martes, 25 de diciembre de 2012

EL GRAN EYACULADOR.


De niño uno tiende a pensar que su Rey es un ser pluscuampotente, que ninguna actividad ni mujer se le resiste. Tiende a atribuirles capacidades superiores a las normales. Uno se muestra incapaz de imaginarlo impotente, desnudo o acuclillado esforzándose en abluciones sobre el sanitario. Andando el tiempo se van desvaneciendo las certezas y comienzan a surgir las dudas en relación con las cohortes de validos, favoritas, amantes, secretarias de alta dirección, jefes de prensa y demás advenedizos que tienden a poblar la Corte. Cohortes múltiples en la Corte única. Algo parecido ocurre con las reinas. No necesariamente es ésta una tendencia histórica privativa de los Borbones. Sic transit gloria mundi. En definitiva, cuando uno carece de la información y los conocimientos suficientes –e, incluso, cuando está sobradamente documentado- piensa que su Rey es el gran eyaculador. Se fantasea con sus dotes naturales y sobrenaturales; con sus posturas y aventuras. Si su potencia política y social –y la económica si añadimos su familia política y sus allegados- es de derecho divino, su capacidad eyaculadora debería de ser extraordinaria tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo. Son cuestiones casi axiológicas que los gabinetes de prensa, las bien retribuidas estructuras administrativas de las Casas Reales, hacen que nos penetren cada día un poquito más. Perfuman con aristocrático saber nuestro ecosistema. Pero, no, por Dios, no somos penetrados físicamente por estos egregios (recios y regios) eyaculadores. Es una cuestión de ingeniería suasoria motivada por la necesidad social de certezas institucionales que tenemos los humanos.

Hay, sin embargo, otro tipo de eyaculadores nobles y regios. Puro antecedente de las aristocracias actuales. Son también metáfora social. Eyaculadores que se han corrido mil y una veces. Que es obligado que se sigan corriendo con elegancia y distinción. Se tienen ganado a pulso el status de mitos sementales. Frankel es el último exponente de esta aristocracia eyaculadora. 200 amantes al año es una buena cifra. Así, año tras año, tras haber demostrado en el campo de batalla su valía. De esa especie de Nacho Vidal cobrará su Casa Real 200.000 euros por relación… ¡Y sin tener que vender las exclusivas fotográficas a las revistas del corazón o terminar participando en esos programas del corazón de vómito presto!. Frankel eyaculará sobre sus bellas y escogidas partenaires con esmero y calma. Sin precipitarse, sin eyaculación precoz. Asesorado por los mejores científicos y mamporreros institucionales del príncipe Khalid Abdullah. Unos tanto y otros tan poco. Unos matarían por eyacular con tranquilidad y otros hasta llegan a cansarse de tan distinguida actividad y necesitan al mamporrero, al maestro de safaris, al jefe de prensa o al director de protocolo que le seleccione las mejores chicas. Ya lo apuntaba el príncipe Yassupov, curtido en mil aventuras amatorias cortesanas, cuando reflexionaba, atrapado en su adictiva pasión por la joven y perfecta diosa amatoria Michéle en la novela de José Luis Álvarez La caza del zorro: “Querer comprender el mundo…Ese esfuerzo inútil me recuerda siempre la imagen de la princesa María Luisa, aquella tarde, en las caballerizas de Santa Margherita, cuando trató de chupársela al caballo. Lo único que consigue uno es atragantarse.” Al accedido recientemente a la categoría de gran eyaculador, ganador 13 debies de Ascot e hijo de Galileo y Kind, le dedicaba unas sentidas letras Fernando Savater en El País del 30 de octubre de 2012. La Polla de potrancas se denomina aquella carrera hípica latinoamericana que supo ganar el gran jinete uruguayo Irineo Leguisamo (Legui). Frankel nunca ganó ese Grand Slam de carreras pero hoy por hoy es la polla de potrancas.

Pero, la verdad, hablar de los grandes aristócratas eyaculadores turba a los no iniciados. En esos casos el subconsciente se traslada de inmediato a la figura del Gran Masturbador plasmada por Dalí. Al viejo Dacio Gil no le cabe  entrar en este caso en cuestiones estéticas; carece de cualificación suficiente. Hay otro gran masturbador de infausto recuerdo político que sí puede ser calificado por Gil. No cabe duda, no puede ser otro que el señor Rodriguez Zapatero, gran masturbador social, político y económico. El mismo que recientemente -en alarde de fina intelectualidad- nos recordaba, al hilo del macromontaje Mas-referendum del que se benefician PP y CIU, una verdad más de su pensamiento Alicia: La obviedad de que España es… ¡una democracia jurídica! Con lo que está cayendo en el devastado mundo jurídico y judicial hispano, el miembro de la entelequia Consejo de Estado, recuerda una obviedad vacía de contenido. El que nace barrigón tontería que lo fajen...

Pero sí. Existe, efectivamente, un gran eyaculador. Al viejo Dacio Gil le impone respeto pero le gusta mirarlo en su posición de dominador activo. El usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia gusta incluso de sumergirse en alguno de los fluidos que emanan de sus entrañas. Le pasa como como a aquel protagonista del cuento de Joaquín Leguina contenido en su libro Cuernos: le gusta mirar casi a hurtadillas, como de reojo, escuchar sus bramidos y bufidos previos y posteriores a la eyaculación y relajarse con sus poluciones. Eso sí: intentando no atragantarse como la princesa Margarita con el alazán de la novela La caza del zorro.

El viejo Dacio Gil siempre ha sentido la duda de si eso del Cielo y el Infierno no serán cuentos chinos que modulan desde tiempos ancestrales el miedo y pánico humanos. Con Umberto Eco, alberga Gil la duda de si las sucesivas transformaciones de la tradición cristiana han terminado trastocando las cualidades de uno y de otro lugares y en la actualidad no sea preferible el Infierno al Cielo. Dada la belleza de los lugares a los que el ser humano ha puesto denominaciones tales como Garganta del infierno o pequeño infierno, cabe albergar serias dudas. Cuenta la tradición que a la entrada de la imponente iglesia de La Compañía (de Jesús, de los jesuitas) en Quito, iniciada en 1605 y terminada en 1768 albergando en su seno más de 7 toneladas de oro, se instalaron unas mamparas para que los indígenas (al parecer “infrahumanos” a criterio de los colonizadores y cristiniazadores) no pudieran introducirse en el templo y mezclarse con los creyentes. A ambos lados de aquel receptáculo preventivo y cribatorio se instalaron en 1626 sendos cuadros de Hernando de la Cruz de inequívoca influencia en el proceso de aculturación de los indígenas que, entretanto, retenidos en la entrada, escuchaban los cánticos litúrgicos y aspiraban el incienso que inundaba el templo: a la derecha de la entrada El Infierno; a la izquierda El Juicio Final. Llama mucho la atención el cuadro de El Infierno pues en él trataron de plasmarse los 7 pecados capitales y se aprecia en la parte baja del enorme lienzo la figura de Mariano Rajoy ejerciendo su profesión junto a prostitutas, mercaderes avaros y codiciosos así como los demás pecadores con rostros asustados por la proliferación de llamas, serpientes,  cuerpecillos de jorobados y de los más diversos tiznados Luciferes y Satanases. El impacto iconográfico del enorme cuadro es grande, ciertamente, pero no puede olvidarse que la historia ha juzgado de diferente manera, según la época, las inequívocas pulsiones humanas y animales del amor. Aquellas sempiternas preguntas que se va planteando todo amante tienen cabida en el contexto: ¿Qué culpa tengo yo de estar perdido en esta soledad que me desgarra lentamente todo mi universo? ¿Por qué caminos me perdí? ¿Adónde me llevó el amor? ¿Qué culpa tengo yo de ir detrás de un sueño? ¿De qué me debo arrepentir si no hay pecado en amor? ¿Qué culpa tengo yo de dar la vida por un beso? ¿Qué culpa tengo yo de ser amante, de dar amor así, a manos llenas? Cuestiones todas que inmortalizase Rocío Jurado en la canción Volcán de amor y fuego.

El agudo lector habrá asociado ya las reflexiones de este viejo Dacio Gil sobre por qué le gusta sumergirse en los flujos que expulsa el gran eyaculador. Incluso habrá llegado a la certera conclusión que ese imponente sujeto no puede ser otro que la garganta ardiente o el pequeño infierno, el volcán Tungurahua, en estos días totalmente activo expulsando nubes de vapor y ceniza y emitiendo incandescente lava por su cráter. Al viejo Gil le sorprendió el virulento desperezamiento del gigante Tungurahua el pasado viernes 14 entrado ya el mediodía. Se encontraba en Baños de “Agua Santa” (para otros sólo de Tungurahua, a pesar de la influencia “milagrosa” de la virgen de la iglesia de los dominicos de aquella bella localidad) para relajarse en las aguas termales que manan a más de 70 grados directamente de la misma pared del volcán junto a una larga cola de caballo de agua bien fría. Ya en 2004 el viejo Gil quedó impactado por este lugar y sus aguas mineralizadas amarillas que dejan el cuerpo y la mente en la más absoluta relajación. En uno de los baños termales de esta segunda estadía, a pesar de la incomodidad los cercanísimos bramidos y explosiones del volcán cada tanto en tanto, se acercó a Gil uno de los muchos amables lugareños para confraternizar con quien, por su aspecto de Papá Nöel, parecía un foráneo que se encontraba en la gloria y le espetó de súbito: "El infierno no puede ser tan malo como dicen si causa tanto bien a todo el mundo. ¿No le parece?" Y, en efecto, el Tungurahua (garganta ardiente en quechua) debe de ser así, pues los ecuatorianos se acercan a los baños sin miedo alguno a las eyaculaciones de la imponente mole que manifiesta gran vitalidad y  pasión salida de sus entrañas. Como un hombre grande, el Tungurahua brama y bufa cuando se corre, suelta vapores y esperma magmático, vuelve a derramar sus rugidos y esparce su calorcito. Así una y otra vez en corto espacio de tiempo. Lo hace cada vez con más frecuencia, con una cadencia de minutos. Se manifiesta como un ser multiorgásmico que proyecta su energía y placer sin decrecer su semen volcánico. Si las aguas, que constantes fluyen de su enorme y cálida panza, causan tanto bien, ¿cómo puede ser que su enorme corrida, en el climax de su estado pasional, pueda llegar a causar enormes destrozos humanos y materiales?  Las pasiones son así cuando se desbordan, sin duda. Y el ser humano no es sino una insignificante molécula en el inmenso e indominable marco de la naturaleza.

El viejo Dacio Gil anheló recurrir en aquellos instantes a Vicente Araña Saavedra, sabio y descreído vulcanólogo -ya jubilado- del CSIC que enseñó a Gil, allá por 1999 ( cuando la reactivación del Tungurahua y la devastadora erupción de los bancos malos en Ecuador; precisamente antes de que la insólita estructura administrativa del CSIC manifestase su más cruda faz de desnudo Mobbing para con el viejo Dacio Gil), al tratar sobre posibles convenios y subvenciones de la red vulcanológica hispana, que los volcanes tienen también vida sexual propia. En homenaje al Tungurahua, a Ecuador, a los ecuatorianos y, por supuesto, a ese canario de pura cepa que es Vicente Araña, deléitese el lector de este post con este extracto de la entrevista del periódico La Opinión de Tenerife de 24 de octubre de 2011:

Usted ha dicho alguna vez que los volcanes tienen más vida interior que algunas personas, y que, incluso, gozan de una prodigiosa vida sexual...
-Eso es completamente cierto. Al Popocapepelt, por ejemplo, el emblemático volcán situado a las afueras del D.F, sus vecinos mexicanos le llaman don Gregorio. Y hay cientos de leyendas sobre aventuras sexuales y amores despechados entre volcanes y volcanas, a las que llaman así por su morfología más curvulenta o que evoca a los órganos femeninos. En algunos lugares, se suele decir que la erupción de un volcán obedece a que ha montado en cólera a causa de los celos, porque su volcana se la ha pegado con otro volcán...
En general, ¿son más coléricos los volcanes que las volcanas?
-Su cólera está más documentada. Hay leyendas muy curiosas, como, por ejemplo, la relativa a la formación volcánica de Fuerteventura. Se dice que la causa de que allí apenas sí se han creado regueros de pequeños volcanes, muy planos y alineados por la superficie, obedece a las huellas de un volcán muy grande que, enfurecido por los celos, salió corriendo a sumergirse en el mar y los pisó a su paso...

¿Alguien duda de quién es el Gran Eyaculador? Volcán de amor y fuego.
En otra ocasión, si Gil logra documentarse sobre ello, habrá que hablar de las Virgenes Multiorgásmicas…





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