domingo, 3 de abril de 2011

EN UN PEQUEÑO CUARTO DE UN HOTEL

El reciente concurso de acreedores de la empresa "Talónhotel" ha pillado por sorpresa al viejo Dacio Gil. No lo esperaba a pesar de tener claro que Rojiquistán es un monumental concurso de acreedores. Pero en eso de los viajes y los hoteles la verdad es que no lo esperaba. Y ocho millones de euros de deuda a proveedores es mucha deuda. De repente, como por arte de magia, en Rojiquistán no paga nadie y todo el mundo acepta quitas y hasta la calle pura y dura.

No es extraño que los poseedores de talones se hayan aprestado a reservar hotel en donde sea con tal de no comérselos. Incluso en su misma localidad sin mediar viaje. Otros se lo habrán ofrecido a familiares y amigos. E incluso los habrá habido que hayan intentado pecar con alguien por aquello de amor-tizar el desembolso: marcar un corazón con tiza en la pared de la empresa concursada omitiendo los nombres de los afectados para no ser descubiertos.

La verdad es que un hotel ha sido muchas veces nido de amor. Amor y localización que ha sido inmortalizado en el cine, donde ocupa lugar destacado la película El graduado, donde casi en la primeras secuencias el joven graduado Benjamin tiene su encuentro con la señora Robinson (inmensos Dustin Hoffman y Anne Bancroft) en un hotel bajo la música de fondo de Simon y Galfunkel. También ha sido recogido en diferentes canciones de alcance internacional: Chelsea Hotel, de Leonard Cohen; Hotel California, de Eagels; Broadway Hotel, de Al Stewart; Blue Hotel,de Chris Issak; o Heartbreak Hotel de Elvis Prdesley.

En España, el duo Amistades peligrosas ha inmortalizado el tema del hotel en la canción estoy por ti ("citándonos a ciegas en un viejo hotel"). Sabina dedicó un disco al hotel, Hotel dulce hotel ("hotel, dulce hotel/ hogar, triste hogar"). Serrat también habló del hotel en Mirame y no me toques ("Y le ofreció la aventura vulgar del enredo en un cuarto de hotel./Amor no es literatura/ si no se puede escribir en la piel"). También lo hizo Perales, aunque referido a la boda ("Gran hotel, comenta una/ Gran hotel, otra sonrisa En la boda").

La verdad es que que, por sorprendente que pueda parecer, el concurso de Talonhotel conduce al mundo del amor. Al amor de los amantes, de las aventuras de fin de semana. También al amor de los que carecen de pisito de soltero. Dicen que los jóvenes se prodigan los fines de semana en las ofertas de los hoteles con bonos como los de la empresa consursada.

El viejo Dacio Gil espera que el concurso de acreedores no se cobre nuevas víctimas inocentes, que los poseedores de buena fe de los talones de esa compañía no se vean perjudicados económicamente por sus desembolsos anticipados. Ojalá sea así. A ellos quiere dedicar el viejo Dacio Gil aquella añeja canción de Victor Manuel, de 1971, que tanto representó para una generación de jóvenes que aspiraba a acceder con ilusión tanto a la democracia como al goce físico amoroso:

Habría que saber
por qué nos insultamos la primera vez
que alguien nos presentó;
por qué cenamos sin mirarnos
en la mesa donde estaban mis amigos;
hasta que un ángel pasó en silencio
y nos miramos escuchando a los demás.

Habría que saber
por qué nos abrazamos la primera vez
bailando una canción de amor;
si lo nuestro era apenas un deseo;
una pendiente para dejarnos ir;
para encontrarnos; y después
guardar tu nombre entre otros nombres de mujer.

Y habría que saber
por qué bebí la noche jugando con tu piel.
Y habría que saber
por qué razón del mundo me olvidé;
entre fatigas breves;
entre una luz rojiza y unas flores de papel,
en un pequeño cuarto de un hotel.

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