jueves, 19 de enero de 2012

LA ÉLITE DEL PODER

Lleva un tiempo el viejo Dacio Gil intentando desentrañar la verdadera movilidad e identidad de quienes nos gobiernan. Desde el solemne acto de apertura de la Legislatura con diputados,senadores y público arropando con su calor y aplausos a un Rey en apurillos con su Casa. Es un tiempo que cada vez se dilata más sin un resultado concreto. La churras se parecen demasiado a las merinas y los galgos trotan cual si de podencos se tratase. La confusión llega a tal extremo en esta piel de toro que a media distancia no se deferencia a los toros bravos de los cabestros. La unidad de destino en lo universal parece la imagen de marca de unos y de otros y de todos juntos. El viejo Gil mira a Rubalcaba, Chacón, Pepiño, los hermanos Serrano o Fran Caamaño y los ve con la misma camisa azul que Arenas, los hermanos Rajoy, Barberá, Gallardón, Saez de Santamaría o Pastor. Hasta Llamazares y Cayo Vizcaino se asemejan a Solís y Utrera Molina. Los mismos mensajes huecos, idénticos gestos. El viejo Dacio Gil viene rastreando todo movimiento político para intentar encontrar alguna diferencia. Incluso recurre a sus archivos y a las hemerotecas. Nada. Igualicos, igualicos que los difuntos de sus agüelicos.

El reciente fallecimiento de uno de los ponentes constitucionales (Don Manuel Fraga) ha vuelto a remarcar las identidades entre los políticos hispanos. El señor Fraga llevaba fama de ser un Panzer en el plano intelectual y en el de la actividad, desde su época de la neo nata Facultad de Ciencias Políticas y Económicas fundada por su valedor Fernando María Castiella. En aquella época decían que tenía registrado todo el Estado en la cabeza. Marcó una época en la transición a la democracia y en la propia democracia. Esa democracia sobre la que recientemente recordaba el sabio Ignacio Sotelo (Elementos franquistas de la crisis. EL PAIS 29-12-2011) sus anclajes netamente franquistas.

Pues bien, con el fallecimiento de Don Manuel Fraga, el poder mediático (con EL PAIS encabezando el recuento hagiográfico, dado que el finado era fundador y accionista de PRISA) de manera unánime se prestó a elevar la imagen del señor Fraga al Olimpo mitológico de la democracia española. Ni que decir tiene que el PP aprovechó la circunstancia para hacer del señor Fraga su Tierno Galván particular. Por las páginas de los periódicos pasaron los más diferentes panegiristas loando la figura del político fallecido. Los políticos de todo signo opinaron sin excepción sobre Fraga, ¡incluido su “grano” Hernández Mancha que hizo una emocionada loa de su figura!, hasta el extremo que el viejo Dacio Gil sólo echó en falta sendas semblanzas por parte de su colaborador directo Jorge Verstrynge en aquella AP y de su primer biógrafo Octavio Cabezas. Ambos habrían arrojado también enorme luz, sin duda. Lo cierto es que el veterousufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia quiso ver a la élite del Poder en esas loas a Fraga y la democracia franquista hispana. ¿Sería esa la auténtica Élite del Poder? ¿Esa la tecnocracia que nos viene gobernando?, se interrogaba Gil. ¿Esos son los servidores públicos o lo son estrictamente los funcionarios rasos? Si antes todos se intitulaban Servidores del Estado ¿mutarán ahora esa calificación por la de Servidores de la UE, como Almunia, Solana, Pichelo y compañía?

Con ocasión de la merecidísima encomienda del monárquico Toisón de Oro al republicano gabacho Sarkozy (el francés de los tacones altos de seguro nos devolverá el honor en breve distinguiendo con la Legión de Honor a Urdangarín, Zapatero o Camps) ha circulado una imagen que vuelve a apuntalar la figura del Rey de España (volente Duverger y su "monarquía republicana"): Gonzalez y Rajoy a la izquierda; el rey en el centro; Zapatero y Aznar a la derecha. Icono perfecto, pues todos muestran una eugénica sonrisa. Sólo falta en la imagen Calvo Sotelo, recientemente fallecido, dado que la ausencia de Suarez es socialmente comprendida por unanimidad. Todos iguales. Es de suponer –vista la evolución de Aznar y de González- que Zapatero adquirirá en breve los distinguidos ademanes y el tono de voz de González y Aznar y todos ellos se terminarán pareciendo en el siseo a…¡Julio Iglesias! Élite. Élite del Poder a distancia sideral del pueblo corriente y moliente.

El viejo Dacio Gil se encuentra confundido pues diferencia malamente oligarquía, clase dirigente, aristocracia republicana democrática y élite. Ni siquiera acudiendo al ya añejo libro del lejano 1956 (conocido en castellano el año siguiente) The Power Elite de C. Wraight Mills, se llegan a encontrar atributos de gente corriente en esta llamada élite. Una requerida cierta serenidad de ánimo no aparece por ningún lado. Recientemente S.M. el Rey animó a los españoles a recuperar la confianza en sus (de ellos) instituciones. Como, mientras tanto, los medios de comunicación nos machacan con la identificación asfixiante de instituciones y cloacas, el ciudadano corriente se encuentra confundido con toda la razón mientras viene notando que, por fas o nefas, se le menguan sus sueldos, sus derechos adquiridos legítimamente sin trampa ni cartón y es conducido por esa élite a una pauperización encubierta, sin que nadie le diga la verdad. Acaso no le quepa ya sino terminar recurriendo a los clérigos (a los antaño intelectuales) para que le aclaren algo. Los intelectuales recurrirán al catecismo Mills y le dirán a la gente corriente lo que en el capítulo 15 puede leerse:

"Claro que puede haber hombres corrompidos en instituciones sanas, pero cuando las instituciones se están corrompiendo muchos de los hombres que viven y trabajan en ellas se corrompen necesariamente” (p.318).

"En las instituciones económicas y políticas, los ricos de las corporaciones ejercen ahora un poder enorme, pero no tuvieron nunca que obtener el consentimiento moral de aquellos que les concedieron el poder” (p. 319)

"El término “crisis” está en bancarrota, por culpa de tantos hombres que ocuparon altos puestos y que lo invocaron para disfrazar sus extraordinarios actos y sistemas; y, en realidad, es precisamente la ausencia de crisis lo que constituye la principal característica de la inmoralidad mayor” (pp. 319-320).

"En los organismos gubernamentales no hay más inmoralidad que en los negocios corporativos. Los políticos sólo pueden conceder favores financieros cuando hay hombres del mundo económico dispuestos a recibirlos. Y los del mundo económico sólo pueden buscar favores políticos si hay agentes políticos capaces de otorgar dichos favores (…) Los elevados impuestos sobre la renta han provocado una red de connivencias entre grandes compañías y el alto funcionariado. Hay mil maneras ingeniosas de traicionar el espíritu de las leyes de impuestos. Las leyes, sin el apoyo de las normas morales, invitan al crimen, y también, lo cual es más importante, estimulan el desarrollo de una acomodaticia actitud moral” (pp. 321, 321).

"En la realidad psicológica, no existen lo que se llama el hombre hecho a sí mismo. Ningún hombre se hace, y menos que ninguno los miembros de la “élite”. En un mundo de jerarquías corporativas, los hombres son elegidos por los que se encuentran por encima de ellos, y según las normas que aplican. Los hombres se amoldan a ellas, y así están hechos por las normas, por las recompensas sociales que prevalecen. Si no existe el hombre hecho por sí mismo, en cambio sí existe el hombre que se aprovecha a sí mismo, y hay muchos de estos en la élite” (p. 323).

"El saber rara vez presta poder al sabio (…) El hombre democrático supone la existencia de un público, y con su retórica afirma que dicho público es la sede misma de la soberanía (…) Al referirme a la insensatez y mediocridad de los hombres que gobiernan, no quiero decir que estos hombres no sean en ocasiones inteligentes, aunque esto no sucede en ningún caso automáticamente (…) El peligro no reside en la bárbara irracionalidad de un primitivismo político; reside más bien en los juicios respetables de los Ministros, las graves perogrulladas de los Presidentes, la terrible y virtuosa suficiencia de los sinceros y jóvenes políticos (…) Son chiflados realistas, en nombre del realismo han construido una realidad paranoica sobre ellos. Han sustituido la interpretación responsable de los acontecimientos por el disfraz de éstos en un laberinto de relaciones públicas…"(pp. 326, 327, 329).

En su análisis de 1956, Wraight Mills concluye con reflexiones que parecen premonitorias de lo que acontece en 2012:

-“La élite poderosa no es tan visible como la de las celebridades, y, con frecuencia, no quiere serlo: el poder de la celebridad profesional es un poder de distracción” (p. 332).

- “No existe una serie de hombres con los que pueda leal y alegremente identificarse el público de masas. La desconfianza moralmente cínica y políticamente indefinida del público es tal que se anula fácilmente sin consecuencias políticas” (p.333).


-“Los que ocupan los sitiales de los altos y poderosos han sido elegidos y formados por medio del poder, las fuentes de riqueza, el mecanismo de la celebridad, que prevalecen en su sociedad. No son hombres seleccionados y formados por un servicio civil unido al mundo del saber y la sensibilidad. Han triunfado dentro de un sistema de irresponsabilidad organizada” (pp. 333, 334).


En el gobierno del señor Rajoy están sobrerrepresentados los Abogados del Estado (como en los del PSOE lo estaban los técnicos de la Seguridad Social), precisamente ahora que el asesoramiento público corre a cargo de grandes bufetes de abogados privados, mediando jugosos contratos públicos; los diplomáticos; los registradores y demás “nobleza de Estado” que acaparan el capital simbólico (Bourdieu) y el otro. Las huestes del PSOE ahora intentando hacer que se reinventa han dado codazos y patadas para constituirse también en noblesse d'Etat sin conseguirlo del todo. IU y UPyD beben también de las mismas aguas. Unos son más distinguidos y estirados que otros (el porte del señor Morenés o del señor Arias Cañete no puede compararse con el de J.E Serrano, el de Zambrana o el de Cayo Vizcaíno, ni la forma de hablar, entre truhán y señor, de Aznar se asemeja en nada a la del a veces descamisado Guerra), pero todos se autoconsideran Élite del Poder.

Para salvaguardar a la Élite del Poder de todo signo, el Gobierno dice estar preparado un Ley de Transparencia y Buen Gobierno. A eso suele llamárselo legislación motorizada.

Que Dios nos pille confesados en este monumental y castizo
Inside Job a la española.

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