No ha dormido bien este fin de semana el viejo Gil. Le ha invadido un desasosiego que impedía una cabal relajación. Y a la edad tardía es principio elemental intentar dormir si no como un bebé sí, al menos, como una marmota. Durante estos dos días feriados, a este devoto seguidor del Santo Padre Luis Landero recurrentemente le punzaba el alma la posibilidad de haber sido poco caritativo con don José Luis Rodriguez. No "el Puma", sino Zapatero. No el sex-symbol venezolano de atildada melena cana, sino el vallisoletano de arqueadas cejas. No el actor de telenovelas, cantante y empresario, sino el que ha llegado a ser quinto presidente constitucional español. Aunque, ahora que lo pienso detenidamente, hay muchas similitudes entre estos dos colombroños. Parece que los dos van (o han sido considerados por las damas) de "guaperas" y que los dos tienen el punto cenital de su carrera en el mismo punto: en la Nada. A la primera de las similitudes este Gil ha de recurrir a una anécdota contada por su ortónimo: allá por el lejano 1987 una Fiscal de León - a la sazón compañera de estudios de Derecho- le indagó razón sobre un diputado con ese nombre "que -según mantenía la Fiscal- era muy guapo". El ortónimo interpelado por la representante del Ministerio Público no se ha caracterizado nunca por detener su mirada en otra belleza que no fuera la de las mujeres o las bellas artes, por lo que quedó tan desconcertado que no supo aportar dato alguno. En cuanto tuvo ocasión acudió al Manual del Diputado y vió la fotografía, sufriendo la decepción propia de quien no gusta del sexo masculino. Cuenta el ortónimo que, andando el tiempo, hubo de trabajar con el diputado por León en el ámbito de la comisión de Administraciones Públicas cuando éste sustituyó en esas responsabilidades a otro de la circunscripción de Salamanca, de primer apellido Caldera. No parece que que los conocimientos jurídicos y administrativos del diputado dejaran excesiva huella en el ortónimo que cuenta la anécdota. De la condición de "guaperas" del cantante venezolano ahorrará este Gil detenerse; valga evocar cómo le perseguían sus fans por todo el mundo. Ambos se encuentran curiosamente unidos, además, por la Nada. El cantante venezolano-estadounidense alcanzó gran éxito con la canción Dueño de Nada, mientras que el vallisoletano-leonés ha sabido sacar rendimiento a la Nada para alcanzar el poder. La Nada, por ende, ha caracterizado sus dos etapas de gobierno.
Pero a lo que iba; que este Gil tiende a perderse en rodeos innecesarios. Como queda dicho, un cierto amargor ha aquejado al usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia a lo largo del fín de semana. El simple indicio de haber podido hacer leña del árbol caído perturbaba la hasta ese momento tranquila conciencia de este viejo Dacio. A la edad tardía en la que se encuentra ya no desea combate alguno contra la fealdad material o espiritual humana y mucho menos mostrarse carente de al menos una de las virtudes teologales, perdidas como tiene la fe y la esperanza en muchos ámbitos, pero sobre todo en el institucional público. ¿Me habré extralimitado en los calificativos? ¿Habré atentado a la elemental caridad con un ser humano, por muy mal que lo esté haciendo? se repetía una y otra vez este ex químico y ex viajante durante el fin de semana, en un acto de contrición permanente. A esta edad tardía, en la que se tiende al recogimiento monacal, ya no se desea -si es que alguna vez se deseó- el mal para nadie, ni siquiera para la pornográfica e insultante ostentación de opulencia económica de don Florentino Pédrez, sin duda -dados su antecedentes en la UCD- aspirante a Presidencias mayores.
Dado que es casi unánime el clamor mediático, tal vez haya que levantar el pistón de las imprecaciones electorales o gubernativas en esta Tribuna Alta Preferencia, que no debe de inmiscuirse en el fragor político. Además, entre la bullanga vocinglera en contra del Presidente se detectan también agitadores profesionales de signo político contrario al vallisoletano-leonés. Y ocioso es reconocer que muchísima culpa tiene también la oposición y los oportunistas avispados que viene sacando provecho al expolio del Estado en esta década infame que alcanza naturalmente también al otro partido turnante y a los demás. Hemos llegado a la situación que nos encontramos por una confabulación de factores perversos conocidos por todos. Habida cuenta que en los tres "post" anteriores este Dacio se ceñía a los cuatro elementos de la acción comunicativa (verdad; inteligibilidad; veracidad y rectitud) no existe razón alguna para pedir públicamente perdón por las afirmaciones vertidas, pero sí puede que las haya para descargar a don José Luis Rodríguez del baldón de la completa incompetencia determinante de su única y exclusiva culpabilidad. No. Eso sería decir una media verdad, aquí los culpables son muchos. En rigor, son multitud. La inexperiencia gubernamental y pésimo asesoramiento con el que cuenta pueden servir de lenitivos al Presidente, pero, aun con todo eso, este viejo Gil debe de demostrar que la Tibuna Alta Preferencia imprime carácter, haciendo mantenerse a sus pobladores con una altitud de miras y comentarios proporcional a la altura de la tribuna. Altitud de miras -y de valores- no exenta de caridad, si fuera necesario.
De manera que es dable intentar encontrar una explicación a los descomunales errores de don José Luis Rodríguez en un tiempo trufado de falta de certezas. Indagando en la potencialidad creativa del error, tal y como mantienen los científicos, acaso encontremos razón para justificar los desatinos gubernaqmentales. Vamos a pensar que de las equivocaciones va a cobrar quien diride la acción del gobierno el impulso y la capacidad para una nueva esperanza. Al fin y al cabo ¿no es el modo humano de estar en el mundo un errar entre acciones logradas y malogradas: entre ensayo y error? La edad tardía aconseja desconfiar de la redonda perfección y es posible que el Presidente de los españoles, que ha incurrido en una concatenación grande de errores, no haya incurrido todavía en el error equivocado. Esperémoslo por el bien de todos los ciudadanos. Siendo evidente que no ha dado con las soluciones a los problemas ocultando la verdad, todavía es posible que los graves problemas del país se resuelvan desde la base de la concatenación de errores, manifestando éstos, debidamente conjuntados en un nuevo orden, su faz mas creativa y positiva.
En cualquier caso, esta Tribuna Alta Preferencia debe de estar al margen de la bullanga partidaria o mediática, con las que en modo alguno debe de mezclar su voz. Esa debe de ser la legitimidad de su independencia. Es decir: Se ha de buscar la Aurora, pero se ha de dejar que los muertos entierren a sus muertos.
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Tras la lectura de sus intervenciones anteriores, aunque siempre brillantes –como no podía ser de otra manera- algo ardorosas y airadas (auténtico desconcierto y rabia más o menos contenida, supongo; como nos ocurre a muchos) sobre las recientes y polémicas medidas gubernamentales anti-crisis y especialmente hacia qué débiles colectivos van focalizadas tan drásticas, tardías, unilaterales e improvisadas medidas, no se imagina usted, D. Dacio, cómo me tranquiliza acabar de leer esta última entrada suya sobre las “potencialidades del yerro” y el consiguiente deseo de que aún pueda quedar esperanza de que del error, o errores -por grandes que éstos sean- se pueda aprender, y que hecho ya el mal, cometido el ultraje, se rectifique sobre la marcha en lo posible ajustando en parte lo injusto y atropellado de tales medidas y se corrijan con nuevas y más ponderadas acciones sin que hoy ya nadie dude de que son claramente necesarias. Tan importantes –o más- son las formas como el fondo. En cualquier caso cabe recordar que “Errare humanum est, perseverare autem diabolicum”.
ResponderEliminarMe satisface comprobar cómo usted y su tribuna eligen el camino de la ponderación y el sosiego continuando sin excesos en sus interesantes reflexiones sobre temas de mayor o menor actualidad, pero siempre incisivas y atrayentes para sus lectores. Por cierto, hablemos de éstos últimos, entre los cuales, y como asiduo, evidentemente me incluyo. Última y casualmente escucho con cierta frecuencia –tampoco voy a decir que a diestro y siniestro- comentarios sobre su columna y lo que allí –aquí, más propiamente dicho- se comenta; bien entre conversaciones fortuitas de algunos de mis colegas junto a la máquina del café, bien en la peluquería mientras uno se acicala el poco pelo y la barba que aún le queda, o en la mismísima cola de la oficina pública –o privada- de turno, y no deja de preguntarse por qué tanto lector y algunos seguidores más o menos escondidos, no salen a la palestra e intervienen con sus opiniones dejándolas aquí plasmadas en esta tribuna de altura preferente. ¿Estarán agazapados para saltar en el momento más efectista posible para provocar nuestra sorpresa? ¿Esperarán la oportunidad para emerger en las circunstancias más propicias y dejarnos mal a los que con humildad, asomando la cabecita de entre el común de los mortales, nos atrevemos a intervenir aquí, siquiera de vez en cuando? ¿o sólo es por cierta –o mucha- timidez por lo que no hacen públicas aquí sus opiniones, tan meritorias y respetables como la que más? Opiniones, haberlas hay-las . . . pero siguen escondidas, ¿por qué? chí lo sá?! Ya saldrán, más pronto que tarde, seguro. El oportuno debate que sus doctas palabras nos “provocan” lo agradecerá, pues a veces profundas cuestiones que usted, D. Dacio, nos plantea tenuemente se quedan en la-punta-de-la-lengua y saben a poco requiriendo a gritos un mayor debate sobre la cuestión. Seguidores tiene esta Tribuna suficientes –me consta- como para no caer en la tentación de abrir o seguir debatiendo sobre ello. Todo se andará.
Le agradezco mucho sus nuevas y cadenciosas palabras de aliento, amigo Gruten. Algún dilecto amigo de los Círculos y Ateneos que me precio en frecuentar me ha comentado casi "sotto voce" (como usted diría) que, por sus palabras, se podía colegir que integrase usted la nómina de los " ilustrados". Y puedo asegurarle que mi confidente sí que es ilustrado, con reconocimiento académico incluido. De manera que ambos –mi confidente y su corresponsal de usted- le reptamos partidario, como nosotros, de que la razón se termine erigiendo triunfadora en estos momentos difíciles contra el mal y la injusticia que por todos lados nos acosan. De otra parte, no considero necesario volver a significarle que uno sólo escribe en esta tribuna por agradecimiento al obsequio a forfait de sus familiares y como una disciplina impuesta en la "logoterapia" que comporta.
ResponderEliminarPor lo demás, me ratifico en la opinión de que demuestra ser usted un hombre sensible: ha captado a la perfección, más allá de las palabras, el estado de ánimo que me ha embargado tras despachar lo que me pedían el cuerpo (no; pero no era una defecación, se lo aseguro; era fruto de la consideración más o menos objetiva de los "elementos" en presencia) y esta dolorida alma. Los “excesos”, como usted los denomina han sido fruto de los muchos años en los que Dacio Gil se mantuvo en el espejismo de creer que el ámbito público era eminentemente garantizador de los ciudadanos y que esa faramalla que hemos convenido en llamar derecho administrativo servía para algo, dada la cuantiosa nómina de parásitos que viven de tamaño espejismo. Eppour si muove…
Para el improbable caso que le hubiera pasado inadvertido a su agudo espíritu analítico, he de confesarle que este viejo Gil se encuentra en la actualidad en un proceso idéntico al del párroco de Valverde de Lucerna inmortalizado por don Miguel de Unamuno. Su única aspiración es que no cunda el desánimo, que aún se puede recuperar la aurora: Blasillo debe de ser respetado y reunirse con los demás.
No quiero decir con esto, ni mucho menos, que identifique en usted a Blasillo, ¡Válgame Dios! Usted tiene la estatura de Don Augusto Faroni, el ilustre poeta e ingeniero, del que este Dacio Gil es mero escudero-incitador. Lo que pasa es que Augusto Faroni es singular, único e irrepetible: por eso hay varios… es el ideal idealizado.de la transustanciación cívica.
No quiero sustraerle un minuto más de su atención: no se empeñe en buscar parroquianos que a este Gil le recuerda el papel de la única obra de teatro que ha hecho en su vida. Un papel secundario como corresponde a la enjundia de este usufructuario de la tribuna. Durante un breve instante aparecía dacio Gil en el escenario colegial vestido de ángel y fugazmente se limitaba a decir: Parroquiano, mal cristiano, ven a misa, pues te avisa que ya es hora, mi sonora voz de alado serafín. Y terminaba con un solemne engolamiento infantil: Tin, tin tin…
La conjunción del duende informático y la poca minuciosidad mecanográfica de este viejo Gil, perversamente han trocado el original "reputamos" por el vil "reptamos". Imperdonable. Nada más lejos del ánimo de este su amigable corresponsal que considerarle a usted (ni a nosotros mismos) reptil. Le ruego acepte mis excusas tanto en lo adjetivo (la falta de minuciosidad de quien escribe) como sustantivo (un vocablo que no integra el vocabulario de este Gil).
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