Ciertamente, todo tiene su fin. La beca estupendamente pensionada de la ATP expiró y el viejo Dacio Gil recompuso su petate y, con todo el dolor de su corazón, puso rumbo a España dejando con sus bufidos al gran Tungurahua. Le verdad es que cuando uno sale de España y con la distancia tiene la suficiente perspectiva caballera no añora casi nada. En España un principio fundamental e incontrovertible de la convivencia es que la mierda flota y eso se nota en la distancia. Se percibe a lo lejos que es un país en completa descomposición en el que sólo los carroñeros institucionales sacan partido.
En Latinoamérica se comprueba que existen diferentes sistemas de convivencia distintos al español, que la economía informal (a esa a la que vergonzantemente aspira la Europa que sólo es ya un museo) es tomada como mal menor y la gente recela de las mafias informáticas del Estado (de la connivencia que impera en la gobernanza para coludir a la clase media) en eso de regularizarse. Las regularizaciones están ideadas para los defraudadores y en Latinoamérica aún resiste el pueblo anteponiendo el amor a la codicia. Se trata de pueblos que han sufrido mucho y variado. Y eso a pesar de la fuerte penetración de los intereses capitalistas a través de la ética protestante de los poderosos vecinos del norte. La gente de bien se pregunta de qué le sirve que el Estado le controle en todos sus ingresos si allá (como acá) es endémica la plaga cleptocrática que termina devastando las cajas colectivas. Los ecuatorianos saben mucho de bancos malos y de bancos regulares. Ahora conocen también la guerra de guerrillas despiadada que desarrollan determinados medios de comunicación con la colaboración de esa derechona reaccionaria que despliega con desvergüenza su soberbia y su falta de humanidad: están acostumbrados a explotar a los pobres, unas veces haciendo el caldo gordo a los militares y ahora a las mafias chinas y norteamericanas. Determinada prensa es vergonzosa en américa latina: dobermanes como en España (donde ABC y RTVE representan un papel propagandístico y embaucador deplorable).
América latina debe menos de lo que se ha dicho a la Madre Patria. Así, por ejemplo, la América conquistada por españoles y portugueses heredó un sistema jurídico de base romano germánica que ha devenido ineficaz por todos los costados debido al auge del derecho mínimo de raíz anglosajona y de la tiranía de la ética pública que terminó por poner en el desván de los trastos viejos el sistema de garantías que distinguía entre culpables e inocentes. Ahora en aquellas latitudes se descubre -como aquí- que lo que se estila es eso de los inocentes-culpables y los culpables-inocentes; es decir, los fractales de Mandelbrot , el caos jurídico. Y a ello se aprestan los jueces, como en Europa y en el vecino gringo: a arbitrar la nada enfrentada al poder.
Pero a lo que iba, que el viejo Dacio Gil tiende a perderse por senderos poco recomendables. Desde Latinoamérica se contempla a España con tristeza. Se la ve con dimensiones liliputienses y sumergida en el mismo albañal de siempre: cloacas en la política, engaños y fraudes en las administraciones, pestilencia en los medios de desinformación, codicia irrefrenable en los instalados de siempre, egoísmo corporativo, codazos entre las togas para aumentar privilegios, la ciencia inventando su propia road movie...
Desde fuera uno añora poder encuadrarse en aquella condición de apátrida que engalanó a los intelectuales más descollantes del primer cuarto de siglo pasado. Jugando a las comparaciones España siempre sale mal parada con el término de comparación: sin proyecto colectivo, con la mentira como emblema institucional, con la babosa blandenguería opusdeína de Gallardón y su troupe engañando al pueblo con tasas, justicia gratuita (?), víctimas, fiscalitos y juececillas a la violeta mientras los “amiguitos” (compañías aseguradoras, bancos y empresarios de la cuerda sobre todo) se llenan los bolsillos con los restos del naufragio y con la mayoría de los españoles gritando socorro. El daño que Gallardón causa al erario público es -lo ha sido siempre- incalculable, le encanta beneficiarse con la pólvora del Rey (la real y la metafórica). Actúa como si sintiese que Dios le iluminara siempre.
La talla de un país se mide por el nivel de su oposición y lo cierto es que España se encuentra en este caso bajo mínimos. A lomos de su “Monstruo amable”, las huestes de la oposición profesional (Rubalcaba, Valenciano , Jiménez, López y demás amiguetes ) trata, desvergonzadamente, de gestionar los resentimientos y la indignación de mucha gente civil y funcionarios. Y lo mismo puede decirse de los demás, pues las huestes de Díez y las de Lara y Valderas hacen lo mismo -lo de siempre- violando la esencia misma del lenguaje y la decencia. Mientras, en el seno de la administración, en la que el PP está aplicando un rigor nazi con los funcionarios de base, los grandes cuerpos sacan partido a cencerros tapados: inspectores de hacienda, inspectores del banco de España, fiscales, jueces y demás cuerpos y cuerpecillos especiales. Al PP no le gustan los generalistas. El PP actúa en la administración con las corruptelas propias de las UTEs: proclama los principios de la demolición creadora pero se aplica con denuedo al quítate tú para ponerme yo (es decir, a sus amiguitos) en eso de contratas y subcontratas. La historia juzgará en sus justos términos el enorme spoil system que los tecnócratas del PP están aplicando cual si de nazis se tratase con los pobres judíos (especialmente los funcionarios). Intentarán poner en práctica la solución final.
En esa labor de zapa ya tienen sus corifeos en el garlito. Recientemente un catedrático de derecho administrativo (del Opus Dei) no ha tenido empacho en publicar un libelo titulado “Regenerar la democracia, reconstruir el Estado” que sonroja solo el hojearlo, así que puede suponerse el estado de ánimo que se tiene cuando se terminan los cinco capítulos y los dos anexos. Esta gente, incapaz de detener el descrédito del derecho administrativo, se dedica ahora a echarle toda la culpa a García Pelayo y a la expropiación de Rumasa… En su delirio, el desnortado autor explicita su añoranza de López Rodó (y seguro que también de la LPA) y culpa de todo a los socialistas …y a los profesores de Ciencia Política…. Seguro que el señor Ariño Ortíz no tiene abuela y sus ojos no alcanzan a abarcar el diámetro de su ombligo y el de sus compis del Foro de la Sociedad Civil. Pretenden hacernos tragar a la "sociedad civil" como antaño se pretendía con el aceite de ricino.
Ni a la suela de los zapatos de Alejandro Nieto llega el exdiputado valenciano del PP con su libro de pseudo-regeneración de España aunque es evidente que ha tratado de emular el éxito del autor de el desgobierno de los público y de la organización del desgobierno. Con ingenuidad propia de un adolescente el profesor-jurista-exdiputado cifra sus esperanzas (¿aguirres?) en ¡la Ley de Transparencia y Buen Gobierno! de la que pretende valerse, como capote de engaño, el gobierno en la tarea desamortizadora para redistribuir el poco saldo existente entre los de su confesión.
Que Dios nos pille confesados a los que no somos del Opus Dei y renegamos de toda la clase política y de su “extraña pareja” los altos funcionarios.
España es un pútrido albañal. Se ve desde lejos.
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