jueves, 7 de abril de 2011

CUANDO PIENSO EN FERNANDO SE ME PONE DURA; CUANDO PIENSO EN LOU YA NO SE ME PONE DURA.

No debe de ni inquietarse ni alarmarse el seguidor regular de esta Tribuna Alta Preferencia: ni el viejo Dacio Gil sorprende a todos saliendo extemporáneamente del armario, ni tampoco sufre un súbito y profundo desamor por su amada Lou. A su edad y con el peso de su carne y osamenta el viejo Dacio Gil no es ya móvil como la pluma al viento. Falto de movilidad desgraciadamente en lo que a agilidad toca pero inamovible a plena conciencia en cuanto a convicciones y amoríos. Lou no debe de preocuparse, pues no se esconde tras la sombra de este Gil ni un bujarrón, ni un pederasta ni siquiera un gay. Pero sí, Fernando, Don Fernando si que se la pone dura al viejo Gil, pero dura en el sentido intelectual o sensible del término, no en el sexual. Por contra Lou sigue siendo Lou para el veterousufructuario de esta Tribuna: la Diosa, la mujer amada por todos los hombres. Dura, claro que dura.


Fernando y Lou no tienen paragón y coinciden en sus rasgos de personalidad. De Lou el profesor Biedermann dijo que poseía la pureza y candor de una niña y, al mismo tiempo, una fuerza de voluntad y un temperamento nada nada infantiles, ni siquiera, femeninos. Fernando, por su parte dice de sí mismo: “no encuentro dificultad en definirme. Soy un temperamento femenino con una inteligencia masculina. Mi sensibilidad y los movimientos que de ella proceden, y es en esto en lo que consisten el temperamento y su expresión, son de mujer. Mis facultades de relación –la inteligencia y la voluntad, que es la inteligencia del impulso- son de hombre.” Sería ortodoxo decir que ambos fueron singulares, pero no menos atinado es reconocer que tanto una como otro fueron realmente plurales. Plurales por razones obvias.


La rúbrica del post es una especie de juego. Aprovecha unas primeras estrofas de una vieja canción de Georges Brassens, titulada Fernando, para emparejar a dos hitos de la época. Ambos unidos, como recientes investigaciones han puesto en evidencia, al filósofo Friedrich Nietzsche:
Une manie de vieux garçon/ Moi j'ai pris l'habitude/ D'agrémenter ma sollitude/ Aux accents de cette chanson Quand je pense à Fernande/ Je bande, je bande/ Quand j' pense à Felicie/ Je bande aussi/ quand j' pense à Léonor/ Mon dieu je bande encore/ Mais quand j' pense à Lulu/ Là je ne bande plus/ La bandaison papa/ Ça n' se commande pas.


Naturalmente a quien quiere refirse este post es al grandísimo autor del drama em gente, ese genial pensador y poeta en prosa y en verso que es – pues siempre estará presente junto a su larguísima cohorte de heterónimos- Don Fernado Pessoa. Y, básicamente, se refiere a él por dos razones; 1) la reciente aparición en España de un libro colectivo titulado El pensar poético de Fernando Pessoa (Ed. Manuscritos); 2) la aparición en Brasil de polémica nueva biografía de Pessoa escrita por J.P. Cavalcanti Filho.


En los momentos actuales se está descubriendo el valor del “oficinista comercial poeta” en su vertiente de filósofo y sociólogo de la política, pero Don Fernando Pessoa siempre estará actual, es intemporal. Y hoy más que nunca por el juicio que emitió sobre los consejos de ministros (o Gobiernos autonómicos), la propia democracia y la ideología de los banqueros. Vayamos por partes.


Respecto al Consejo de Ministros, Pessoa, que era un gran conocedor de la masonería y el ocultismo, lo calificó como sociedad secreta al referirse al ministro portugués José Cabral: “la primera sociedad secreta –dijo- es el Consejo de Ministros”. ¿Acaso no ha reparado el curioso seguidor de esta Tribuna que esa afirmación cuadra perfectamente con lo que está pasando en el caso EREs del Gobierno de Andalucía? En realidad, Pessoa era un hombre prural que casi nunca estaba de acuerdo consigo mismo: él mismo junto a sus heterónimos podría constituir sin duda un juicioso Consejo de Ministros. No en vano dejó escrito aquello de “Crear en mi interior un estado, una política, partidos, revoluciones; y que yo sea todo eso, que yo sea Dios en el panteismo real de este pueblo-yo, la esencia y la acción de sus cuerpos y de sus almas, de la tierra que pueblan y de los actos que cometen. Ser todo, ellos y no-ellos. ¡Pobre de mi! He aquí un sueño que no puedo realizar.” Irónicas bromas aparte, quien quiera profundizar en las reflexiones de Don Fernando puede encontrarlas en la recopilación de Florencia Preatoni Escritos sobre sobre masonería y ocultismo (ed. Alfama. Málaga). Profundizando o no, quédese el lector con otro aforismo que parece pintiparado para la España de hor: “Estoy en contra de todo lo que se parezca a una camarilla o a una secta...” ¿Es acaso inactual?


En cuanto a la democracia, es sabida la decepción generalizada que surge hoy al considerar las democracias realmente existentes y sus perversiones. Pues bien, Don Fernando en carta datada en 1931 a Gaspar Simoes dice: “Me pasmo hoy –me pasmo con horror- de cuánto admiré –sincera e inteligentemente- hasta cumplir 30 años, el pasado y el (entonces) presente de la literatura internacional. Esto me sucedió tanto en la literatura como con la política. Me pasmo hoy, con vergüenza inútil (y por ello injusta) de cuánto admiré la democracia y creí en ella, de cuánto creí que merecía la pena hacer un esfuerzo en pro de esa entidad inexistente llamada pueblo, de cuán sinceramente, y sin estupidez, supuse que a la palabra humanidad le correspondía un significado sociológico y no la mera acepción de especie humana”. Claro, Pessoa es un aristócrata de la palabra y de la vida. Pero su apreciación es, con bastantes cautelas para no caer en infundados clichés idedológicos, razonablemente atinada hoy. Tanto lo es que en Mexico, donde Pessoa está de moda, se han recopilado sus reflexiones en un librito titulado Contra la democracia, el mismo título de un reciente estudio sobre el pensamiento político de Nietzsche (Ed. Montesinos).


¿Qué decir de los bancos, cuando hoy los mandarines de la globalización son los señores de la banca? ¿Se anticipó Pessoa en 1922 al siglo XXI? Pues el “supra Camoes” en esa fecha escribió su librito El banquero anarquista que no es un tratado de nuevos actores políticos sino una provocación burlona desde la paradoja que tan brillantemente utilizaba para hacer pensar sobre el banquero “gran comerciante y notable estraperlista.” Se trata de una sátira y no de un tratado de nueva economía única. Es la concreción de una mística anarquista: no cree tanto en la política como en el carácter civilizacional. Y el banquero anarquista está escrito por el mismo autor –aunque es más cabal decir los mismos autores, dada la pluralidad de don Fernando- que en el manifiesto antipaganista había dejado sentado algo que escandalizaría hoy a muchos: “Nosotros, neopaganos portugueses, rechazamos totalmente la obra cristiana, tanto en su forma como en sus formas indirectas: las democracias, todos los modos de gobierno no aristocráticos, todas las formas humanitarias, el feminismo, el vegetarismo, el antialcoholismo, el antiviviseccionismo, y tanto el principio pacifista como los imperialismos al uso.” Don Fernando y sus heterónimos y proyectos de tales, excitaban. Provocaban la reflexión pareciendo solemnes con unas figuras de lenguaje excepcionales.


Viene a cuento este primer post sobre Pessoa –más adelante habrá de venir otro sobre su concepción del amor y sus cartas enamoradas- por las dos razones apuntadas al principio. Por un lado el libro colectivo El pensar poético de Fernando Pessoa que descubre el aspecto filosófico del pensador-poesta. El viejo Dacio Gil recomienda especialmente el trabajos numerado con el 1 (Pedro Martín Lago: La dimensión filosófica de la poesía de Fernado Pessoa) y el que lleva el ordinal 9 (Nuno Ribeiro: ¿Cómo visten las instituciones con nuevos instintos al “animal humano”?- La “segunda naturaleza” en Nietzsche y Pessoa”).


Por otro lado, el escándalo que producía una noticia periodística (El País 27.3.11) titulada Un Pessoa “sin imaginación y gay”, según una nueva biografía. En ella se registran 127 herterónimos en vez de los 77 reconocidos hasta ahora. Parece que en la misma se le presenta como un homosexual carente de imaginación y capacidad creativa (¡Madre mía! ¡Cerencias que trata de endosar el autor al mayor creador del siglo XX! ...sobre la base de conjeturas extraídas de entrevistas) que llevaba una vida anónima y limitada (una obviedad enjundiosa). Parece que la nueva biografía afirma que con Ophelia “nunca tuvo relaciones sexuales”. Sobre esta cuestión el viejo Dacio Gil se detendrá en un siguiente post y habrá razones para dudar. Falta decir que Fernando Pessoa, casi una biografía está escrita por un famoso abogado miembro de la Academia de las Letras de Pernambuco (Brasil) , Jose Paulo Cavalcanti Filho. Habrá que seguir la pista a esta biografía que, por lo que ha trascendido por la prensa, es difícil que mejore las habidas en la actualidad, con el español Angel Crespo a la cabeza.


Si algo caracterizó al gran Fernado Pessoa es la manera en la que oscureció e hizo poliédrica su vida de oficinista de comercio tras la que se escondía un auténtico genio.


Pues sí. Fernando pone al viejo Dacio Gil. Muy especialmente su Libro del desasosiego es una maravilla de figuras de lenguaje que suscitan miles de pensamientos. ¡Puros, siempre puros! ¡Estéticos, sublimenente estéticos!

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