miércoles, 30 de enero de 2013

ESTADO COLECTIVO DE DISONANCIA COGNITIVA

Abrumado por el insano clima político-mediático, el viejo Dacio Gil se había hecho la promesa de alejarse lo más posible de tanta bullanga informativa y ejercer la condición a la que verdaderamente aspira: la de apátrida, como un día lo fueran la gran Hannah Arendt, Sandor Màrai y tantos más. Apátrida en la época de la fiera globalización económica. Recelando de los ladridos de los canes de una prensa que representa exclusivamente los intereses de los instalados y regresado aún más descreído de Ecuador, ha comprobado in situ que la situación era tal como se veía desde la avenida de los volcanes de Von Humboldt: ridícula, liliputiense. Ahora corrobora el viejo Dacio Gil que se está urdiendo una magna y gigantesca tabula rasa para que los españoles no terminen descubriendo que todo, -¡todo!- estaba podrido, desde las instituciones más altas a las más bajas. Tal como todo va a apareciendo, el trile parece estar en el ADN de los españoles; o al menos eso es lo que nos ladran los medios cada día sin que seamos capaces de reaccionar cabalmente. En ese contexto el veterousufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia se había autoimpuesto de ahora en más silencio y meditación. Con aplicación se ha intentado sumergir en la Satyagraha (verdad, amor y no violencia), tal como le recomienda una inquieta demócrata real ya seguidora de Ramin Jahanbegloo, antes de asumir la doble dimisión personal: la interior y la exterior.


El silencio autoimpuesto se ha visto quebrado por la necesidad de expresar la íntima convicción de que existe verdadera urgencia en facilitar a los ciudadanos sesiones de diván con psiquiatras y psicoterapeutas en orden a que reaccionen antes de que degeneren de verdad en sus dolencias. Mal que bien hemos resistido hasta aquí el acoso institucional y mediático pero las fuerzas ya están bajo mínimos, como los ahorrillos... Esos profesionales de la salud mental deben enseñarnos a comprender e intentar trascender la inmensa violencia económica y simbólica que nos viene infligiendo el Monstruo Amable. El dilema es cómo podrán los ciudadanos acceder a estos profesionales ahora que las SS reducen todas y cada una de las prestaciones y la formación continuada ha quedado reducida al sumidero virtual on line. El “clima infame” y el “síndrome de preferencia única” ya fueron expuestos, sin demasiado éxito popular, por Piero Rocchini (La neurosis del Poder; Alianza 1993), el psicólogo de la Asamblea italiana, allá por 1992 cuando quedó al descubierto toda la porquería de la tangentopoli, tan similar a lo que ahora se destapa cada día en España.

Lo cierto es que se detecta en toda la ciudadanía una enorme perturbación cognitiva, emocional y relacional. Dado el contexto y los términos del discurso mediático, pareciera que cada cual llevásemos dentro un prevaricador o un agiotista, llegando a suponer que eso se nos notase en el semblante a todos y cada uno de los ciudadanos, como si el robar o ser anacoretas fiscales nos hiciera libres. O eso o la cara de enajenados que nos delataría tras tanta violencia simbólica y monetaria, asimilada o no. Alguien debería enseñarnos asertividad (verbigracia, a los funcionarios de bien -el buen funcionario confrontado al "buen" gobierno- frente a Montoro o Beteta), a eliminar las cogniciones nefastas y a domeñar las inhibiciones. A defendernos del acoso modal (y, por supuesto, moral) que desde las instituciones y sus voceros se despliegan con saña. En estos casos, ni siquiera las viejas víctimas del acoso institucional (aquellas a las que juececillas y juececillos poco valientes como, por ejemplo, Teresa Delgado Velasco, Berta Santillán Pedrosa o Francisco de la Peña Elías sistemáticamente han negado el pan y la sal bien por el servilismo acrisolado de estos sedicentes jueces imparciales con los acosadores institucionales, o bien, por su propia y acendrada incuria e insensibilidad social) se encontraban curtidas para afrontar este tipo de violencias continuadas devastadoras. Víctimas del acoso institucional mientras eran desfalcadas las cajas de organismos como el CSIC y otros (aquí, visto lo visto, no se salva ni uno siquiera) en épocas de pretendida bonanza económica y de hacer la vista gorda a todos los comportamientos inapropiados. Henos aquí, ahora, con la violencia simbólica y material recrudecida hasta límites paroxísticos. ¿Acoso moral generalizado? ¿Cómo denominar a este acoso en el equivalente moral a la guerra en el que nos encontramos, en el que la corrupción juega un simple papel accesorio? ¿Es o no es maltrato institucional tanta prevaricación, tanta desviación de poder, tanto cohecho…?

Sólo los psicólogos y psiquiatras podrían devolvernos en este momento el necesario impulso vital para resistir y recuperar la autoestima individual y grupal, de sacarnos de la indefensión aprendida, de la condición de idiotas morales a la que tratan de postrarnos a fortiori para poder hacer de nosotros lo que les pete y, como colofón transitorio, una monumental tabula rasa, como si se tratase de un concurso de acreedores más (uno de los múltiples, inducidos o deducidos; ficticios o reales) del que se saldrá exclusivamente a riesgo y ventura y sólo a expensas de la economía particular del ciudadanos de a pie. Sólo ya los psicólogos y psiquiatras podrán ayudarnos a cultivar una aptitud para administrar los diferentes desafíos emocionales que se nos vienen preparando.

Ya es significativo que haya tanta unanimidad en los más recientes libros de análisis político que hablan todos sobre la mentira política, el gobierno de las emociones y cosas por el estilo. Quien quiera irse preparando para sobrevivir al temporal y cobrar cierta ventaja hermenéutica para el futuro (escueto pertrecho, pero pertrecho al fin entre tanto ruido) que -si es que está a su alcance- se lea con atención la última obra de Marie France Hirigoyen titulada El abuso de debilidad y otras manipulaciones (Paidós 2012) y, mientras avance en la lectura, le irá recorriendo el cuerpo un gélido escalofrío. Y el que no sea capaz de leer todo el libro (aunque se lee con facilidad, dada su claridad y sus ejemplos de conocimiento general) que lea y relea el último capítulo: verá plasmada la realidad circundante, el ámbito de la manipulación político-mediática y las secuelas mentales que llaga a producir.

En vez de religión o educación para la ciudadanía debería impartirse obligatoriamente en colegios, universidades y todo tipo de trabajos, una asignatura entre la psicología social y la victimología que enseñase a defenderse a cada cual del enorme acoso modal (y moral, por su propia naturaleza) del que está siendo víctima y, tal vez, siendo colocado en la posición de verdugo voluntario con sus semejantes. Dentro de esa disciplina docente para todo el mundo, podrían subdividirse apartados relativos a los diferentes tipos de manipulación y a aprender a discriminar el juego de medias verdades y mentiras de las que se viene prevaliendo las instituciones y sus adyacentes giratorios (antes llamados Lobbies) que nos aturden con grandes proclamaciones líricas mientras se llevan hasta el reloj del difunto  estándo el pobre corpore insepulto rodeado de allegados y deudos. También alguien con espíritu de servicio a la colectividad debería descifrarnos la exacerbada dimensión dramatúrgica de la política y las coordenadas psicosociales en las que se viene desenvolviendo como doctrina del shock. No en vano Zygmunt Bauman ya dejó sentado hace bastante tiempo que la política no es sino la modulación de la angustia y la ansiedad. En un libro de 1993 (el jardín de las delicias democráticas; FCE argentina) que también pasó casi inadvertido en su época por sus confrontaciones con el status quo, pero que hoy es rabiosamente actual, Philippe Braud explicaba con detalle los dispositivos psicoafectivos que se organizan alrededor del ejercicio del poder (antológica es su frase “una de las paradojas de la democracia pluralista reside en que combate mucho más la indiferencia por la cosa pública que la ignorancia”) y el uso del escándalo político (“la vida democrática es percibida de forma lamentable como un espectáculo de clase B en el que se oscurece la visión del interés general y se desmoronan tanto el desinterés como la abnegación por el bien público”) que se dirige a fomentar la optimización de la indiferencia . Se han diseñado tantos y tan diferentes métodos de engaño que alguien deberá ayudarnos a salir del estado de disonancia cognitiva en el que pretenden postrarnos. Además de idiotas morales aspiran a que seamos débiles cognitivos irrecuperables, que lleguemos a vender nuestras convicciones no por 20 dólares sino por 1 solo, como demostró Leon Festiger en su experimento allá por el lejano 1957.

Algo muy serio se está cociendo. Sólo resta saber cuándo nos lo presentarán amasado ya. Este constante bombardeo de transparencia corruptiva parece querer conducirnos al grado óptimo de indiferencia, al punto exacto de la manipulación institucional.

Este es tiempo de psicólogos y psiquiatras. Ni la duda racional parece caber ya.

viernes, 18 de enero de 2013

LA MIERDA FLOTA.


Ciertamente, todo tiene su fin. La beca estupendamente pensionada de la ATP expiró y el viejo Dacio Gil recompuso su petate y, con todo el dolor de su corazón, puso rumbo a España dejando con sus bufidos al gran Tungurahua. Le verdad es que cuando uno sale de España y con la distancia tiene la suficiente perspectiva caballera no añora casi nada. En España un principio fundamental e incontrovertible de la convivencia es que la mierda flota y eso se nota en la distancia. Se percibe a lo lejos que es un país en completa descomposición en el que sólo los carroñeros institucionales sacan partido.

En Latinoamérica se comprueba que existen diferentes sistemas de convivencia distintos al español, que la economía informal (a esa a la que vergonzantemente aspira la Europa que sólo es ya un museo) es tomada como mal menor y la gente recela de las mafias informáticas del Estado (de la connivencia que impera en la gobernanza para coludir a la clase media) en eso de regularizarse. Las regularizaciones están ideadas para los defraudadores y en Latinoamérica aún resiste el pueblo anteponiendo el amor a la codicia. Se trata de pueblos que han sufrido mucho y variado. Y eso a pesar de la fuerte penetración de los intereses capitalistas a través de la ética protestante de los poderosos vecinos del norte. La gente de bien se pregunta de qué le sirve que el Estado le controle en todos sus ingresos si allá (como acá) es endémica la plaga cleptocrática que termina devastando las cajas colectivas. Los ecuatorianos saben mucho de bancos malos y de bancos regulares. Ahora conocen también la guerra de guerrillas despiadada que desarrollan determinados medios de comunicación con la colaboración de esa derechona reaccionaria que despliega con desvergüenza su soberbia y su falta de humanidad: están acostumbrados a explotar a los pobres, unas veces haciendo el caldo gordo a los militares y ahora a las mafias chinas y norteamericanas. Determinada prensa es vergonzosa en américa latina: dobermanes como en España (donde ABC y RTVE representan un papel propagandístico y embaucador deplorable). 

América latina debe menos de lo que se ha dicho a la Madre Patria. Así, por ejemplo, la América conquistada por españoles y portugueses heredó un sistema jurídico de base romano germánica que ha devenido ineficaz por todos los costados debido al auge del derecho mínimo de raíz anglosajona y de la tiranía de la ética pública que terminó por poner en el desván de los trastos viejos el sistema de garantías que distinguía entre culpables e inocentes. Ahora en aquellas latitudes se descubre -como aquí-  que lo que se estila es eso de los inocentes-culpables y los culpables-inocentes; es decir, los fractales de Mandelbrot , el caos jurídico. Y a ello se aprestan los jueces, como en Europa y en el vecino gringo: a arbitrar la nada enfrentada al poder.

Pero a lo que iba, que el viejo Dacio Gil tiende a perderse por senderos poco recomendables. Desde Latinoamérica se contempla a España con tristeza. Se la ve con dimensiones liliputienses y sumergida en el mismo albañal de siempre: cloacas en la política, engaños y fraudes en las administraciones, pestilencia en los medios de desinformación, codicia irrefrenable en los instalados de siempre, egoísmo corporativo, codazos entre las togas para aumentar privilegios, la ciencia inventando su propia road movie...

Desde fuera uno añora poder encuadrarse en aquella condición de apátrida que engalanó a los intelectuales más descollantes del primer cuarto de siglo pasado. Jugando a las comparaciones España siempre sale mal parada con el término de comparación: sin proyecto colectivo, con la mentira como emblema institucional, con la babosa blandenguería opusdeína de Gallardón y su troupe engañando al pueblo con tasas, justicia gratuita (?), víctimas, fiscalitos y juececillas a la violeta mientras los “amiguitos” (compañías aseguradoras, bancos y empresarios de la cuerda sobre todo) se llenan los bolsillos con los restos del naufragio y con la mayoría de los españoles gritando socorro. El daño que Gallardón causa al erario público es -lo ha sido siempre- incalculable, le encanta beneficiarse con la pólvora del Rey (la real y la metafórica). Actúa como si sintiese que Dios le iluminara siempre.

La talla de un país se mide por el nivel de su oposición y lo cierto es que España se encuentra en este caso bajo mínimos. A lomos de su “Monstruo amable”, las huestes de la oposición profesional (Rubalcaba, Valenciano , Jiménez, López y demás amiguetes ) trata, desvergonzadamente, de gestionar los resentimientos y la indignación de mucha gente civil y funcionarios. Y lo mismo puede decirse de los demás, pues las huestes de Díez y las de Lara y Valderas hacen lo mismo -lo de siempre- violando la esencia misma del lenguaje y la decencia. Mientras, en el seno de la administración, en la que el PP está aplicando un rigor nazi con los funcionarios de base, los grandes cuerpos sacan partido a cencerros tapados: inspectores de hacienda, inspectores del banco de España, fiscales, jueces y demás cuerpos y cuerpecillos especiales. Al PP no le gustan los generalistas. El PP actúa en la administración con las corruptelas propias de las UTEs: proclama los principios de la demolición creadora pero se aplica con denuedo al quítate tú para ponerme yo (es decir, a sus amiguitos) en eso de contratas y subcontratas. La historia juzgará en sus justos términos el enorme spoil system que los tecnócratas del PP están aplicando cual si de nazis se tratase con los pobres judíos (especialmente los funcionarios). Intentarán poner en práctica la solución final.

En esa labor de zapa ya tienen sus corifeos en el garlito. Recientemente un catedrático de derecho administrativo (del Opus Dei) no ha tenido empacho en publicar un libelo titulado “Regenerar la democracia, reconstruir el Estado” que sonroja solo el hojearlo, así que puede suponerse el estado de ánimo que se tiene cuando se terminan los cinco capítulos y los dos anexos. Esta gente, incapaz de detener el descrédito del derecho administrativo, se dedica ahora a echarle toda la culpa a García Pelayo y a la expropiación de Rumasa… En su delirio, el desnortado autor explicita su añoranza de López Rodó (y seguro que también de la LPA) y culpa de todo a los socialistas …y a los profesores de Ciencia Política…. Seguro que el señor Ariño Ortíz no tiene abuela y sus ojos no alcanzan a abarcar el diámetro de su ombligo y el de sus compis del Foro de la Sociedad Civil. Pretenden hacernos tragar a la "sociedad civil" como antaño se pretendía con el aceite de ricino. 
Ni a la suela de los zapatos de Alejandro Nieto llega el exdiputado valenciano del PP con su libro de pseudo-regeneración de España aunque es evidente que ha tratado de emular el éxito del autor de el desgobierno de los público y de la organización del desgobierno. Con ingenuidad propia de un adolescente el profesor-jurista-exdiputado cifra sus esperanzas (¿aguirres?) en ¡la Ley de Transparencia y Buen Gobierno! de la que pretende valerse, como capote de engaño, el gobierno en la tarea desamortizadora para redistribuir el poco saldo existente entre los de su confesión.

Que Dios nos pille confesados a los que no somos del Opus Dei y renegamos de toda la clase política y de su “extraña pareja” los altos funcionarios.

España es un pútrido albañal. Se ve desde lejos.