La cultura, según enseña el sabio Zygmunt Bauman, es un proceso hegemónico que pretende convencer a los individuos para que abandonen sus viejos hábitos y creencias y abracen otros. Tendría una función semiótica de transportar y transferir significado.
El santoral es una manifestación clara de que Zygmunt Bauman acierta como siempre. En países como España cada día del año se ha dedicado a uno o varios santos. Era -y es- la manera de recordar a los individuos la existencia de la Iglesia. Umberto Eco ha destacado desde hace mucho que la Iglesia Católica ha sido la primera gran empresa publicitaria poderosa en la historia universal: ha dejado diseminados por todas partes signos de su existencia. Se trataba, casi, del primer "persuasor oculto" lanzando mensajes subliminales: Santo Grial, Reyes Magos, Sábana santa, Catedrales, ermitas, catecismos, santoral diario...
Con el proceso de laicización del Poder la empresa comunicativa es empleada por los nuevos detentadores civiles: cumpleaños del Rey o del tirano, nacimiento de su sucesor, día de la Nación, día de la Patria, etcétera.
Tras la revolución industrial, había que glorificar también al trabajador en orden a mantener la pacificación social y de ahí surge el día del trabajo en el santoral religioso, casi, casi Santa Huelga.
Para el usufructuario de esta tribuna alta preferencia, el 1 de mayo evoca demostración sindical (el Bernabeu lleno de catafalcos y empalizadas y grupos de coros y danzas regionales), manifestaciones y carreras callejeras ante fuertes contingentes de grises traídos de otros lugares de España; era un día de semi-estado-de- excepción- y amenaza de no televisión en directo de la sesión continua del correspondiente partido de Copa de Europa y una corrida de toros . Por supuesto en mi recuerdo de infancia asocio el 1 de mayo a lluvias y fiestas en la pedanía de Las Matas pasadas por unos indefectibles aguaceros primaverales.
Pero hoy las cosas han cambiado mucho. La Conferencia Episcopal traslada frecuentemente al santo de una fecha a otra; la revolución industrial es un lejano recuerdo peleontológico y -desgraciadamente- el trabajo se encuentra en franca retirada o muy amenazado en sus elementos esenciales, al menos de momento. Sólo se mantienen las fiestas de Las Matas, que ya no es una modesta y alejada pedanía sino un barrio de Las Rozas, de los llamados de aluvión con unas fiestas muy masificadas y agobiantes. El 1 de mayo, pues, ha quedado reducido a su función comunicativa ("repetir, repetir, género candongo" dicen los jugadores de dominó) para que los sindicatos puedan presentar en sociedad a sus embajadores luciendo sus mejores galas arregladas pero informales. Al observador distante le parece una fiestecilla interna de unos pocos -pero abundantes en términos relativos- firmemente aferrados a sus privilegios y sinecuras. Pero ninguno nos alarmarnos ya. La productividad no se ve afectada por mantener esta fiesta primaveral. Y casi siempre viene bien un día de asueto aunque cierren las grandes superficies comerciales.
Zygmunt Bauman afirma categóricamente cuando habla de cultura que "en su función comunicativa (como objetos o hechos que estructuran la situación en la que aparecen) los signos son siempre arbitrarios. Lo curioso es que para la gente "adecuadamente culturizada", para la gente que puede moverse con facilidad y sin cometer errores en un mundo moldeado por determinado código cultural, esos signos no paren, en absoluto, ser arbitrarios". Pues vaya lío en este 1 de mayo.
Y en el horizonte de la efeméride, el gobierno asediado por su propia incompetencia, enseña a la sociedad su particular "Fronda" de estructuras administrativas. Nada nuevo. Basta acudir a la voz reforma administrativa en el diccionario de los políticos del alicantino Juan Rico y Amat para intentar entenderlo y terminar con una sonrisa desencantada. Hoy y en el siglo XIX. Pero eso es otra historia. Hoy es San José Obrero y Santa Huelga.
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