Si la cuestión radica en verlo medio lleno o medio vacío, está claro: Dacio Gil no sólo lo ve medio lleno sino que -y eso es lo grave- lo ve completamente lleno. Atestado. Optimista, pues, debe reputarse este usuario de la Tribuna Alta Preferencia puesto que calles, plazas, todo, todo estaba lleno de gente de las procedencias y condiciones más dispares. Irrefutable: una masa sin argamasa. Rojos y rojas cosméticos. Niñas pequeñísimas pintadas con la bicolor cual indiecitas. Abuelitas enarbolando banderas constitucionales, preconstitucionales e incluseras. Jovenzuelos llorando de alegría sin poder concretar cuál fue el momento futbolístico más sublime; lógico, pues en este mundial hubo pocos instantes sublimes. Una cosa es clara: Iniesta si es un futbolista sublime, el resto...
Si estaba lleno y Dacio Gil lo percibe (lo poco que se ha decido a percibir, seamos claros) lleno, habrá que concluir que tanto Gil individualmente considerado como la masa seguidora de la Federación somos todos unos optimistas. Irradiamos un optimismo objetivo, fruto de la minuciosa deducción de todo lo acontecido. Analizados todos los elementos en presencia sólo cabe considerar que hemos vivido un acontecimiento histórico, con un peso social, político, económico y cultural sin precedentes. Ya somos miembros natos del Gotha futbolero como las democráticas Italia o Argentina. Una inclusión de enorme trascendencia práctica para todos los individuos que se identifican con la Federación. Habrá un antes y un después. O, por mejor decir: el fin de la Historia. Ni G8 ni G20 ni mandangas: campeones del Mundo de Fútbol, que imprime carácter y engrandece a la ciudadanía. El summum.
Nada hubiera sido posible sin la inestimable intervención de los medios de comunicación de masas. Gracias a ellos la mayoría de los ciudadanos españoles han respondido con una gran altura de criterios y responsabilidad: como los perros de Pavlov, como los comuneros de Walden Dos, como ciudadanía neoyorkina un 30 de octubre de 1938 estirado por más de un mes en pleno siglo XXI, en 2010, y trocando Nueva York y Nueva Jersey por la tierra del toro de Osborne rojo. ¿Hemos sido conocedores de causas y efectos? ¿Han sido conscientes los trabajadores de los medios? ¿Ha sido todo auténticamente espontáneo? ¿Es esa la pluralidad de respuestas que dicen que caracteriza a la sociedad del siglo XXI? ¿La mimetización acrítica de la horterada del vecino es lo natural? Parece que si. Y sin alternativa posible.
El viejo Dacio Gil por supuesto que comparte la sana alegría fraguada en sus justas dimensiones, pero no está seguro de que todo se haya desarrollado dentro de la sensata alegría. ¿Realmente era necesaria tanta desmesura antiestética? ¿Ese camino es el apropiado para los jóvenes y los menos jóvenes? ¿No existe ningún responsable por este desbordamiento de la proporcionalidad?
Este viejo Gil duda de que la sociedad española se manifestase de la misma forma por la muerte de un tirano, o por la devolución de las expropiaciones ilegales de sueldos y derechos fundamentales llevada a cabo por el gobierno del señor Zapatero o por la restitución de los caudales públicos indebidamente distraidos en los casos Roldán, Gürtel y similares. O más todavía: si el país entero anudado ahora, según parece, por la sentencia del TC sobre el Estatut, al resultar agraciado por miles y miles de botes en los Euromillones, se echaría igualmente a la calle debidamente conducido y excitado por los medios de comunicación (de "formación" según García Calvo), y los persuasores ocultos, que entiende Dacio Gil que los habrá habido.
Gerhard Vinnai ya nos previno hace 30 años sobre las consecuencias del fútbol como ideología; al hilo del Mundial de naranjito. Vicente Verdú con su agudeza habitual, también por aquellas fechas, desmenuzó sociológicamente los mitos, ritos y símbolos del futbol. Y Desmond Morris (¡Si, si. El autor del mono desnudo y el de la mujer desnuda!) nos habló en Deporte Rey, también allá por 1982, del futbol como proyección de los juegos infantiles, la sexualidad y hasta el erotismo: el gol como colofón, la penetración. Todos se quedaron cortos. Lo acontecido desde el 11 de los corrientes en España deja chico cualquier acercamiento antropológico y semiótico. No digamos sociológico o político. Habrá que analizar las consecuencias detenidamente.
En la extremadura castellana, en las fiestas del solsticio de verano se desata la alegría, el vino y la confraternización en el espacio público hasta tal extremo que es tradicional aquello de que la que sanjuanea marcea.
Acaso la consecución de la Copa del Mundo, sin proponérselo nadie, haya sentado las bases para paliar a medio plazo la crisis financiera de la Seguridad Social. Habrá que estar atentos al baby boom surafricano 2011 concebido en la depresiva España. En 2011 acaso entonemos todos, a rebufo de la hazaña de "la roja", aquella canción de Carlos Cano que más o menos decía Abril para vivir/ abril para cantar/ abril flor de la vida, el corazón/Abril para sentir, abril para soñar/ abril la primavera amaneció.
Ojalá la consecución del trofeo Jules Rimet nos depare -si la ley del aborto no se cruza en el camino-mayores consecuencias que la ocupación del espacio público con espectáculos sufragados también por quienes no les gusta el fútbol. ¿O es que los "eventos" preparados por las instituciones para agasajar a los jugadores han tenído coste cero?
Lo que pasa es que, a lo peor para la Federación, por aplicación estricta de la ley del péndulo, los niños y niñas (los nombres Nelson y Mandela sustituirán a los de, por ejemplo, Nicolás y Andrea) concebidos consecuencia del fútbol, po amor a la roja, no salen precisamente futboleros... Algunos con aspiraciones políticas ya han echado el ojo a ser responsable de la Caja Única de la Seguridad Social a medio plazo: podrá manejar (y desviar para sí o sus amigos)algunos fondos públicos de tanto niñon trabajador, pues es de suponer que tal como evoluciona el liberalismo y el mercado de trabajo, se trabajará a los 12 o 14 años también en Occidente.
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