No debería sacar conclusiones apresuradas el curioso lector por la rúbrica del presente "post". Allegro ma non troppo no es la típica expresión culterana y políglota con reminiscencias musicales de un inveterado pesimista incapaz de llegar nunca siquiera al molto vivace. Se trata de la manifestación de la capacidad de observación y análisis sobre las cualidades de los seres humanos desde una atalaya privilegiada. Atalaya a la que sólo acceden determinadas personas singulares. Singulares porque además de otros atributos, gozan de un don divino especial: expresarse en pocas pero certeras palabras que contienen inmensidad de ideas.No todos los grandes hombres (y mujeres) han escrito obras enciclopédicas o Tratados o Manuales Universitarios. No todos ni todas los autores de esas obras pasan a la historia con la misma relevancia o estruendo mediático. Como se comprobará, hay obras que siendo excepcionales no ocupan páginas y páginas de extensos libros.
Igual que hay escritores, como hacía Ramón Gómez de la Serna, que pueden retratar de manera cabal o acertada a una persona con sólo siete palabras, tal y como ha quedado plasmado en sus célebres gregerías , hay otros que pueden llevar a cabo todo un tratado sobre una características determinantes de los seres humanos en sólo 34 páginas. Un tratado que también puede servir de juego para examinar las cualidades de los diferentes seres con los que nos relacionamos diariamente, ya que agudamente el autor incorpora un anexo para poder llevar a cabo la evaluación.
El invitado hoy a esta Tribuna Alta preferencia va a ser un profesor de economía -de historia de la economía para más señas- de nacionalidad italiana que a los 23 años recibió una beca Fullbright y que en su larga carrera docente llegó a ser profesor en Berkeley y en diferentes universidades italianas, Este viejo Dacio Gil, con acrisolado desprecio por la economía, tiene entre sus mejores maestros de papel al invitado de hoy, comparable a otro maestro economista como Max Weber, que también se dedicó a la historia económica. Como no podía ser de otra manera, proviniendo de un especialista en economía, su análisis se centra en las grandes organizaciones y en las instituciones en las que se adoptan las grandes decisiones. En resumidas cuentas el tratado sobre el que hoy vamos a detenernos se aplica a los grandes líderes de todas las organizaciones o instituciones sin excepción y vendría a ser un complemento a anteriores "posts" sobre el liderazgo. Por esas características el amable e inquieto parroquiano podrá identificar a muchos de los líderes mundiales del momento. Y, por descontado, a los españoles. Y a los grandes economistas que no han sido capaces de anticiparse a las consecuencias de la época singular de la historia que nos ha tocado en esta década del siglo XXI: vivir una época de dura postguerra con el consiguiente ajuste económico sin haber mediado una guerra, ni siquiera una escaramuza bélica. Postguerra motivada por los intangibles financieros. S0bre este tema habrá que volver en esta tribuna, pero ahora no podemos detenernos en él.
Dado que el inquieto parroquiano estará deseoso de conocer a tan eximio personaje lo anunciaremos a bombo y platillo para el que no lo haya identificado ya: Se trata de Carlo Maria Cipolla (Pisa 1922-2000) que en 1988 editó en Bolonia un librito que se puede encontrar en español en Mondadori de bolsillo (Barcelona 1998, 85 pp.) con el título del encabezamiento de este post, Allegro ma non troppo.
El librito se estructura en dos partes: 1ª. El papel de la pimienta en el desarrollo económico de la Edad Media (pp. 9 a 49) y 2ª. Las Leyes Fundamentales de la estupidez humana (pp. 51 a 85) y es calificado por el propio autor "como una ironía bonachona y pacífica". El librito rezuma humor en las dos partes en las que se subdivide, como se aprecia en la delimitación que sobre el humor lleva a cabo el propio autor: "Hacer humorismo sobre la precariedad de la vida humana cuando uno esta junto a la cabecera de un moribundo no es humorismo. En cambio, cuando aquel gentilhombre francés , que subía las escaleras que le conducían a la guillotina, tropezó con uno de los escalones y dirigiéndose a los guardianes exclamó Dicen que tropezar trae mala suerte, aquel hombre bien merecía que se le perdonara la cabeza." A los efectos de esta tribuna nos centraremos exclusivamente en la segunda parte, aunque la exposición sobre esta particular especia que es la pimienta no tiene desperdicio.
Cipolla, al objeto de preparar al lector sobre su minúsculo tratado relativo a la estupidez humana, señala en la introducción que el pesado fardo de desdichas y miserias que los seres humanos deben soportar, ya sea como individuos o como miembros de una sociedad organizada, es básicamente el resultado del modo extremadamente improbable -e incluso estúpido- como fue organizada la vida desde sus comienzos. Y concreta su ámbito de estudio en un grupo mucho más poderoso que la Mafia, o que el complejo industrial-militar o que la Internacional Comunista. Un grupo no organizado, que no se dirige por ninguna ley, que no tiene jefe, ni presidente ni estatuto, pero que consigue, no obstante, actuar en perfecta sintonía, como si estuviese guiado por una mano invisible, reforzándose sus miembros entre sí. Dacio Gil puede asegurar que el autor no se está refiriendo en concreto a los Presidentes de las Comunidades Autónomas ni a los miembros de Gabinete, ni a muchos catedráticos de universidad, ni a muchos, muchos, muchos...
Primera Ley Fundamental: Siempre e invariablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo. No son infinitas, pero la fracción de personas en relación con la población es elevado.
Segunda Ley (de hierro) Fundamental: La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la persona. Uno nace estúpido por designio inescrutable e irreprochable de la divina Providencia. La ley demuestra que los individuos estúpidos son proporcionalmente tan numerosos entre los hombres como entre las mujeres.
Tercera ley (de oro) Fundamental: Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio. En función del perjuicio o la ganancia que provocan en los demás o para sí, presupone cuatro categorías de seres humanos: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos. A estas absurdas criaturas que ocupan el cuarto lugar se refiere la tercera ley.
La mayor parte de las personas no actúa de modo coherente. Unas veces actúan inteligentemente y en otras como una incauta. "La única excepción importante a la regla la representan las personas estúpidas que, normalmente, muestran la máxima tendencia a una total coherencia en cualquier campo de actuaciones". Se parte del axioma que la gran mayoría de las personas estúpidas son fundamentalmente y firmemente estúpidas, "insisten en su perseverancia en causar daños o pérdidas sin obtener ninguna ganancia para sí, sea esto positivo o negativo". Además, existen los superestúpidos que con sus acciones inverosímiles no sólo causan daños a los demás sino también a sí mismas.
La capacidad de hacer daño de una persona estúpida depende de dos factores: la genética y la posición de poder o autoridad. Entre los burócratas, generales, políticos, jefes de Estado, jueces u prelados se encuentra el más exquisito porcentaje de individuos fundamentalmente estúpidos, cuya capacidad para hacer daño al prójimo ha sido (o es) peligrosamente potenciada por la posición de poder que ocupan. La pregunta que a menudo se plantean las personas razonables es cómo es posible que estas personas estúpidas lleguen a alcanzar posiciones de poder o de autoridad. Pero el lugar de las clases y las castas (que fueron quienes permitieron un flujo constante de estúpidos) lo ocupan hoy los partidos políticos, la burocracia y la democracia.
Como señala Cipolla, una persona inteligente puede entender la lógica de un malvado. Las acciones de un malvado siguen un modelo de racionalidad: racionalidad perversa, pero racionalidad al fin. Se pueden prever las acciones de un malvado, sus sucias maniobras y sus deplorables aspiraciones, pero contra una persona estúpida cualquier defensa es imposible: una criatura estúpida te perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables e impensables. "Frente a un individuo estúpido uno está completamente desarmado." Al no ajustarse a las reglas de la racionalidad las acciones del estúpido: 1. cogen por sorpresa; 2. impiden organizar una defensa racional. Y Cipolla concluye : "...el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora."
Cuarta Ley Fundamental: Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/0 asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error. A menudo tanto los inteligentes como los malvados , cuando son abordados por individuos estúpidos, cometen el error de abandonarse a sentimientos de autocomplacencia y desprecio, en vez de segregar inmediatamente cantidades mayores de adrenalina y preparar la defensa. Se suele tender al error de considerar que el estúpido sólo se hace daño a sí mismo, cuando el estúpido siempre destruye y arruina.
Quinta Ley Fundamental: La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe: el estúpido es más peligroso que el malvado. Si todos los miembros de una sociedad fueran malvados perfectos, la sociedad quedaría estancada pero sin grandes desastres. Todo se reduciría a transferencias masivas de riqueza a favor de los malvados. Si todos los miembros de una sociedad actúan malvadamente por turnos regulares, no sólo la sociedad entera, sino incluso cada uno de los individuos, se hallaría en un estado de perfecta estabilidad. Pero cuando los estúpidos entran en acción, las cosas cambian completamente. Las personas estúpidas ocasionan pérdidas a otras personas sin obtener ningún beneficio para ellas mismas. Por consiguiente la sociedad entera se empobrece. Sería un grave error creer que el número de los estúpidos es más elevado en una sociedad en decadencia que en una sociedad en ascenso.
Y Carlo Maria Cipolla concluye:
En un país en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos sigue igual ; sin embargo, en el resto de la población se observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de malvados con un elevado porcentaje de estupidez y, entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los incautos. Tal cambio en la composición de la población de los no estúpidos refuerza, inevitablemente, el poder destructivo de los estúpidos, y conduce al país a la ruina.
Tomen buena nota de las enseñanzas expuestas con humor Carlo María Cipolla, jueguen a obtener el coeficiente de estupidez reinante e intenten identificar individuos estúpidos (de cualquier género) a su alrededor. Posiblemente se les agotarán las seis hojas que el libro incorpora a ese efecto en el apéndice. Tal vez sea ya demasiado tarde para evitar la ruina, pero al menos servirá para comprender que las obras pequeñas pueden contener una inmensidad de ideas a incorporar a nuestro acervo teórico y práctico. Recibamos como se merece cuanto se nos vende en esta sociedad mediática, pero, cuidado: Allegro ma non tropo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
He leído el libro de Cipolla y me ha parecido una genialidad. En mi blog lo menciono junto a la obra de José Antonio Marina: "La inteligencia fracasada.
ResponderEliminarEstá aquí por si lo quieres ver:
http://esperandoelterremoto.wordpress.com/2010/06/28/el-poder-de-la-estupidez/