domingo, 15 de mayo de 2011

YO SOY AQUEL NEGRITO

Anselmo, compañero de banco y de tertulia en el parque, es un prejubilado de la CECA que aún no ha visto cumplido su sueño de ir a la Meca. Como buen hombre de números insiste cada día a este viejo Dacio Gil que la cosa no va bien, que España y Europa tienen agujeros por todas partes, que Protección Civil debería dar cursillos para prevenir las consecuencias del corralazo que se avecina. Y lo dice todo tan serenamente, con la distancia y el descreimiento del hombre de “cierta edad”, por emplear la expresión sumamente correcta del poeta García Montero.

De Anselmo no puede decirse que esté instalado en la “edad tardía” acuñada por el Santo Padre Luis Landero, ni mucho menos en la semi-tercera edad tan al uso en el siglo pasado. No en vano es un prejubilado bancario producto del terremoto financiero de los últimos años que ha terminado con las Cajas confederadas que habían crecido en un estado llamado autonómico. Y los prejubilados bancarios no suelen ser viejos: juegan al tenis, se tiñen las canas con agua Carmela, leen asiduamente cinco días y el economista y visten ternos juveniles propios de sus hijos (propios también, es de suponer en buena lid). Es, como imaginarse puede, de los que se han terminado comprando un coche Mercedes 200 para hacer más seguros sus frecuentes viajes al apartamento de la playa. Un apartamento el de Anselmo al que sus hijos sólo quieren ir ya de incógnito, sin tutela paterna, para eso del fornicio barato. Aunque con el precio de la gasolina, los controles de alcoholemia y las limitaciones de velocidad mucho más sereno y barato es hoy para los jóvenes treintañeros acogerse a una oferta de hotel de fin de semana, que suele tener el minibar gratis (sólo agua y refrescos, naturalmente) y sin tenr que exhibir a la entrada el carnet de identidad del o de la “partenaire” de turno al acceder al establecimiento hotelero que suele ofrecer la suite los fines de semana a precios impensables para el joven Gil de los años 70 de un siglo atrás..

La poesía del granadino Luis García Montero (chico para todo en eso de las letras y el pensamiento postizquierdista) es enjundiosa tanto en el plano social o colectivo como en el íntimo. Denota una especial sensibilización con el transcurso del tiempo (cincuentena, vista cansada, un invierno propio…) y sus consecuencias en la percepción social del individuo. El viejo Dacio Gil admira la rapidez creativa de la ingente producción literaria que acredita al consorte de la escritora de éxito: lo mismo habla en público con enorme solidez de Tony Judt, comparte poesía con Sabina, que memorializa al gran Ángel González (Donde pongo la vida pongo el fuego/ de mi pasión volcada y sin salida./ Donde tengo el amor, toco la herida./ Donde dejo la fe me pongo en juego. Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego/ vuelvo a empezar, sin vida, otra partida./ Perdida la de ayer, la de hoy perdida,/ no me doy por vencido y sigo, y juego. Lo que me queda: un resto de esperanza./ Al siempre va. Mantengo mi postura./ Si sale nunca, la esperanza es muerte./ Si sale amor, la primavera avanza./ Pero nunca o amor, mi fe segura: jamás o llanto, pero mi fe fuerte; dejó escrito el ovetense). Pareciera que el ahora intitulado, para el diario El Público, "el votante perplejo" no pudiera llegar a dar abasto. Pero puede con todo.

No, con Luis García Montero no pasa lo que con Pérez Reverte y las insinuaciones de plagio, sobre el que, el copiado reconocido judicialmente,- otro Ángel González; el cineasta Ángel González-Vigil–, sin duda para exonerar de culpa al escritor de éxito, ha dicho “tal vez se la jugó el negro”. Casi como aquella canción zumbona y veraniega de Georgy Dann que más o menos decía “Mamita, qué será lo que tiene el negro”.

Viene todo ello a cuento porque el usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia se malicia o escama con la producción en serie (casi una obra cada mes) que presentan Eduardo Punset y José Manuel Sánchez Ron: libros como rosquillas. Escriben y hacen un sinfin de otras actividades. El economista y ex ministro catalán, además de todo lo que hace, acude con cierta frecuencia a los mítines de una de sus hija que se presenta como elegible en Altea. El físico y académico madrileño compatibiliza los eventos más inverosímiles y distantes. El viejo Dacio Gil recela de estos escritores tan prolíficos que parecen hacedores de teodiceas, pues a la divulgación de ese saber esotérico llamado ciencia se dedican ambos. Con pingües beneficios para los dos. Lo que pasa es que sobre ambos pesa ya la infundada calumnia (o no tan infundada, ni tan calumnia, qui lo sa) que sus libros se los hacen sus respectivos Ingenios de negros (en Cuba se llamaban "Ingenios" las explotaciones azucareras que solían "explotar" también al peronal de origen africano). Similar –según cuentan los versados en la materia- a las agencias de plumillas que hay detrás de los periodistas sempiternamente presentes en los programas de luxe (¡Válgame Dios!) de cotilleos, rosas y amarillos. Ni entra ni sale el viejo Gil en ese debate pero ya es curioso que verse la temática de los dos prolificos autores sobre un mismo tema: la ciencia. Al menos García Montero tiene la chispa y el talento de un poeta. En el caso del economista metido a divulgador científico y del físico que se arroga funciones de historiador, son sus redes que creen habilitarles para su respectiva aspiración de Lobby unipersonal. Se basan ambos en su cartera de contactos. Alain de Botton, mucho más joven, les da cien vueltas en eso de intentar socializar conocimientos.

Algo debe de haber de negritud en el trabajo de ambos ilustres y reconocidos juntaletras divulgativas pues si se analiza la estructura del lenguaje de sus textos se aprecia que difieren de unos libros a otros como si estuviesen sólo supervisados por quien aparece como autor pero escrirtos por otros. En todo caso, sindo bienpensados, no sería superchería sino buena organización del trabajo.

Así es la vida editorial, siempre bajo la sospecha del negro. El viejo Dacio Gil también ha trabajado de negro en sus años mozos: Yo fui aquel negrito... se canta frente al espejo algunas mañanas o cuando es incapaz de juntar tres letras seguidas. Y quien esté libre de culpa que lance la primera piedra, si se atreve. Al viejo Dacio Gil no le es dable dudar de la existencia de ilustres negros en la historia de la literatura y el protocolo. Mucho más en el campo de la ciencia donde -como sabemos los no muy versados en la Biblia, desde R.K. Merton- siempre imperó la gerontocracia, la explotación de los becarios y el “efecto Mateo”. El efecto Mateo se acrecienta hasta el estajanovismo en épocas como la presente de capitalismo y explotación salvaje y sin pudor.

Mientras tanto, los próceres patrios (¡Uff!) aprobaron en el Congreso esta misma semana la nueva y pomposa Ley de la Ciencia, de la Tecnología y la Innovación (que oculta más que muestra) cual si se tratase de las nuevas virtudes teologales del capitalismo imperante. Raudos Ron y Punset; Punset y Ron y otros divulgadores y vulgarizadores (partidarios o no), se aprestarán (espoleando cual Sandovales o Meles de turno a su respectivas huestes sobre las que pendiese un sangrante concurso de acreedores) para que tengan dispuesto en breve un texto para su divulgación inmediata (aunque ya no llegue a tiempo para la inminente feria primaveral del Libro). Así es la industria de los libros. Así es el negocio editorial. Cuentan y no paran de María Kodama y su agente norteamericano Wylli... Pero esa es otra historia.

Anselmo, el de la CECA que ya no irá a la Meca y el viejo Dacio Gil sienten un profundísimo respeto por los negros y las negras. Si la escuálida economía del viejo Dacio Gil le permitiese contar con un negrito sabio y hacendoso no vería consignados en sus posts tantos y tan tremendos errores –algunos insubsanables ya- materiales que parecen sustantivos y sustantivos que parecen materiales.. Menos mal que media el lenitivo de que nadie lee las terapias bloggeras de este Gil , aunque ello no mengua el sonrojo que siente al constatar la plasmación de contínuos errores más que letras tenga el texto. Aunque es menos una cuestión de negros que de chapuza connatural del usufructuario de la Tribuna Alta Preferencia. Cuando era joven y negro –que lo fue, como el malogrado Michael Jackson- no se permitía a sí mismo ningún gazapo: ante todo demostrar valía. Hoy todo es en Gil laxo, fofo, disfunción precoz de viejo que ni siquiera ha pasado por la transición de ser hombre "de cierta edad". Vive en el permanente “cogito interruptus provecto de raíz endógena”. Muy distinto a la chispa de cuando era aquel negrito…

Creemos, soñamos, envidiamos y aparentamos tener los atributos de los demás, lo cual es imposible:
Ay Mamita qué será lo que tiene el negro.
Ay Papito que dulzura y cadencioso caminar tiene la negra.

Ambos ecriben. Y escriben bien. En verso y en prosa...Y sobre Ciencia y Teosofía del siglo XXI.

¿Escribirán también los negros cartas de amor por encargo, escondiendo sus propios atributos?
Posiblemente si: Amor pro domo sua.

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