A este viejo Dacio Gil no deja de rondarle por la cabeza la responsabilidad de la burocracia de la UE en toda esta crisis financiera. Considera imposible que los Comisarios Europeos con responsabilidades económicas carezcan de cualquier responsabilidad. Resulta inverosímil que nadie en la UE haya tenido responsabilidades y que los responsables hayan sido sólo los funcionarios que preparaban los documentos contables a los jefes de los ejecutivos griego, húngaro, español y portugués, entre otros. Salvo que no se nos esté contando la verdad -cabalmente lo que se malicia este viejo Gil-, alguien en el seno de la UE debería haberse imaginado lo que podía suceder. Por ejemplo el Comisario Europeo de Economía hasta el 27 de noviembre de 2009 y ahora Vicepresidente y Comisario de Competencia que precisamente hoy en la presentación de un libro de su conmilitón Luis Berenguer ha dicho solemnemente: " si no hubiera sido por las tensiones sobre la deuda pública de hace dos meses, ya se habría empezado a abandonar el régimen especial de ayudas a la reestructuración bancaria. Sin embargo -precisó- la situación aconseja prudencia, por lo que se mantendrá este régimen especial de ayudas de Estado ante el riesgo sistémico en el sector financiero. Tenemos claro que la economía de la Unión Europea no debe prolongar por mucho tiempo las ayudas de Estado, que en un marco normal no hubieran sido autorizadas", concluyó Almunia.
Y ayer mismo en una entrevista en la cadena SER vino a decir el mismo señor Almunia que la UE ha valorado el "coraje" del Gobierno para llevar a cabo la reforma laboral y ha calificado de "extraordinariamente importante" que se vaya a tramitar como proyecto de ley en el Congreso de los Diputados, con el objetivo de que "se recojan aspectos concretos y opiniones" de los grupos parlamentarios que "hasta ahora no se habían podido tener en cuenta".
Este viejo Dacio Gil no sale de su asombro al comprobar el desparpajo con el que hablan estos hombres, como si estuvieran por encima del bien y del mal. El mismo sr. Almunia, cuando era Comisario de Economía, en septiembre de 2009 se mostró optimista ya que la situación económica -decía ufano- había mejorado notablemente desde el segundo trimestre del año 2009, apuntando ya unas mejores perspectivas de crecimiento en el segundo semestre. Alertando, sin embargo de que la incertidumbre reinaba todavía y, aunque la recuperación podía sorprender positivamente a corto plazo, quedaba todavía por ver si sería o no sostenible.
Estos hombres parecen estar por encima del bien y del mal, pero este viejo Dacio Gil siempre recuerda las palabras de Alejandro Nieto en la introducción de su libro España en astillas, allá por el año 1993. Dacio Gil lo va a trascribir íntegro sin quitar ni añadir nada. Si Alejandro Nieto no miente -y no hay ninguna razón para pensar que así sea- don Joaquín Almunia no está por encima del bien y del mal. Antes al contrario. Compruebenlo ustedes personalmente en la descripción del sabio Alejandro Nieto:
Me dejaron en herencia mis padres, además de ciertos terrones en Valladolid y majuelos en Palencia, una afición tan desmedida a escribir, que a los cinco años, sin la ayuda de nadie, aprendí a hacerlo y desde entonces lo he practicado como si la vida me fuera en ello. Pero mi profesión de jurista me hace, para bien de lectores, poco peligroso ya que me dedico de ordinario a publicaciones técnicas dirigidas sólo a especialistas
(…) Con sorpresa de todos tuvieron tanto éxito mis colaboraciones (colaboraciones periodísticas en EL PAIS), que en poco tiempo pude vivir de ellas; mas la alegría fue breve porque a los días de la gloria y el vino sucedieron los de la rosa, y con sus espinas me coronaron los de fuera y más de un gallo del corral vio con gusto la llegada del capador que le quitaba del medio posibles rivales. El caso es que en el Ministerio para las Administraciones Públicas acertaron a desatar un incendio dos articulillos míos titulados “la virtud recompensada” y “la piqueta”…Considere el lector avisado qué penitencias tan grandes pueden imponerse a pecadores tan livianos. Porque el resultado fue que me pusieron en la calle sin dar tiempo a que se publicara un tercer artículo que –lo reconozco- ya había perdido la candidez de los anteriores y llevaba una chispa de mala intención.
No se crea, con todo, que la historia terminó con ese episodio. El tiempo disponible y la vesania persecutoria de Joaquín Almunia no parecían tener límites, y todavía no me explico cómo la tomó conmigo con tanta fuerza, teniendo como tenía entonces tantos enemigos de mayor envergadura. La cólera de los espíritus pequeños puede ser desmesurada como sucedió en nuestro caso, y de no haberle echado a él antes, no sé dónde habría tenido yo que esconderme. Por lo pronto, y al margen por completo de mis actividades periodísticas, pretendió privarme de todos mis cargos públicos, con tanta desgracia (para mí, más que para él), que resultó que no tenía ni uno sólo retribuido. Despechado por tal resbalón descubrió, al fin, que una editorial en la que él tenía buena mano había contratado dos libros míos, y, sin pensarlo más, ordenó el incumplimiento de los contratos y la destrucción de las galeradas, ya compuestas, de dos obras tan alejadas de la crítica política como un estudio histórico de los Montes de Toledo, que empezaba en el siglo XIII, y un análisis jurisprudencial de las tasas y contribuciones especiales de la Telefónica en el ámbito municipal.
¿Para qué seguir con un relato tan miserable? Paso por alto, para ahorrar al lector vergüenza ajena, otras persecuciones más dolorosas, porque todo ello es anecdótico y lo único que interesa aquí es constatar (a sabiendas de que él no se atreverá a contradecirme y más tan ocupado como está en gastarse alegremente el dinero de Argentaria y de otros pesebres) cómo un Ministro del Gobierno puede perder el tiempo tan tontamente en aventuras de pequeño calibre, que, junto a otras, llegaron a impedirle que arreglara la Función Pública, las Comunidades Autónomas y otras fruslerías de su competencia. La verdad es que, aunque escaldado, salí con vida de la aventura y aun con ganas de otras, como verá quien leyere hasta el final esta historia; pero la verdad es que, si hubiera tenido que comer de la pluma, flacos habrían terminado mis hijos.
Sigue este viejo Dacio Gil dándole vueltas a los interrogantes que percuten su ánimo. ¿Será que nos engañan estos políticos que ahora predican con la fe del converso un ultraliberalismo de postguerra? ¿No tendrá cosas que callar y hasta ocultar el Comisario Almunia? Con razón a través del fútbol tratan de narcotizarnos a todos los ciudadanos y ciudadanas, pues no debe de ser oro todo lo que reluce en la aristocracia institucional europea. Tan tontos tan tontos no habrán de ser. Acaso sólo se lo hagan. Por razones económicas personales o por táctica y estrategia. Aunque esta última hipótesis es ya mucho suponer.
Por favor, si alguien tiene una respuesta fiable, hágasela llegar a este viejo Gil, aunque sean las cuatro de la madrugada y se despierte sobresaltado. Le desasosiega en alto grado la representación teatral a la que se nos obliga a asistir a todos, como si estuviéramos en un internado de curas.
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