viernes, 28 de mayo de 2010

LA ESPERA MEDITADA: VENTAJAS Y VIRTUDES DEL CAMUFLAJE

Uno no deja de sorprenderse de las potencialidades que tiene esta edad tardía. Mira a los demás tardíos y supertardíos y los reconoce a todos sabios y enciclopédicos, y sin embargo comprueba al mirarse a sí mismo que poco sabe y que algunos de los más jóvenes de los pocos que osan acercársele le enseñan nuevas vías de interpretación de la filosofía de la vida hasta el momento ignotas o simplemente despreciadas con anterioridad. Y esa aparente paradoja le deja a uno contrito y confundido. ¿Ha podido uno despreciar hasta el momento, transcurrida bastante más de la mitad de su decurso, aspectos importantes de una vida tan parcialmente vivida? Primero centrado en lo social, lo colectivo y lo institucional y después recluido en la individualidad, en el self , este viejo Dacio Gil nunca jamás había reparado en las cuestiones que ahora le hace interrogarse por la vida. Como si, con el indefectible avance de la presbicia y la sordera, los tardíos dependiéramos más de los jóvenes y sus gadgets. Como si los jóvenes te aportasen por un lado un telescopio que puede permitir contemplar y analizar las constelaciones sociales, vitales y jurídicas, y, por otro, un microscopio para ver lo supuestamente diminuto de la vida, que no es tal sino su contrario.

Debe Dacio Gil a un joven inquieto con vocación de humanista y espíritu artístico, la nueva tecnología hermenéutica . El joven en cuestión diríase que tiene las dotes de un agrimensor. No por su vertiente kafkiana sino por su facilidad para la captación de los fenómenos físicos: su inmediata captación de las proporciones y potencialidades de cualquier fenómeno u objeto. De casta de debe venir al galgo. En su natural taciturno y refractario, Dacio Gil hace unos meses ni siquiera se hubiera planteado contemplar la posibilidad de que un mocoso le diese capones con la barbilla aportándole líneas de observación inesperadas sobre la naturaleza, la sociedad, y ese su magma indefinible llamado Justicia .¡Con lo que yo conozco! hubiera espetado este impostor de identidades al joven que intentase perturbar esa quietud acomodada que es la edad tardía. Y, sin embargo, las certidumbres se precipitan al vacío en un instante. Posteriormente se desintegran. El famoso “efecto mariposa” sólo necesitado de un agente desencadenante.

Hace unas semanas, recibió este viejo Gil un correo electrónico remitido por un prudente joven –pero inquieto e ingenioso en muchos ámbitos; y educado y filosófico en todos- que contenía unas frases de un norteamericano sobre la vida y su afición. Dacio Gil si no puede decirse –que quizás si- que ha despreciado siempre aficiones como esa, si que es verdad que nunca las había tenido en gran consideración. Tal vez porque, como es notorio, Dacio Gil es un prisas (como denotan los múltiples errores que, un día si y otro también, comete en este blog). En un primer momento sonrió con displicencia, pero apenas dio importancia al remitido. Y ahí aparece la grandiosidad de la edad tardía y la predisposición al conocimiento y a la interactividad fecundatoria de los jóvenes con inquietudes y cierto prudente desparpajo: Dacio Gil empezó a indagar sobre el contenido y alcance de las frases, el autor de la mismas y sobre las inquietudes del joven corresponsal electrónico.

En el mundo de las sólidas certitudes de este viejo Gil –devenidas falsas y evanescentes desde ese crucial momento-, esas frases no deberían haber alcanzado mas que la condición de anécdota. Poco a poco, empero, ha ido cambiando la perspectiva de este viejo Dacio sobre las aficiones, la sociedad y la Justicia. Todo nuevo, como enfocado por la nueva luz aportada por el joven perfeccionista y su maestro Robert Traver, un filósofo sobre el que Dacio Gil no recordaba haber oído hablar. Sin duda había que perseverar en eso de “la quietud, la humildad y la infinita paciencia”. Era magnífico también aquello de “sentir la soledad sin sentirme solo”. Y cabal y trascendente la manera como terminaba el filósofo norteamericano su reflexión: “sospecho que tantas preocupaciones de los hombres son igualmente intrascendentes y ni por asomo tan divertidas.”

Tiene Dacio para sí desde hace relativamente poco tiempo que lo maravilloso de la edad tardía es que uno sabe al fin que no sabe nada, o, al menos, que desconoce todo lo importante. Se descubre que la vida vivida ha sido completamente parcial y que se ha abarcado bien poco; desconociéndose lo esencial, lo básico, lo verdaderamente importante. Que las ideas aprendidas (sobre todo las descarriadamente sociales e institucionales que Dacio Gil ha ido acumulando en esta vida como si fueran axiomas) son sólo reflejos de otras medias verdades cuando no simples espejismos. Que de improviso llega un instante a partir de cual, se ve todo de manera diferente. Como decía el animoso e ilustrado amigo Gruten en este mismo blog, sólo hay que ser receptivo a quien te tiende la mano ofreciéndote un camino. Un camino que hasta ahora no era el tuyo: “Ahora lo sé/ si vienes conmigo/te lo diré.” El giro vital copernicano.

El joven introductor del norteamericano Robert Traver demuestra una férrea disciplina en su afición, en demostrar educación provechosa, en los detalles con los que profesa su amor, y en sus inquietudes profesionales e intelectuales: tiene hambre por saberlo, aprenderlo todo, asimilarlo de manera exhaustiva y,finalmente, darlo todo. Y Dacio Gil le viene observando -casi escrutando- desde hace tiempo porque se concilia en él algo que parece inverosímil: su afán por aprender, su convicción de que tiene que aprender, se refleja en el interlocutor y le fecunda: uno aprende de sus actitudes, sus aficiones y su disposición. ¿Será posible que este “gurí” pueda provocar a este ser tardío un giro copernicano en la concepción de la Justicia y de la vida? Pues puede. Si señores. ¿Y saben cómo? ¡Con la pesca!. Con la pesca como pretexto.

La filosofía a la que se alude en el tercer párrafo de este “post” es toda relativa a la pesca:
- “Pesco por que me gusta pescar, porque disfruto de los lugares invariablemente hermosos, donde se encuentran truchas.”
- “mi pesca es a la vez una fuente inagotable de goce y una pequeña rebelión, porque las truchas no mienten, ni hacen trampa, no pueden ser compradas ni sobornadas o impresionadas con el poder, sino que responden únicamente a la quietud, a la humildad y a una infinita paciencia.”
- “porque misericordiosamente no hay teléfonos en los ríos de truchas,… y finalmente no porque considere que pescar sea tan terriblemente importante, sino porque sospecho que tantas preocupaciones de los hombres son igualmente intrascendentes y ni por asomo tan divertidas''

El que Dacio había considerado erróneamente filósofo norteamericano fue en realidad un literato bajo seudónimo. Tras Robert Traver se esconde John Donaldson Voelker, un venerable jurista y juez que llegó a presidir la Corte Suprema del Estado de Míchigan, y que es el autor de anatomía de un asesinato, novela de gran éxito convertida en película de éxito también. Ahondando más se descubre que la novela es una sarcástica e irónica sátira sobre el sistema judicial, el lenguaje forense y las pruebas. Que, como siempre en las obras singulares, engarza drama con comedia. J.D. Voelker la escribió siendo ya Juez . Hay que hacer notar que en EEUU un abogado puede llegar a Juez y a Fiscal sin dedicar años a preparar una oposición, como también pasa en España “de tapadillo” con el enorme ejército de jueces y fiscales “sustitutos”, que son sustitutos toda la vida desde los ventitantos a los setenta años ¿A quién sustituyen? Misterios de las instituciones públicas y de la peculiar preponderancia de los principios de mérito y capacidad. Pero esa es una las tantas digresiones -la edad no perdona- en las que incurre este Gil que aparta y distrae de la reflexión y su protagonista.

Y el inquieto joven, que puede calificarse de "docente multidisciplinar" (que no monográfico; calificación con la que este viejo Dacio erró en un principio, al analizarlo sólo por su misma afición que el juez Voelker) de este usufructuario de la tribuna y acumulador de polvo junto a sus libros es Eduardo. El Eduardo que cada día se pone el uniforme de camuflaje de pescador para que sus grandes cualidades no llamen en exceso la atención. A pesar de sus excepcinales cualidades para representarse el mundo físico, se inclina por abarcar, con dedicación y éxito indudable y proporcional, disciplinas humanistas. Deja traslucir su educación refinada aunque bien analizado de “chiquilín” debió de ser una buena pieza. ¿Se imaginan al hoy perfeccionista, sosegado y ágil observador siendo travieso de pequeño?

Pesca, pesca y pesca como un campeón (acaso lo es ya). Pero no hay que dejarse engañar: esa es sólo su vestimenta de camuflaje. Llegará lejos, porque no intenta llamar la atención y actúa con prudencia y educación sensible y detallista. Lo observa todo y lo asimila rápido. Como está entrenado en la espera, cuando observa, al instante ya tiene meditado y perfectamente delimitado el objeto de su observación. Es además un “naturalista”, lo que le convierte en un candidato idóneo a mostrarnos el futuro, pues no cabe dudar que en la Naturaleza y no en la ingeniería social debe el ser humano asentar los reales si quiere algo más que sobrevivir engañado.

Ojalá –él sí, en beneficio nuestro y de futuras generaciones- integre la categoría de esos nuevos líderes que surjan esperanzados y esperanzadores sobre las cenizas de los que venimos padeciendo. Atributos que, junto a los demás que le adornan, como empeño en todo lo que se propone e ilimitado afán de incorporar a su formación cualquier detalle que acontece a su alrededor, deben de ofrecerle un futuro muy prometedor a él y a quienes se dejen aconsejar por este joven que no busca apabullar a los demás con apariencias ni sentencias hueras y manidas. Sus sutiles, discretas y educadas sugerencias contienen oro puro molido. No las hace a vuela pluma. Son fruto de su atinada observación de pescador.
Escuchen: Sigan su pista y procesen siempre sus sugerencias, que no son baladíes. Antes al contrario. Tiene futuro. A buen seguro.

4 comentarios:

  1. Juventud: ¡divino tesoro!

    Qué razón tiene usted, D. Dacio –una vez más- al asegurar que de algunos jóvenes se aprende seguramente más que de la teórica experiencia acumulada por el mero trascurso de los años. Sin menospreciar, en absoluto, la acumulación de experiencia que, como todo el mundo sabe, es “la madre de la ciencia”, las canas no son más que canas cuando no llevan el acompañamiento adecuado.

    Bendita “inexperiencia” la de aquellos jóvenes que la suplen con grandes dosis de entusiasmo –aún no contaminado- en todo lo que hacen. Como bien dice usted conviene no alejarse mucho de la juventud, pues su cercanía nos aporta a veces tanto. Con la edad tardía, no nos damos cuenta de que con el tiempo nos vamos creando una costra protectora (?) a nuestro alrededor que no nos deja ver la realidad –siempre cambiante- tal como es, transformándose en tal como la vemos (siempre distorsionada por nuestros prejuicios, por otra parte ganados a pulso . . .) A más de provocarnos siempre, no cabe duda, una cierta añoranza -¿melancolía, tal vez?- de cuando alguna vez, hace ya tanto tiempo, fuimos como ellos, ¡Ay!. . .

    Yo siempre he procurado llevarme bien con la gente joven –a veces incluso lo he conseguido, y lo sigo haciendo- y aprender de lo que ellos pueden aportarme, que como usted manifiesta de manera inmejorable, es mucho más de lo que muchos “adultos” suponen. Basta con observarlos de cerca, sin excesos de ningún tipo, consiguiendo más bien que sean ellos los que se acerquen a nosotros o al menos nos dejen compartir con ellos parte de sus inquietudes y desvelos; analizando luego sin escepticismo ni desconfianza, aportándoles si acaso a cambio algo de nuestra experiencia de la que ellos carecen. Para mí al menos siempre ha sido muy enriquecedora su cercanía. Nunca me importó lo más mínimo las jocosas chanzas que hacen a veces a mi costa llamándome cariñosamente –lo sé- “El Abuelo”. Ya que la vida no me recompensó con descendencia directa, disfruto lo que puedo y sin descanso de la indirecta y de cualquier otra con evidente "con-descendencia". ¡A mucha honra!, claro que sí.

    Aprovecho, una vez más, para agradecerle, D. Dacio, sus amenos escritos y las cosas que nos cuenta en esta Tribuna, definitivamente tan alta y tan preferente.

    Su seguro seguidor.
    Gruten.

    ResponderEliminar
  2. Verdaderamente, amigo Gruten, es usted un hombre rápido y sensible. Ha captado perfectamente el sentido de mis palabras.
    He tratado de analizar sus intervenciones en este blog y concluyo con una evidencia: Usted siempre ha intervenido cuando el tono de esta tardío Dacio era si no optimista, si siquiera menos pesimista. Aprovecha usted esos momentos en los que esta Gil baja la guardia en su pesimismo para aparecer raudo y veloz y apuntalar la línea emprendida en el post. No lo niegue: ha sido siempre así. Los eventuales lectores -en el improbable caso que hubiere alguno más que usted, que me honra y apuntala, y yo- sin duda agradecerán la frescura y optimismo que transpiran sus asertos. Siempre certeros. Pegados a la realidad pero con mucha "excelencia" (aunque usted haya dejado plasmado que huye de academicismos fantasiosos.
    En plena estrictamente personal, como Dacio Gil, sus intervenciones me inquietan. Si, si, me inquietan. Y verá el porqué: le agradecería que me dijera si deliro, pero aprecio que usted me ha distinguido siempre con una consideración que no merezco.Dacio Gil no es -jamás podría serlo- Augusto Faroni sino su gregario, su incitador-escudero. Y, al manifestarse como un seguidor, me asusta que quiera suplantar mi identidad espiritual (ya, ya se que es usted Gruten)adoptando el papel de Dacio Gil en orden a que "me crezca" como los toreros ante el morlaco. Además al comprobar en usted la fisonomía espiritual de Dacio Gil, este otro Dacio Gil -que no diré que sea el auténtico, tampoco es cuestión de "fardar"- se hace un lío grande. El objeto vital de este usufructuario de la tribuna ha sido exclusivamente someterse a las Encíclicas del Santo Padre Luis Landero siendo el vicario de Faroni en la tierra de los excluidos. nada más. Y en eso me encontraba confortable y cómodo, sin grandes pretensiones. Ahora me veo especulado en usted y reflejado usted en mí. Un auténtico atolladero que acaso requiera con el tiempo el auxilio de un psicólogo. O puede solo ser que Gil delire, que es lo más probable, aunque he de repetirle que aprecio que usted, Gruten, apuntala a Gil en los momentos estratégicamente más precisos.
    Por lo demás -disculpe esta tendencia a perderme en digresiones que me embarga- se nota que es usted un juvenil, un ilustrado (optimista)y una persona muy sensible. Se diría que tiene cursados los estudios de Estado Mayor (¿se dice ahora todavía así?)en buen sentido y sensibilidad: saca su infantería en el momento adecuado para ganar la batalla del optimismo antropológico.
    Siempre gusta sentirse apreciado. Usted, Gruten, prodiga humanidad, ha captado la filosofía de esta blog.Dado que usted ya ha encontrado el sentido que reclamaba Victor Frankl, es sumamente generoso conmigo. Y con los eventuales demás.
    Le alabo el gusto y, como Dacio Gil, le agradezco su papel adoptado de Dacio Gil, para acrecentar sus dotes pedagógicas.

    ResponderEliminar
  3. No, ni mucho menos, no delira usted Sr. Gil, se lo aseguro ¿cómo puede siquiera dudarlo? No solamente merece mi más profunda consideración, sino la de muchos otros si no seguidores –al menos oficialmente somos, hoy por hoy, sólo tres, que yo sepa- sí lectores u ojeadores más o menos circunstanciales.

    Compadres y contertulios ocasionales de este seguidor y admirador suyo comparten y corroboran mi opinión sobre la excelencia y la calidad humana que traslucen las páginas de esta tribuna tan especial para usted y tan amena para más de los que -por lo visto- usted sospecha. No se quite mérito, D. Dacio. Ya sabe que todo en esta vida es considerado “relativo” –después de la manzana que le cayó bajo aquel árbol al sabio alemán por excelencia- y según se vislumbra de esa tesis o teoría unos seres vemos a otros a niveles distintos a los de cada uno según nuestra relativa situación, mental, intelectual, anímica o circunstancial. Le recuerdo a este respecto los siguientes versos, que como Dacio Gil conocerá muy bien, son el origen del consiguiente dicho popular español:

    Y es que en el mundo traidor
    nada hay verdad ni mentira:
    todo es según el color
    del cristal con que se mira.

    Este humilde Gruten, no tiene el gusto de conocer personalmente al por usted tan admirado Augusto Faroni –oí hablar de su docta e ilustrada existencia, pero no pasé de ello- pero sí que gracias al albedrío cibernético conocí recientemente a un usufructuario de una tribuna para más señas alta y de preferencia que me llamó poderosamente la atención, y al cual sigo por ahora con verdadero interés y fidelidad.

    Aunque pueda parecer lo contrario, no suelo prodigarme en exceso en hacer públicas mis opiniones si no me motivan lo suficiente en uno u otro sentido; soy más bien observador y “escuchante” si lo que se dice o se hace llama mi atención. Cuando uno se siente apabullado por el nivel intelectual que le rodea, en cualquier circunstancia, suele dar un paso atrás y retirarse a observar con mayor o menor interés, pero nada más. Ya le gustaría a este humilde seguidor suyo tener un nivel más alto y más a tono en tantas y tantas cosas, sin que ello pueda entenderse mínimamente como un lamento de lo que me ha tocado ser en este mundo (mundo “traidor” dicen los versos anteriores) pues yo estoy bastante satisfecho conmigo mismo y con mis circunstancias; me adapto bien a mis limitaciones. No tengo problemas ni me agobio por ello.

    Déjeme pues que le siga humildemente como hasta ahora con cierta admiración, siempre que, claro está, no le cause a usted ninguna perturbación, inquietud ni trastorno ni delirio alguno, y en este último caso, si usted me lo pidiera dejaría de “abrir la boca” en esta su tribuna y le pagaría gustoso la factura de su psicólogo si al final –a pesar de mis aclaraciones, en aquel caso poco convincentes- decide usted acogerse al auxilio de un profesional de esa especialidad por la posible confusión de identidades que yo en mi ignorancia haya podido ocasionarle.

    No tenga usted ninguna duda: solamente usted es y será el único, verdadero, irreemplazable y certero Dacio Gil de esta tribuna suya y sólo suya. Y ¡qué dure y sea por mucho, mucho tiempo!

    ResponderEliminar
  4. Definitivamente engrandece usted, amigo Gruten, esta tribuna. Lamento mucho haber podido ofenderle por lo de las identidades. No se haga el humilde, sabe usted que sus intervenciones en esta "su" tribuna operan una suerte de "feed back" constitucional (contribuyen a su asentamiento). Retroalimentación que se busca en todos los blog, por otra parte. Y no sólo en los blogs sino en todos los productos del mercado comunicativo: son una especie de auditoría de los consumidores. Sin consumidor no hay mercado, como usted bien sabe.
    En cualquier caso, Dacio Gil curioseando en la red -lo poco que este viejo sabe hacer en ella-ha podido comprobar que es usted un creativo inquieto y de amplio espectro. Honra ello aún más a este blog, pues si por sus obras les conoceréis, usted goza de más valores de los que se publicita.
    Compartimos, pues, las potencialidades de la juventud, en el caso de Dacio Gil se ha operado el giro, pero su intervención denota que usted, Gruten, tiene un temperamento más expansivo y abierto, mientras este Gil es más monacal en el recogimiento. Lo que vendría a demostrar que usted tiene más sinergias con los jovenes.
    Ha captado perfectamente que este blog es, en alguna medida, un campo de agramante. El lugar adecuado para los caballeros andantes y sus escuderos. Un lugar para intentar comprender lon que pasa a nuestro alrededor. Y los jóvenes que por sus virtudes merecen ser alabados contarán siempre con nuestro estímulo. Con el suyo, Gruten, y con el de este Gil.

    ResponderEliminar