jueves, 3 de noviembre de 2011

GOTITAS DE AMOR HELENO.

Por razones variopintas, influidas por su bajo estado de ánimo y la acumulación de varios libros de lectura obligada, el viejo Dacio Gil llevaba un tiempo sin acudir al banco del parque a la trobada de los prejubilados truncos. Acuciado por el anuncio de una semana de lluvias ininterrumpidas ha podido sacar el arranque suficiente para acercarse al banco e intentar malamente excusar sus consecutivas faltas a la troba, habiendo contravenido por ende el juramento hipercrítico. Justa regañina general ha recibido el usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia por sus ausencias, con apercibimiento de haberse perdido enjundiosos debates. En la troba de hoy eran ponentes el doctor don Rubicundo Loachamín, que aún hace algunos bolos en su consulta de estomatología y el antiguo estibador, viajante de comercio y ex púgil de lucha grecorromana Antonio José Bolívar Proaño. Ambos muy leídos y escuchados (además de, un suponer, aplicados) en eso del amor. Sin embargo, el tema de hoy, como no podía ser de otra forma era el referéndum griego convocado por ese político de vieja estirpe con cara de bueno y mirada limpia (tan diferente a los de Rojiquistán).

Dado que los prejubilados truncos estamos cocidos con tanta humillación institucional, ambos ponentes nos han ido convenciendo de que el pueblo debe de poder hablar y dejarnos de tanta hueca tecnocracia de bolsillos llenos y tanto storytelling lanzando historias tan cándidas como indigeribles. En eso lleva razón Cuca –que es considerada miembra honoraria de la troba aunque no de derecho, pues al no ser valenciana y además ser mujer no tiene voto en los encuentros o quedadas del banco de prejubilados truncos, pero su forma de pensar es enormemente reconocida por todos- en que, por un lado, Papandreu parece tener la mirada limpia y, por otro, que la UE es cada vez más una mala comunidad de vecinos, un condominio pretencioso y vulgar, en la que no se convocan juntas generales desde tiempo inmemorial y el presidente y el administrador campan a su antojo en todo mientras los vecinos callan… otorgando quizás con su silencio.

Lo que ha hecho Papandreu es lo que haría un buen marido que nota que la barca de su amor encalló en la vida cotidiana: proponer romper la rutina que mata, intentar eludir el pozo sin fondo, buscar la fórmula para abrir las puertas de la cárcel matrimonial en la que se encuentra con su amor (el pueblo griego). Hasta ahora Papandreu parecía un mero consentidor que comerciaba con su esposa (el pueblo griego) y parece que hubiera dicho sinceramente ¡Basta! Puede que sea una treta como el “OTAN de entrada, NO” de Felipe Gonzalez, pero es una fórmula que otorga voz a quien se le quiere reducir a la condición de esclava (el pueblo griego) sexual o de las otras. En eso el político griego formado en EEUU ha intentado (o aparentado sólo) dar ejemplo de dignidad política y humana ante el holocausto del inicio del siglo XXI.

El doctor Rubicundo Loachamín, que tiene leídos miles de libros de amor, entre novelas y tratados, introdujo este tema con sabiduría: la vinculación del referéndum con el amor y el desamor. Y de veras que parece que lleva razón al ver a Papandreu como un marido que no quiere pasar de moda ni sucumbir a los chantajes del amante impuesto forzosamente a su mujer. Como ejemplo pedagógico “a contrario” esgrime la película de Arturo Ripstein Las razones del corazón, en la cual aparece un realista trío que gira sobre la vida de la bella Emilia, el formado por el amante, el marido y el vecino (¡además de las deudas y la tarjeta de crédito esquilmada!). La parábola que sostiene Rípstein y que hace suya el doctor es que ni por pasiones ni presiones puede el ser humano arrastrarse y terminar perdiendo la dignidad. Ni individual ni colectivamente. En este caso el marido, guiado por su concepción particular del amor, se conforma con procurar una muerte feliz a Emilia. Y acaso eso sea lo que persiga Papandreu: que Grecia al menos tenga una muerte feliz por los disgustos de su pasión europea. O cabe también que, auxiliado por el ya desapasionado amante, intenten de buena fe detener el inevitable suicidio (inducido y colectivo en el caso de Grecia).

Antonio José Bolivar Proaño, aunque más rudo que el doctor, es también un hombre de letras y de músicas, por eso, seducido por los argumentos del docto ponente, sopesadamente dijo que todas esas cosas están contenidas ya en casi todas las canciones de amor de Marcela Morelo como, por ejemplo, Corazón salvaje cuando implora el ¡sacúdeme la vida! y deja de pensar; vamos juntos a gozar, tratando de vencer toda esa locura. También se encuentra en La fuerza del engaño, cuando dice "todos mis temores vuelven a crecer" o en Tu boca, en aquél pasaje, más allá de los besos, que dice: "soy tan dependiente que no puedo creer". En el fondo -sostiene Antonio José y todos le seguimos- Papandreu parece pretender revertir la realidad y que el pueblo le llegue a decir aquello de chispeantes gotitas de amor, que curan todo dolor y le reconozcan que " nuestra vida ha cambiado desde que te conocimos". Y el pueblo griego sólo aspira ya a poder decirle a la UE con el corazón en la mano: Abre la puerta, déjame entrar, traigo un puñado de besos para darte, traigo en las manos mi corazón. El sol sonreirá el día que me quieras, yo sabré esperar.

En el fondo lo que el referéndum traerá es la posibilidad de que el pueblo griego diga con voz atronadora que es un reino pobre, que es la cuna de la democracia pero que los sacrificios de amor no los quiere:
Ay! Pero no, sacrificios de amor,
que me causan dolor, no los quiero.
Dejo este infierno, prefiero el cielo.

Si tú quisieras te daría la vida,
como total entrega de mi parte;
Pero tremendo error cometería,
ya no tendría nada más que darte.
Mi reino pobre por tu pensamiento,
que sólo gire en torno a mi persona.
De tu silencio quiero ser la dueña,
de tus gemidos quien los intenciona.

Si la convocatoria del referéndum griego es sincera, el resto del mundo debería tomar ejemplo de Papandreu intentando rescatar el amor de su pueblo, recuperar la esencia de la democracia ateniense y poder cantar juntos Ponernos de acuerdo sin imposiciones de tecnócratas financieros innominados:

Es casi imposible echarte al olvido,
Es por un motivo, pues, te necesito
El día que pueda tomar mas coraje
Te llamo a tu casa para conversarte

Dame alguna razón,
Yo te daré la mía,
Para ponernos de acuerdo y empezar
Una nueva vida
Dame alguna ilusión
Yo te daré mis sueños
Para ponernos de acuerdo y disfrutar
De los buenos tiempos

En todo momento te encuentro en mis cosas
En todos los ríos, en todas las rosas
Tal vez por vergüenza, o el paso del tiempo,
Ninguno se atreve a hablar sin rodeos

Dame alguna razón,
Yo te daré la mía,
Para ponernos de acuerdo y empezar
Una nueva vida
Dame alguna ilusión
Yo te daré mis sueños
Para ponernos de acuerdo y disfrutar
De los buenos tiempos

...quisiera alcanzar lo que soñé,
Tu sombra y mi sombra otra vez andando juntos
Por el mundo...


Comenzaba a llover ya con cierta fuerza cuando la trobada se dió por terminada. El viejo Dacio Gil se despidió de todos y cada uno de los troberos, y al despedirse de Luis Apolodoro éste le dijo: "Siento un poco de pena. Tenía pensado proponer que cantásemos a capella la canción de Aute Atenas en llamas". El tiempo nos lo impide amigo Luis-le contestó Gil apresurando el paso-, en otra ocasión entonaremos juntos eso de Atenas en llamas contra un Occidente narciso e insolente.

Y el viejo Dacio Gil se alejó a la carrera del parque para no calarse. Mascullaba para sí que los ponentes habían demostrado ser cultivados, pues no era casual que Arturo Ripstein sea mexicano y Marcela Morelo argentina. Conocedores ambos de mordidas y corralitos... destacando cada cual las bondades y las aristas del amor. Como la democracia.

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