Tal vez el viejo Dacio Gil debería limitarse a hacer una elegía más o menos ortodoxa por ese aragonés militante que hizo descubrir al usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia tantas cosas sustantivas y adjetivas. José Antonio Labordeta, como todo ser humano, tiene muy marcadas sus etapas vitales, pero el cómputo general de su vida es sumamente positivo, aunque algún claroscuro institucional se vio obligado a asumir. Dacio Gil coincidió varias veces con Labordeta cuando vagaba –era el dulce vagar del que se sabe casi un florero en una institución donde se aplica inexorable la “ley del número”- su campechanos alma y cuerpo. Al final casi pedía perdón por el pendón que debía portar, que no debe de considerarse un demérito a su acrisolada integridad de profesor de los de antes. En cualquier caso el ser funcional también ha de tener su contrapartida retributiva, pues otro, si no, le sustituiría en el quehacer y en Labordeta su aragonesismo estaba por encima incluso de su beligerancia irrestricta con la corrupción institucional y la deriva totalitaria del Estado.
José Antonio Labordeta era sobre todo un luchador a cara descubierta contra el autoritarismo y el desprecio por los elementales derechos fundamentales sociales y políticos. Don José Antonio jamás habría transigido con reducirse a ser un “espectro inofensivo” en esta sociedad de la risa fácil y el escupitajo futbolero. Por eso el mayor homenaje que se le puede hacer es continuar su estela denunciando a los cuatro vientos la deriva totalitaria de esta democracia de salón donde se encumbran los bufones, los prevaricadores y los locos.
En ese contexto hay que traer a esta Tribuna Alta de Preferencia el ominoso ejemplo social de doña Inés María Huerta Garicano que viene haciendo carrera en los intersticios más oscuros de la siniestra burocracia que cobija esos decorados de cartón piedra que son los Palacios (?) de Justicia (?), tal y como han sido desmenuzados hasta el más mínimo detalle procesal o estructural por ese insigne sabio castellano, ese Unamuno del siglo XXI, que es Alejandro Nieto García en su obra memorable (memorable para unos pocos espíritus inquietos y libres, porque la medianía reinante – los bufoncetes y bufoncetas y los humanos animalizados o canibalizados- callan como tumbas moras y tratan de que la descomposición realmente existente no sea conocida por los ciudadanos que sufragan esta inmensa maquinaria podrida desde su base más profunda (nepotismo, venalidad, carreras sinuosas y promoción canapé, politización, ausencia absoluta de especialización etc., etc., etc). El libro La balada de la Justicia y de la Ley es, en efecto, básico para conocer las ratas que libremente circulan por los Palacios de Justicia haciendo “desaparecer” expedientes completos (los "autos" o la "causa" en el pomposo lenguaje forense), o los destrozos de los albañales cuando se colapsan y convierten en inservibles pruebas practicadas con enorme esfuerzo por el abogado honesto y cabal ante la renuencia y las trabas injustificables de la jueza o juez de turno.
Ese espíritu inquieto, cultivado, certero, honesto y cabal que es Alejandro Nieto ya había dado un aldabonazo claro en su último libro (el malestar de los jueces y el modelo judicial pp 90 y 91) sobre doña Inés María Huerta Garicano en relación con los derechos de los extranjeros y otras corruptelas judiciales del sistema. Lo hace muy irónicamente, pero con precisión; y el sujeto es inequívocamente una intermediaria jurídica pública de sinuosa carrera: la ciudadana Inés María Huerta Garicano que se ha creído eso de “la Justicia soy yo” y sojuzga, minimiza, desprecia y “aniquila” no sólo derechos fundamentales sino personas de carne y hueso a los que aplica fórmulas procesales totalitarias (¡fórmulas procesales totalitarias! con la gravedad que ello comporta) sin la menor consideración ni respeto a la dignidad de las personas. Actúa como si su sinuosa carrera administrativa como “intermediario jurídico público” le invistiera del carácter de valedor de quien le paga (¿no le pagamos todos los españoles que nos otorgamos una Constitución para que se cumpla?) o ha consentido que se promueva de empleo a empleo sin el desgaste económico, emocional y de salud que han tenido que sobrellevar los opositores empollones o los verdaderos “especialistas” en Derecho Administrativo. Aunque a buen seguro nadie en la actualidad puede definir de manera cabal qué sea un “magistrado-especialista” de lo contencioso, superando la descripción de Nieto: jueces civiles y penales (y alguna rara excepción de lo social) que huyen de enjuiciar a personas y pretenden blindarse en el “expediente” administrativo. ¿Acaso en el contencioso no se dirimen aspectos nucleares de derechos de las personas vulnerados en los Poderes Públicos? Estas mentes enfermas y cobardes creen que no, aunque con ello estén defraudando a la colectividad. Tratan de juzgar como si estuviéramos en el siglo XIX cuando estamos en pleno siglo XXI: despreciando la Constitución, las Leyes sustantivas y también las adjetivas. Despreciando, por supuesto, el lenguaje, que es su primera víctima, ya que para eludir los mandatos normativos construyen (es un decir lo de construir, cuando lo apropiado sería destruir o deconstruir) toda suerte de falacias gramaticales y argumentativas, elípticas en grado sumo. Y lo hacen con absoluta impunidad corporativa.
Inés María Huerta Garicano es uno de los máximos exponentes (como la desempeñada en el orden penal Berta Santillán Pedrosa o Teresa Delgado Velasco, o en el orden social como Francisco de la Peña Elías) de esta impunidad guatemalteca. Aniquilando derechos y personas a sabiendas, prevaricando socialmente cuando no -será imposible probarlo en el desgobierno judicial imperante- meramente jurídico. Inés María Huerta Garicano es capaz de amañar unos autos manipulando los derechos notificatorios constitucionalmente proclamados por el TC, despreciando no sólo los derechos fundamentales de la persona sino la dignidad de la parte actora que acude al juez para que se restablezca el orden jurídico quebrado en el seno de los Poderes Públicos y las lesiones producidas por la arbitrariedad. Doña Inés María Huerta Garicano sólo parece conocer el lenguaje totalitario del Poder (no en balde ella ha trepado a la sombra de las camarillas del poder y come de la mano de quienes la promocionaron en detrimento de otros más válidos). Se diría que, conocidos por ella en primera persona los meandros de la promoción pública, aspirase a ser Ministra de la Gobernación, como en la época totalitaria de su colombroño.
El viejo Dacio Gil gusta de respetar a las personas, pero de lo que sabe de la ciudadana Inés María Huerta Garicano no merece ésta mayor respeto que el que ella otorga a los ciudadanos y a las Constituciones y Leyes: absolutamente nada. Esta fiscal sustituta (como su hermana) promovida a fiscal de carrera, luego excedente para pasar por no se sabe qué turno a juez y luego excedente para pasar a “magistrado especialista” tiene el muy dudoso honor de que se haya constituido una Asociación para intentar paliar los auténticos “descabellos” que esta ciudadana totalitaria infiere a los justiciables individuales frente a las mafias emboscadas en el Poder Público y económico (sanitario). El curioso lector puede indagar por su cuenta sobre los damnificados de este monstruo jurídico que han tenido que constituirse en asociación para intentar defenderse de sus zarpas inhumanas. Verdadera impunidad guatemalteca.
El viejo Dacio Gil tiene muchísimo daño inferido por la justicia humana pero respeta a las personas en la medida que se hagan acreedoras a ello y hayan demostrado un elemental grado de empatía. Y esta monstruo jurídico y humano no respeta a nadie, sólo parece amarse a sí misma y a su errónea concepción totalitaria del Derecho. Pero nadie con autoridad la ha colocado en el lugar que verdaderamente le corresponde: un loquero, cuidando la tumba de Stalin, o dedicándose a escribir la historia (y los deméritos) del Ministerio de la Gobernación franquista en defensa de las personas y los derechos. Alguien con autoridad debería de apartar de la judicatura a este engendro que no sólo ha hundido la credibilidad del orden contencioso administrativo sino que ha dinamitado la consideración democrática de la sociedad española. De una enajenada que confunde desnudo Poder con Sociedad o derechos fundamentales con sumisión de los siervos del tirano. Un juzgador que manipula los procesos hasta deformarlos no merece que se le trate de probo ciudadano: defrauda a conciencia a los conciudadanos en beneficio de los detentadores ocultos del poder. El viejo Dacio Gil habla con pleno conocimiento de causa. La asociación de damnificados procesales por ella también. Las víctimas de errores sanitarios también. El letrado Antonio de Lorenzo también.
¿A qué viene todo este largo introito del viejo Dacio? ¿Aún no lo saben? No sólo el juez Garzón es un demonio o un trepa (para el que sea tales cosas, que no cabe en este caso generalizar), desgraciadamente la judicatura está –como la sociedad- repleta de incapaces (el viejo dacio conoció del caso de un juez absolutamente incapaz que babeaba y se meaba y cagaba en los pantalones, al que era imposible hacer una sentencia ni copiándola, y se las hacía su padre magistrado para que pudiera eludir los pseudo-controles del Poder judicial y siguiera cobrando la soldada), ineptos, locos o lunáticos. Además de politizados, venales y prevaricadores. De todo hay, como en botica. Hay también jueces que tratan de hacerse famosos con casos más o menos espectaculares como González Rivas o González Navarro, Gómez de Liaño, Gómez Bermudez o el propio Garzón. Buscaron la notoriedad con casos mediáticos y los amplificaron.
En ese pecado ha caído la ciudadana Inés María Huerta Garicano, con el reciente Auto que ha permitido la manifestación de los miembros de un instituto armado interdictada categóricamente ¡por la propia Constitución! ¿Está loca esta mujer, quiere provocar un colapso o añora una asonada o un “putch”? ¿En qué lugar quedan las garantías de la sociedad? ¿La Constitución se puede modificar por el arbitrio arbitrario de una jueza? ¿Está en sus cabales esa ciudadana togada o estará muriendo de soberbia y le importan un bledo los frenos y contrapesos constitucionales? ¿Acaso aspira a pleitesía eterna de los "civilones" para poder transgredir a modo las normas de tráfico o de alcoholemia? ¿O quiere Su Señoría escoltas gratuitos?
Todo huele a podrido o a enajenación mental. La Constitución es clara. Las normas sustantivas y adjetivas también ¿A qué viene esto, pues? ¿Aspira a ser la “Garzona” –los chilenos entenderán lo de “garzona”- del PP? ¿Puede una enajenada hacer un daño social tan gratuito? ¿No sabe que los manifestantes portan pistolas además de bolígrafos y formularios de multas? ¿Desconoce que están al servicio de la sociedad o no tendría razón de existir un instituto armado paralelo a la policía? Alguien ha dejado escrito de la ciudadana Inés María Huerta Garicano que practica el “terrorismo judicial”. No va descaminado, Dacio Gil ha padecido ese terrorismo judicial prevaricador de la ciudadana Inés María Huerta Garicano y nadie se inmuta ante el sinfin de ciudadanos ”aniquilados” por ella. Como en Guatemala, donde también muchos –demasiados- portan armas.
El viejo Dacio Gil no pretende en modo alguno suplantar el blog de SEVACH (contencioso. es) que tan ágil y atinado es. Únicamente pretende decir la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad. En este muy modesto homenaje a un honesto luchador por las libertades ciudadanas como José Antonio Labordeta. Las filas de los luchadores se están mermando mientras crecen las de los indiferentes que cultivan el descompromiso emocional y aceptan la seguridad de una cárcel vigilada por locos, prevaricadores o corruptos. Cuestiones éstas ante las que Don José Antonio Labordeta nunca calló.
De seguro Don José Antonio, fiel a usted mismo, seguirá enseñándonos los caminos de la belleza desde donde quiera que se encuentre. El viejo Dacio Gil, dolorido institucionalmente hasta los huesos como ciudadano y persona, le seguirá esperando en la Venta Amada para departir con usted y dar cuenta de esos garbanzos al alioli que tanto nos gustan a ambos. Aunque la democracia ya no sea lo que debía ser. Aunque la deriva judicial enloquecida nos aniquile sin remilgos éticos ni jurídicos. “Por lo general los jueces son vagos, pero cuidado con las juezas que son temerariamente retrógradas” terminábamos al hablar del desgobierno judicial y la arbitrariedad de los jueces...que también quieren manifestarse e ir a la huelga...
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