No quiere parecer este Dacio Gil un viejo desconfiado y gruñón. El atento lector habrá observado que el usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia intenta aferrarse a cualquier tabla de optimismo. O por mejor decir, intenta encontrar explicaciones optimistas a la crisis (en realidad las crisis) que nos asola por varios frentes. En el fondo, como todos los iconos (sabios) a los que rinde devoción, este Gil es un optimista que de tanto en tanto se defrauda y decepciona. Aunque no quiere quedar reducido a un Sísifo permanentemente intentando subir la pesada carga por la pendiente cada vez que ésta indefectiblemente se termina desplomado. Y mucho menos pretende precipitar a los demás a tan inacabable tarea.
La realidad española es cada vez más similar a la que aconteció tras la voladura del acorazado Maine. La explosión y sus autores e incitadores es un turbio asunto histórico que no ayuda en el momento actual. Pero sí la situación social que se desencadenó en 1898. La estructura social es muy distinta, ya que el nivel de instrucción es mucho mayor en este siglo XXI y hay muchos más intereses materiales diseminados entre la población. Pero la sensación de desastre (el auge actual del capitalismo del desastre desarrollado por la canadiense Naomi Klein) es la misma y se aprecia la misma preocupación institucional por mantener el tono social y la estabilidad de la Corona y de las demás agencias políticas: El rey Juan Carlos como aquella reina Regente; Felipe Gonzalez como Silvela o Cánovas; todos intentando salvar los muebles. Pero la clase política es infatigable (es lógico: fuera de la política hace mucho frío) y nadie querrá aceptar la paternidad del desprestigio: los culpables serán los de fuera, los otros. Lo que pasa es que, al haber hoy un mayor nivel de instrucción en la población, es de suponer que el regeneracionismo habrá de cundir entre la población en mayor medida ahora en 2010 que lo que arraigó en 1898. Ayer fueron una minoría selecta de intelectuales. Hoy debería ser una mayoría de ciudadanos responsables. Pero bien entendido que la solución no es sólo cambiar al partido turnante. Al igual que en la Argentina de 2001 el grito unánime ¡Que se vayan todos! terminó en nada, el clamor de 1898 de ¡Los políticos a la vida privada; el pueblo a la vida pública! también terminó en nada. Y mucho cabe temer que en 2010 ocurra lo mismo: rodarán pocas cabezas y continuarán los mismos intentando seguir disfrutando de las nuevas sinecuras tras un leve maquillaje institucional. Es la sempiterna historia de gobernantes y gobernados, rigurosamente separados.
A pesar de que el panorama no es nada optimista, este Dacio Gil intenta rebuscar en la sabiduría de la vida para encontrar al maestro optimista que le guíe o le aconseje. Ignacio Sotelo en enero de 1981 terminaba su trabajo "el concepto sociológico de crisis" con estas palabras: "La experiencia más extendida es que, si queremos sobrevivir, tenemos que aprender a convivir con la crisis, y que el afán de acabar con la fuente de toda crisis, es un espejismo, que sólo agrava la crisis, con el riesgo creciente de la destrucción de la humanidad en una conflagración atómica". Sotelo, con su sabiduría, viene, desde hace bastantes años ya, aportando luz a este desconcertado Dacio Gil, aunque es de suponer que don Ignacio no sea hoy muy optimista como vendrían a demostrar las conclusiones de su reciente libro relativo al Estado Social, en el que se posiciona sobre la inexistencia de soluciones socialdemócratas al actual sistema de convivencia humana de raíz europea. En Luis Rojas Marcos encuentra también este Gil un elemental armazón sobre el optimismo que no termina de propulsar al usufructuario de esta tribuna, aunque pueden proponerse sus consejos a los demás si lo que se quiere es ser un "optimista realista". En los escritos ya tradicionales Francesco Alberoni se encuentran razonamientos para ser optimistas, posiblemente porque se expresa como un sociólogo que recomienda, como Frankl, el enamoramiento el amor. Aspectos éstos de enamoramiento y amor sobre los que habrá que hablar en lo sucesivo para intentar un punto de apoyo que posibilite superar la presente crisis y el estado de excepción que viene acompañándola.
Habrá que empezar inscribiéndonos en las clases del Doctor Pangloss, dejarnos aconsejar por el sabio maniqueo Martín, escuchar el optimismo de Cándido y reflexionar de la mano de Voltaire en la traducción de Leandro Fernández Moratín de Cándido o el optimismo. Si no nos resultara suficiente lo anterior podríamos intentar, de la mano de Leonardo Sciascia (Cándido o un sueño siciliano) fomentar si no nuestro optimismo, si al menos el amor por los seres humanos que aman a los seres humanos escuchando las impertinentes preguntas de Cándido Munafo y las respuestas del sacerdote Antonio Lepanto. Tras unas y otras nos toparemos con el Amor, porque las cosas siempre son sencillas. Y el amor es sencillo aunque sus consecuencias complejas. las cosas sencillas sólo las complicamos las mujeres y los hombres. La sempiterna historia de la estupidez humana de la que no se salvan ni la economía ni la información.
Si intentamos trascender a Voltaire (Sciascia parece más pegado al terreno, parece un optimista muy bien informado) en aquello de que el optimismo es la manía de seguir pensando que todo está bien cuando las cosas van mal, acaso encontremos el camino positivo. En la "sociedad- casino" en la que nos encontramos, tenemos depositados todos los ahorros en la selección de futbol como lenitivo a nuestra depresión colectiva. Los representantes institucionales sueñan con una foto junto a la copa del mundo. Hemos empezado en Sudáfrica como en el Mundial de España, que terminó produciendo la gran depresión del "porco governo" que antecedió al triunfo electoral del PSOE. La historia nunca se repite de manera idéntica pero...
Si la selección de futbolistas españoles terminara eliminada a las primeras de cambio, posiblemente asistiríamos al desastre nacional y los restantes desastres financieros y europeos serían paradójicamente considerados secundarios. Esas son las consecuencias de la sociedad del espectáculo y de la histeria de los medios de comunicación. Sociológicamente considerada, la decepción del Mundial de naranjito fue un desastre para los hombres, que eran mayoritariamente los hinchas y forofos. Hoy se han incorporado muchas mujeres a la simbología futbolera. De producirse -ojalá que no, por el bienestar momentáneo de la comunidad-, sería un desastre intersexual o de ambos géneros; aunque en Sudáfrica sólo pateen el balón los aristocráticos representantes del género masculino.
Decepcionados también con el futbol, tendremos que lanzarnos a la búsqueda de la mejor agencia matrimonial y de contactos, para que nos vaya preparando el casamiento de don pesimismo que sabe distinguir como nadie entre las falsas ilusiones y los peligros acechantes en esta sociedad y doña optimista que, enfundada en la roja y tocada con todo tipo de bufandas, es un prodigio en reconocer las posibilidades que presentan los retos que apuntan nuevas condiciones favorables para la convivencia. Las agencias mercantiles matrimoniales de prestigio, tan comunes hoy en día ante la incomunicabilidad humana, terminan consiguiendo ayuntamientos impensables e incluso imposibles. Seamos optimistas ahora que los otros Ayuntamientos se han quedado desnudos y han enfilado su faz recaudatoria hacia los coches y las motocicletas. No queda otra que regenerarnos con optimismo. Todo sea por las nuevas generaciones.
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Tras conocer el resultado final del partido inaugural de nuestra selección balompédica (¿se dice así?)en el mundial sudafricano, tan demoledor para las esperanzas españolas -exageradas o no; manipuladas o no, qué más da- como glosa usted más arriba, me decido a enviarle por esta vía que ya empieza a ser habitual -esperando no le cause molestia alguna mi atrevimiento- una trascripción de un texto del poeta "brasilero" Mario de Andrade que, por si no lo conoce ya previamente –el texto- y dado su/nuestra declarada edad tardía y su decidida intención de aferrarse a cualquier tabla de optimismo (optimismo realista) entiendo que, compartirá D. Dacio, si no en su totalidad , sí en gran parte.
ResponderEliminarAhí van unas pocas golosinas maduras de Andrade:
“Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora...
Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las primeras las comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a maniobreros y ventajeros.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Detesto, si soy testigo, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa...
Sin muchas golosinas en el paquete...
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír, de sus errores. Que no se envanezca, con sus triunfos.
Que no se considere electa, antes de hora. Que no huya, de sus responsabilidades.
Que defienda, la dignidad humana. Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez. Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas… Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.
Sí… tengo prisa… por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de las golosinas que me quedan…
Estoy seguro que serán más exquisitas que las que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Espero que la tuya sea la misma, porque de cualquier manera llegarás.”
Sólo deseo añadir ¡que tenga usted una buena digestión! . . . y tomémonos las golosinas poco a poco por aquello de ciertos índices a controlar, pero sin desperdiciar ninguna.
Un saludo y a esperar unos próximos partidos que al menos nos entretengan y nos diviertan . . . sean quienes sean los que jueguen.
Admirado y animoso sr. Gruten Tag,ha dejado usted por completo fuera de juego (por aquello del fútbol) a este viejo Dacio Gil. Le ha descubierto a un autor sobre el que -obligado es confesarlo- lo desconocía todo. Nunca antes había reparado en don Mario de Andrade, si es que su mención se había cruzado en el camino de este Gil. Desde luego su imagen era también desconocida, pues este su corresponsal suele fijarse especialmente en los ciudadanos que usan lentes con montura similar a los quevedos.
ResponderEliminarSinceramente he de decirle que me ha deslumbrado el texto, todo un himno a la edad tardía con rostro humano. Carezco de palabras para hacer transmitir el sentimiento que me produce la sensibilidad de Mario de Andrade. Si no se lo toma como impertinencia o falta de consideración pretende este viejo Gil adoptarlo como estandarte o blasón de esta Tribuna Alta Preferencia. Expresa de manera excelsa y precisa un sentimiento que comparte plenamente este Gil y que nunca podría formular de manera tan bella. De la poca información que a vuela-ojo ha podido obtener este Dacio Gil, extrae que se trató de un superdotado. No extraña por tanto su enorme acierto para resumir la fuerza cualitativa de la edad tardía.
Como a usted le sucederá, en esta edad uno piensa que erró en su proceso de aculturación, que se quedó en lo accesorio, que desconoce lo esencial (eso que su -y ahora de este Gil- Andrade dice que "es lo que hace que la vida valga la pena"). Pero nunca es tarde, como usted ha demostrado.
Es usted, Gruten, un incorregible optimista, un vitalista. Este viejo Gil duda si no será usted un juvenil superdotado que se emboza en vestimentas tardías para despitar en esto de la red. Lo que no duda este Gil es que le anima a usted siempre una fuerza positiva muy humana. Y la alabo el gusto por ello y le reconozco por ello.
No dude que este viejo Gil se lanzará a la búsqueda de alguna obra y biografía de nuestro Mario de Andrade...aunque la santa esposa de este Gil se queje de que ya no queda espacio vital entre tanto libro acumulador de polvo; insistiendo en que jamás ya este tardío podrá llegar a releer los que considera imprescindibles. Y no le falta razón. Similar a lo de las golosinas de Mario Andrade...
FIN DE CICLO. DEL BOSQUE ABDICACIÓN
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