Este viejo y achacoso Dacio Gil ha recibido en el día de ayer un correo de Eduardo, aquel mocoso al que se dedicaba el post La espera meditada. Sin duda el autor no se ha atrevido a remitirlo como comentario a aquel post y ha sorprendido a este Gil que no esperaba respuesta alguna. Lo ha recibido, además, cuando se encontraba realmente groggi ante nuevas arbitrariedades judiciales (que así hay que llamarlas cabalmente, además de cínicas y canallas). Dacio Gil se ve reflejado en la titánica labor por restablecer su dignidad y desenmascarar la malignidad institucional emprendida por Stefan Fink pero no aspira a que nadie publicite su caso ni haga suyos razonamientos por él escritos como hizo el honesto y batallador funcionario Fink, fielmente reflejado por Martin Walser. Por eso valora en sus justos términos estas notas de abrazo que Eduardo, el pescador-humanista con mentalidad lógica física, ha titulado Orellana la vieja y sus lingotes de oro puro. Quien haya pasado por un via crucis tan insólito e irracional como el pasado por Michael Kohlhaas , Stefan Fink, Dacio Gil y otros muchos damnificados (¿por qué no el concepto víctimas, que es más rotundo?) silenciosos, sabe el justo valor de la auténtica solidaridad humana vcomo la de Eduardo en un tan mundo sórdido e inmoral como el de la sutil violencia impune institucional: las cloacas y albañales del sedicente Estado de derecho. Ese es el valor enorme de estas letras de ánimo y consejo, que Dacio Gil, obtenida la previa autorización a regañadientes de su autor, trascribe a continuación sin quitar ni poner tílde, a sabiendas de que su extensión rebasa la de un post normal.
El 28 de Mayo recibí en mi correo un email sobre “las ventajas y virtudes del camuflaje” aunque pienso que hay más defectos propios de la juventud e inexperiencia que virtudes, todas ellas bien analizadas, fue algo que me marcó.
Un análisis profundo, detallado y que impactó a su destinatario (ya que nunca me habían analizado) pero a su vez se trataba de una inmensa carga moral, pues evocaba a la reflexión y análisis propios, culminando en una respuesta que dichas palabras de don Dacio Gil merecían.
Desde entonces me fue imposible escribir esta reflexión, bien por falta de tiempo gracias a mis estudios o por otras exigencias de la vida, pero eso sencillamente son excusas baratas para intentar eludir lo ineludible. De esta no me libra nadie, ya me levantó ese sabio Dacio la carga de elaborar un trabajo sobre derecho administrativo recomendándome vivamente que lo hiciese sobre nuestro querido amigo y maestro Alejando Nieto (libre cimarrón del derecho administrativo y mago de la verdad indiscutible que los más cultos necios embriagados por el poder, no desean escuchar y ni mucho menos aceptar). Puedo decir sin jactancia que el resultado de la labor inductiva de don Dacio fue una especie de obra de arte que solo los artistas pueden entender y contemplar, pues la mayoría siempre se pierde en alguna de sus reflexiones profundas. Es una pena, pero sucede como con el arte, no son los mismos ojos los de un aficionado que los de un artista, este último posee un don, resulta agraciado por unas cualidades que le permiten observar la belleza que otros no pueden ver, lástima ¿verdad?, pero es ahí donde se debería encontrar la propia satisfacción interior, ya que solo los más cultos serán dignos de descifrar el mensaje oculto.
Para este joven pescador y por la cuenta que le trae, de momento trata de utilizar bastones que le puedan ser de ayuda para intentar estar a la altura (algo imposible), escucha, observa, analiza y finalmente saca conclusiones, pues mucho hay que aprender de una biblioteca unida a muchos años de experiencia, pero sobre todo reflexión, porque de poco debe servir todo eso sin reflexión y conclusión; por lo tanto debo reconocer que trato de robarle tiempo a la vida, escuchando los comentarios y sentencias de don Dacio, en lugar de leer aburridos libros, aunque se trata de una inquietud reciente en mi, supongo que algo que deberé agradecer toda mi vida a un tal Dacio Gil.
Ahora mismo me sitúo en pleno corazón extremeño, ejerciendo lo atávico, mi rebeldía contra el mundo, la sociedad, la política, el materialismo e individuos en general. El embalse de Orellana es la meca de todo pescador que se precie y al que le gusten los grandes retos, en verano se transforma en un desierto inhóspito, lugar perfecto para perderse y no tener a nadie en algún kilómetro a la redonda, soledad… exquisita soledad. Puede ser una cura para que uno mismo purgue sus impurezas y defectos (o una medicina perjudicial si se toma en exceso, pues no hay algo más duro que la propia soledad) donde poder analizar y sencillamente observar las pequeñas cosas de la vida, algo que el mundanal ruido no permite, ya lo decía otro amigo mío al que conocí en la época escolar: “que descansada vida, la del que huye del mundanal ruido, y sigue la escondida senda por donde han ido, los pocos sabios que en el mundo han sido”.
El calor es insoportable. Se trata de un lugar paradisíaco en la estación primaveral, pero un infierno con el calor, pues de día no hay vida aparente, permanezco bajo un toldo y mojándome varias veces al día. Cuando llega la noche, los escorpiones y resto de arácnidos son los reyes de la oscuridad, sin olvidar las grandes carpas de Orellana la vieja, relucientes como lingotes de oro, salvajes, libres, quizás me sienta tan a gusto aquí por que puedo compartir esa libertad.
Desgraciadamente o por suerte, estoy compartiendo jornada de pesca de 5 días con un amigo pescador Madrileño y dos emeritenses desconocidos hasta hace un día. Pasan las horas sentados y mirando al vacío, sus miradas se pierden en las puntas de las cañas, afortunados de gozar de la virtud otorgada por la pesca, la reflexión. Pero yo me siento mucho más afortunado. Me procuré un buen puesto de pesca, situándome apartado del resto unos 60 metros, suficiente para poder analizar tranquilamente los libros que descansan en mi tumbona, La organización del desgobierno (necesito releer frases) y otro libro de Schopenhauer “El amor las mujeres y la muerte” que dice verdades como puños.
Por primera vez los miro y pienso, pobres necios lo que se pierden…. ¿será ahora mi pesca una excusa para poder devorar libros? Espero que si.
¿Como podría un joven quasi-licenciado en derecho contestar esos artículos de un sabio Dacio? Menuda carga Dios mío, que vergüenza la mía, ¿acaso soy digno de tal misión?
¿Debería confesarme como fiel seguidor del blog de Tribuna Alta Preferencia”? ¿Sanguijuela o chupóptero que trata de robar tiempo a la vida en forma de experiencia y saber, escrutando a un Dacio Gil que se lo ha ganado a pulso? Supongo que me costará lo mío, debo hacerlo por mi mismo y no será tarea fácil, pero merece la pena. Ponderación, corrupción, “en el self” la unidad última de la personalidad….
¿Cómo es posible que un chiquilín pueda enseñar algo a un sabio Dacio? Eso creo que es imposible y mi condición de chupóptero de sabiduría me corresponde, no la cambio por nada. Otra cosa muy distinta es que de la sencillez, torpeza y humanidad de la inexperiencia pueda un Dacio analizar y sacar conclusiones beneficiosas. Simplemente porque esa juventud se basa en análisis sencillos, prácticos, condicionados por la juventud y falta de muchos problemas ya que sin tiempo para una buena reflexión, no se pueden tomar decisiones sabias, lo mismo que nuestro maestro Alejandro Nieto destaca del presidente del gobierno, “pequeña marioneta sin tiempo para deliberar”; por el contrario, toda la sociedad parece que tiene solución para arreglar el país en cinco días.
En el mundo de la pesca, se suele decir que “tanto tiene que aprender el joven novato del gran experto, como éste ultimo del joven pescador”, ¿Cómo puede ser eso posible? No tiene sentido. Resulta que un joven pescador no conoce la ruta, los detalles, traza sus propias bases según la experiencia y ello le permite encontrar nuevos caminos, puntos de inflexión y decisiones. Se basa en la sencillez, práctica, eficacia y está marcado por la libertad de la inexperiencia. Conforme pasa el tiempo ese joven pescador analiza (quizás demasiado) se embriaga de sabiduría, de reflexiones y experiencias, termina conociendo la costumbre del pez, su hábitat y debilidades, pero finalmente, todo esto le termina perjudicando en parte. Resulta cegado por su propia experiencia, estancado, aislado, embutido en una serie de pasos a seguir que simplemente le dan capturas de peces y reniega de probar nuevas estrategias. Se termina corriendo un tupido velo sobre su antigua visión amplia y libertina que tantas posibilidades le ofrecía. Por estos motivos resulta en ciertas ocasiones útil, escuchar la opinión de un joven pescador ya que en ocasiones, las cosas son más sencillas de lo que parecen.
Y qué hay que decir del fin, que en la pesca es obtener capturas, mientras que en la vida y si se es afortunado puede que sea, la búsqueda de la felicidad. Pero, ¿Cómo conseguir algo tan complicado? Supongo que dependerá de las aspiraciones y defectos de cada hombre, en un mundo materialista, donde cada cual busca el reconocimiento del mérito, el poder y la gloria como en la antigua Roma; es muy complicado alcanzar tan codiciada felicidad.
El budismo tibetano tiene cinco reglas básicas para intentar alcanzarla:
1 Libera tu corazón de odio (algo imposible porque es una imperfección del hombre por su propia naturaleza)
2 Libera tu mente de preocupaciones (Las aspiraciones en la vida son fundamentales para realizarse a si mismo y esas aspiraciones conllevan duros caminos cargados de preocupación)
3 Vive humildemente (Se puede vivir humildemente en el interior, como diría don Dacio en el Self, pero sería absurdo no disfrutar del esfuerzo realizado y recompensa merecida, al menos mientras lo hacen el resto de los hombres. Tiene que haber recompensas después de alcanzar duras metas.
4 Da más (esta si podría ser una acción bonita y que a uno le aporte beneficios en la vida, porque puede que reciba más, pero solo tendrá utilidad si se cumple la última regla)
5 Espera menos (Desde luego y si así fuese, todo serían sorpresas y alegrías en esta vida, pero las cosas no son tan simples).
Después de pisotear las cinco reglas del budismo y pensar que si así fuese terminaríamos siendo felices, pero simples aparatos inertes, debo lanzarme al vacío. La felicidad habita en el interior de cada hombre y solo el reconocimiento de lo logrado y obtenido por sí mismo y a lo largo de su vida, podrá aflorar esa felicidad. Esto tiene un latigazo importante de conformismo, básico para esa felicidad, pero no por ello se debe carecer de aspiraciones, sin olvidar que siempre habrá metas no logradas.
Por lo tanto, cada hombre debe esforzarse en flotar su propia felicidad, hay muchos que viven y mueren sin alcanzarla, simplemente por no pararse a meditar cómo alcanzarla, viviendo abrazados por la codicia, avaricia, hambre de poder y dinero, alimentos todos ellos que no sacian jamás, cegados por los propios defectos que acechan al ser humano que es imperfecto por naturaleza, tan bonito como triste.
-Soy libre de ser yo mismo
-Vivir con pasión y propósito
-Estar despierto, energizado y vivo
-Estar enfocado en todo lo bueno de la vida
-Disfrutar todos los días como si fuesen los mejores de mi vida
-No importa lo imposible que parezca, si yo creo que es mío, la respuesta debe ser, si.
-Tu creas tu propio universo durante el camino (aprovéchalo y decide como). Winston Churchill.
-Cualquier cosa que la mente del hombre la pueda concebir, también la puede alcanzar. W. Clement Stone
-Todo lo que somos es el resultado de nuestros pensamientos. Budha
¿Qué puede opinar un quasi-licenciado en Derecho sobre la justicia? Está claro que puede aportar sentencias sin peso y viciadas por la irrealidad de los libros estudiados, porque detrás de todas esas leyes se encuentra un mecanismo de fábrica corrupto, imperfecto, condicionado a todas luces por los múltiples factores de la vida de sus autores, que influyen de forma directa en sus mentes. Ser frágil y vulnerable, moldeable a todas luces por el poder y la gloria, ¡que triste Dios mío!. Uno sale de la universidad pensando en lo implacable de la ley, en su peso, en la justicia, en una nueva Biblia que dicta sentencia, la justicia de los hombres, y termina viendo como esos manuales tan bonitos y casi perfectos, en la práctica son cenizas al viento, dirigidas en la dirección que le plazca al hombre que obtuvo el poder de aplicarlas. Un poder al alcance de cualquier hombre, cuyos únicos secretos para obtenerlo son la constancia, fuerza de voluntad y el raciocinio propio de cualquier ser humano que es imperfecto por naturaleza, ¡que triste!. Es tan triste como recordar que son simples hombres los que aplican esa fuerza tan inmensa, la justicia. Pero ¿qué es la justicia? Definitivamente el concepto que tenga cada individuo, supuestamente capacitado para reconocerla y aplicarla con fidelidad, “fidelidad a la ley imperfecta”, ya que fue creada por ese ser imperfecto que es el hombre, es algo grandiosamente irónico. ¿No sería mejor tener jueces que fuesen máquinas? ¿De verdad ese raciocinio se supone que beneficia al justiciable o al ajusticiado? ¿O simplemente le perjudica en función del día que tenga el juez?
Un juez que se sienta ofendido por unas frases cargadas de verdad e ironía no puede ser un buen juez. Sencillamente no creo que haya buenos jueces mientras sean humanos, tendrían que evadirse de todo orgullo, hambre de poder y por supuesto sentimiento, transformarse en máquinas, de esta forma si nos acercaríamos a una justicia más firme. La ley es moldeable, se puede alterar para poder supuestamente mejorar y de hecho se hace, por el hombre, torpe ser vulnerable. Desembarcamos en tierras inhóspitas, donde tenemos una ley creada por seres imperfectos, alterable y cuya aplicación está viciada por sentimientos, ¿qué justicia es esa? visto desde este punto, jamás la aceptaría, no tiene sentido someterme a tal imperfección. Si es cierto que con el tiempo y a base de errar, esa ley se va mejorando y perfeccionando, ¿Con que precio? ¿Cuál es el precio que hay que pagar? ¿Serías una victima voluntaria para el buen futuro de otras generaciones? Yo desde luego que no.
Cómo poder luchar contra un muro infranqueable, que gran dilema. ¿De verdad merecería la pena luchar? Yo lo haría si el enemigo fuese una máquina perfecta y justa, pero siendo tan iguales, tan imperfectos, tan vulnerables…. Simplemente son hombres, pobres necios… y ya no hablemos de la administración, que diría Alejandro Nieto sobre luchar contra la administración, pescadilla que se muerde la cola.
Hoy en día, justicia firme sería una lucha entre demandante y demandado, juez y una máquina inerte que juzgase al propio juez con firmeza sobre sus decisiones humanas e imperfectas, estoy seguro que en ese caso, la justicia española tendría unos jueces admirables.
Seguiré pensando que la victoria de una batalla contra la propia justicia se gana en el momento intermedio y con su retirada (una retirada a tiempo es una victoria). Se supone que inicialmente un juez es sincero, imparcial y justo, pero en el momento que se pueda sentir ofendido o comprometido con alguna de las dos partes, deja de serlo. Desde ese mismo momento todo jugará a favor de una de las partes, la más sumisa, respetuosa y que le dedique plegarias diarias. No se puede luchar contra otro ser humano cargado de poder y condicionado, mientras que sus armas son el poder aplicar la ley, nosotros nos reducimos a poder mostrarla, mostrarle el camino de la justicia, de la supuesta ley perfecta. Si a todo esto se suma un defecto de su condición humana, el sentirse ofendido, su única satisfacción será vernos sometidos, sancionados y en definitiva que su poder se cumpla. ¿No sería mejor retirarse en medio de la batalla? En el mismo momento en que ese SER IMPERFECTO se siente ofendido por recordarle que hasta el más poderoso puede ser vencido, sin dejarle desplegar sobre nosotros ese poder que no le corresponde a nadie. Uno sería recordado por el juez como un forastero que le hirió, sin poder resarcirse dicho juez, aplicando sanción como consecuencia de su fragilidad interna. Por el contrario seríamos el recuerdo de una víctima más de la justicia corrupta por la propia fragilidad e imperfección del hombre.
Tal vez debamos retirarnos a reflexionar en Orellana la vieja, con sus lingotes de oro puro, lejos del mundanal ruido, en busca del concepto justicia y la felicidad del ser humano. Los peces, ya lo encontraron hace mucho tiempo y Robert Traver lo sabía.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
He intentado mandarle un comentario y me ha salido el rojizo mensaje de "inaceptable: más de 4.096 caracteres". Como no quiero perder la entrada ni rehacerla, voy a intentar dividir el texto en dos y probar a ver si me permite enviárselos.
ResponderEliminarProbando, probando (1ª parte):
Siento “verle” a usted en horas bajas por los asuntos que tanto le inquietan y lo que usted llama “malignidad institucional”. Espero que el malestar sea transitorio y le aliento a que levante pronto cabeza ocupando ésta en otras cuitas y desvaríos de esos que nos distraen el intelecto como la vuelta a la oprimida y “funesta manía de pensar”.
Recién leídas las anteriores nobles reflexiones provenientes de una concepción juvenil y desde el atrayente paraje pacense de Orellana la Vieja -y sus seguros y envidiables “lingotes de oro”- no puedo menos que elogiarlas aprovechando para suscribir plenamente la conclusión en negrita del texto, especialmente aquello de que “una retirada a tiempo puede ser una gran victoria”.
Siempre he sido partidario de “pasar página” cuando la situación a la que nos enfrentamos –del tipo que sea- ha devenido en “kafkiana” y continuar con nuestra lucha nos presenta menos beneficios que perjuicios, presentándonos un porvenir sombrío, desasosegante e inútil . Cada cual ha de hacer lo que le dicte su conciencia, su propio carácter y la concepción de sus objetivos, estableciendo hasta dónde quiere fijar sus límites; los míos no son indefinidos, lo tengo claro. A veces la balanza -bien observada y analizada- puede ser determinante.
Déjeme, D. Dacio, que le trascriba a continuación parte de la definición que realiza el filósofo y escritor Leopoldo La Rubia sobre el concepto de lo “kafkiano” como adjetivo (universal):
Continuará.
Continúa del comentario anterior . . .
ResponderEliminarDéjeme, D. Dacio, que le trascriba a continuación parte de la definición que realiza el filósofo y escritor Leopoldo La Rubia sobre el concepto de lo “kafkiano” como adjetivo (universal):
“Situaciones caracterizadas por lo intrincado de las mismas, por lo confuso e incomprensible; situaciones de difícil solución y esquivo final, peligrosas, desasosegantes y amenazantes y que, con toda probabilidad, tendrán un desdichado desenlace; todo ello bajo una inquietante atmósfera de angustia que, en ocasiones en combinación con algunos otros aspectos ya citados, actúan como intensificadores más que como aspectos esenciales a lo kafkiano. Este tipo de situaciones están relacionadas, en muchas ocasiones, con el universo burocrático que le otorga el carácter de lo laberíntico e impersonal; no son buscadas ni, probablemente, merecidas, respondiendo, más bien, a un aparente azar que parece estar regido por leyes incomprensibles e inaprensibles, ancestrales, ocultas e inescrutables, tras las cuales parece operar una "mano oculta", una instancia o poder invisible, monolítico y divinizante, una instancia lejana e inaccesible como las leyes que lo rigen donde el individuo es absorbido por un mecanismo que lo rebasa y que escapa a su control enfrentándose ante una situación concreta compuesta por un plexo de circunstancias poco concretas ante las cuales difícilmente puede defenderse, llegando en ocasiones a realizar un peculiar examen de conciencia en busca de la culpa. Una sospechosa y primigenia "ley del silencio" impera en el entorno dando una sensación de extrañeza. La situación kafkiana, por otro lado, muestra, en ocasiones, la inutilidad de todo esfuerzo dejando un mínimo resquicio para la esperanza”
Situaciones ante las cuales el individuo “difícilmente puede defenderse”. . .y muestran la “inutilidad de todo esfuerzo dejando un mínimo resquicio para la esperanza” ¿Le suena a Dacio Gil todo lo anterior como parte del “proceso” al que uno se ve sometido con las luchas para defenderse de nuestras administraciones, incluyendo, cómo no, a la Administración de Justicia de la que usted, D. Dacio, hace tanta certera referencia en estas sus admiradas páginas.
Le deseo, D. Dacio, toda la suerte que se merece en todos aquellos asuntos que le inquieten, pero dadas sus demostradas aptitudes y su carácter reflexivo y ponderado cuando consigue controlar la situación tras los sacudidas de tanta marea a la que parece estar sometido, seguro que decide lo más conveniente para usted y . . . para nosotros sus lectores que le preferimos de buen ánimo con su peculiar ironía y sutil humor hablándonos con maestría de lo divino y de lo humano. Quédese agradecido y recompensado con las sinceras y entrañables palabras del pescador Eduardo, que seguramente también aplaudiría más de uno de los que leen agazapados sin terminar de decidirse a trasladárselo aquí en esta Tribuna Alta Preferente. Recuerde que tras la tempestad viene la calma, y usted, por lo que cuenta y por lo que se le intuye, está curtido en mil batallas y sabrá reponerse pronto. Eso le deseamos.
Reciba con este escrito de hoy un fuerte abrazo de su seguro seguidor, Gruten.