No quiere el viejo Dacio Gil, tras el último post, ser tomado como primatólogo de carrera por la inquietud que siempre le ha animado por intentar comprender los impulsos del llamado “animal racional” comparándolos con el del resto de sus hermanos animales, dado el desprecio que rezuma el engreimiento humano.
La recopilación de datos emprendida por este viejo durante años no puede confundirse con la verdadera vocación de investigador moral privado de las conductas de los seres humanos: de Auschwitz al CSIC; desde el amor al Mobbing y cualquier otro tipo de violencia humana ya particular ya institucional.
Para no cansar al eventual curioso seguidor de este blog, se aportan únicamente tres elementos de autoridad para apuntalar, en abundancia, el tema de que las bestias aman. Y lo hará recurriendo al intelectual más completo (y honesto) del panorama actual del pensamiento de Rojiquistán: Luis Eduardo Aute.
En algún post futuro habrá que detenerse en la impronta indeleble dejada por Eduardo Aute, Carlos Cano y Serrat (también Victor Manuel) en la conexión inseparable de lo social y lo sensible y amoroso. La transición de todos ellos desde la denuncia social a la intimidad del amor, para derivar después a otros aspectos de la vida, han marcado al veterousufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia.
Eso será otro día pues el viejo Gil no quiere alargarse hoy: aportará tres dósis homeopáticas de Aute.
La primera será Ánimo animal:
Cómo has podido, Tú, Ánima pura, crear al animal humano, a tu imagen y semejanza y permitir que se transfigure en esa bestia que me mira en el espejo cada mañana Di, Dios. Ánimo, animal, ánimo, animal, ánimo, animal, ánimo, animal. Anímate, levanta el ánimo, animal, que la Bestia te quiere asesinar y, de puro bestia, no sabe que el Alma que te anima, animal del alma, es inmortal. Ánimo, animal, ánimo, animal, ánimo, animal, ánimo, animal. Animal, si lo que te anima es el ánima, esa cosa tan irracional cómo permites, bestia del alma, que te llaman racional... ¡eso locos! El ánima del Bien, en un rapto de Mal, volvióse animal, mal, mal... Hizo bien mal. La único diferencia entre Ánima y Animal es la L de Líbido... o Lucifer. Ánimo, animal, ánimo, animal, ánimo, animal, ánimo, animal. No existe arriba ni abajo ni delante ni detrás, ni izquierda ni derecha... sólo existe el centro de gravitación animal, es decir: Yo, tú, él... o ella, que ésa es Otra. El agujero negro que separa el animal no humano del animal humano es la reflexión del espejo, a la luz de la noche sin luna, frente a sí mismo. Ánimo, animal, ánimo, animal, ánimo, animal, ánimo, animal...
La segunda será Animal, que complementa a la anterior:
Dibuja el paisaje junglas y jaurías caníbales Light y perros policías... En vista de que se trata de que el pez gordo se coma al pez escuálido y de que el Edén lo pueda devorar únicamente el rostro pálido... quítate el vestido, quítate el desnudo y muéstrame al animal... Suelta, suelta, suelta el animal que llevas dentro y ponte bélica que es el cuerpo un lobo para el cuerpo cuando el alma está famélica... Ánimo animal... cómeme, animal... Ánimo, animal, ámame... Mátame animal... Mi animal. Y suben los hijos de la Media Luna buscando espejismos lejos de sus dunas que abrasan como la sangre que circula por sus venas faraónicas y atacan, sedientos, los nuevos vampiros de la "Ilustración canónica"... quítate el vestido, quítate el desnudo y muéstrame al animal... Suelta, suelta, suelta el animal que llevas dentro y ponte bélica que es el cuerpo un lobo para el cuerpo cuando el alma está famélica... El cóndor volaba libre y sin fronteras mascando las hojas de sus cordilleras y en eso llegó el Gran Águila del Norte y puso coto a sus Hespérides Y la maldición de la Malinche vengará algún día esa efemérides... quítate el vestido, quítate el desnudo y muéstrame al animal Suelta, suelta, suelta el animal que llevas dentro y ponte bélica que es el cuerpo un lobo para el cuerpo cuando el alma está famélica...
Y como estético colofón –lástima que la muy escasa capacidad técnica de este viejo Dacio Gil no le permita insertar la melodiosa voz de Aute- el himno humano más primorosamente bello e inteligente jamás escrito y cantado sobre el amor, Me va la vida en ello:
Cierto que huí de los fastos y los oropeles y que jamás puse en venta ninguna quimera, siempre evité ser un súbdito de los laureles porque vivir era un vértigo y no una carrera. Pero quiero que me digas, amor, que no todo fue naufragar por haber creído que amar era el verbo más bello… dímelo… me va la vida en ello. Cierto que no prescindí de ningún laberinto que amenazara con un callejón sin salida ante otro “más de lo mismo” creí en lo distinto porque vivir era búsqueda y no una guarida. Cierto que cuando aprendí que la vida iba en serio quise quemarla deprisa jugando con fuego y me abrasé defendiendo mi propio criterio porque vivir era más que unas reglas en juego.
Ser el único lector (si es que verdaderamente lo hubiere) de este evanescente post tenía que tener premio: Degustar sin prisas el contenido de este himno al amor en el contexto de las preocupaciones que asaltan al ser humano que piensa.
Y un postrer consejo: Para valorar en su máxima expresión estos versos trasladados aquí en prosa, hágase sin falta el curioso lector con estas tres canciones de Aute. Me va la vida en ello escuchada en la melodiosa voz de su autor (o por Silvio Rodríguez) estremece.
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