miércoles, 28 de julio de 2010

GRAMÁTICA PARDA

Hace algún post este viejo Dacio Gil anunció que hablaría de Honorio sobre el que ya se adelantaban reflexione en aquel post. Y se hará en el presente para destacar la importancia de la sabiduría no académica, del talento natural para enfocar la vida y adoptar soluciones justo donde los libros, los científicos, las academias y las universidades no tienen respuesta o la tienen tan ambigua que es como si no la tuvieran.
Irán apareciendo en esta Tribuna Alta Preferencia sabios populares, gente aparentemente corriente que atesora unos conocimientos humanos que para sí quisiesen muchos premios Nobel. Gente que ha dejado huella. Personas sin ninguna vanagloria, aureola ni aires de grandeza, pero que con su consejo o su sola presencia dejan una huella indeleble en quienes les conocen. Su semblanza se hará por orden de actuación y sin ninguna jerarquía entre ellos, pues todos y cada uno son “Doctores honoris causa” en Gramática Parda.

Ni que decir tiene que el estandarte que distingue a este ramillete de hombres y mujeres ilustres es el libro de Juan García Hortelano que lleva ese mismo título y es sumamente difícil de empezar a leer pero es una joya de ironía. Muy similar a “Escuela de Mandarines” de Miguel Espinosa, una historia de la universidad y sus más conspicuos representantes: los “enmucetados”, los catedráticos. Obra difícil de leer y avanzar por el denso contenido de sus ironías y mensajes intelectuales. García Hortelano y Espinosa no han tenido el reconocimiento que merecían pero su producción es de una altísima calidad literaria y satírica y son obras de dos personas que no vivieron del cuento institucional. Juristas ambos, funcionario uno, importador exportador el otro. Quien consigue traspasar el desconcierto de las primeras páginas comprobará en Hortelano y en Espinosa su espíritu crítico, su empleo del pensamiento y la razón recubiertos de sátira para que no duela tanto lo que dicen. Sabios, sabios, sabios y mil veces sabios. Sabios en un contexto de asfixiante banalidad. Dacio Gil promete dedicar un post exclusivamente a estos dos genios que posiblemente se acantonaron en actividades profesionales que no eran su auténtica vocación (¿acaso la universidad?). Hortelano incluso osó en su día oponerse al en aquel entonces todopoderoso Eduardo García de Enterría. Pero eso nos desvía. La promesa está cursada: volveremos, tratándolos como se merecen, sobre Juan García Hortelano y Miguel Espinosa. Intentaremos tratarlos como se merecen: unas primerísimas figuras.

Honorio. Honorio es un salmantino con un monumental pecado. Dios le dio un elegante porte, una maravillosa voz, un gran sentido del humor, una masculinidad ortodoxa que le ha hecho siempre irresistible para las mujeres. Siempre las ha encandilado con cuatro cucamonas y han sido ellas la que le han buscado siempre. Ninguna se le resistió. Todas pugnaban por él. Con esos atributos Honorio se dejó llevar y cultivó una cierta metodología que le abría todas las puertas (y otras cuestiones) femeninas. Ha sido, como no cabe dudar, la envidia (sana y no tan sana, que de todo hay en la viña del señor en materia de poner el ojo en una bella; hay hombres que pueden intentar aniquilar al contrincante) de todos los hombres. Honorio es esencialmente una persona generosa y buena que no ha jugado contracorriente: eran las mujeres las que se lo rifaban o se ponían a tiro sutilmente. Lo demás era coser y cantar (nunca mejor dicho, y contar chistes). Honorio nunca se jactó de sus conquistas (que eran notorias, esculturales y brillantísimas) y siempre lo consideró un don natural. Todo ello con un saber hacer, una magistral facilidad para imitar cualquier voz y transformarse en cualquier figura y la generosidad propia de un caballero, le condujeron a una vida de éxito que facilitaron las mujeres evidenciando que ninguna se resistía a unos encantos que siempre ha sabido cultivar. Sus consejos en materia de la esencia de la vida no tienen desperdicio y ya los conoce el asiduo seguidor de esta tribuna. Una facilidad natural para la vida siguiendo el hilo conductor de las mujeres, de todas las mujeres. Dacio Gil nunca escuchó de su boca una diatriba contra cualquier mujer. Antes al contrario, la consideraba lo mejor de la naturaleza…junto al hombre en los lugares más adecuados (o inadecuados). El alquimista encantador de mujeres. El Emperador del Gineceo.

Ramos. Dacio Gil conoció a Ramos (desgraciadamente este viejo Gil no recuerda con exactitud el nombre por lo que lo omitirá para no errar) en la burocracia de la democracia. Un Señor con todas las letras y atributos. Distinción, elegancia y prudencia distinguían a este hombre que ha dejado una huella indeleble es este viejo Gil. Cualquiera que le viera, tan equilibrado siempre, tan educado, sin tomarse jamás una licencia extravagante, lo consideraría un marqués o un ilustre catedrático de los de antes. Nunca ha participado Dacio Gil en una jubilación con más honesta satisfacción como en la del señor Ramos. Entendía que Jubilación viene de júbilo y que el homenajeado reunía todas las cualidades para un cálido y sentido homenaje. Indelebles están en la memoria de este Gil el cruce de juegos florales merecidos en aquel restaurante de la calle de la Cruz, casi frente al abuelo, hoy desgraciadamente desaparecido. Ramos era ordenanza en el Ministerio de Sanidad y era guardia civil en destinos civiles. Un auténtico Señor. La dignidad en persona. Un ejemplo a seguir. La santa aristocracia natural.

Nemesio. Conoció Dacio Gil a Nemesio en unas circunstancias algo rocambolescas. Había acudido el usuario de la Tribuna Alta Preferencia a Consuegra el primer año que se llevaba a cabo el Consuegra Medieval con tan mala suerte que la programación había acabado el día anterior. Estando a pocos kilómetros Malagón de Consuegra, el viejo Dacio Gil decidió acercarse a aquella localidad para ver a una compañera malagonera y su familia que deberían encontrase allí veraneando. Al viejo Dacio le debió traicionar el subconsciente por aquello del salir de Málaga y entrar en Malagón y pensó que Malagón sería pequeño. Si si pequeño, Malagón es grande, con lo que dificultaba enormemente la labor de localización sin saber ni calle, ni apellidos, ni otros datos identificativos. A lo que se suma que en Malagón se identifica a las personas sólo por los motes. Dacio Gil recordó someramente tres datos deshilvanados: residencia de tercera edad de monjas; edificio aledaño; casa de la hermana -creía- y los nombres de pila de la pareja. Localizó la residencia regentada por la congregación de hermanas y la casa contigua. Justo en la puerta había un señor con una bicicleta recostado contra la pared de la vivienda. Dacio Gil le hizo una serie de preguntas con los datos que disponía –que eran los que ya se han descrito- y el señor muy amablemente contestó una por una a todas las preguntas, parecía que más o menos se centraba con a qué personas se refería Gil, pero no aportaba respuestas contundentes. La más certera era que ese día –creo que Martes, o tal vez Lunes- se celebraba el mercadillo de la localidad y que allí podría tal vez encontrar a quienes buscaba. Labor infructuosa dado el tamaño de la localidad. Cuando ya se aprestaba a regresar hacia Madrid, tras casi dos horas de infructuosa búsqueda, Dacio Gil encontró a la pareja y el interlocutor de la bicicleta resultó ser el padre de la compañera que no había soltado prenda sobre datos relevantes: el gran Nemesio. Esa fue la primera lección: no descubrir toda la verdad a los desconocidos. Pero sólo fue la primera. Después han sucedido muchas lecciones sobre la vida, el ejército, el trato, las mentiras, engaños y requiebros en los negocios, los caballos y todo lo que no está en los libros. Nemesio es un tío grande con unas cualidades innatas para captar a la gente y maniobrar entre seres humanos. Es una lección permanente y una enciclopedia sobre cómo sortear las trampas de la vida. Sin un gramo de impostura. Dándolo todo con generosidad cuando te conoce y reconoce. Además de todo ello –que no es poco- Nemesio es un hombre valiente y generoso. Porque para ser generoso hay que ser valiente y para ser valiente hay que ser generoso. Ambas cualidades caracterizan a Nemesio. El viejo Dacio Gil considera a Nemesio un sabio de la vida: lo ha dado todo y recibe lo que le llega. Es un hombre grande y una mina de sabiduría. Dacio Gil aspiraría a ser como él, aunque Nemesio es irrepetible. Es un claro exponente de catedrático de escuela de comercio, como Miguel Delibes. Se diría, por su forma de proceder clarividente, que se sepa enteritos códigos de comercio en chino pequinés. Vale para el negocio que viene con los chinos y para cualquier negocio. Lo ha demostrado tratando con los estados mayores del ejército, con congregaciones de monjas, y con equipos de tratantes. Y como dice él: mucho de lo que no está en los libros se aprende en el proceso de tratar con los gitanos…

Flores. Flores llega a la vida del viejo Gil a los 12 años. Con su aspecto poco cultivado este manchego de Talavera ha demostrado con sus obras y su inteligencia natural que no todo esté en los libros. Flores es otro ejemplo humano. Con sacrificio y lealtad completa Flores –junto a Veva incansable trabajadora y de una viveza natural inconfundible- supo hacerse un hueco en esta vida por su clarividencia y sus dotes de mando. Aunque su apellido era Vicario, Flores no era nada vicario, era el Obispo principal, el jefe natural. Con su trabajo, su disposición, su amplitud de miras y su talento natural Flores no sólo salió adelante sino que sacó a su familia con una rectitud que produce sana envidia. Su lealtad con Don Carlos fue total y éste supo corresponderle en todo lo que pudo. Flores nunca se amilanó por nada –y tuvo razones para amilanarse- y siempre buscó la solución más incruenta. Joven hasta decir basta lo demostró casi hasta el final de su enfermedad. Sin una queja, sin una maldición, siempre riendo y contando anécdotas y recordando a don Carlos. Siempre orgulloso de su tribu y sobradas razones tenía para ello. Flores era un verdadero librepensador, de los sólidos no de los de pacotilla. Un General. Flores era un General. De caballería.

Mariano. Mariano era un alcarreño de Cifuentes. Un trabajador a carta cabal y un primor contando historias de la guerra civil, de la postguerra y de la vida. De presencia poco aparatosa su alma era inversamente proporcional a su cuerpo. Rezumaba bonhomía y proximidad una vez rompía el hielo del respeto por las categorías sociales. Mariano era honesto a carta cabal no sólo con los números sino también con el espíritu. Dacio Gil ha pasado grades momentos escuchando la vida de Mariano. La batalla del Ebro y sus vicisitudes incitaban al entonces joven Gil a acudir a los libros para complementar la enseñanza. La reclusión de potguerra en Lérida, los informes eclesiásticos buscados por los familiares para sacarlo de allí, la posterior vida en silencio. Mariano había vivido las incomprensibles consecuencias de una guerra civil. No transpiraba el menor resentimiento ni resquemor. Asumía en la vida lo que le llegaba pero no olvidaba. Un hombre bueno y un gran viticultor. El Heródoto de la guerra civil. Y el padre Mundina laico de huertos y jardines.

María y Pedro. María y Pedro hacían una tándem campeón. María era la cabeza pensante que no tenía aduana mental que cribase sus pensamientos: decía lo que pensaba. En un mundo de falsedad constante como el que nos rodea, el decir las cosas en corto y por derecho es toda una virtud, la autenticidad, pero granjea a veces sinsabores. Estos vallecanos siempre lo han entregado todo. María con su disposición irrestricta y Pedro con sus manualidades sin prisas. Ambos lo daban todo y no esperaban nada a cambio. La vida tal vez no les ha devuelto todo lo que han dado, que ha sido mucho y amorosamente dado. Dacio Gil les debe mucho a ambos. Tanto que no permite reducirse a palabras, se aprecia más y mejor observando a determinada persona. Por lo general, según se siembra en las personas así crece lo plantado. Pedro y María los primeros naturalistas. La verdad por encima de todo. Una pareja de sabios. Dolorosamente sabios en algún aspecto. La verdad entregada sin celofanes. Como más gusta...y escuece.

El viejo Dacio Gil acaso se encuentre en una nueva etapa vital. Su vida ha estado –y sigue entando- rodeada de libros pero tal vez sea el momento de seguir a Herman Hesse en aquello de no buscar más en las estrellas y los libros y empezar a escuchar –y poner al alcance de los demás- las enseñanzas que comunican la sangre y la vida. Por eso se seguirá esforzando en traer a esta Tribuna Alta Preferencia personajes ilustres de carne y hueso tal cual son o han sido, sin maquillajes y sin biografías inventadas o infladas. Sabios de carne hueso. Doctores “honoris causa” como Honorio, Ramos, Nemesio, Flores, Mariano, Pedro y María. Mucho más enriquecedores que toda esa cohorte de falsas moneas que aparece a diario en los medios de comunicación. Piedras preciosas de las que no se encuentran en las universidades ni en los ministerios de educación. Pura gramática de la fetén. Gramática parda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario