Valgan estas líneas de retractación de este viejo Dacio. Por la amable intercesión de Gruten será retomado de neuvo este tableteo sobre el teclado en busca de alguna provocación que nos incite a intentar pensar. En honor al amable comunicante utilizaré el material que tenía preparado para la contestación a las palabras de Gruten -en la esperanza que no se considere por ello tratado de manera desconsiderada por este Gil, que pretende precisamente todo lo contrario-. A él se debe al fin está reentre. Este era el texto sin ninguna modificación que no pude insertar debidamente:
Vaya por delante de este comentario de agradecimiento, la puesta de manifiesto que a este viejo Gil le ha ocurrido lo mismo que usted me comenta: tenía ya escrita una parte importante de la contestación cuando, al realizar otra operación en el PC, se me ha borrado todo lo escrito: Heme aquí intentándolo rehacer de nuevo tras innumerables intentos fallidos. Esfuerzo inútil, pues, el anteriormente hecho, máxime cuando la memoria se muestra esquiva en esta edad tardía. Pero ya es casualidad lo que a ambos nos ha ocurrido de perder los textos….
Creo que le decía entre lo perdido que la palabra gil significa en mi querida República Oriental del Uruguay algo así como “simple” o ”incauto”. Y acaso por ello intento ser de natural cauteloso y algo desconfiado. Incluso con este juguete puesto a mi disposición por mis familiares más inquietos para que los años de pelea contra la irracionalidad institucional (e institucionalizada) no dejen en mi unas consecuencias indelebles. Como sin duda sabrá, Carlos Gardel, el mítico cantor de tangos, no era argentino sino del Uruguay, de Tacuarembó más precisamente, provincia ganadera, cuna de la Patria Gaucha, en la que sus pobladores masculinos lucen aún hoy con galanura el atuendo típico del gaucho.
Este viejo Gil - le decía- huye, como George Brassens, Paco Ibañez y Luis Eduardo Aute, de los himnos patrióticos (“Cuando la fiesta nacional / yo me quedo en la casa igual, / que la música militar / nunca me supo levantar, / en el mundo pues no hay mayor pecado / que el de no seguir al abanderado”), pero tiene como himno cívico el tango llamado Cambalache que aunque fue cantado en algunas ocasiones por Carlos Gardel, no se encontraba entre su repertorio habitual y cuya letra (de Enrique Santos Disciépolo, naturalmente) no puedo sustraerme a trascribirle a usted de manera apretada pues creo que revela el espíritu de este siglo XXI. Si no se había detenido en él, hágalo ahora y comprobará cómo el ser humano se interroga siempre sobre la época que le tocó vivir (algunos vacablos están en “lunfardo”, pero se entiende todo):
“Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el quinientos seis, en el dos mil también, que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y doblez, pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente ya no hay quien lo niegue, vivimos revolcaos en un merengue, en un mismo lodo todos manoseaos. Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso o estafador, todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor, no hay aplazaos, ni escalafón, los inmorales nos han igualao, si uno vive en la impostura y otro afana en su ambición, da lo mismo el que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón. Qué falta de respeto, qué atropello a la razón, cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón, mezclao con Stravinski va Don Bosco y La Mignón, don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín, igual que en las vidrieras irrespetuosas de los cambalaches, se ha mezclao la vida y heridas por un sable sin remaches ves llorar la Biblia, contra un calefón. Siglo veinte, cambalache, problemático y febril…El que no llora no mama y el que no afana es un gil. ¡Dale, nomás…! ¡Dale, que va…! ¡Que allá en el horno nos vamo´s encontrar…! No pienses más, sentate a un lao. Que a nadie importa si naciste honrao… Es lo mismo el que labura noche y día como un buey que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura, o está fuera de la ley”.
Su fina sensibilidad habrá reparado que en uno de los pasajes dice “El que no llora no mama y el que no afana es un gil”. Pues precisamente por eso este viejo Gil huye del cambalache, la marullería y todos los males endémicos actuales que han alcanzado hasta a las instituciones que deberían ser más nobles. Viene luchando contra eso, precisamente.
Le ruego me disculpe por tan larga introducción, pero es que todo tiene su explicación y su motivación psicológica. Y la razón de mis cautelas y desconfianzas es esa. No, no me tome por un tenebrista, que no creo serlo. Dudo, eso si, de que lo que usted llama la Red de Redes no tenga los mismos vicios y trampas que la sociedad misma en la que se inscribe. Y ya sabe lo que decía san Ignacio: “En tiempo de tribulación, no hacer mudanza”. Y con la que está cayendo…
Le prometo que en mérito a su amable intercesión consideraré mi decisión por si, al fin, termino reconsiderando la decisión casi tomada. Y si lo hago será porque usted me ha dado ánimos y razones para ello, no porque me invada un optimismo antropológico que no encuentro razones para tener en plena crisis del modelo de convivencia en este siglo XXI también de cambalache. Y también en España. Mucho hay que comentar pero no todo es halagüeño; antes al contrario.
Quiero destacar como se merece una frase utilizada por usted y que me ha llegado al alma haciéndome recapacitar. Dice usted que este mundo del blog es propicio para el ciudadano común y corriente sin pretensiones de excelencia ni magisterio alguno. Y ahí está usted sembrado, pues, como en el caso de Yoani Sánchez uno levanta su queda voz por pura y simple “terapia personal” frente a las diversas agresiones institucionales sufridas. Lástima que no pueda hablarle ahora de la teoría que mantengo sobre la impunidad guatemalteca en la España del siglo XXI.
Perdóneme siempre me pierdo en los rodeos y me alargo demasiado sin venir a cuento. Termino ya: Muchas gracias por la calidez de sus ánimos y su intento de reconvención. Muchas gracias también por lo que me enseña y por lo que me honra con su amistad expresada y por lo inmerecido de seguir a este viejo y achacoso Gil. Y no olvide: intente maridar a Brassens, Ibañez y Santos Disciépolo si es que no lo ha hecho ya. La profunda sensibilidad que aprecio en usted hará el resto. Le volverá a la juventud más pujante, poética, musical y contestataria que uno nunca debería abandonar (y que intuyo que usted nunca ha abandonado, a pesar del retrato que identifica su correspondencia). Le invito a que no se preste al cambalache del siglo en el que vivimos, aunque intuyo que no lo ha hecho nunca. Este viejo Gil intenta que tampoco.
Le quedo muy, pero que muy agradecido. Daré vueltas a mi decisión en orden a su amable e inmerecida invitación. Reconocido quedo.
Hasta aquí el texto íntegro, que me permite conectar con la rúbrica que encabeza estas letras juntaditas para aparentar una reflexión que no es tal.
Con la que está cayendo, de medidas arbitrarias gubernamentales (siempre el capitalismo del desastre mostrando su metodología de la alarma para poder hacer tabla rasa de los derechos adquiridos y hasta reconocidos) revestidas de responsabilidad, se hace imperativo ya que cada uno en nuestro ámbito proclamemos el hastío que nos merece tanta desvergüenza que contamina ya lo institucional, adoptando como himno esta visión lunfarda del siglo XXI en España, proclamando que, igual que hubo una década ominosa, nos encontramos hoy en España en una década infame (aunque el sabio L.E. Aute diría que infames, infames son los siglos XX y XXI, los dos indisociados) que no merecemos ni individual ni colectivamente. Deberíamos cantar Cambalache hasta que nos lo prohibieran, hasta que nos prohibieran no sólo cantar sino "ser".
El mundo se encuentra en una clara deriva anómica y totalitaria frente a la que hay que ir tomando posiciones o, simplemente, jubilarse de todo: no con mi asentimiento, deberíamos decir.
Al menos para el usufructuario de esta tribuna alta preferencia no "es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso o estafador". No puede caber todo. Hay que rebelarse contra el "todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor, no hay aplazaos, ni escalafón, los inmorales nos han igualao, si uno vive en la impostura y otro afana en su ambición, da lo mismo el que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón. Qué falta de respeto, qué atropello a la razón, cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón".
Esta reentrada es una invitación a la lírica. Que Cambalache sea, al menos, nuestra canción de la temporada primavera-verano. No puede ser que aceptemos una década infame cuya sesión continua nos proyectan los más avispados que se aprovechan de nuestra indiferencia.
Gracias Gruten. Con mi solicitud de disculpas por la falta de confidencialidad...
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Algo desilusionado y taciturno por la "indiferencia" de la que habla usted, tan generalizada por estos lares pese a la que está cayendo por aquí (y . . . por allá), me decido a contestar a sus gentiles y complacientes comentarios de agradecimiento de los que no me siento merecedor, pues soy, muy al contrario, yo el agradecido de que usted haya decidido recapacitar y replantearse su opción de no continuar "provocándonos" a todos sus lectores y seguidores -presentes y futuros; públicos y ocultos; activos o inactivos (por el momento)- con sus agudas reflexiones sobre "lo humano y lo divino" y ese humor inglés -sí- con el que edulcora sutilmente sus interesantes escritos.
ResponderEliminarExplica usted, D. Dacio, el significado lunfardo de su apellido, pero . . . no será aplicable a usted, supongo. Sinceramente , no podría considerar al titular de esta tribuna ni "simple" ni "incauto" si no fuera por esa fina ironía que siempre traslucen sus palabras y que algunos apreciamos en su medida aunque a veces nos desborde a humildes seguidores como yo.
Para corresponderle como se merece por haberme recordado -junto a la referencia a Brassens- los geniales versos del memorable tango de Disciépolo, le trascribo estos otros de alguien que no dudo usted apreciará también y que sabrá reconocer (si la edad tardía en que nos encontramos no le provoca un lapsus temporal en la envejecida memoria, en cuyo caso le ayudaría un poco diciéndole -que no lo hago, por innecesario- que se le relaciona con un lobito bueno):
SECRETO
Antes yo no sabía
por qué debemos todos
-día tras día-
seguir siempre adelante
hasta como se dice
que el cuerpo aguante.
Ahora lo sé.
Si vienes conmigo
te lo diré.
Me congratulo de veras de seguir "viéndole" por aquí y comprobar cómo va superando dificultades del tipo que sean y que a la postre, a tiempo pasado, sólo nos harán sonreir.
Un cordial saludo.
Gruten. Su seguro seguidor.