domingo, 19 de junio de 2011

SOMOS DOS, SOMOS TRES, SOMOS MIL VEINTITRÉS...

El viejo Dacio Gil tiene hoy, más que nunca, necesidad de besar en un inextinguible abrazo. No puede ser verdad lo que lee y relee en correos electrónicos y en los diarios. Nos hemos convertido casi todos en una pandilla de verdugos voluntarios puesto que hemos despreciado por pacata aquella teoría de la “banalidad del mal” de los funcionarios fascistas. En la actualidad hacemos daño para intentar salvarnos de esta barbarie liberal que nos oprime con papel celofán, oficinas de derechos de consumidor, y defensores varios (de los accionistas, de los cuantacorrentistas, de los lectores, de los acosados institucionalmente en las administraciones públicas -Mobbing-, de los vecinos...). Incluso aquella entelequia a la que dábamos la denominación de Defensor del Pueblo ha devenido inservible e innecesaria al haberse segmentado el abstracto pueblo en diferentes líneas de consumo cada una con su (también inservible e inefectivo) "protector" específico, siempre generosamente remunerado. Hoy todo son huecas e irresponsables Agencias de Calificación, de Certificación, de Protección, de Regulación, de Vigilenacia y Control que nadie sabe qué califican, certifican, vigilan, protegen, regulan o controlan. La irresponsabilidad organizada y generosamente subvenida económicamente, tanto en blanco como en negro. Agencias y Defensores son simples lenitivos para seguir teniendo en la inopia a los de siempre, a las mayorías, quienes no están en la pomada del reparto de sinecuras y grandes beneficios especulativos.

Un sistema político absolutamente desacreditado por todos los costados es el reflejo de esa lacerante realidad. El tema es sangrante pero nadie se atreve a levantar la voz más allá de las abstractas consideraciones de los periodistas instalados que viven por encima de la media de la sociedad y temen perder su estatus y sus gabelas: hay muchísima corrupción en la prensa; más de la que se piensa. En esa prensa que ahora manifiesta su incomodidad con los indignados, esa selecta minoría de jóvenes que levantan su voz en las plazas ante el silencio estruendoso de las tribunas públicas, reducidas a fuegos de artificio enmascaradores de la realidad. Ya les molestan los indignados, pues temen que una auténtica primavera hispana consiga remover esa aristocracia de servicios que tanto ha contribuido a fomentar el PSOE y sus compañeros de viaje IU y determinados partidos regionalistas al intentar ser como los dueños del país de toda la vida y su Movimiento Nacional polea de transmisión. Mediante la trampa del consenso han terminado por narcotizar a toda la sociedad que parece aceptarlo de buen grado. Unos pocos jóvenes decentes han asumido los llamados de ciertos abuelos (Hessel, Sampedro, Morin y otros) para intentar desbancar a esta gerontocracia de PPs , PSOEs, CIUs y demás aparatillos financiados por la Ley Electoral. Todos son la misma cosa y se sirven de la prensa afín para que la realidad llegue convenientemente deformada a nuestra percepción.

Es evidente que hoy el viejo Dacio Gil está caliente. Está indignado. Le duele este circo institucional –y a la par vergonzante- que es España: del Rey abajo ninguno. No se salva ninguno. Ni siendo extremadamente magnánimo y benevolente se salva ninguno. Todos han participado de buenos trozos de pastel cuando las vacas eran gordas y sus ubres surtidores, mientras ahora, según nos dicen, han aparecido de súbito las vacas flacas que ya no dan leche y los cráteres del cataclismo provocado por ellos se tragan todo lo tangible. Con esos señuelos quieren socializar las responsabilidades y compensar los descubiertos sacándoselo a los honrados. Zapatero y Salgado son como El Pernales o Luis Candela. Palabrería, infértiles pajas mentales mentirosas, maniobras de distracción mientras ellos se lo siguen llevando en sacos grandes poniendo caras de circunstancias y aduciendo enfermedades imaginarias.

¿Desvaría Dacio Gil? ¿Está aquejado de tremendismo? ¿Acaso no es que vea la botella medio vacía sino que, debido al calentón, la percibe como un colador reseco por el que hace mucho tiempo no pasa líquido alguno? Pues no. Simplemente traduce la realidad que percibe y le cuentan:
a) Una administración pública repleta de verdugos voluntarios dispuestos a liquidar a sus compañeros (y a ciudadanos nobles, por supuesto) con tal de salvar sus particulares canonjías públicas... y seguir permitiendo que las empresas contratadas por servicios se lo lleven crudo mientras los trabajos contratados -e incumplidos en los términos y plazos pactados- son obligados a terminarlos por los funcionarios a los que se descuenta (en rigor, se sustrae) para enmascarar la ineficiencia económica, el trabajo informal sumergido y la incuria recaudatoria. No cabe ocultar que hay mandos intermedios en las administraciones que colaboran en esta corrupción sin pestañear obligando a los funcioonarios de base a cometer prevaricación económica. Esos mandos intermedios saben que hacen mal a otros seres humanos, que se deshumanizan a diario. Pero actúan como colaboradores necesarios en la deshumanización imperante con tal de que no les quiten a ellos su escaso bien. Aunque lamiendo no se engorda, es reflejo de la vida misma; de la historia del ser humano y los totalitarismos. El efecto Lucifer descrito minuciosamente por Philip Zimbardo: el acceso a la maldad de los mediocres. Lo que ya nos contaron Victor Klemperer en sus diarios y Vasili Grossman en sus relatos y crónicas: el sedicente “ser humano” en los momentos de crisis que de lo primero que se desprende es del sentido humanitario.
El viejo Dacio Gil conoce verdaderos funcionarios y funcionarias honestos y eficientes que en estos días están siendo acosados sin justificación alguna por comisarietes de tres al cuarto. Jefecillos que hacen el juego a los totalitarios y a sus mendaces excusas para liquidar a los que resisten en la honestidad. Esa calaña de sicarios voluntarios termina siempre justificando las muertes civiles. Con indiferencia moral. Con inhumanidad rastrera. Pero eso sí: invocando siempre la productividad, la eficiencia, la responsabilidad y el compromiso en el trabajo. Las martingalas de siempre: el homo homini lupus bajo el ropaje de racionalidad. Como en Auschwitz, Dachau, Mathausen, Katyn y otros lugares de exterminio.

b) Una prensa cínica, afectada y vendida que airea a los jóvenes indignados de manera folclórica pero en cuanto perciben que el movimiento de resistencia activa y rebelión cala entre los más solidarios echan el freno de los reconocimientos sociales a ese movimiento espontáneo. Se someten a la tiranía del statu quo de los propietarios de los medios, de los beneficiarios directos en el trinque y de los “infiltrados” (hay mucho que hablar de los “infiltrados” con NRP que conducen ciertas manifestaciones hacia la violencia para que luego puedan ser repudiadas estas rebeldías que cuestionan la raíz de la corrupción moral de un sistema infecto; no es un fenómeno nuevo ni reciente; está en la esencia misma del hombre, de la sociedad).
A los diarios ABC y La Razón le molestan los indignados ahora que esos medios acarician la posibilidad de que se instale en el país un liberalismo rampante también en lo político. Ahora sin la careta socialdemócrata. Los diarios La Vanguardia y El País, en cuanto ven que se les escapa de las manos su intento de manipulación de las manifestaciones populares, prefieren –como hacen también sibilinamente los sindicatos- diferir la angustia para cuando se acerquen las próximas elecciones generales, esperando a ese momento para dar sus dentelladas a la tarta instrumentalizando el movimiento ciudadano de repulsa. Mientras tanto, siguen con una tibia y medida ambigüedad lingüística. El Mundo juega a imponer distancia con el movimiento custionando su espontaneidad una vez y vitoreándole otra. Público, por su parte, sigue manteniendo relativamente vivo el fuego del 15 M pero le gustaría “racionalizarlo” a la francesa (ergo, descafeinarlo para su ulterior completa utilización electoral). Agit-prop pero "racionalizado", o, lo que es lo mismo, instrumentalizado. En todos estos casos no se trata verdaderos intereses de los ciudadanos sino los estrictos de quienes sostienen a esos medios y a la casta política devenida en Movimiento Nacional que sólo representa a los Lobbies económicos. Hoy han quedado completamente obsoletas aquellas estrofas de Horacio Guaraní de Si se calla el cantor se qudan solos/ los humildes gorriones de los diarios/ los obreros del puerto se persignan/ Quién habrá de luchar por sus salarios/(...) Que no calle el cantor porque el silencio/ cobarde acalla la maldad que oprime/ no saben los cantores de agachadas/ no callarán jamás de frente al crimen.

c) Pero el veterousufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia debe de reconocer que se encuentra bajo el influjo de ese estremecedor documental titulado Inside Job. El viejo Dacio Gil acudió a verlo encarecido vivamente por una persona sumamente sensible y preocupada por los seres humanos: esa persona acertó de pleno con su sugerencia. Dado que esta película no se publicita comercialmente, es imprescindible el boca a boca para destacar sus virtudes. Es obligado recomendar su visionado aunque duela, como duelen determinadas conductas de concretos seres humanos que tratan de esconderse en la irresponsabilidad organizada.
Vaya a ver Inside Job quien esté preocupado por la deriva financiera y sus durísimas consecuencias sociales (el equivalente moral a una guerra) aunque sólo sea, de entrada, para practicar la escucha del idioma inglés y para hacer un test de agudeza visual, pues los subtítulos del film en blanco son bastantes veces ilegibles cuando la película tiene también fondo blanco. Lo demás llegará por añadidura. La crisis financiera (?) de 2008 resulta demoledora psicológicamente vista en retrospectiva: se aprecian las múltiples heridas de hoy y las que vendrán mañana con el comportamiento de los políticos y los Lobbies. Hay que detenerlo ahora o nunca será ya posible. Resulta imprescindible hacer algo. Algo que vaya más allá de lo que ofrecen los partidos autodenominados de izquierda y las soluciones socialdemócratas. Huir de las mentiras oficiales y de sus voceros, prestidigitadores y demás manipuladores sociales. Hay que rebelarse no ya sólo por el bien de la sociedad en su conjunto sino por nosotros mismos y nuestras familias en particular. De no hacerlo con decencia, llegaremos a justificar el papel al que hemos quedado abocados, al de verdugos voluntarios de otros ciudadanos: vendiéndoles a sabiendas productos financieros basura, eligiendo a políticos corruptos, aceptando que las administraciones prevariquen a diario con ingenierías prestacionales falsas, ofreciendo seguros que nada cubren vista la letra pequeña, etc., etc., etc. A punto estamos de convertirnos -si no lo somos ya- en mucho más allá de lobos económicos en este cotidiano sálvese quien pueda. Los carceleros oficiales y voluntarios de los que hablase Primo Levi en si esto es un hombre y en los hundidos y los salvados.

Todo ello conduce a este indignado viejo Dacio Gil a la necesidad de besos y de abrazos humanos. Para transmitir sentido y sensibilidad al menos a quienes más queremos. Para decirles que no están solos. Para confirmarnos a nosotros mismos que tampoco estamos solos. Para repetirnos con esos atronadores gestos locuaces que basta ya de manipulaciones y aceptación bovina de la indeterminada banalidad del mal. Hagamos el amor frente a ese equivalente moral a la guerra que es la actual crisis financiera global. Y hagamos el amor hablando entre nosotros -y hasta gritando si es necesario- que somos mucho más que dos. Desenterremos aquello del Mayo del 68 de que ya no vale callar mientras optamos por el amor y no por la guerra. Hablemos mientras abrazamos, mientras acariciamos, mientras soñamos. El silencio denota un amor desanimado y sin tensión. Y para rebelarnos como la grave situación demanda debemos estar animados y amar amando.

Es necesario apoyar al movimiento juvenil de contestación ciudadana antes de que todo sea de nuevo irremediable. Apoyarle intentando estirpar las dósis de manipulación que hay y habrá. Decirles a los jóvenes indignados que quienes hoy somos viejos fuimos en su día jóvenes también, que nos indignamos a nuestra manera e intentamos guiarnos por aquellos nuestros sueños de igualdad para intentar derribar lo que pudimos, que debió ser bien poco visto el yermo erial que hemos legado a las nuevas generaciones que no tiene otra que indignarse. Que posiblemente fracasamos en nuestro intento de rebelión pero que ellos aún están a tiempo de detener esta deriva totalitaria e inhumana que terminará por aplastarnos . Sugerirles que debemos retomar a Georges Moustaki y aquel Nous Sommes Deux, que más o menos venía a decir:
Somos dos
Somos tres
Somos mil veintitres
Con el tiempo, con la lluvia
Con la sangre seca
Y el dolor que vive en nosotros,
anima y pone de relieve que
Nuestro dolor nos guiará.


Y de veras que no son batallitas de abuelito. Está en juego la decencia del sistema de convivencia.
Ahora o nunca. Amor o equivalente moral a la guerra. Esa es la cuestión.

Vivir o ser muertos civiles y económicos. Aunque pueda parecer remoto. La "solución final" del siglo XXI no parece tan lejana.

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