A este viejo Dacio Gil le duele el alma con las prevaricaciones de la razón de estado sufridas en vivo y en directo hasta que le sobrevino la muerte civil en la administración pública y la justicia. Muchos años de sufrir y de documentarse para intentar entender la maldad humana emboscada en el marasmo institucional le permiten proclamar sin ambages ni serviles cautelas: existe la delincuencia de toga negra como existe la delincuencia de cuello blanco. Y como existe también la delincuencia de laboratorio.
Ayer una conjunción de eventualidades indicaron a este viejo y dolorido Gil el camino que debe imprimir al blog que usufructúa por regalo familiar si no quiere defraudarse a sí mismo y defraudar a la verdad y a los demás: Hay que intentar levantar el velo como viene enseñando el sabio Alejandro Nieto y como han enseñado antes otros grandes hombres (lamentablemente pocas mujeres han tenido ese coraje de decir las verdades institucionales, acaso por no ajustarse a la esenciade su conformación psicológica) en la historia de España.
Por un lado unas nuevas (y cínicas y canallas) notificaciones judiciales. Por otro la presentación en un canal de televisión del nuevo libro del catedrático de Derecho Administrativo Santiago Muñoz Machado ( Riofrío. La justicia del señor juez. Edhasa. Barcelona, 2010. 256 páginas. 18,50 €.) y el posterior debate con el ilustre presidiario don Mario Conde. Dacio Gil he de reconocer que ni don Santiago ni don Mario llegan de manrea plenamente afectiva a este Gil (el abrazo intelectual lo recibe y lo da con Alejandro Nieto) pero reconoce la capacidad intelectual de ambos; muy distintos entre sí, por otra parte.
La novela de Santiago Muñoz Machado ya había sido adelantada en su revista El cronista del Estado Social y Democrático de Derecho y se refiere -como el lector versado puede suponer- a las prevaricaciones en el ejercicio de la justicia (con minúscula siempre para este viejo Dacio Gil) en la persona del juez estrella Baltasar Garzón. La novela trasluce una experiencia personal. Mario Conde, con la gran inteligencia que a veces le acompaña, cuando no se pasa de la raya, aderezada con la experiencia personal de la jauría que se lanzó sobre él justificada o injustificadamente, objetó a don Santiago la mixtificación de hacerlo mediante relato novelado en vez de ensayo que denuncia. Dacio Gil tampoco va a criticar el medio elegido por don Santiago para exorcizar el sufrimiento injusto pacedecido (Muñoz Machado ha envejecido mucho, se le nota en el semblante y en las canas) puesto que sabe por experiencia propia lo que es intentar hacer salir de las habitaciones del alma una camada de gatos que arañan de manera constantemente y sin parar ese componente espiritual del ser humano. Pero acaso lleve razón Conde en eso de que hay que decir las cosas sin miedo, en corto y por derecho, entonando un ¡Ya esta bien! Por eso no tiene precio la labor gigantesca de Alejandro Nieto llamando a las cosas por su nombre y aportando datos irrefutables ¿Que no gusta saberlos? ¿Que es preferible el non olet? ¿Que es mejor embriagarnos con naderias en vez de con la verdad? Puede. Pero no podemos cerrar los ojos a que despues de las borracheras viene siempre la cruda realidad y las nefastas consecuencias de la turca . Y eso nos está pasando a los ciudadanos identificados con la Ferderación Española de Fútbol en este siglo XXI. Nadie tiene que contárnoslo.
Sobre la delincuencia de toga negra, de cuello blanco y de bata y laboratorio le permitirán que se explaye este viejo y dolorido Dacio Gil en sucesivos posts (al menos hasta que consiga domeñar a los gatos que le arañan y desangran su dolorida alma). Por eso hoy sólo quiere abrir boca del eventual lector -si es que lo hubiere- con un texto ajeno, para provocar la reflexión que antecede a la sana indignación humana. A Dacio Gil le preocupa el estado de afasia social y de crisis catatónica que sufre la sociedad y los conciudadanos de la Federación Española de Fútbol: sólo aciertan a ver y movilizarse de manera unidimensional al modo que les conducen los medios de comunicación, con gorros, bufandas y banderas. Como si se celerara la batalla de Trafalgar o cualquier otra se tratase. Con razón ya no se necesitan ejércitos para las guerras del siglo XXI...y los efectos económicos de las postguerras...
Dacio Gil leyendo de aquí y de allá para intentar comprender la malignidad humana e institucional encontró estas reflexiones de otro catedrático de Derecho Administrativo, José Eugenio Soriano García. Sorprendentemente no estaban en una revista especializada en derecho sino en el número 304 de la Revista de Occidente. Atienda el inquieto lector y saque consecuencias por sí solo:
Tomemos el ejemplo de los jueces, sobre los que ya ha dado un par de aldabonazos fuertes el gran Alejandro Nieto, publicando su Desgobierno judicial también de la mano de la Fundación que rige Parada Vázquez y la Balada de la Justicia y de la Ley (por cierto con el escaso estrépito que tiene las campanadas en cruz teniendo ese sonido ya aparte del metal…como poetizó Neruda en “Galope muerto”) Y es que ser original y desafiante está mal visto y te condena: sobre esto las citas pueden multiplicarse y Stendhal está lleno de ellas (en realidad algo de ello sufrió), pero por traer a colación alguna reciente, Paulo Coelho en el Zahir recuerda la Ley de Jante: “la mediocridad y el anonimato son la mejor elección. Si te comportas así, jamás tendrías grandes problemas en tu vida. Pero intentas ser diferente…”
Los jueces, con pocas excepciones se mueven hoy, esencialmente, por tres grandes motivaciones: a) la corrección política, según dictamine la prensa reverberando el consenso; b) su propio poder –muy poderoso con los débiles y muy débil con los poderosos (a no confundir con los ricos)- basado en su completa falta de responsabilidad y en saber que no tienen alternativa posible, y c) las rutinas que les permiten evitar toda clase de problemas y le apartan de la funesta manía de pensar. Con las singularidades que se quieran señalar y aceptando que hay algunos jueces estudiosos y con capacidad de asumir responsabilidades, la inmensa mayor parte de los jueces, como si hubieran aprendido un manual de ontología del lenguaje postmoderno, no buscan la verdad sino que hacen un juego de verdades basadas en esas tres claves que acabo de señalar. Por eso, tal como se deduce de los últimos libros de Alejandro Nieto, la incertidumbre y la completa inseguridad jurídica son los dos elementos que dominan al sujeto cuando le toca soportar a un Juez, sea como administrado, imputado, testigo y afirmo que no hay exageración ni hipérbole en la declaración, bastando para comprobarlo preguntar a cualquiera que tenga que encontrarse en un pleito.
Este viejo Dacio Gil espera continuar por un tiempo en estos posts-rio sobre justicia y administración en un mundo bochornosamente delictual. Espera no cansar al lego o al todavía ingenuo o bienintencionado. Pleitos tengas...y los ganes; Por lo que guardo en mi pecho nunca tendré pleito o aquel de Mucho gana quien huye de los pleitos, o el que dice sin ambages Rigurosa justicia de la crueldad es vecina. que diría Doña Julia. ¡Cuanto sabía de la vida doña Julia sin haber estudiado a Castán o a Enterría!
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