miércoles, 11 de mayo de 2011

¿SON RIDÍCULAS LAS CARTAS DE AMOR? ¿ES RIDÍCULO EL AMOR?

Igual que el eventual lector –si es que lo hubiere- habrá reflexionado sobre las cartas de amor a Ofelia, el veteroufufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia ha quedado encallado en las cartas de amor que son un género literario desgraciadamente perimido y a la vez son también, en los casos que hay sentimientos, el espejo transparente, carente de azogue, en el que se ve al remitente epistolar desnudo en su intimidad desvestida.

En su afán de extractar (un imposible para este viejo que se extiende en casi todo sin medida ni cabal freno), el viejo Gil omitió deliberadamente la mención a la anécdota contada por Ofelia sobre las braguitas rosas. Cuenta que a través del ordenanza recibió una minuta en la oficina que decía Mi amor es pequeñito, tiene las braguitas rosas. “Yo cuando leí aquello –cuenta Ofelia- me indigné. Cuando salimos (de la oficina) le dije enfadada: -Fernando ¿por qué sabes si tengo las braguitas color de rosa o no, si nunca me las has visto? Y él me respondió riendo: -No te enfades, Bebé, es que todas las Bebés tienen braguitas de color de rosa…” De esta anécdota –que se produce por doquier en cualquier pareja de novios en la fase de estado naciente - puede extraer el eventual lector lo que quiera para superar su turbación. Sin embargo, para que ese hipotético lector o lectora quede aun más turbado, el presente post aporta los siguientes versos de los “amigotes” de Pessoa.

El “maestro” Caeiro dice sobre el amor: El amor es una compañía/ Yo no sé andar sólo por los caminos (…) Hasta la ausencia de ella es algo que está conmigo/ Y yo la amo tanto que no sé como desearla (…) (10.7.1930);
Amar es pensar/ Y yo casi me olvido de sentir sólo pensando en ella./No sé bien lo que quiero, incluso de ella, y no pienso más que en ella./ Tengo una gran distracción animada./ Cuando deseo encontrarla/ casi deseo no encontrarla/ Para no tener que dejarla luego./ No sé bien lo que quiero, n i quiero saber lo que quiero. Quiero tan solo/ Pensar en ella. Nada le pido a nadie, ni a ella, sino pensar (10.7.1930).

Ricardo Reis por su parte declama: Quiere poco: tendrás todo./ Quiere nada: serás libre./ El mismo amor que nos tienen/ nos desea, nos oprime (1.11.1939);
Yo no sé si es amor, o amor que finges,/ El que me das. Lo das. Tanto me basta. Ya que no por el tiempo,/ Por el error sea joven./ Poco nos dan los dioses, poco y falso./ Mas, si lo dan, aun siendo falso, dádiva/ Es verdadera. Acepto./ Cierro los ojos: basta/ ¿Qué más quiero?

Bernardo Soares, en el Libro del Desasosiego declara amar al Tajo y prosigue con los siguientes aforismos:
I.“Un amor es un instinto sexual, pero no amamos con el instinto sexual sino con la presunción de otro sentimiento. Y tal presuposición es, en efecto, otro sentimiento”;

II. Siempre rechacé que me comprendiesen. Ser comprendido es prostituirse. Prefiero que se me tome en serio como lo que soy, ignorado humanamente, con decencia, con naturalidad”;

III.Deseo huir. Huir de lo que conozco, huir de lo mio, huir de lo que amo

IV. La fatiga de ser amado. ¡De ser amado de verdad! ¡La fatiga de ser el objeto del fardo de las emociones ajenas! (…) ¡La fatiga de, en cualquier caso, tener forzosamente que sentir, tener forzosamente, aunque sin reciprocidad, que amar también un poco!;

V. Como todos los grandes apasionados, me gusta deleitarme en la pérdida de mí mismo, donde se sufre por entero el gozo de la entrega;

VI. Que ningún beso de mujer, ni siquiera en sueños, sea una sensación nuestra;

VII. Si un día tengo que escoger esposa entre las mujeres de la Tierra, que tu oración sea ésta; que de cualquier modo ella sea estéril. Pero pide también, si rezas por mi, que yo no tenga esa supuesta esposa. Sólo la esterilidad es noble y digna;

VIII. ¿Qué poseemos? ¿Qué poseemos? ¿Qué nos lleva a amar? ¿La belleza? ¿Y nosotros la poseemos amando? La más feroz y dominante posesión de un cuerpo, ¿qué posee él? NI el cuerpo, ni el alma, ni siquiera la belleza. La posesión de un lindo cuerpo no abraza la belleza; abraza la carne celular y grasienta; el beso no roza la belleza de la boca y sí la húmeda carne de los labios y mucosas perecibles; la misma cópula es tan sólo el contacto, un contacto frotado y próximo, pero no una penetración real siquiera de un cuerpo en otro cuerpo… ¿Qué poseemos entonces? ¿Qué poseemos?;

IX. La mujer, una buena fuente de sueños. Nunca la toques;

X. Mi mundo imaginario fue siempre el único verdadero. Nunca tuve amores tan reales, tan animados, de sangre y vida como los que tuve con figuras que yo mismo cree. ¡Tan leales! Tengo saudades de ellos porque, como los otros, pasan…


Es conocido que Álvaro de Campos fue el amigote que más malmetió contra el noviazgo de Ofelia y Fernando. Alguna biógrafa ha señalado que “Álvaro de Campos, homosexual, le coge ojeriza a Ofelia”. La novia, por su parte, en sus memorias reconoce : ”Por ejemplo Fernando era un poco confuso, principalmente cuando se presentaba como Álvaro de Campos. Me decía entonces: Hoy no soy quien viene, es mi amigo Álvaro de Campos. Se portaba, en aquellas ocasiones, de una manera totalmente diferente. Disparatado, diciendo cosas sin sentido. Un día cuando llegó a mi lado me dijo: Traigo una incumbencia, señora mía, es la de echar la fisonomía abyecta de ese Fernando Pessoa, cabeza abajo, en un cubo lleno de agua. Y yo le respondía: “Detesto a ese Álvaro de Camñpos. No sé por qué –me respondió-, mira que tú le gustas mucho. Pero no era verdad.”
Sin embargo, el ingeniero Álvaro de Campos tiene, sin constar su fecha exacta, un poema genial relativo a la actitud que debe de mantener un señor en un restaurante cuando no es servido como merece (con el amor al fondo). Tiene, además, datado en 20.11.1935, otro poema que se extiende sobre el tema del anterior post: las cartas de amor. Las cartas de amor que tienen cautivado al viejo Dacio Gil. Y que éste no se resiste a reproducir íntegros ambos poemas:
CALLOS AL ESTILO OPORTO.
Un día en un restaurante, fuera del espacio y del tiempo,
Me sirvieron el amor como unos callos fríos.
Le dije delicadamente al propagandista de la cocina
Que los prefería calientes,
Que los callos (y eran al estilo de Oporto) nunca se comen fríos.

Se impacientaron conmigo.
Nunca se puede tener razón, ni en un restaurante.
No comí, no pedí otra cosa, pagué la cuenta
Y me fui a pasear por la calle.

¿Quién sabe lo que quiere decir?
Yo no lo sé, y me pasó a mí…

(Sé muy bien que en la infancia de todo el mundo ha habido jardín,
Particular, o público o del vecino.
Sé muy bien que nuestro jugar era su dueño.
Y que la tristeza es de hoy.)

Sé esto muchas veces,
Pero, pero si yo pedí amor ¿por qué me trajeron
Callos al estilo de Oporto fríos?
No es un plato que se pueda comer frío,
Pero me lo trajeron frío.
Nunca se puede comer frío, pero vino frío.

CARTAS DE AMOR.
Todas las cartas de amor son
Ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
Ridículas.

También escribí en mis tiempos cartas de amor,
Como los demás,
Ridículas.

Pero al final,
Sólo las criaturas que nunca han escrito
Cartas de amor
Son las que son
Ridículas

Quién volviera al tiempo en que escribía
Sin darme cuenta
Cartas de amor
Ridículas.

La verdad es que hoy
Mis recuerdos
De aquellas cartas de amor son
Ridículos
(Todas las palabras esdrújulas,
Igual que los sentimientos esdrújulos,
Son naturalmente
Ridículas).

El viejo Dacio Gil chochea. juega a indiscipinador de espíritus como su amado Fernando. Parece que buscara embrollar al eventual seguidor del blog y hacerle un lío. Confundirle en estos tiempos de certezas absolutas con las sensaciones de esa sociedad plural de amigotes heterónimos , ortónimos, pseudónimos y semi-ortónimos. Le anima la verdad sobre el "drama en gente" y sobre el propio Pessoa. Y animado por Lou y por Fernando se detendrá próximamente en diferentes cartas de amor. Espera suscitar la búsqueda de emociones a través de la correspondencia amorosa existente. La hecha desaparecer que la imagine cada cual a su fantasía y conveniencia.

¿Será ridículo el empeño o el que será ridículo es el viejo Dacio Gil?
Sirva como un llamamiento a la rebelión instado por los viejos. Ahora el ¡Indisciplinaos! propuesto por este viejo.

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