El honorable colofón transitorio (la vida de Lou es un hontanar de sugerencias y justificaciones vitales y es imposible encapsularla en unos pocos posts) que este viejo Dacio Gil quiere dar como se merece a la espléndida figura de Lou Andreas Salomé, poniendo al alcance de los hipotéticos seguidores de esta Tribuna Alta Preferencia la nula conflictividad humana de esta mujer que se permitió cuestionar los convencionalismos sociales y el status quo entre los géneros, deberá posponerse de nuevo por mor de un sucedido carabanchelero. Quede apuntado un dato para no defraudar a los impacientes: La solución del embarazoso malentendido parisino de 1884, tras una fiesta dada por la polifacética y cultivada condesa húngara Nemethy (que escribía bajo el seudónimo de Jean de Nèthy) con el dramaturgo y Casanova Frank Widekind ejemplifica bien a las clara el porqué Lou era una Diosa envidiada por la mayoría de las mujeres, tanto de su época como posteriores: feministas, igualitaristas, paritaristas o simples aristócratas de género burocratizadas. Lo aplazaremos sólo por un corto espacio de tiempo, pues hoy la vida de este inválido burocrático forzoso que es Gil se ha visto más turbada que de costumbre por lo que pasará a relatar a continuación y que le ha sumido en una nueva reflexión.
En la mañana de hoy, el usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia debía hacer unas gestiones en el barrio madrileño de Carabanchel y, como siempre, lo hizo en el metro. El viejo Dacio Gil utiliza el transporte público para leer y siempre le acompaña un libro, por lo que muchas veces ni se entera de lo que pasa a su alrededor. Sin embargo hoy veía sospechosamente mucha gente de rojo: camisetas, gorras y banderolas plegadas. Adivinó a ver la parte dorsal de una camiseta con un logo que puede que dijera 29S o acaso 295. No podía ser por el baloncesto y tampoco se trataba de gente muy joven, pero ¿de qué celebración deportiva se trataba ahora?. El viejo Dacio Gil se apeó del metro e hizo su gestión dándole vueltas al nuevo palpitar rojo. Al regresar de nuevo al metro, en otra estación próxima, volvió a ver a mucha gente de aspecto más o menos maduro, además de muchas mujeres. Todos pertrechados con los atuendos y la parafernalia roja pero sin mostrar ni entusiasmo ni rechazo evidente a nada, a ningún equipo, selección o arbitraje: todos con sus bolsas de gorras rojas, camisetas y banderolas plegadas. La edad y los achaques no perdonan ya a este viejo Dacio Gil y tardó bastante en relacionar a los grupos rojos con la futura huelga, que no se sabe si llegará o no a ser general. Desconcertado con la reciente histeria deportiva no pudo asociar a los pacíficos ciudadanos enrojecidos con el hartazgo que suscita el gobierno del gnomo Zapatero y su cohorte de ministras - y ministros- consentidoras del sinsentido general.
Por lo visto, la próxima huelga del 29 de Septiembre (¡a buenas horas, mangas rojas!) se prepara en Madrid en una especie de UTE sindical y hoy tocaba entregar el aparataje a los liberados de UGT, CCOO y tal vez algún otro sindicato más. De ahí la edad de los enrojecidos y sus improntas de segmentación social características. La intendencia de la UTE sindical debía de estar por el barrio de Carabanchel, en Madrid.
El Viejo Dacio Gil no duda de la auténtica necesidad de una general manifestación ciudadana contra el gobierno (¿acaso nos gobiernan? ¿No estamos siendo tratados sólo como simples siervos electrónicos?), pero duda intelectualmente de la necesidad de una huelga en estos momentos en los cuales las fauces más totalitarias de la camarilla del gnomo ya han manifestado sus indelebles efectos. En un régimen tan inhumano como el actual, el disidente (y una huelga general debería ser una manifestación de disidencia, si no es una simple teatralización para facilitar el argumento “ex post facto” de esas chicas y chicos genuinamente totalitarios de que están defendiendo el sedicente Estado de Bienestar) es implacablemente aniquilado y preterido.
A esta señora Salgado (si, si, la jefecilla que fue del 11818, su mayor timbre de honor laboral) no le temblará el pulso para recaudar de los funcionarios huelguistas y aliviar un tanto a las empresas con las detracciones de salarios a sus empleados huelguistas. Únicamente quienes cuenten con caja de resistencia posiblemente no saldrán damnificados; el resto todos. Ni tampoco lo sentirá el señor Méndez que está concebido con material ignífugo desde que se encontraba en el claustro materno de su santa madre, en época en la que su venerable padre era un jefazo sindical en Andalucía.
Posiblemente, pues, la huelga general no pueda ser tal y los convocantes lo saben. Entre parados, jóvenes sin empleo, funcionarios medio-bajos y bajos-bajos expropiados, y trabajadores que el día 10 de cada mes están ya a la quinta pregunta, habrá un colectivo grande que materialmente no puede secundar esta sedicente huelga general que no puede ser tal. ¿Se programa entonces un aborto? ¿Con qué soterrado fin? ¿Acongojar aún más a los trabajadores? ¿Hacerlos más temerosos y conformistas? Todo son incógnitas. Muy graves incógnitas.
Este viejo Dacio Gil quiere ser extremadamente escrupuloso en la reflexión que sigue, por lo que pide por favor que no se le malinterprete en lo que se expone a continuación. Nada más lejos de su ánimo que aspirar a la llegada de un salvapatrias, ni mucho menos a un führer, un duce o un franquito. Sólo anhela la regeneración ética de la vida pública, el restablecimiento de una elemental convivencia que no sea estrictamente recaudatoria como la actual, en el delirio antihumano de estos chicos y chicas paneuropeos de monedero propio e intenciones nada altruistas.
Lo suyo sería que alguien –alguien de reconocido prestigio social- con sentido no ya de la política ni del Estado sino de la civilidad, dimitiera de su cargo y concitara fuerzas para hacer salir a esta pandilla de liliputienses del Estado depredador, del Estado tiburón, en el que se han instalado. Pero nadie se mueve ante la gravedad de los hechos consumados. Parece haber un tremendo miedo a las represalias.
El señor Méndez habla ahora (¡ahora!) de “debilitamiento de la tutela judicial efectiva”. ¿De qué tutela habla? Hace mucho tiempo que la jurisdicción social se ha contaminado del totalitarismo jurídico imperante, y avant la lettre juridique en la llamada organización judicial se vienen despreciando las propias normas vigentes. Quienes deben de aplicar la Ley, desprecian la Ley. No ha hecho falta a juezas y jueces reforma legislativa alguna para hacer desaparecer derechos fundamentales e inalienables: Juezas como las señoras Huerta Garicano, Delgado Velasco o Santillán Pedrosa llevan años aniquilando forensemente derechos y personas en el orden contencioso administrativo. También sus compañeros masculinos, por descontado. Y otros tantos hacen corporativamente igual en cualquiera de los órdenes jurisdiccionales. Impunemente. CGPJ volente. Y sobre estos sinsentidos sólo han rechistado hasta ahora los más selectos entre los intelectuales con conciencia ética y moral como Nieto García, Muñoz Machado, Soriano García y alguna otra preclara voz. Toda esta deriva antijurídica y antidemocrática se viene operando con el consentimiento de este gnomo y su camarilla de ellas y ellos (nosotros les sufrimos) solícitos a reformas jurídicas atentatorias a los derechos humanos más elementales. Y el señor Méndez y los jerifaltes de CCOO sin levantar hasta ahora la voz, pactando “a cencerros tapados” formación, momios varios y hogar calentito ante el frío reinante. Todo es excesiv0, esperpénticamente poco serio, alarmante. El actual Estado tiburón lo han contribuido a hacer crecer también quienes hasta ahora han guardado silencio, como el señor Méndez y sus sicofantes y sinecuristas que literalmente han dejado vendidos a los mismos a los que llaman ahora a la movilización. Urge la desobediencia civil que recomendaba Henry David Thoreau para estos casos. Hay que hacer algo contra el Estado tiburón. Y los viejos intermediarios ya no sirven.
El metro y el transporte público hacen leer, observar y pensar. Grandes sabios como Unamuno, García Calvo, Nieto García o Marquez Cruz, en base a sus sólidas convicciones, jamás han osado pilotar siquiera un seiscientos. No sólo por eso son sabios, naturalmente. Prefieren observar y analizar a dejarse llevar por turbamultas reales o virtuales. El viejo Dacio Gil los admira aunque no pueda llegarles a la suela de sus andarines zapatos. Ese movimiento carabanchelero de hoy de grupitos rojos con sus banderas, gorros y camisetas han hecho pensar a este viejo Gil, trayendo a su subconsciente las tórridas canciones de aquel dúo llamado Amistades Peligrosas. A la vejez viruelas; viniendo a la memoria “estoy por ti”, “me hace tanto bien”, “casi no bailais” o “me quedaré sólo”. Pero el viejo Gil cree que en estos momentos viene especialmente a cuento aquella letra de la canción “el príncipe valiente” que más o menos venía a decir:
Érase una vez un obrero, un albañil
que del trabajo ha de vivir.
Se lo curró, y se ganó un sitio entre la gente
- pala a pala, a golpe de azadón-,
mírale a su edad, un toro, hecho un buey,
artífice de la simiente.
Érase una vez un viejo calcetín
que de monedas yo henchí
me lo pidió, y yo se lo dí, el sudor de mi frente
blanco o negro quién lo va a contar.
Dame la mitad o estás fuera de la ley
partícipe de los que mienten.
¡Insumisión, insumisión, soldado insumisión!
Dirigente delincuente
y volverá mañana volverá
a darnos por detrás.
Tiburón, tiburón, Estado tiburón,
deja en paz a nuestra gente.
Vivirán sin Estado vivirán.
Dejadnos respirar
y no nos van a hacer callar.
Indudablemete, mejor recordar los atributos y circunstancias de Lou Andreas Salomé que tener que pensar en lo que está pasando en este Estado tiburón que sabe ya del contubernio entre huelga y aborto; entre aborto y huelga.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario