos deja en general Tony Judt y, muy en particular, a este viejo Dacio Gil, que ha utilizado a Judt y sus enseñanzas como lazarillo en el momento más difícil de los vividos hasta el momento. Cuando se apareció en toda su negra dimensión el Lucifer de la malignidad humana, del estrepitoso derrumbamiento de la más elemental razón (?) jurídica y de la criminal indiferencia institucional. En una situación así, todo son tinieblas, la noche oscura: la terrible desorientación, el estado de excepción cotidiano, la ceguera. Y en eso apareció Tony Judt.

En ese contexto vital, casi en las navidades de 2006 se aparece al viejo Dacio Gil un sugerente “libro de bolsillo” en cuya portada destacan las imágenes de Stalin y de los Beatles junto a la del muro de Berlín. Dacio Gil huye de los libros de más de 500 páginas dada su condición de usuario del tren, metro y colectivos varios. En un primer intento las casi 1000 páginas lo disuadieron de la compra. Fue al tercer intento de hojear el contenido buscando los puntos débiles del libro para resignarse a no comprarlo, cuando no pudo más seducido por lo que llevaba leído. ¡Casi un kilo para transportar a diario en el tren para intentar subrayarlo con el lápiz bicolor! ¡Y no cabía en la cartera que acompaña a este Gil como la sombra! Nunca podrá describir con palabras el usuario de esta Tribuna Alta Preferencia la tranquilidad de espíritu, el sosiego aportado por el libro de Judt desmenuzando y poniendo al descubierto la efectiva realidad del devenir de Europa más allá de los cantos y alabanzas institucionales de los Poderes dominantes. Con una especial clarividencia y siempre desde la óptica del hombre corriente se iban poniendo al descubierto el llamado milagro alemán tutelado férreamente por Estados Unidos; la poco generosa y egoista política arancelaria de Gran Bretaña; los titubeos de la industrialización dirigida públicamente en Italia; la artificialidad de Bélgica y las minorías lingüísticas; la tendencia hegemonista de París; el escenario social de las Monarquías escandinavas; la artificialidad de las democracias populares y sus tanques y juicios espectáculo a la disidencia política; las expectativas de los países mediterráneos, entre ellos la democracia española. Todo sin dejar un flanco de análisis al descubierto, desde la vida del ciudadano corriente sumergido en una masa que carecía de casi todo y se aferraba a las cartillas de racionamiento y a las ayudas norteamericanas: la economía, las bellas artes, el turismo incipiente, la industria, las universidades, los intelectuales, la gente corriente. Los diarios usuarios de Renfe debían en aquella etapa de 2007 considerar un tipo raro a este viejo Dacio Gil sosteniendo entre sus rodillas el mamotreto mientras subrayaba afanosamente ora en azul ora en rojo desafiando el tenue traqueteo que hoy tienen los trenes. El libro no tiene desperdicio y ayuda a comprender el porqué del federalismo y las autonomías, la traición de los intelectuales de aquí y de allá y las miserias del ciudadano corriente en el marco de cartónpiedra de las declaraciones de los políticos: la vida de los otros. Dacio Gil es muy celoso de sus libros y raramente los presta, pero “Postguerra” es una excepción pues su contenido es de un peso muy superior a los 125 kilos, desafía el kilo de su valor venal, tormento del lector itinerante por el fantasma de la epicondilitis al transportarlo o la invitación al sedentarismo y el atril para leerlo en casa (siempre sobre una mesa o un atríl). Sin duda hay un antes y un después de “Postguerra”. El atento lector de esta Tribuna (si en realidad hubiere) habrá comprobado que Tony Judt ha aparecido recurrentemente. Constituye junto a los libros de Klein, Sotelo y Nieto el genuino Manual de instrucciones Auténticas de Uso (MIAU) de la vida que nos ha tocado vivir y sus añagazas mediáticas. Imprescindible si no se quiere ser un simple bobo consentidor.
Seducido por “Postguerra”, el viejo Dacio Gil se lanzó a la captura del “Pasado Imperfecto. Los intelectuales franceses 1944-1956” que apareció a mediados de 2007. Es el desarrollo y ampliación de su tésis, aparecido en 1992. No defrauda en absoluto. Su lectura se hace algo más árida que “Postguerra” puesto que se centra en los santones de la intelectualidad francesa dentro del “remolino del comunismo”. Estremece la claridad con que Judt muestra las apologías del comunismo, en tanto doctrina de la liberación humana mientras se producía la indiferencia ante la violencia y el sufrimiento humano, las dolorosas elecciones morales del momento. Judt llega a preguntarse “Frente a todas estas pruebas impresas, ¿cómo fue posible que personas inteligentes defendieran voluntariamente el comunismo como la esperanza del futuro, y a Stalin por ser la solución del acertijo de la Historia?...la negativa a aceptar la evidencia de la historia, a abandonar los mitos y las utopías del progresismo biempensante…Muchos libros publicados después de 1975 aspiran a ilustrar, a menudo mediante una serie de citas selectivas, la ambivalencia moral y el carácter obtuso de personas como Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvior, Enmanuel Mounier y sus coetáneos, absortos en sus dilemas existenciales mientras ardía Budapest.” Tony Judt hablaba de que aquellos libros franceses no eran libros de historia sino un ejercicio de asesinato de un personaje, destacando que en Francia se había producido una acusada ausencia de una preocupación por la ética pública o la moralidad política. Tony Judt mantenía que su libro era un ensayo sobre la irresponsabilidad del intelectual, un estudio sobre la condición moral de la intelectualidad en la Francia de la posguerra. La última frase del apartado introducción no tiene desperdicio y denota la enorme calidad humana de Judt. Merece su trascripción íntegra:
Así, los principales protagonistas del libro –Sartre, Mounier, De Beauvior, Merlau-Ponty, Camus, Arón y François Mauriac- no representan a sus contemporáneos de menor envergadura, y no se tienen por característicos de nada. Pero las suyas son las voces dominantes en esos años; ellos controlaron el territorio cultural, sentaron los términos del discurso político, confirmaron los prejuicios y el lenguaje de su público. Su manera de ser intelectuales se hizo eco de la imagen que de sí misma tenía la comunidad en general, a la par que la reforzó, incluidos aquellos que estaban en desacuerdo: Los asuntos de los que quisieron ocuparse, al menos hasta 1956, y el modo en el que se comprometieron o se negaron a comprometerse en cuestiones morales cruciales, constituyen un momento notable y muy particular de la experiencia intelectual francesa: Todo lo que yo quisiera decir en defensa de esta cuestión es que los temas que aquí trato fueron absolutamente capitales en su época, y que los asuntos que plantearon y plantean aún hoy se hallan en el centro mismo de la historia moderna de Francia.”
El libro “Sobre el olvidado siglo XX” es una obra miscelánea que recoge la faceta de Judt de comentarista de libros. Dacio Gil recela por principio de los libros recopilatorios de artículos, pero este libro es una honrosísima excepción. Resulta magnífico en absolutamente todo su contenido que se manifiesta intemporal a pesar de ser histórico. Sus 21 páginas de introducción (“El mundo que hemos perdido”) resulta antológico y recomendable para, por ejemplo, preparar una oposición de ciencias sociales. Nos habla de la oscuridad de la desmemoria; de no comprender el contexto de nuestros problemas, de no escuchar con más atención a las mentes más lúcidas de las décadas anteriores y de querer olvidar más que recordar; de que se debe recordar el sufrimiento humano selectivo en vez del triunfalismo institucional; “El siglo XX está así en el camino de convertirse en el palacio de la memoria moral: una Cámara de los Horrores históricos de utilidad pedagógica cuyas estaciones se llaman “Munich o “Pearl Harbor”, “Auschwitz” o “Gulag”, “Armenia” o “Bosnia” o “Ruanda”, con el “”11 de septiembre” como una especie de coda excesiva, una sangrienta postdata para aquellos que preferían olvidar las lecciones del siglo o que nunca las aprendieron como es debido"; hoy el problema es es mensaje; ¿por qué esa prisa por olvidar el siglo XX y dejar atrás el pasado que es la guerra?; auge y ulterior caída del Estado; los Estados totalitarios; el anzuelo del discurso público sobre el Estado de bienestar; la marcha atrás en la política pública y el axioma de “el estado es malo para ti”; los “estados profilácticos” de conformidad ideológica; fin de las grandes narraciones de la historia; “las democracias bien dejarán de ser democracias que funcionen o bien volverán a presenciar la política de la frustración, del resentimiento populista”; el miedo que lo preside todo.
Como decía Judt “Estos son los desafíos del presente siglo. También fueron los desafíos que afrontó el siglo pasado y por eso al menos a algunos nos resultan un poco familiares. Son un recordatorio de que las recetas simples de los actuales ideólogos de la “libertad” no nos van a servir de ayuda en un mundo complejo más que las de sus predecesores al otro lado del abismo ideológico del siglo XX; un recordatorio también, de que la izquierda de ayer y la derecha de hoy comparten entre otras muchas cosas una propensión en exceso confiada a negar la relevancia de la experiencia pasada para los problemas actuales. Creemos que hemos aprendido lo suficiente del pasado para saber que muchas de las viejas respuestas no funcionan, y puede que sea cierto. Pero lo que el pasado puede ayudarnos a comprender es la perenne complejidad de las cuestiones.” El libro es mucho más que la importante introducción. Es un muy ameno repaso por todo el siglo XX en sus sujetos y objetos más representativos desde la óptica del intelectual honesto. Recientemente se ha dado noticia en este blog del capítulo “El gnomo en el jardín” referido a Blair y, en vía especular, a su remedo Zapatero, pero resultan imprescindibles “El Estado sin Estado” referido a Bélgica, “La buena sociedad” referido al papel de Europa frente a Estado Unidos o las semblanzas de Levi, Arendt, Koestler, Camus, Said o Kolakowski y otros muchos hitos de la intelectualidad.
Tony Judt fue un intelectual muy sólido, se cuidó mucho de decir sandeces, por eso recordaba con frecuencia, a modo de advertencia para náufragos, aquella frase de Montaigne de “Nadie es libre de decir sandeces. Lo penoso es cuando se dice de forma memorable”. Como está pasando ahora en España.


Tony Judt falleció el pasado viernes tras ser cruelmente atacado por la enfermedad de Lou Gehring que no tuvo compasión de un historiador que usaba las lentes de quienes sufrieron. Su semblanza intelectual y su última reflexión sobre su decurso personal se encuentran en EL PAIS de hoy y en el dominical del pasado enero. Lástima que no quepan su descomunal obra y su estatura moral en la suscripción de todo un año a todos los diarios españoles. Se ha ido un bastión contra la estulticia dominante. Una mente prodigiosa. Un ejemplo humano de por qué la vida merece ser vivida intentando comprenderla. El ejemplo necesario para la subsistencia en medio de la barbarie políticamente correcta y mercantil.
El viejo Dacio Gil se encuentra apenado y desconsolado por una pérdida tan importante. Auténticamente huérfano. Muchos más con él.
No expresen la condolencia a este viejo Gil y a la multitud de huérfanos supérstites. Es más cabal que indaguen en la vida de este sabio. Lean su obra. Es un manual para no dejarse engañar en esta vida o para dejarse lo estrictamente necesario. Instrumentos para analizar lo que podamos; hasta donde alcancen nustras fuerzas y recursos.

viernes, 6 de agosto de 2010

DE BESOS, LIBROS, EDAD Y EMOCIONES. DEL AMOR HUMANO.

Este viejo Dacio Gil tiene una verdadera enfermedad con eso de la libre asociación de ideas. Casi podría decirse que sufre el donjuanismo cerebral a que se refiriera ese sabio gruñón y auténtico hombre-enciclopedia (el hombre-libro de ficción por antonomasia es Peter Kien, el protagonista de “Auto de Fe”, como recordaba recientemente el amigo Gruten, otro hombre-libro; como Canetti, como de Cavanilles, como Herman Hesse, como Borges y su imaginada biblioteca) Giovani Papini, sobre el que también habremos de detenernos con morosidad en esta Tribuna Alta Preferencia ahora que es un perfecto desconocido para los jóvenes, aunque de seguro en breve su figura resurgirá como está ocurriendo en la actualidad con Dino Buzzati. La ley del péndulo que también se manifiesta indefectible en la industria editorial. Decía este Gil lo del donjuanismo cerebral porque excursionó en el último post sobre el envejecimiento y, de súbito, la mente del usuario de esta Tribuna voló al personaje interpretado por Stefanía Sandrelli en la última de las historias que se entrecruzan en la película L’ultimo bacio (el último beso) atormentada por no ser la misma belleza cumplida la cincuentena tras 29 años de desgaste matrimonial y viendo cómo se le ha ido escapando la juventud sin poder retenerla. Y de ahí pasó la mente de este Gil a la película de Garci Historia de un beso en la que el maduro escritor Blas Otamendi (interpretado por un inconmensurable Alfredo Landa) trata de estrangular intelectualmente el beso a su joven admiradora para no verse con el tiempo sumido en la decepción. La edad, los besos.
Saltando del último beso al primero, tan diferentes cualitativamente, este Gil se ha detenido a pensar sobre el alcance y contenido de los besos, de la acción de besar, ahora que todo son perfomances sobre el beso: que si el más largo (31 horas 18 minutos sin poder comer, beber o hacer sus necesidades en el cuarto de baño); que si el más populoso y concurrido (¡todos a besarse!); que si el más extravagante (en el suelo, en las cucañas, esquiando), que si el campeonato mundial de besos bajo el agua (1 minuto 45 segundos), etc., etc. Y lo grande es que muchos de estos eventos los financian algunos Ayuntamientos. Menos mal que el beso es una acción transitiva –como el abrazo- y el “no me beso porque no puedo…” está forzado por la propia limitación morfológica humana. Si no fuera así, en los tiempos que corren y bombardeados por la publicidad (“¡porque tu lo mereces!”) todos nos estaríamos ya autobesando y desnaturalizando este importante –a veces esencial- intercambio simbólico.
Hoy sólo se habla del beso del portero con la re-portera (Iker y Sara). Y puestos a ser científicos recurrimos siempre (como el Asturias patria querida tras las celebraciones patrióticas en el extranjero; o el Que Viva España para celebrar a la Roja) a la copla de Manolo Escobar que dice que en España la hembra (nada de los y las mediopensionistas) lleva el beso muy dentro del alma. La copla el beso –según Escobar- encierra armonía, sentido y valor. A lo que vamos: un beso puede ser todo y puede ser nada; transferencia de amor y vida o mero acto protocolario. O, como dice ese refrán tan mercantil, “el beso un joven lo da y un viejo lo compra.” Pasa con el beso como con ese principio irrebatible que se enseña en las facultades de periodismo “sólo es noticia si un hombre muerde a un perro, no si un perro muerde a un hombre”. Y es bien sabido que en el argot (Gran diccionario del argot. El Soez; Fermín Carbonell Basset) besarse es atornillarse los labios, cambiar babas, besuquearse, darse el bistec, pasar el chicle, darse la fiesta, darse el filete, darse la lengua, darse el lote, morrease, darse un morreo, chupar los morros, ponerse los morros, darse el palo, darse el pico o intercambiar saliva. O sea morderse. Siempre hay una evocación sutil a la zoología, como en el caso de la viuda negra (Latrodectus mactans) o de la mantis religiosa (también denominada en Fuente el Fresno y otras localidades manchegas caballito del diablo) cuya característica es que ambas con el beso causan la muerte al macho que las corteja (eso sí, ¡tras una cópula de más de 2 horas!). Sería el beso de la muerte. Más o menos como el que se le da al sentenciado por la Mafia para significarle: es inminente que va a morir y no tiene escapatoria.
Lo cierto es que el origen del beso se pierde en el primitivo hombre de las cavernas que, en imitación de los animales, bien sea porque lamía a sus crías en la cara en señal de afecto, bien sea porque las madres daban de beber y comer a sus hijos a través de su propia boca, institucionaliza el beso más o menos como hoy se reconoce. Los romanos distinguían tres formas de beso: saevium, el beso amoroso; osculum, beso de amistad y basium beso entre amantes o beso de saludo. Algunos antropólogos han destacado que el hombre –y ahora la mujer- se distingue de los primates (que está estudiado que también se besan) en que es el único animal que conoce las caricias y los besos, aunque una visita a un Zoo puede refutar con un simple golpe de vista toda esta teoría antropocéntrica.
Como pasa con todos los signos sociales, del beso se han apropiado, además de la mafia, la política y las religiones. Así, todavía se recuerda la fotografía de Brézhnev, presidente entonces de la URSS, besando en la boca a Honecker, presidente de la Alemania del Este. Y es que entre las altas jerarquías comunistas era un signo de reconocimiento de poder. El beso de poder. Por su parte, la iglesia primitiva aceptaba el beso en los labios después del “la paz sea con vosotros”. Está recogido en el Cántico de los Cánticos y en San Agustín: se trataba del beso de paz. También la Iglesia ha mantenido el beso en los pies a los pobres en Semana Santa: el beso de beneficencia. Así como el beso al anillo del Obispo: el beso de dignidad. Pero el más conocido (Umberto Eco dice que la iglesia ha sido la primera industria publicitaria en el universo) es el beso de Judas: la delación, la perfidia, del que la Mafia siciliana ha tomado su mensaje. En una dimensión contraria a la traición, se daría también, según la enseñanza talmúdica, el beso de Dios: el justo muere por un beso de Dios. Así se dice que murió Moisés, al parecer por un beso de Dios.
La verdad es que el beso es más o menos divino según la experiencia de cada uno. Como hay muchas experiencias hay muchas clases de besos. Cuando uno se encuentre aburrido o alicaído debe de acudir a la wikipedia y buscar beso. Allí encontrará clasificados 27 tipos de besos y una amplia enumeración de besos famosos. No se acelere el lector de la wikipedia en materia de besos. Y si se acelerare, dése una ducha escocesa, pues el lenguaje popular dice que el beso es una llamada del ático para saber si los bajos están libres. Para la generación del viejo Dacio Gil el beso era el summum; se decía que los hijos se engendraban con un beso (mucho más creíble que lo de las cigüeñas de París y mira…). El desconocimiento juvenil y la deformación religiosa contribuyeron a que existiera una imaginación que hoy ya no existe. Para bien y para mal.
El beso, los besos, son una experiencia personal. Cada cual tiene una firme idea de lo que son y significan los besos y sus diferencias. Todo ha cambiado una barbaridad desde que este Gil era un jovenzuelo. En los cigarritos que se fumaban a escondidas en los recreos los integrantes del grupito de colegiales hablaban de todo lo que creían prohibido, entre ello, naturalmente, de sexo y del beso. Se decía que cuando dabas y recibías un beso en la boca se veían colores que no estaban el el arco iris y que te cambiaban el humor y las percepciones. Ello nos hacía afanarnos en obtener un beso robado y apresurado que concluía de ordinario en un fiasco. Por lo general el primer beso decepcionaba las desmesuradas expectativas juveniles. Pero sólo era uno más de los espejismos deformantes de la juventud, del ímpetu revolucionario: con la edad, la generación de este Gil (el afortunado que llegó a probar un verdadero beso francés) creyó de plano que efectivamente un beso de pasional amor no tiene parangón cromático y, al activar la oxitocina, lleva a la senda del placer. Te puede elevar a la categoría de un Dios. Un trance. La experiencia. Sentir la vida.
Dacio Gil recuerda también la turbación que se le producía antaño cuando alguien le daba dos besos en las mejillas en vez del que se daba oficialmente en aquel entonces en la pudorosa España en un solo carrillo: no se sabía por qué mejilla empezar ni si debía continuar con la siguiente, se producían situaciones tan embarazosas como las que se producen hoy en día en la Argentina dónde solo se da el beso en una mejilla y un español o una española emprende la tarea de besar. Situación embarazosa. Por cierto, el joven Gil no podía entender en aquellas lejanas fechas que los futbolistas argentinos se besasen. Quienes eso hacían le parecían, en orden a la estricta educación recibida en España, homosexuales. Hoy para nada llama la atención. Son otros tiempos, otra cultura.
Los besos. ¡Que grandes -y que largos- son los besos! Cuánto ha cambiado todo. Aunque tal vez sólo cambie la percepción: con la edad uno se hace más sensible y más tierno. Llevaba razón Giovani Papini: “Cuando se quiere hacer una revolución para armar ruido no se llama a un león, sino a un gato castrado”. Percepción, amor, edad. El ser humano intentando “ser”: contra la edad, contra razón, contra los convencionalismos, incluso contra lo establecido. El envejecimiento potencia una fragilización del individuo contra las agresiones, por eso se busca el significado último del beso, su plenitud semiótica. Posiblemente, en el amor el día más bello sea el de la víspera. Por eso la Anna interpretada por Stefania Sandrelli o el Blas Otamendi en el que se transforma Alfredo Landa sufren al saber que se les reducen cada vez más las vísperas y es dudoso que puedan ser aún revolucionarios. Por eso el beso puede decirlo todo. Lo dice todo sin necesitar palabras. Como el calco en yeso del beso de Rodin que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires: emoción pura. Enciclopedia sin palabras.

martes, 3 de agosto de 2010

RESIGNARSE A ENVEJECER O CONSUMIR NUTRACÉUTICOS: THAT IS THE QUESTION

Mal profeta este viejo Dacio Gil para eso de las filosofías de la eterna juventud y las técnicas anti-aging. En eso es como el pobre Sísifo, lo intenta y se le presentan las dificultades; lo vuelve a intentar y cae de nuevo. Es como si se encontrase en una de esas cintas transportadoras como las del metro o los aeropuertos en las que en sueños se tiene la sensación de que no avanzas nunca. En el caso del pobre Gil es como si la cinta fuese como un tiovivo, que diese vueltas sobre sí misma sin conducir a nada. Dacio Gil lo intenta pero no le sale. Un viejo puede hablar más o menos de sabiduría, pero de eterna juventud le pilla ya a desmano. Por otra parte, a un seguidor empedernido de Elías Cañete (como el propio Canetti a veces decía apellidarse) igual que no le deprime razonar sobre “el enemigo de la muerte”, le cuesta bastante razonar sobre todas las terapias contra la edad. Llevaba razón en esto el prolífico autor de biografías André Maurois cuando afirmaba que envejecer no es más que una mala costumbre que un hombre ocupado no tiene tiempo de adquirir. Pues cursos de formación de los sindicatos...

Lo que es hablar de la lucha contra la edad para mantener la eterna juventud –aquella enfermedad desgraciadamente superada- posiblemente Gil no pueda hablar, pero ha hecho acopio de información para intentar comprender el proceso y la indefectible meta, pues tampoco es cuestión de dejarse morir así, gratuitamente, o, lo que es peor, contribuir a deteriorar más su ya quebradiza salud, pues es sabido que toda situación de estrés provocada por el Mobbing deja unas secuelas indelebles, después de las cuales el organismo paga por su supervivencia envejeciendo un poco más. A la edad tardía, a pesar de que nos pasma al comprobar cómo se aparecen con una sospechosa claridad hechos ya remotos cuando se es incapaz de recordar lo que ha acontecido hace sólo instantes, uno tiene ya un cierto método para utilizar la brújula de las experiencias y los materiales de lectura: Yoga en Sivananda, literatura sobre pensamiento Zen, el Siddharta de Hesse, la información en internet, etc., etc.

El viejo Dacio Gil ensimismado con la belleza de la universidad de Lund, tan próxima a Malmoe y tan recomendable para visitar sin prisas, desaprovechó recientemente – la historia del usufructuario de esta tribuna es una constante de desperdiciar oportunidades netas- la posibilidad de aprovisionarse de información sobre los logros de las investigaciones llevadas a cabo en el Departamento de Biología Molecular de aquella universidad, bajo la dirección del doctor Ron Pero sobre la “uña de gato”, extracto natural medicinal utilizado por los chamanes de Perú para curar buen número de dolencias. Algún día, tal vez, vuelva este viejo Dacio Gil sobre la documentación que ha ido acumulando sobre los métodos para retrasar el envejecimiento, incluidos los publicitados por Fernando Sánchez Dragó, pero de momento no es su prioridad absoluta, prefiere cultivar antes la mente y el espíritu que el cuerpo que nota ya los años.

Y estando en esas el viejo Dacio Gil encontró en una de las farmacias que forzosa y desgraciadamente frecuenta el siguiente anuncio: “Más de 50 % de producto. Ayuda a ralentizar el envejecimiento celular. El único obtenido bajo exclusivo procedimiento patentado por el CSIC”
Sin esfuerzo, el inquieto lector recordará que se refiere al mismo producto al que se aludía en un anterior post. Se insiste en destacar lo accesorio y lo esencial, las propiedades concretas antienvejecimiento del componente principal del producto, se relega a un plano completamente secundario. Pura sinécdoque. Así es el mundo de la publicidad. Así es la publicidad sobre el CSIC. Así es la publicidad del complemento alimentario Revidox.

Si uno se fija aún más en las farmacias comprobará que se nos bombardea con otros complementos alimentarios con el mismo componente principal: la uva. En una farmacia de un gran centro comercial, con una dimensión semiótica importante se publicita otra vinoterapia. Ésta de otra firma comercial radicada en Francia Caudalie. Paris se denomina la gama de productos. La publicidad se basa en que por 1995 se obtuvo una innovación científica importante: una patente exclusiva sobre la extracción y estabilización de los polifenoles de pepitas de uva. Los legitimadores son el profesor Vercauteren (al parecer especialista mundial en polifenoles) y la Facultad de Farmacia (de una universidad de Paris, se supone). Sus componentes estrella serían: 1. Los citados polifenoles de las pepitas; 2. El resveratrol de la vid, como el producto español; 3. La viniferina de la vid. Las ideas-fuerza principales de la publicidad son, en este caso, “la patente” y los "avances científicos".
También se publicita en los medios de comunicación, sin duda para contrarrestar la campaña del revidox, unos productos llamados Shambala (o Sirtunilus, por precaución de colisión comercial con otra gama de productos llamado Shambhala) con los mismos elementos activos que los anteriores pero centrando su legitimación en la Academia Española de Dermatología y en los doctores Pedro Jaén y José Sabán del hospital Ramón y Cajal. Se vende como un “trasplante de juventud”. La consejera delegada del laboratorio hace pivotar su argumentación publicitaria en que "todos los componentes fueron elegidos en base a ensayos clínicos con resultados probados, así como las concentraciones de cada elemento". Aparte del resveratrol, 'Sambhala' contiene tres potentes antioxidantes como Vitamina E, Vitamina C y el Ácido Elágico, procedente de la granada, así como Zinc, Magnesio y Selenio. Además del aceite de borraja.

Así están las cosas. Bueno no. Mercadona, dejando patente su indudable olfato mercantil y su inclinación por la innovación comercial también presenta –a precios mucho más competivos que los laboratorios- un producto antioxidante en su sección de bebidas y no en la de cosméticos. Bebida antioxidante reza el envase. Tal vez convenga empezar de menos a más. Además, por poner sólo un ejemplo más de los antioxidantes en el mercado, desde Ecuador se ofrece un antioxidante en base a un chocolate con tanta tradición como el ecuatoriano. El chocolate miotiga la depresión, nivela la presión arterial y desatranca, digo desoxida.

Así está el mundo de los productos nutracéuticos y su publicidad. Una moda que al parecer afecta a los genes y a los procesos enzimáticos. Tambien al cuerpo y al alma de las personas. Estará muy felíz el doctor Stephen de Felice que inventó la palabreja, pero habrá que ver si esos productos son efectivos y si las “validaciones” científicas son precisas y eficientes, además de legitimatorias. Mosquea un poco eso de recurrir al CSIC, a las patentes o a Institutos de escasa consideración científica. Sobre la ciencia institucionalizada , entre el Estado y el mercado, habrá que entrar un día a saco, sin ambigüedades. Se trata de una tribu, pero habrá que hacerlo.

Mientras tanto parecen caber sólo dos alternativas. Bien meditar sobre la muerte y acudir a quienes antes lo hicieron para afrontarlo como mejor se pueda. Bien atiborrarnos de productos nutracéuticos o su sucedáneo el vinito…o su tertium genus el producto de Mercadona. Y como colofón una cita ortodoxa de un científico donde los haya, de Woody Allen: “No quiero ser inmortal por mi trabajo; quiero conseguirlo no muriéndome”. Pues ale a elegir entre la amplia panoplia de productos…y de legitimadores científicos… Luego, el enemigo de la edad y Dios proveerán. Pero inmortales, inmortales sólo Bach y Mozart... Y la roja...