No hay cosa más perversa que intentar meter en un mismo saco elementos diversos y heterogéneos. Terminas confundido por abstracción. Eso es lo que está pasando ahora. Hablar de los funcionarios en general es como hablar verbigracia genéricamente de los cátaros o de los alemanes: poco sacamos en limpio ante tanta diversidad y variedad de contornos. Es tan peligroso e inexacto como afirmar que todos los futbolistas son zurdos o que todos los taxistas sin excepción son políglotas, o, más aún, que todos las Conferencias Episcopales de todo el universo son pederastas o que todos los policías son científicos. Las generalizaciones nunca fueron buenas. Inducen por elevación a la confusión y al equívoco. En la sociedad actual vivimos en un mundo de generalizaciones en las que nunca media la matización o el descenso a un elemental detalle. Lo genérico vende y a lo genérico hay que ceñirse: todos somos consumidores con independencia de nuestras posibilidades de gasto consuntivo. Dentro de la catagoría funcionario -y no digamos de la de empleado público- hay mil y una variedad de personas, regímenes, atribuciones y estipendios. Unos por dificultosa oposición, otros "a dedo"; unos por cuestión de trienios y otros por mera oportunidad; unos de familia y otros buscando si no devenir a mejor fortuna, si, al menos, para tener un trabajo para toda la vida aunque sea por esencia injusto y mal remunerado. Dentro de la rúbrica "funcionarios" se puede decir que hay la misma variedad de tipos que en una sociedad cualquiera (excluyendo, por razones obvias a los bebés y casi a los ancianos, aunque si Zapatero lograse perpetuarse...). Y no digamos tras la llamada transición política (sus famosos bautizos de arrianos del personal de AISS y del Movimiento) y el Estado de las Autonomías (los eventuales, los partidarios, los batallones enteros del "sector terciario" reconvertidos, las afinidades afectivas...). Aunque el traje gris propio del chupatintas se venga desgarrando impúdicamente por todas sus costuras por meter dentro de él un contenido (oportunista o aristocrático, por lo general, pero siempre habrá las honrosas excepciones que legitimarán al resto) superior al continente. Creo que se me entiende...
¿A qué viene todo esto? Pues muy sencillo: a que el Gobierno que nos toca ahora sufrir a los españoles (otra generalización interesada), que se mantiene a flote milagrosa y desesperadamente como un colegio de náufragos cuyos miembros se encuentran asidos como pueden a las astillas de un desvencijado paquebote que hace aguas ante la fuerte tempestad que azota a la Unión Europea, ha decidido meter en cintura a sus funcionarios para aparentar frente a los socios europeos (esa gigantesca aristocracia de Bruselas inmune a cualquier avatar) que se tiene controlada la economía. Nada nuevo, como no cabe sino esperar del aturdimiento de un gobierno tan carente de ilustración y experiencia laboral ( los PNNs de la extinta UCD eran doctos magistrados a su lado) cargado de asesores internos y externos incapaces de avistar otro futuro que no sea el estrictamente electoral intentando paliar la gangrena que se avecina. Y nunca mejor dicho eso de meter en cintura pues estos gobernantes españoles -y su adherencia, la sedicente oposición- no han decidido solicitar de buena fe y con voluntad clara de sus siervos ( la categoría más neutral de servidor es para estos iletrados una antigualla perimida) unos "diezmos" ni tan siquiera sondear la opinión de éstos convocando un referendum meramente consultivo entre los afectados para contribuir a la "reconstrucción" nacional como se hace en los periodos de postguerra (¿pero es que alguién duda aún que estamos en una época literalmente de postguerra?, ¿se debe de explicar a algún desprevenido que los ataques financieros al pelotón perseguidor de la UE - Grecia, España y Portugal- ha sido una guerra en toda regla que necesita ahora políticas de reconstrucción nacional? Tony Judt lo tiene ya explicado) sino que han suprimido manu militari una parte de su sueldo estatutariamente establecido y milimétricamente reglado legalmente. Y el grandísimo Alejandro Nieto toda una vida enseñando que si bien podemos entender que no existen los derechos adquiridos entre los funcionarios, la estructura de las retribuciones si que es intangible porque es reglada. Alejandro Nieto nos viene avisando con su suave voz pero con la clarividencia firme que le caracteriza, de que esto iba a pasar, que cada vez era más inminente. Contra viento y marea, lo viene haciendo desde 1976. Nadie le hacía caso y hete aquí que el lobo, vestido con los elegantes ternos de diseño de Doña Elena Salgado o Doña Teresa Fernández de la Vega, ha anunciado ya sus dentelladas, después de haberse cargado ya otros elementos que parecían distintivos de las instituciones públicas.
Este Dacio sabe por viejo que es sumamente vidrioso intentar discurrir -e intentar que lo hagan los demás- sobre la bondad o maldad de esta medida, ya que sobre la burocracia se escupen buen número de prejuicios y clichés, casi todos grotescos y jocosos. El usufructuario de esta tribuna no va a incurrir en el error metodológico de hacer el caldo gordo a un Gobierno al que considera absolutamente incompetente, demagógico e irresponsable, entrando a defender a los funcionarios. Eso es lo que el Gobierno quiere: que los funcionarios y sus familias (sobre todo los más necesitados, que los hay; y muchos) ladren. Así comienza la campaña de agit-prop diseñada: Pretenden un enemigo interior al que imputarle todos los males. Quieren que se termine diciendo "pobre Zapatero hasta esos holgazanes de funcionarios le siegan la hierba bajo los zapatos". terminará sacando a los sindicatos en la primera línea de fuego para aumentar la confusión e imputarle todos los males a no-se-sabe quién. No, ese no es el camino. No se debe de defender a los funcionarios de manera genérica. Eso es caer en la trampa tendida por estos manipuladores de la Opinión Pública. Para desmontar la celada demagógica del gobierno (con minúscula) es preciso la paciencia del entomólogo trayendo al análisis situaciones concretas, caso por caso.
Dentro de la rúbrica general de funcionarios se encuentran la señora Embajadora y la ordenanza forzada a pluriemplearse; la Inspectora de Hacienda y la encargada de las fotocopiadoras; la Abogada del Estado y la conductora del coche oficial (bueno, ahora no tanto, pues desde esta tribuna se aprecian cada vez más lujosos coches oficiales servidos "llave en mano" por Leasing mercantil con empresas que no van a ver rescindidos sus contratos); el Médico que operó al Rey y la celadora del ambulatorio; la jefa de la policía científica y la policía rasa que patrulla la proximidad; y, así, entre unos y otros, una pluralidad de situaciones diversas. El mundo de los funcionarios es, en fin, tan proteico y multiforme como pensarse quiera...y siempre nos quedaremos cortos en los pensamientos. Como puede imaginarse, una reducción de sueldo no afecta igual a unos que a otros. Ni en términos absolutos ni en términos relativos. No será lo mismo para quien trabaje junto a Zapatero o el Fiscal General del Estado que a la barrendera municipal o la empleada de Correos (en el supuesto improbable de que haya siquiera una que no sea de una empresa privatizada). De súbito se impondrá una ingienería selectiva, tanto menos onerosa cuanto más cerca de la cúspide administrativa, como ocurrió con el cumplimiento de la Ley de Incompatibilidades en la época de Felipe Gonzalez, que terminó afectando sólo al ordenanza que era ebanista o al conductor del PMM que era vigilante nocturno en una obra. Todo esto no es sino el resultado del principio de prelación normativa que se aplica en una eventual colisión de regímenes jurídicos: Siempre prevalece el derecho cínico sobre el derecho administrativo: en este caso será el Derecho Cínico frente al bloque normativo específico de la Función Pública, como gustaba decir al de facto extinto Tribunal Constitucional.
Tenemos un gobierno (siempre con minúscula, para ser fieles a la realidad) en el que priman por gran mayoría los"desempleados". Gente -incluído su propio Presidente- que jamás ha trabajado en sector alguno que no sea la política o los sindicatos (o en su mixtificación el "sector terciario" generosamente subvencionado con los dineros que ahora van a allegar los funcionatas). No hace falta identificarlos. Es más sencillo identificar a los que alguna vez trabajaron en algún sitio. Son pocos y se cuentan con los dedos de una mano. Eso justifica sus arbitristas e incluso atrabiliarias decisiones. Sugiero a los pobladores de esta tribuna alta preferencia que acudan a las hemerotecas y comprobarán lo que pensaba doña Elena Salgado cuando era la mandamás en eso de los Costes de Personal o Ministra de Sanidad. O lo que sabe distinguir el Presidente como universitario sobre régimen jurídico estartutario de los funcionarios y teoría contractual. No digamos que conozcan las cocinas antes de dedicarse a su bien remuneradas tareas frilunas de empequeñecer a los españoles (¡Vaya, otra generalización!) psicológica, económica, política y hasta espiritualmente.
Este saltinbanqui de León y sus acólitas y acólitos, obsesionados como están por los rendimientos (mayormente económicos y no siempre lícitos) de la innovación y de la ciencia deberían patentar ese ingenio que han descubierto a su pesar y que tiene la virtud de que no es un descubrimiento intencionado sino fruto más del error que del azar: El poder resucitar a un muerto. ¿Por qué lo digo? Pues muy sencillo. Las erráticas decisiones adoptadas por estos "desempleados" y "desempleadas"van a conseguir que una disciplina que se descomponía en la Morgue Jurídica y que tenía sin objeto actual de estudio a sus profesores y profesoras fruto del electroschock perpetrado por este remendón y sus ayudantes se va a levantar e incluso puede que eche a andar (si le dejan, naturalmente, esa otra ala devastadora que son los Magistrados y Magistradas Especialistas -?- de lo contencioso-administrativo). En efecto, el Derecho Administrativo, esa rama del Derecho Público hoy inexistente va a tener sus brotes verdes en forma de un aluvión de estudios sobre el estado de excepción permanente (gracias, Giorgio Agamben por ponernos en el camino), el contenido esencial de la relación funcionarial, y el derecho administrativo como garantía frente a las arbitrariedades del Poder. Y habrá que celebrarlo: A partir de ahora o el derecho administrativo es la búsqueda permanente del Santo Grial dentro de un divertimento de salón, o demuestra que hunde sus raíces en la realidad y se muestra de una vez efectivo. Y esta recua de "desempleados" se lo han puesto a huevo a los sapientísmos profesores de la disciplina Derecho Administrativo y a los sedicentes magistrados-Especialistas dentro del elemental sistema de garantías. Y, mientras, la figura señera del profesor Alejandro Nieto -a la que alguien debería ya erigirle un enorme monumento e incluirlo en el santoral cívico por la clarividencia, perseverancia y lucidez demostradas contra viento y marea- de seguro que habrá dibujado la mueca que suelen hacer los auténticos sabios a los que las hordas no han querido escuchar.
Sobre este tema volverá más veces este viejo Gil. Entre tanto, encomendémonos al Señor para que el literato por excelencia de la burocracia, don Mariano José de Larra, quede esta vez en mal lugar y el señor Zapatero y su cohorte de desempleados no vuelvan mañana...ni pasado...ni al otro.
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