jueves, 26 de mayo de 2011

BESTEZUELAS: CINE NEGRO SOBRE AMOR BLANCO.

Desde que la doctrina Leon Panetta se ha impuesto tras el óbito en directo de Bin Laden, guardar en casa aquella película X adquirida en un mercadillo cualquiera o copiada por un colega tiene hoy sus peligros. Ahora la pacífica posesión de cualquier película de contenido erótico subido, y no digamos ya burdamente pornográfica, es indubitable prueba de cargo de terrorismo o, al menos, de felonía moral muy grave. Así es la doctrina científica de los espías dominantes y así hay que aceptarla. Así de simple es también la prensa con la que nos desayunamos. De eso lleva hablado largamente el círculo de amigos prejubilados truncos del viejo Dacio Gil con los que se encuentra casi a diario en el parque: Ovidio Nasón, Lisio Visconti, Enrique Beyle, Pepe Ortega, los foráneos Salviati, Bottmer, Del Rosso y el resto de “vidas desperdiciadas” que se reúnen en el banco del parque a hablar de la vida, los sentimientos y sus circunstancias: toda la peña se ha deshecho ya de los DVDs furtivos en los que aparecen hombres y mujeres desvestidos. Y no por miedo a la reprimenda de las parientas sino por miedo a “los secretas” que puedan irrumpir de súbito en tu domicilio o en tu reproductor exhibiendo la placa acreditativa de policía científica imputándote delito de leso terrorismo.

Precisamente por esa causa de los DVDs, el inquieto Luis Apolodoro el otro día lanzó un órdago a los concurrentes: “a que no me acompañáis mañana – nos espetó a toda la peña de previos prejubilados truncados- al visionado de una película de cine negro y amor blanco. Cine negro y amor blanco nada menos.” Muchos de los peñistas no se decidieron por las razones más absurdas: que si a uno no le gustan las películas de pederastas (por aquello del amor blanco, pues blanco es sinónimo indefensos niños, supusimos todos); que si otro no soporta las blandenguerías de galegos homosexuales (algunos colegimos que se debía a un equívoco con el orden : amor blanco y Blanco Amor); Francisco Alberoni, que está un poco teniente, pero es muy visto y muy leído, entendió que se trataba de una película de galgos (con sus dificultades auditivas confundir galegos con galgos es comprensible) y arguyó su poca fe en los derechos humanos de los animales. Francisco dijo que se lo pensaría. Y en este punto Luis Apolodoro se revolvió de súbito: “Pues iros todos a ver por la tele el Roland Garros ese que yo voy a visionar una película de un director independiente. Y trata sobre carreras de galgos sí. Bestezuelas se llama” . Al viejo Dacio Gil no le gusta contrariar a Apolodoro porque sabe que es un inquieto cinéfilo que suele proponer verdaderas exquisiteces, una vez supera su timidez.

El viejo Dacio Gil nunca ha sabido de dónde puede sacar las copias este inquieto Luis Apolodoro para su visionado privado, siempre ha supuesto que conocería a gente importante en el mundo de las distribuidoras o algo parecido. En este caso la decisión de acompañarle fue especialmente exitosa para el usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia, pues hasta pudo escuchar en vivo y en directo las propias explicaciones de su guionista y director, Carlos Pastor, que se encontraba sorprendentemente presente. La película Bestezuelas ha impactado vivamente en el viejo Gil haciéndole pensar en muy varios niveles:

a) En esto de los productos cinematográficos pasa lo mismo que con el futbol en Rojiquistán: para los medios sólo parecen contar la Roja cuando gana y los cuatro jinetes de la Champions por competir con la elite . El resto es considerado casi lumpen o es silenciado simplemente. Y esa escisión en dos del cine español no parece seria al viejo Gil. Hay exponentes brillantes como esta película Bestezuelas, de Carles Pastor, que cuesta localizarlos en el panorama cultural patrio donde se exhibe, por contra, mucha mediocridad.

b) El mundo de los canódromos evoca juventud para Gil. Juventud y franquismo. Quienes no eran hijos de notarios o gente instalada no podían prodigarse por el selecto hipódromo (Madrid, San Sebastián, Sevilla, Jerez) y acudían -casi furtivamente- de vez en vez al canódromo. En aquella época de las pías “Apuestas Mutuas Deportivo Benéficas” (concatenación de palabros que evidenciaban que el juego lo gestionaba el Estado a través -cómo no- de un Patronato) las apuestas eran un mundo casi prohibido para los jóvenes. Todo lo contrario que en la actualidad, que se ha convertido en una religión y se apuesta por todo. Cuando acudía uno a la Vía Carpetana de Madrid a las carreras de galgos, lo hacía con mil y un prejuicios. A simple vista, no parecía un mundo muy limpio, pero, si la suerte venía de cara, podías ganar unas perrillas con muy poca inversión. Era también una escuela de vida en ese mundo del grito desesperado del tipo ¡Tira 2!, ¡tira 2! O del ¡Vamos 6! ¡Vamos 6! para animar al pobre galgo por el que nos habíamos jugado los cuartos y que el can, agradecido por los gritos, terminara cruzando la línea de meta sin tener que recurrirse a la fotografía y al reparto del premio por “ex aequo”. El canódromo era el hermano pobre del hipódromo: más sórdido, con asistentes mucho menos atildados que en los caballos y con un sempiterno - e injustificable- aroma a pucherazo, por lo que era aconsejable, además de hacerse con la guía de la jornada (con el ranking de cada can), acercarse al paseíllo de los participantes sujetos por los cuidadores de bata gris para comprobar si estaban tan hambrientos como los propios cuidadores, si eran tan feos, si estaban en celo como los cuidadores cuando fueron jóvenes o si apestaban a orines. Lo de la excitación asistida era una suposición de las mujeres al ver a los pobres perros en un gran estado de inquietud. Ese era el método indiciario (casi tan científico como la policía científica) para aparentar que no se apostaba a ciegas, cuando se apostaba casi siempre a ciegas. En esto de la apuesta hay que reconocer que las mujeres siempre han tenido un sexto sentido y acertaban con mayor relativa frecuencia.

Es la película de Carlos Pastor un buen exponente del cine independiente hispano, pues reúne calidad en el guión, en la interpretación, en el difícil montaje y en la música étnica y de fusión que acompaña a las escenas más cimeras. También lo es por la forma en la que solventa las indudables dificultades técnicas que entraña una película con tanto perro (animal y humano).
Alguna escena de la película puede llegar a poner en duda ese viejo apotegma aplicable a las sedicentes profesiones humanas que dice “perro no come carne de perro”, pero es una perfecta simbiosis de violencia y amor entreveradas con una elemental ética en los negocios turbios y asimismo una ética en el amor y hasta en el sexo. Pero sobre todo es un canto a la obnubilación pasional que sufrimos los hombres con la Perlas (así se llama la protagonista), que nos pone en el disparadero; y la base “blanca” del amor en mujeres como Perla. Es un thriller sí. Pero también es -y sobretodo- una historia de amor y de búsqueda de destino vital en el lumpen para salir del lumpen.

Por razones que son obvias, al viejo Dacio Gil le encantó el señor Núñez (Joan Molina) porque encarna la ética del negocio. Asimismo quedó embobado en la escena del galgo negro, rápido, bello y listo, que es sacrificado por descubrir que en esta vida todo es un montaje. Pero hay que reconocer que la atractiva y morena pero blanca Perla (Marian Álvarez), el inadaptado expresidiario Fabio (Gustavo Salmerón) y el currante y obnubilado enamorado Lillo (Roger Casamajor) forman un trío -triángulo, mejor- muy logrado. Altura que alcanza a todos los actores del reparto, que clavan el papel que les corresponde en el submundo de las carreras de galgos.

Lo sorprendente es que bajo la capa de una película relativa a un mundo tan concreto –y prácticamente extinguido en España- como los canódromos y sobre la violencia, subyacen entretejidos mensajes positivos inequívocos sobre el amor, el proyecto de familia, la ética en las relaciones de pareja y la ética en los negocios. El film permite reflexionar sobre el papel de los hombres ante una perla femenina. El desafío de ésta al poder y el dinero al hacer primar los afectos queda como moraleja, pero hasta llegar a ese colofón la película muestra cómo el submundo se rige por las mismas reglas que el mundo y el supramundo: la vida es una apuesta, de la que algunos se aprovechan.

Puede que los jóvenes no alcancen a hacerse la verdadera representación mental de lo que significaron los canódromos para la generación del viejo Dacio Gil, pero es una película también recomendable para ellos pues hace pensar (“perro no come perro”) en muchos niveles sobre la deriva actual de la sociedad casino y sus manipulaciones electrónicas. Pero manipulaciones al fin, como el hambre o la “excitación asistida”. Ni en éstas ni en las manipulaciones sobre las que versa Bestezuelas hubo ni habrá control antidoping. Otra de las razones por la que es recomendable la cinta es porque la vida cotidiana de un canódromo no es nada fácil técnicamente de llevar a imágenes coherentes para el cine y Pastor lo logra con verismo y plasticidad, a pesar de las limitaciones financieras que parece que le apretaron al máximo para la confección de la película.

Y otra importante virtud de la película es poner al descubierto los abismos a los que pueden conducir las pasiones humanas (el poder, el dinero, las mujeres…). Una reciente noticia nos alarmaba nuevamente con Guatemala: 27 campesinos fueron asesinados y luego decapitados al no encontrar los “zetas”a su patrón en la finca en la que aquellos trabajaban. Un ejemplo de la violencia que subyace en este mundo sedicentemente garantizador universal. No vale decir que Guatemala es diferente.

Bestezuelas, eso es lo que somos cuando interfieren las pasiones. Pero no nos atrevemos a decirlo. Carlos Pastor nos lo recuerda con una historia de Amor (con mayúscula). Amor blanco, muy blanco, como protagonista entre tanta violencia.

Perra si que ama a perro(s). Y, acaso, viceversa.

viernes, 20 de mayo de 2011

EL PERMANENTE FRAUDE DE LA DEMOCRACIA ESTRUCTURALMENTE SOBRESALTADA

Al viejo Dacio Gil le indignan las manipulaciones y recela de la democracia demoscópica de mercado y sus costosísimos profesionales y aristócratas chupasangres. Posiblemente algo habrá que hacer. De momento parece que lo lógico sería dejar que se hundan quienes deben de hundirse por defraudadores de la confianza y a quienes sólo benefician estas movilizaciones juveniles.
El viejo Dacio Gil no es sospechoso en esta España de charanga y pandereta, coto cerrado y sacristía, devota de Impostores y Marías, de espíritu bufón y de alma quieta. Ya se ha posicionado.
Ante el nuevo fraude emocional que se avecina (en España nunca han habído elecciones sin fraude emocional; acaso sólo cuando preveía ganarlas claramente el PSOE) propone leer a un clásico y reflexionar hondamente, en silencio, con recogimiento, intentando ser racional para afrontar los problemas colectivos:

¡No vote! ni deje de votar. Hay cosas que hacer del gran AGUSTÍN GARCÍA CALVO.
El articulista de EL PAIS 24/05/1993 afirmaba que hace falta inventar maneras más eficaces de decirle "no" a esta periódica farsa y estafa milmillonaria de las elecciones. Porque se trata de no votar pero con la abstención no basta y es necesario ir buscando otras formas.


Si todavía se cree usted que en unas elecciones democráticas se está jugando algo que le importe al público para nada, entonces este anuncio no vale para usted. Ande y vote. Si, después de tantos años (y siglos) de Democracia, cree V. todavía que el cambio de las caras y nombres de los figurones de turno va a tocar al Sistema en algo que no sea cambiar para seguir igual, si piensa V. que alguno de ellos puede hacer otra cosa que lo que está mandado, o sea, en definitiva, servir al Desarrollo, o sea al Capital, que es lo mismo que el Estado, si piensa que alguno de ellos va a poder, por ejemplo, mover un dedo contra la Banca o contra el Automóvil o contra la Televisión, en ese caso, deje V. de leer este anuncio, y pase al grueso de las hojas de este mismo Rotativo, que le ofrecerán abundantemente las declaraciones de Fulano o de Mengano y las diatribas de Zutano con Perengano, y las correcciones de las listas electorales y cómo anda la temperatura de los sondeos o pronósticos de las Agencias autorizadas.

En fin, si sigue V. dispuesto a aguantar el gasto milmillonario de dinero, de pinos papeleros y de horas preciosas que le va a costar a V. la fiesta de las Elecciones, y lo recibe con la misma paciencia y naturalidad que los caprichos de los vientos y las lluvias, entonces es que no nos entendemos y que no era con V. con quien estábamos hablando.

Pero, si no tiene V. tanta fe y tanta paciencia, si sospecha V. que en el Desarrollo se cumple (y mejor que nunca) lo que ya su abuelo le decía de que, con otros collares, los mismos perros, puede que sea momento de que atienda V. a las razones que en esta Agencia le ofrecemos, y que discurra con nosotros a ver qué es lo que podemos hacer ante esta avalancha la gente de sentido común que quede por acá abajo.

Farsa periódica

No votar, por supuesto. Pero las cosas han llegado a tal estremo, el Desarrollo se ha desarrollado tanto, que ese NO de "no votar" se ha quedado demasiado corto; que con la astención no basta (y hasta puede tranquilizarle baratamente la conciencia, y que crea V. que con astenerse ya está haciendo "algo positivo", o sea, en definitiva, votando a su manera), y que hace falta inventar maneras más eficaces de decirle NO a esta periódica farsa y estafa milmillonaria con que el Poder aburre y entretiene juntamente a su Masa de Personas.

La astención, mire usté, no puede ser un método suficiente, porque nunca puede llegar a ser tanta (digamos: menos de un 15% de votantes entre los censados, menos de un 5% de la población) que los dejara a Ellos, como se dice, en bragas, y denunciara por sí misma el engaño y que la gente se ha dado cuenta de que las Elecciones y Votaciones pertenecen íntegramente al Aparato del Poder y que a la gente no le sirven para nada (para nada más que para dejarse convertir en Masa de Personas).

Y a lo mejor se hace usted ilusiones al respecto, y sueña con esas tasas de astención del 80 y tantos % o del 90. Pero no se las haga usted: ese camino está cerrado. Cierto que nos cuentan que en Estados Unidos, donde no en vano llevan padeciendo el Régimen más tiempo, se han alcanzado en ocasiones tasas halagüeñas. como del 30 y pocos % de votantes; pero eso lo más que puede mostrarle es la potencia del engaño, y cómo el Estado (o sea, el Capital) puede llegar a arreglárselas con margen tan escaso para seguir como si nada, haciendo creer que Él representa al pueblo y que en las votaciones se espresa la voluntad del pueblo.

Pues no: a pesar del inestimable apoyo de los sencillamente perezosos (que es también una legítima manifestación del hastío y del escepticismo popular, y sin ellos poco íbamos a hacer los astencionistas a conciencia), con todo, la astención no puede llegar a ser tanta, por la propia ley de las Mayorías: así como, dentro de la votación, la Mayoría vota siempre lo que está mandado (y en esa seguridad se funda el Régimen Democrático), así también, antes de la votación, aquellas personas de la Masa que tengan que decidir si votar o si no votar, acabarán siempre, en su mayoría, yendo a votar, como está mandado y como es natural y conforme a las conciencias respectivas. Así que...

No: no puede V. quedarse tan tranquilo con no votar en estas Elecciones, con no participar positivamente con su voto en este tejemaneje y en el sempiterno recuento de la Mayoría, no: la istitución de las Elecciones y del Voto es demasiado importante y fundamental para el Dominio como para que nos podemos contentar con eso.

Hace falta encontrar maneras más ingeniosas y eficaces de decir NO a la Votación en bloque, NO al Sistema Democrático entero y en su pleno desarrollo, de hacer ver cómo la gente se vuelve de espaldas a esa fúnebre fiesta y se dedica en tanto (como si no retumbaran los bombos ni relampaguearan los mascarones) a seguir con sus inventos y tareas por acá abajo.

Y a buscar con nosotros esos métodos de decir NO es a lo que esta Agencia, modesta en sus contingentes, pero no en sus ambiciones, le está invitando por el presente anuncio.

Ya se irán encontrando. El camino se hace; precisamente por eso "no hay camino". Imagine lo que sentimos de los líderes y Sindicatos que proclaman por las paredes "Sin empleo no hay Futuro", haciéndoles el caldo gordo a los Productores de la Nada y Creadores de Puestos de Trabajo.

Pero el pueblo no tiene Futuro. Porque es que, a diferencia de Usted y de un servidor, el pueblo nunca muere. Por eso no tiene Futuro. Por eso tiene que irlo haciendo.

El viejo Dacio Gil ni quita ni pone tilde. Esté Régimen caricaturesco necesita ser contestado seriamente, para desalojar a tanto sicofante y sinecurista. Es claro.

Así, al menos, reflexiona para sí el viejo Dacio Gil subido a la Tribuna Alta Preferencia, bajo el influjo de un gran pensador. Y pensar incomoda.

jueves, 19 de mayo de 2011

CARTA DE AMOR A JOSÉ RAMÓN SANDOVAL

Querido amor:
Sólo le pido que dedique unos minutos –intentaré ser breve y conciso pero es difícil- de ese tiempo suyo, cada vez más alto en el Olimpo, a leer estas apresuradas letras. Me consta que su tiempo se ha convertido en oro, pero mis propias ilusiones –bañadas en oro por usted mismo- demandan estas nerviosas líneas en las que quiero dejarle constancia de mi amor. Mi más inmenso amor.

Por hombre, por viejo y por extemporáneo tengo todas las papeletas para que ignore mi misiva. Usted hace gala de profesar un gran amor a su esposa, le hemos visto confesarlo ente las cámaras con lágrimas en los ojos; y hoy me entero por el Rayo Herald de una obviedad: que usted ha declarado en público que mantiene un enamoramiento adulterino con el Rayo: ¡Que dulce adulterio! Reúno, pues, todas las condiciones para que usted rechace de plano esta misiva y el puro amor que transpira. El viejo Dacio Gil -que tal es mi nombre y mi posición en el tiempo- se encuentra en esa etapa vital en la que todo se convierte en relativo, hasta lo más hondo y profundo, como es sentir los colores de su equipo de toda la vida. Yo los siento (el viejo Dacio Gil los siente instalado en la Tribuna Alta Preferencia) desde los siete años cuando mi padrino me acercaba al viejo campo de Vallecas a ver al rayito contra equipos de tercera división y muchos domingos también a los equipos de las categorías inferiores, e incluso al Real Madrid amateur que en esa época jugaba en Vallecas. Desde aquella lejana época he sentido profundamente el fútbol exclusivamente desde la óptica de la diagonal roja de pecho a cadera sobre fondo blanco. Ya hoy, con el escepticismo de los años y tanta piratería concursal y de apuestas deportivas, había perdido fuelle mi entusiasmo rayista, casi iba a desistir de acudir cada fin de semana a ver al rayo, a sentir las palpitaciones del rayismo. Afortunadamente, como siempre pasa en la vida, usted me ha recuperado en las condiciones más impensables. Por eso únicamente le pido que dedique unos breves instantes a leer esta sentida declaración de amor.

No. Lo mío con usted no fue un flechazo. Le veía cualidades, pero no le creía maduro para la empresa. El Rayo era ya el año pasado un barco a la deriva en un mar bravío y proceloso. El propio Mel había tirado la toalla aunque se mantenía de manera cosmética en el puente de mando. El ánimo de la tripulación no era el más propicio para una mar embravecida. La tripulación no era completamente adecuada. Usted había demostrado, eso está claro, que había llevado a buen puerto una nave menor también con fuerte temporal. Pero el mar mediterráneo de la tercera división –creía entender erróneamente el viejo Dacio Gil- no era comparable siquiera al mar cantábrico de la liga Adelante esa. Ya llegaría su hora, si llegaba en este inhóspito mundo de comisionistas, fideicomisarios y –en el decir de los argentinos- “financistas”. Era tal el desaguisado existente que esta vez parecía necesitarse un capitán con temple demostrado en mil y una tempestades y amotinamientos de la tripulación como mi buen amigo Luis Araúna, socio rayista también aunque terminó seducido por las estrellas de Florentino.

Todo parecía serle adverso, pero usted se ofreció a la familia propietaria. Conocida la decepción producida cuando Felines –considerado demasiado del pueblo por los dueños jerezanos-, nadie le hubiera augurado a usted el mínimo éxito en la negociación, máxime como está de mediatizado el mercado de los entrenadores. Pero usted goza del raro don de la autoconfianza y eso despeja cualquiera obstáculo. Convencen su fe y sus modos, don José Ramón. Por eso enamora sin pretenderlo. En ese punto nada se podrá objetar a la familia Ruiz, pues supo elegir al Capitan Smollett que condujera a todos a la preciada isla del Tesoro. Incluso cuando apareció la fatídica “mota negra.”

Sólo con el paso de los años usted y todos nosotros los rayistas calibraremos exactamente su hazaña colectiva. Los cazatalentos se le rifarán a partir de ahora para que imparta clases de liderazgo en las escuelas de negocios destinadas a lo más granado de la sociedad. Y será de lo más justo. ¿De dónde ha sacado las pócimas de motivación en un entorno tan adverso, don José Ramón? ¿Qué intuición natural le llevó a solicitar unos fichajes que se han demostrado súper acertados, incluso doblegando ciertas reticencias en la gerencia del club? ¿Qué dones naturales posee para haber podido sortear las brutales embestidas de determinados medios de comunicación poderosos que querían utilizarle de vudú frente a la familia Ruiz? ¿Con qué consejos ha conseguido que una muchachada de veinteañeros siguiese peleando en medio de tanta adversidad natural y añadida mediáticamente? ¿Cómo se conecta tan bien con el pueblo sólo, como los toreros de verdad, con la pura verdad como muleta, cuando todo, absolutamente todo es mercadotécnia y campañas de imagen? Queda el esclarecimiento de estas cuestiones para los historiadores del rayismo. Su humildad no le permite vanaglorias.

Mientras tanto, usted no puede llegar a hacerse una idea del inmenso gozo que nos embarga a los rayistas y a este viejo Dacio Gil el primero. A los actuales como Javi, como Andrea como Eduardo, como Cuca y a los que se han ido yendo, que ahora me acuerdo de los veteranos Luis y Alfonso y de Bautista, y de los más modernos como César, como David, como Luisito, como Iganacio. El rayismo es eso, vida: pasado, presente y futuro.

Convencido estoy de que la historia del rayismo le situará en un pedestal por encima de García Verdugo, de Héctor Núñez, de Paquito, de Camacho, de Felines, de Mel, del gran Juande Ramos y de tantos buenos –y no tan buenos- entrenadores que han pasado por el Rayo. Usted ha hecho historia, señor Sandoval. Historia e ilusión colectiva, y en los tiempos de mediocridad que imperan eso es oro puro, como el anillo de su suegra que le insufla ese “afán” tan suyo al besarlo.

Este viejo Dacio Gil, que porta a mucha honra un enorme y achacoso corazón rayista, sólo puede declararle su amor más hondo y su inmensa gratitud por todo lo que su límpido “afán” comporta de enseñanza vital para jóvenes y viejos. Declaración de amor que, si no se la toma usted a mal, quiero que haga extensiva a todos los chicos sin excepción de la plantilla: Ya sabe, los rayistas no somos monógamos a fuerza de haber visto por lo general –y con honrosas excepciones-, hasta que usted llegó, un fútbol monótono. Usted ha introducido frescura, fantasía y veracidad para ventura de los aficionados rayistas que no cabemos hoy en nuestros cuerpos. Unos cuerpos más sandungueros que nunca. Los más sandungueros de Madrid.

No quiero cansarle más don José Ramón, pero usted comprobará en la distancia cómo brillan los ojos de este viejo Dacio Gil soñando con el próximo domingo y la próxima liga: Le juro que para nosotros los rayistas –y lo digo por la experiencia propia de haber vivido todos los ascensos-, ascender a la 1ª división es como ganar la Champions. ¿Qué digo? Mucho más que eso: es ganar en la tierra el Reino de los Cielos.

Me despido ya. Y conste que no me despediría nunca. Le quiero, señor Sandoval. Con un amor hondo, humano.

Soy consciente que no seré correspondido, entre otras poderosas razones porque usted se ha ganado a pulso el Marquesado de Sandoval (espero que su Majestad sea justo esta vez en las concesiones; aunque, bien pensado, usted ya es Rey: un Rey Mago) y se ha hecho acreedor desde ya a las cinco estrellas Michelín y a otras cinco Michelón; que de las dos clases de estrellas sabe el rayismo. Le espera el Olimpo señor Sandoval y los rayistas, aunque le perdamos como entrenador, nos alegraremos inmensamente siempre; ya nos pasó con Juande.

Vallecas y los rayistas le estaremos siempre reconocidos pues palpita en usted sangre humilde y eso le cualifica y se valora en la afición rayista. Humilde pero muy grande.

Quedo eternamente enamorado.

miércoles, 18 de mayo de 2011

CARTA DE AMOR A LA "ESQUIZOFRENIA DE UN PERFUME" (DIGAMOS QUE A FRANCIA)

El desdichado nuevo affaire en el que se ha visto involucrado Dominique Strauss-Khan, que se encuentra en observación especial para prevenir su suicidio en la prisión de Rikers Island, ha transportado de inmediato la mente y los recuerdos de este viejo Dacio Gil hacia Emil Cioran, el pensador pesimista que habló constantemente del suicidio y cuando le preguntaron por qué no se suicidaba él respondió: "No, no es así, la gente se confunde. Yo no recomiendo el suicidio. Lo que yo digo es que la vida es tolerable solamente gracias a la idea del suicidio."


Pero la asociación no se ha producido principalmente por la frase trascrita sino por aquel aforismo que dice “quien se mata por una criada vive una experiencia más completa y profunda que el héroe que conmueve al mundo.” O aquel otro “¿Quién abusaría de la sexualidad sin la esperanza de perder en ella la razón algo más de un segundo, para el resto de los días?” El viejo Dacio Gil no quiere entrar en el fuego cruzado de juzgar al alto ejecutivo del FMI, pero reconoce que anda perplejo de que haya podido producirse todo tal como cuentan los periódicos para indignación de unas y de otros y se ha aprestado a filtrar la CIA de León Panetta (como los DVDs pornográficos del difunto Bin Laden; se nota que Panetta intervino también en el caso del puro de Mónica Lewinsky) para escándalo de machistas, feministas y demás gente de bien acuciada por el mal.


Emil Cioran fue un hombre al que gustaban las mujeres como cualquier hombre que se precie. Sus escritos parecían los de un hombre permanentemente malhumarado. Pero fue un hombre enamorado y que enamoró a pesar de todos los aforismos que ha dejado escritos, como aquel tan revelador “”¡Comenzar poeta y acabar ginecólogo! De todas las condiciones, la menos envidiable es la de amante”. Su gran amor por casi 50 años fue Simone Boué, profesora de ingles en la enseñanza secundaria francesa y paciente traductora y mecanógrafa de todos los textos de su gran amor. Una relación que –como en el caso de Ofelia y Pessoa- ni la propia familia de la enamorada supo nunca que existía ( "No, yo no les iba a decir nada; ¿qué decirles?, que conozco a alguien que es apátrida, que no tiene profesión, que no tiene dinero. Por más abiertos que fuesen de espíritu, mis padres no lo hubieran admitido nunca").


Fernando Savater conoció bien a Emil Ciorán y a Simone Boué. Sabe de esta relación y de muchas cosas sobre Cioran. Cuenta la anécdota de su tesis doctoral sobre un Emil Cioran absolutamente desconocido en España (“la primera alarma fue el rumor, no menos disparatado que halagador, de que Cioran era un invento mío, un heterónimo para publicar mis chifladuras y que la pretendida tesis sobre tal fantasma no pretendía ser sino una sofisticada burla a la academia”). Tal era el desconocimiento que al parecer el director de la tesis , Jose Luis Pinillos, le aconsejó que recabara al rumano apátrida una carta respaldando su trabajo, “que serviría como prueba de su existencia”. Savater cuenta que le escribió “Coiran, dicen que usted no existe”. El autor pesimista le contestó “Por favor, no les desmienta”. En la especie de carta-prólogo para que encabezara la tesis del guipuzcoano que el filósofo de Rasinari (localidad primero húngara y luego, tras la repartición europea, rumana) le envió podía leerse que él en modo alguno era un filósofo, que el único miembro de ese gremio que conocía era un clochard que mendigaba por París y que abominaba de los sinsabores de la vida. Y Savater comenta en su autobiografía: “Francamente, no se si la misiva contribuyó a mejorar las cosas: ya nadie dudó que Cioran existiese, pero todos pensaron que éramos desdichadamente tal para cual”.


En el capítulo 27 de su autobiografía razonada (21, Rue del L’Odeon) Savater hace una bella descripción de los atributos filosóficos y personales de Cioran del que dice que era un "buen consejero, sensato y pragmático”, consciente de la esencial vulnerabilidad humana. Con la brillantez que le caracteriza, Fernando Savater asimila las figuras de Emil Cioran y Agustín García Calvo : “Ninguno de los dos, estoy seguro, eligió su tarea crítica asumiendo que –puesto que hay que dedicarse a algo para ser alguien- ellos tenían abierta una vía propicia. Reflexionar para vivir más, aunque no para vivir más cómoda ni fácilmente.”

Comenta también Savater que la lectura de los grandes iracundos del siglo XX (califica a Cioran como “vitalista contrariado”, como Thomas Bernhard) siempre le resultó más tonificante que la de los optimistas bien equilibrados. Savater siempre se ha reconocido optimista, por lo que destaca que – embriagado por sus ardores juveniles- en sus entrevistas con el autor de “Ese maldito yo” siempre intentó convencerle de que también era muy pesimista como él. Ciorán en la dedicatoria de uno de sus libros le dejó escrito: “A F. S., agradeciendo los esfuerzos que hace por ser pesimista.” Y asevera a modo de conclusión que patalear sobre la muerte, y de paso sobre todo lo demás, es prototipo de sublevación inútil que nunca deja de encontrar angustiada y humorística complicidad en todo optimista bien nacido. "¿Cómo podemos acostumbrarnos al verdadero horror, al Horror con mayúscula, que nos convierte en humanos y en mortales? ¿Cómo podemos fingir que vivimos como si nada cuando ahí está la “nada”? ¿Cómo resignarnos a los consuelos del prestigio, del hábito laborioso o de la inepcia religiosa? Sólo a un optimista, a un vitalista contrariado, se le ocurre ser elocuente en esa rebelión contra lo ineluctable, oponiendo lo que “va” a ser a lo que “debería” ser y sin embargo sigue siendo".


¿Puede escribirse una carta de amor 7 años antes de conocerse los amantes, cuando uno de ellos considera que "el estado de soledad es mi religión"? ¿Puede escribir cartas de amor quien proclama que el arte de amar es saber unir a un temperamento de vampiro la discreción de una anémona, o que destaca que la vitalidad del amor reside en haber sobrevivido al romanticismo y al bidet; o, más aún:que la dignidad del amor consiste en el afecto desengañado que sobrevive a un instante de baba?. El viejo Dacio Gil entiende que sí, toda vez que cuando más compenetrados se mostraban Emil y Simone era en sus duelos verbales sobre Francia. Cioran no era nada sin Simone, ya que ésta era la compagne lumineuse del autor “Del inconveniente de haber nacido”. Eso lo comprendió perfectamente Friedgard Thoma, una profesora alemana que escribió un libro titulado Un amor de Cioran. Por nada en el mundo. En el que cuenta y exhibe correspondencia que da a conocer la intensa relación entre el maestro de más de setenta años y ella, una joven de unos treinta años, con un hijo. Joven que, andando el tiempo, se haría amiga de Simone reconociéndole su papel de fiel compañera, de musa, de secretaria y de alter ego del pensador.

Acaba de publicar Siruela, para conmemorar los 100 años del nacimiento de Cioran, un librito hasta ahora inédito en España titulado Sobre Francia, que el usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia considera una carta de amor a Simone Boué por más que esté escrita en 1941 y la relación de Emil y Simone comenzase en 1948 en la cola de uno de los comedores universitarios. Es una carta de amor aunque en su texto (110 páginas en octava en esta edición española) no se hable del sentimiento amoroso ni siquiera del “estremecimiento orgiástico”. Y en el que los abrazos –tan unidos al amor y a su mayor manifestación, los besos) son tratados de manera un tanto peculiar: "¡Quien abraza demasiado falsifica el mundo, pero en primer lugar a sí mismo: Ya no tenemos medios para orientarnos al respecto, pero Francia es una escuela del abrazo limitado, una lección contra el yo ilimitado.”


Conectando un aforismo tras otro, el “funcionario del café Les Deux Magots", plasmó todo lo que le permitía observar su ocupación de camarero. Observaciones que luego serán corroboradas por sus anotaciones fruto del deambular, siempre en bicicleta, por los caminos de Francia con su inseparable Simone. Cioran construye una carta sobre la vida, sobre el transcurso de la vida en los pueblos y en los individuos; habla de la decadencia que acompaña a toda juventud (“ la semilla de la infancia que engendra el tiempo ha perdido su vigor en un país desprovisto de su futuro por un exceso de pasado”); habla del aburrimiento (“el siglo XVIII es el de la inteligencia con encajes, de artificialidad agradable y hermosa. Es también el siglo que más se aburrió, que dispuso de demasiado tiempo para pasar el tiempo”); habla de las mujeres (Francia ha tenido el privilegio de contar con mujeres inteligentes que introdujeron la coquetería en el ingenio y el encanto superficial y delicioso en las abstracciones. Una agudeza vale tanto como una revelación”); habla sobre el diálogo (“los franceses han nacido para hablar y se han formado para debatir. Si se les deja solos bostezan. Pero ¿cuándo bostezan en sociedad? Ese es el drama del siglo XVIII”); habla sobre la decadencia ( “la decadencia no es otra cosa que la incapacidad para seguir creando, con los valores que nos definen”); el “chovinismo” (“Si no hubiera existido Napoleón, que llevó a los franceses por el mundo, éstos habrían seguido siendo la provincia ideal de Europa”); habla sobre la civilización (“No es otra cosa que el refinamiento de la trivialidad, el pulido de las cosas minúsculas y el mantenimiento de un poco de inteligencia en la accidentalidad cotidiana, es decir, volviendo la tontería natural tan soportable como posible, el envolverla en gracia y darle el lustre de la finura. Ser superficial con estilo es má difícil que ser profundo”); habla sobre el ocaso de una civilización (“una vez despertado el individuo, la nación pierde su esencia, y cuando todos despiertan, se descompone. Nada hay más peligroso que el deseo de no verse engañado. La lucidez colectiva es una señal de cansancio. El drama del hombre lúcido pasa a ser el de una nación”) habla sobre la democracia (“la democracia ya no inspira el menor escalofrío y, como aspiración, es sosa y anacrónica”). Y otros muchos temas más: la cultura como cadáver del hombre; la anemia afectiva del tiempo presente; de la crisis, que son estructurales y mortales, y así un larga enumeración de sugerentes temas.

Ciorán se inclina por el ser humano antes que por el individuo: “¡Que ironía de la vida! Al sacrificio de los héroes siguen las sosas delicias del mediocre, como si los ideales sólo brotaran de la gloria de la sangre para ser pisoteados por las dudas. La sucesión de civilizaciones es la serie de resistencias que el hombre ha opuesto al espanto de la pura existencia.”
Son temas, todos los remarcados, de los que trataba casi a diario con Simone por aquello de que “el alma que trazaba en un allegro espontáneo objetivos generosos acaba en un andante gruñon, el ritmo predestinado de todas las formas de adormecimiento, histórico o individual.”
De no haberle sobrevenido intempestivamente el Alzheimer y la demencia, Cioran habría terminado su carta de amor a Simone con un Adagio a tempo giusto. Simone, en su ilustrada discreción ("Yo era salvaje y tímida [...]. Él jamás habló de mí. [...] Y yo tampoco, por nada en el mundo le hubiese hablado a mi familia de él. [...] Por otra parte, teníamos vidas separadas, muy diferentes. Yo era la profesora, cuando regresaba a casa no le hablaba para nada de lo que pasaba en el liceo porque de todos modos sé que no le hubiese interesado") era consciente de que Emil la amaba, y de ahí la anécdota de junio de 1995, ya en el hospital con Cioran en su mundo aislado, cuando le visitó un amigo rumano: "Y después, volví a la habitación de Cioran, que estaba acostado. No puedo decir lo que pasó, ninguna palabra fue pronunciada. Lo miré, él me miró y yo leí en su mirada cosas que no había podido leer desde hacía mucho tiempo…”


Al igual que en la magnífica película de Patrice Leconte, protagonizada magistralmente por Jean Rochefort y Anna Galiena, El marido de la peluquera, en la que se vive un apasionado e íntimo amor “a la francesa”, Simone Boué acabó sus días a los dos años de fallecer Cioran (previo clasificar todos sus escritos) sumergida en la aguas del Atántico en los acantilados de Vendée.
Simone supo que Emil, salvadas ciertas comprensibles discontinuidades, correspondía su discreto amor de fiel compañera: quiso seguir siendo su compañera en el más allá porque el amor entre ellos no había entrado en decadencia. Cioran acaso inspiró a Leconte con aquel aforismo “Un amor que se desvanece es una experiencia filosófica tan grave que de un peluquero hace un émulo de Sócrates.”

Sin duda el 11 de septiembre de 1997 Cioran –como le llamaba Simone tanto en público como en la intimidad- seguía soñando con ese amor lejano y vaporoso…con esa esquizofrenia de un perfume

domingo, 15 de mayo de 2011

YO SOY AQUEL NEGRITO

Anselmo, compañero de banco y de tertulia en el parque, es un prejubilado de la CECA que aún no ha visto cumplido su sueño de ir a la Meca. Como buen hombre de números insiste cada día a este viejo Dacio Gil que la cosa no va bien, que España y Europa tienen agujeros por todas partes, que Protección Civil debería dar cursillos para prevenir las consecuencias del corralazo que se avecina. Y lo dice todo tan serenamente, con la distancia y el descreimiento del hombre de “cierta edad”, por emplear la expresión sumamente correcta del poeta García Montero.

De Anselmo no puede decirse que esté instalado en la “edad tardía” acuñada por el Santo Padre Luis Landero, ni mucho menos en la semi-tercera edad tan al uso en el siglo pasado. No en vano es un prejubilado bancario producto del terremoto financiero de los últimos años que ha terminado con las Cajas confederadas que habían crecido en un estado llamado autonómico. Y los prejubilados bancarios no suelen ser viejos: juegan al tenis, se tiñen las canas con agua Carmela, leen asiduamente cinco días y el economista y visten ternos juveniles propios de sus hijos (propios también, es de suponer en buena lid). Es, como imaginarse puede, de los que se han terminado comprando un coche Mercedes 200 para hacer más seguros sus frecuentes viajes al apartamento de la playa. Un apartamento el de Anselmo al que sus hijos sólo quieren ir ya de incógnito, sin tutela paterna, para eso del fornicio barato. Aunque con el precio de la gasolina, los controles de alcoholemia y las limitaciones de velocidad mucho más sereno y barato es hoy para los jóvenes treintañeros acogerse a una oferta de hotel de fin de semana, que suele tener el minibar gratis (sólo agua y refrescos, naturalmente) y sin tenr que exhibir a la entrada el carnet de identidad del o de la “partenaire” de turno al acceder al establecimiento hotelero que suele ofrecer la suite los fines de semana a precios impensables para el joven Gil de los años 70 de un siglo atrás..

La poesía del granadino Luis García Montero (chico para todo en eso de las letras y el pensamiento postizquierdista) es enjundiosa tanto en el plano social o colectivo como en el íntimo. Denota una especial sensibilización con el transcurso del tiempo (cincuentena, vista cansada, un invierno propio…) y sus consecuencias en la percepción social del individuo. El viejo Dacio Gil admira la rapidez creativa de la ingente producción literaria que acredita al consorte de la escritora de éxito: lo mismo habla en público con enorme solidez de Tony Judt, comparte poesía con Sabina, que memorializa al gran Ángel González (Donde pongo la vida pongo el fuego/ de mi pasión volcada y sin salida./ Donde tengo el amor, toco la herida./ Donde dejo la fe me pongo en juego. Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego/ vuelvo a empezar, sin vida, otra partida./ Perdida la de ayer, la de hoy perdida,/ no me doy por vencido y sigo, y juego. Lo que me queda: un resto de esperanza./ Al siempre va. Mantengo mi postura./ Si sale nunca, la esperanza es muerte./ Si sale amor, la primavera avanza./ Pero nunca o amor, mi fe segura: jamás o llanto, pero mi fe fuerte; dejó escrito el ovetense). Pareciera que el ahora intitulado, para el diario El Público, "el votante perplejo" no pudiera llegar a dar abasto. Pero puede con todo.

No, con Luis García Montero no pasa lo que con Pérez Reverte y las insinuaciones de plagio, sobre el que, el copiado reconocido judicialmente,- otro Ángel González; el cineasta Ángel González-Vigil–, sin duda para exonerar de culpa al escritor de éxito, ha dicho “tal vez se la jugó el negro”. Casi como aquella canción zumbona y veraniega de Georgy Dann que más o menos decía “Mamita, qué será lo que tiene el negro”.

Viene todo ello a cuento porque el usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia se malicia o escama con la producción en serie (casi una obra cada mes) que presentan Eduardo Punset y José Manuel Sánchez Ron: libros como rosquillas. Escriben y hacen un sinfin de otras actividades. El economista y ex ministro catalán, además de todo lo que hace, acude con cierta frecuencia a los mítines de una de sus hija que se presenta como elegible en Altea. El físico y académico madrileño compatibiliza los eventos más inverosímiles y distantes. El viejo Dacio Gil recela de estos escritores tan prolíficos que parecen hacedores de teodiceas, pues a la divulgación de ese saber esotérico llamado ciencia se dedican ambos. Con pingües beneficios para los dos. Lo que pasa es que sobre ambos pesa ya la infundada calumnia (o no tan infundada, ni tan calumnia, qui lo sa) que sus libros se los hacen sus respectivos Ingenios de negros (en Cuba se llamaban "Ingenios" las explotaciones azucareras que solían "explotar" también al peronal de origen africano). Similar –según cuentan los versados en la materia- a las agencias de plumillas que hay detrás de los periodistas sempiternamente presentes en los programas de luxe (¡Válgame Dios!) de cotilleos, rosas y amarillos. Ni entra ni sale el viejo Gil en ese debate pero ya es curioso que verse la temática de los dos prolificos autores sobre un mismo tema: la ciencia. Al menos García Montero tiene la chispa y el talento de un poeta. En el caso del economista metido a divulgador científico y del físico que se arroga funciones de historiador, son sus redes que creen habilitarles para su respectiva aspiración de Lobby unipersonal. Se basan ambos en su cartera de contactos. Alain de Botton, mucho más joven, les da cien vueltas en eso de intentar socializar conocimientos.

Algo debe de haber de negritud en el trabajo de ambos ilustres y reconocidos juntaletras divulgativas pues si se analiza la estructura del lenguaje de sus textos se aprecia que difieren de unos libros a otros como si estuviesen sólo supervisados por quien aparece como autor pero escrirtos por otros. En todo caso, sindo bienpensados, no sería superchería sino buena organización del trabajo.

Así es la vida editorial, siempre bajo la sospecha del negro. El viejo Dacio Gil también ha trabajado de negro en sus años mozos: Yo fui aquel negrito... se canta frente al espejo algunas mañanas o cuando es incapaz de juntar tres letras seguidas. Y quien esté libre de culpa que lance la primera piedra, si se atreve. Al viejo Dacio Gil no le es dable dudar de la existencia de ilustres negros en la historia de la literatura y el protocolo. Mucho más en el campo de la ciencia donde -como sabemos los no muy versados en la Biblia, desde R.K. Merton- siempre imperó la gerontocracia, la explotación de los becarios y el “efecto Mateo”. El efecto Mateo se acrecienta hasta el estajanovismo en épocas como la presente de capitalismo y explotación salvaje y sin pudor.

Mientras tanto, los próceres patrios (¡Uff!) aprobaron en el Congreso esta misma semana la nueva y pomposa Ley de la Ciencia, de la Tecnología y la Innovación (que oculta más que muestra) cual si se tratase de las nuevas virtudes teologales del capitalismo imperante. Raudos Ron y Punset; Punset y Ron y otros divulgadores y vulgarizadores (partidarios o no), se aprestarán (espoleando cual Sandovales o Meles de turno a su respectivas huestes sobre las que pendiese un sangrante concurso de acreedores) para que tengan dispuesto en breve un texto para su divulgación inmediata (aunque ya no llegue a tiempo para la inminente feria primaveral del Libro). Así es la industria de los libros. Así es el negocio editorial. Cuentan y no paran de María Kodama y su agente norteamericano Wylli... Pero esa es otra historia.

Anselmo, el de la CECA que ya no irá a la Meca y el viejo Dacio Gil sienten un profundísimo respeto por los negros y las negras. Si la escuálida economía del viejo Dacio Gil le permitiese contar con un negrito sabio y hacendoso no vería consignados en sus posts tantos y tan tremendos errores –algunos insubsanables ya- materiales que parecen sustantivos y sustantivos que parecen materiales.. Menos mal que media el lenitivo de que nadie lee las terapias bloggeras de este Gil , aunque ello no mengua el sonrojo que siente al constatar la plasmación de contínuos errores más que letras tenga el texto. Aunque es menos una cuestión de negros que de chapuza connatural del usufructuario de la Tribuna Alta Preferencia. Cuando era joven y negro –que lo fue, como el malogrado Michael Jackson- no se permitía a sí mismo ningún gazapo: ante todo demostrar valía. Hoy todo es en Gil laxo, fofo, disfunción precoz de viejo que ni siquiera ha pasado por la transición de ser hombre "de cierta edad". Vive en el permanente “cogito interruptus provecto de raíz endógena”. Muy distinto a la chispa de cuando era aquel negrito…

Creemos, soñamos, envidiamos y aparentamos tener los atributos de los demás, lo cual es imposible:
Ay Mamita qué será lo que tiene el negro.
Ay Papito que dulzura y cadencioso caminar tiene la negra.

Ambos ecriben. Y escriben bien. En verso y en prosa...Y sobre Ciencia y Teosofía del siglo XXI.

¿Escribirán también los negros cartas de amor por encargo, escondiendo sus propios atributos?
Posiblemente si: Amor pro domo sua.

viernes, 13 de mayo de 2011

CARTAS DE AMOR: CAPACIDAD Y SENTIMIENTO PARA ESCRIBIRLAS.

Recientemente se han exhibido dos películas cuyos guiones, en apariencia simples, alcanzan de lleno la sensibilidad del espectador, conmueve su elegancia y el gusto con que el tema es tratado ante la cámara e impacta la belleza exótica de sus protagonistas pero terminan dejando un cierto regusto a ocasión perdida. O tal vez a incomprensión. Naturalmente el veterousufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia se está refiriendo a Copia certificada del director iraní Abbas Kiarostami y Una dulce mentira del francés Pierre Salvadori. Cualquiera, cuando termina el visionado, se agita insatisfecho como si su intelecto y su sensibilidad se hubieran detenido de súbito y fuese incapaz de extraer toda la esencia de estos dos filmes. El espectador, a la hora de recapitular sobre lo que termina de ver, muestra cierta confusión y una relativa desorientación mental.

¿Cómo es posible que, reuniendo ambas películas unas muy altas dosis de esteticidad, no se desborde el éxtasis, siendo aclamadas? ¿Cómo, si Juliette Binoche y Audey Tautou muestran su espléndida belleza genuinamente francesa, no brillan los ojos de los espectadores de emoción? ¿Por qué, si el sereno y elegante tratamiento cinematográfico es de una belleza deslumbrante -pareja a la del mejor Almodovar-, no se termina bien ponderando la estética elegida para transportar el mensaje? El viejo Dacio Gil le ha dado muchas vueltas a estas cuestiones durante largo tiempo y llega a una única conclusión para justificar estos yerros del entendimiento: ambas cintas tratan del amor, y el amor es en sí mismo contradictorio, está repleto de oximorones pessoanos. De ahí tal vez que las dos películas no hayan recogido los plácemes que su calidad verdaderamente merece. Posiblemente sea el amor el que las ha malogrado de cara a un público -entre los que se incluye este Gil- que se ha -nos hemos- acostumbrado demasiado fácilmente a golpes, porrazos, carcajadas fáciles y a efectos especiales rocambolescos e impactantes.

Ninguna de las dos películas es comercial (¡faltaría más!) y no podía esperarse un éxito de taquilla, pero su fulgurante paso por las pantallas denota que hemos perdido todos atributos de sensibilidad y, lo que es peor, ante los avatares del amor estamos indefensos, hemos perdido las condiciones para movernos en las sensaciones y los sentimientos más esenciales, o que deberían ser más básicas en el plano humano. Perdemos a pasos agigantados la capacidad de contemplar la belleza de lo especialmente simple: la evolución de un matrimonio, por un lado; la manifestación del amor naciente, a través de la elaboración de una carta de amor,por otro lado.

Una dulce mentira gira en torno al amor pero especialmente sobre las pseudo cartas de amor que suceden a una auténtica carta de amor sentido: no todo el mundo es capaz de escribir una carta de amor, ni en sus elementos sustantivos ni en los adjetivos. No todo el mundo es capaz tampoco de leer una carta de amor. Y no digamos ya sacarle la esencia de intersubjetividad. El eje central del guión de esta película son las cartas de amor: Por un lado, la necesidad de estar enamorado o saber cuáles son los elementos cardinales del amor para poder plasmar unos sentimientos. Por otro, tener una cierta habilidad literaria, de observación del otro, y capacidad metafórica imprescindibles para plasmar un sentimiento tan complejo que alcance el corazón del corresponsal; a la sensibilidad abierta (y puede que a la predisposición a la reciprocidad) del destinatario.

No es extraño que entre los libros más vendidos en los años 50-70 en España estuvieran los libritos conteniendo diferentes modelos de estilos y de fórmulas de cartas para enamorados, que hoy se denominarían, más o menos, manuales de autoayuda. El viejo Dacio Gil ha conocido grades hombres (está pensando en don Alejandro) que reconocían que era tan grande su amor y tan intensa y vital su necesidad de conquista de la amada que no dudó en buscar y adquirir uno de esos libritos para confeccionar sus cartas a su amada en la lejanía del servicio militar en provincias, alejado de aquella mujer por la que perdía el sentido… y la capacidad de plasmar negro sobre blanco su sentimiento desbordado. Y don Alejandro no era un don nadie en aquella época ni lo fué nunca luego.

Con el auge de los emails y los mensajitos telefónicos apocopados (y con la trasformación actual del amor en un aquí te pillo aquí te amo capitaneada mayormente por el género femenino; todo hay que decirlo) la conquista epistolar ha perdido su encanto y tal vez su razón de ser. Todo es hoy mucho más “postprosaico”, que ya es decir.

Para evadirse también de esa realidad el viejo Dacio Gil viene indagando en diferentes cartas de amor a lo largo de la historia y se ha encontrado con grandes sorpresas, tanto literarias como sentimentales. Le ha pasado con las cartas de amor lo que le pasa con todo: al huir de las deformaciones de la burocracia e intentar adentrarse en un mundo que consideraba simple como era el de la felicidad se topó con que éste era mucho más complejo que la burocracia; huyendo de la eficacia y la eficiencia buscó en el mundo del amor y se encontró con un auténtico “desideratum”, mucho más complejo que el “vuelva usted mañana”. Su mentalidad cinegético-bibliófaga le ha llevado a irse haciendo con una biblioteca sobre sentimientos que le hace cada vez más reducido el espacio vital e, inversamente proporcional, más amplios los inmensos confines de los sentimientos humanos, inabarcables para el viejo Dacio Gil. Hoy casi rechaza por irreales su colección de tratados de derecho administrativo y de ciencia de la administración (que paradójicamente no son más que unos cuantos principios sobre la policía, la única ciencia en la actualidad) así como los de teoría del Estado y derecho constitucional. Reconoce, eso sí, que no han perdido tanto valor los libros de sociología, sobre todo los de sociología de lo cotidiano, pues de éstos siempre pueden sacarse algunas conclusiones prácticas… aunque hoy los de metodología marxista, a la provecta edad del viejo Dacio Gil, inducen irremisiblemente al sopor antesala al abrazo de Morfeo.

Comprueba, por otra parte, el usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia que cada vez tiene más rasgos parecidos a Carmen Laforet. Parece que creciera en él el hemisferio cerebral proclive a la cosmopercepción femenina de las cosas. Diríase que el viejo Gil es cada vez más “lesbiano”; casi, casi –salvando las distancias ideológicas y sexuales- como el proceso sufrido por el escritor Louis Aragon que, en la edad tardía -tras el matrimonio con una de las hermanas Kagan, con Elsa, recuperó los sentimientos adolescentes de ambiguedad , cuando no abiertamente homosexuales.
Pero, sí, el viejo Gil se aprecia similitudes con la escritora de Nada (esa “nada” que saben valorar los viejos y sólidos pensadores a los que la vida ha enseñado a discernir los ruidos de las voces) y no sólo por la admiración de la escritora por el etólogo Konrad Lorenz y por nuestra común amada Lou Andreas Salomé, sino por otras características (bastante significativas) de un periodo significativo del decurso vital de la escritora catalana-canaria. Por cierto, que constan epistolarios amorosos en los que también ella se vio involucrada. Prueba de que era una mujer bella de cuerpo y de alma. Atormentada, claro, como cualquier ser humano que haya pasado por vivencias como las vividas cuando era joven en Canarias.

Espera no incurrir el viejo Dacio Gil en la falta a los compromisos (editoriales) que caracterizó en alguna etapa a la que fuera ganadora, contra todo pronóstico, del primer premio Nadal (sí, Nada ganó el Nadal, antes de que Nadal fuese conocido por ganarlo todo a base de raquetazos) y pueda plasmar sus digresiones sobre las cartas de amor en próximos posts.

miércoles, 11 de mayo de 2011

¿SON RIDÍCULAS LAS CARTAS DE AMOR? ¿ES RIDÍCULO EL AMOR?

Igual que el eventual lector –si es que lo hubiere- habrá reflexionado sobre las cartas de amor a Ofelia, el veteroufufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia ha quedado encallado en las cartas de amor que son un género literario desgraciadamente perimido y a la vez son también, en los casos que hay sentimientos, el espejo transparente, carente de azogue, en el que se ve al remitente epistolar desnudo en su intimidad desvestida.

En su afán de extractar (un imposible para este viejo que se extiende en casi todo sin medida ni cabal freno), el viejo Gil omitió deliberadamente la mención a la anécdota contada por Ofelia sobre las braguitas rosas. Cuenta que a través del ordenanza recibió una minuta en la oficina que decía Mi amor es pequeñito, tiene las braguitas rosas. “Yo cuando leí aquello –cuenta Ofelia- me indigné. Cuando salimos (de la oficina) le dije enfadada: -Fernando ¿por qué sabes si tengo las braguitas color de rosa o no, si nunca me las has visto? Y él me respondió riendo: -No te enfades, Bebé, es que todas las Bebés tienen braguitas de color de rosa…” De esta anécdota –que se produce por doquier en cualquier pareja de novios en la fase de estado naciente - puede extraer el eventual lector lo que quiera para superar su turbación. Sin embargo, para que ese hipotético lector o lectora quede aun más turbado, el presente post aporta los siguientes versos de los “amigotes” de Pessoa.

El “maestro” Caeiro dice sobre el amor: El amor es una compañía/ Yo no sé andar sólo por los caminos (…) Hasta la ausencia de ella es algo que está conmigo/ Y yo la amo tanto que no sé como desearla (…) (10.7.1930);
Amar es pensar/ Y yo casi me olvido de sentir sólo pensando en ella./No sé bien lo que quiero, incluso de ella, y no pienso más que en ella./ Tengo una gran distracción animada./ Cuando deseo encontrarla/ casi deseo no encontrarla/ Para no tener que dejarla luego./ No sé bien lo que quiero, n i quiero saber lo que quiero. Quiero tan solo/ Pensar en ella. Nada le pido a nadie, ni a ella, sino pensar (10.7.1930).

Ricardo Reis por su parte declama: Quiere poco: tendrás todo./ Quiere nada: serás libre./ El mismo amor que nos tienen/ nos desea, nos oprime (1.11.1939);
Yo no sé si es amor, o amor que finges,/ El que me das. Lo das. Tanto me basta. Ya que no por el tiempo,/ Por el error sea joven./ Poco nos dan los dioses, poco y falso./ Mas, si lo dan, aun siendo falso, dádiva/ Es verdadera. Acepto./ Cierro los ojos: basta/ ¿Qué más quiero?

Bernardo Soares, en el Libro del Desasosiego declara amar al Tajo y prosigue con los siguientes aforismos:
I.“Un amor es un instinto sexual, pero no amamos con el instinto sexual sino con la presunción de otro sentimiento. Y tal presuposición es, en efecto, otro sentimiento”;

II. Siempre rechacé que me comprendiesen. Ser comprendido es prostituirse. Prefiero que se me tome en serio como lo que soy, ignorado humanamente, con decencia, con naturalidad”;

III.Deseo huir. Huir de lo que conozco, huir de lo mio, huir de lo que amo

IV. La fatiga de ser amado. ¡De ser amado de verdad! ¡La fatiga de ser el objeto del fardo de las emociones ajenas! (…) ¡La fatiga de, en cualquier caso, tener forzosamente que sentir, tener forzosamente, aunque sin reciprocidad, que amar también un poco!;

V. Como todos los grandes apasionados, me gusta deleitarme en la pérdida de mí mismo, donde se sufre por entero el gozo de la entrega;

VI. Que ningún beso de mujer, ni siquiera en sueños, sea una sensación nuestra;

VII. Si un día tengo que escoger esposa entre las mujeres de la Tierra, que tu oración sea ésta; que de cualquier modo ella sea estéril. Pero pide también, si rezas por mi, que yo no tenga esa supuesta esposa. Sólo la esterilidad es noble y digna;

VIII. ¿Qué poseemos? ¿Qué poseemos? ¿Qué nos lleva a amar? ¿La belleza? ¿Y nosotros la poseemos amando? La más feroz y dominante posesión de un cuerpo, ¿qué posee él? NI el cuerpo, ni el alma, ni siquiera la belleza. La posesión de un lindo cuerpo no abraza la belleza; abraza la carne celular y grasienta; el beso no roza la belleza de la boca y sí la húmeda carne de los labios y mucosas perecibles; la misma cópula es tan sólo el contacto, un contacto frotado y próximo, pero no una penetración real siquiera de un cuerpo en otro cuerpo… ¿Qué poseemos entonces? ¿Qué poseemos?;

IX. La mujer, una buena fuente de sueños. Nunca la toques;

X. Mi mundo imaginario fue siempre el único verdadero. Nunca tuve amores tan reales, tan animados, de sangre y vida como los que tuve con figuras que yo mismo cree. ¡Tan leales! Tengo saudades de ellos porque, como los otros, pasan…


Es conocido que Álvaro de Campos fue el amigote que más malmetió contra el noviazgo de Ofelia y Fernando. Alguna biógrafa ha señalado que “Álvaro de Campos, homosexual, le coge ojeriza a Ofelia”. La novia, por su parte, en sus memorias reconoce : ”Por ejemplo Fernando era un poco confuso, principalmente cuando se presentaba como Álvaro de Campos. Me decía entonces: Hoy no soy quien viene, es mi amigo Álvaro de Campos. Se portaba, en aquellas ocasiones, de una manera totalmente diferente. Disparatado, diciendo cosas sin sentido. Un día cuando llegó a mi lado me dijo: Traigo una incumbencia, señora mía, es la de echar la fisonomía abyecta de ese Fernando Pessoa, cabeza abajo, en un cubo lleno de agua. Y yo le respondía: “Detesto a ese Álvaro de Camñpos. No sé por qué –me respondió-, mira que tú le gustas mucho. Pero no era verdad.”
Sin embargo, el ingeniero Álvaro de Campos tiene, sin constar su fecha exacta, un poema genial relativo a la actitud que debe de mantener un señor en un restaurante cuando no es servido como merece (con el amor al fondo). Tiene, además, datado en 20.11.1935, otro poema que se extiende sobre el tema del anterior post: las cartas de amor. Las cartas de amor que tienen cautivado al viejo Dacio Gil. Y que éste no se resiste a reproducir íntegros ambos poemas:
CALLOS AL ESTILO OPORTO.
Un día en un restaurante, fuera del espacio y del tiempo,
Me sirvieron el amor como unos callos fríos.
Le dije delicadamente al propagandista de la cocina
Que los prefería calientes,
Que los callos (y eran al estilo de Oporto) nunca se comen fríos.

Se impacientaron conmigo.
Nunca se puede tener razón, ni en un restaurante.
No comí, no pedí otra cosa, pagué la cuenta
Y me fui a pasear por la calle.

¿Quién sabe lo que quiere decir?
Yo no lo sé, y me pasó a mí…

(Sé muy bien que en la infancia de todo el mundo ha habido jardín,
Particular, o público o del vecino.
Sé muy bien que nuestro jugar era su dueño.
Y que la tristeza es de hoy.)

Sé esto muchas veces,
Pero, pero si yo pedí amor ¿por qué me trajeron
Callos al estilo de Oporto fríos?
No es un plato que se pueda comer frío,
Pero me lo trajeron frío.
Nunca se puede comer frío, pero vino frío.

CARTAS DE AMOR.
Todas las cartas de amor son
Ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
Ridículas.

También escribí en mis tiempos cartas de amor,
Como los demás,
Ridículas.

Pero al final,
Sólo las criaturas que nunca han escrito
Cartas de amor
Son las que son
Ridículas

Quién volviera al tiempo en que escribía
Sin darme cuenta
Cartas de amor
Ridículas.

La verdad es que hoy
Mis recuerdos
De aquellas cartas de amor son
Ridículos
(Todas las palabras esdrújulas,
Igual que los sentimientos esdrújulos,
Son naturalmente
Ridículas).

El viejo Dacio Gil chochea. juega a indiscipinador de espíritus como su amado Fernando. Parece que buscara embrollar al eventual seguidor del blog y hacerle un lío. Confundirle en estos tiempos de certezas absolutas con las sensaciones de esa sociedad plural de amigotes heterónimos , ortónimos, pseudónimos y semi-ortónimos. Le anima la verdad sobre el "drama en gente" y sobre el propio Pessoa. Y animado por Lou y por Fernando se detendrá próximamente en diferentes cartas de amor. Espera suscitar la búsqueda de emociones a través de la correspondencia amorosa existente. La hecha desaparecer que la imagine cada cual a su fantasía y conveniencia.

¿Será ridículo el empeño o el que será ridículo es el viejo Dacio Gil?
Sirva como un llamamiento a la rebelión instado por los viejos. Ahora el ¡Indisciplinaos! propuesto por este viejo.

sábado, 7 de mayo de 2011

¿Y DÓNDE ESTÁ BEBITO?

Dicen las malas lenguas que José Sócrates ha llamado a sigilosa consulta a su embajador en el FMI (Fondo de Memorable Inmortalidad) y en el BCE (Banco de Cultos Excepcionales) para que le asesore sobre dos cuestiones candentes: el rescate económico de Portugal y sobre la muerte de Bin Laden. El lisboeta nacido el día de San Antonio y su CIA (Consejo Interdisciplinar de Asesores heterónimos) es experto en temas financieros y bancarios (el banquero anarquista, perfecta mezcla entre sátira e ironía, lo escribe en una época en la que los intereses de la deuda pública absorben más de la mitad de los recursos del Estado y es clamorosa la evasión masiva de capitales). El autor de aforismos tan antológicos como “Vivir es ser otro”; “Todos tenemos dos vidas: la verdadera y la falsa”; “No busques ni creas: todo está oculto”; “Finge tan bien (verbigracia, H. Clinton,) que hasta finge que es dolor el dolor que de veras siente”, es, por obvias razones, el mayor experto en el “affaire localización y muerte en directo de Bin Laden".


Pero Fernando Antonio Nogueira Pessoa viene a esta Tribuna Alta Preferencia en su condición de amante, de amador de mujeres. Amó como un artista, con las limitaciones propias de un creador. Dejó fehacientes pruebas epistolares de su amor por Dona Ofelia Queirós (su Bebito particular). Puede que en eso del amar se parezca al autor de La Gaya Ciencia en relación a Lou, pero el viejo Dacio Gil duda que ambos amores sean completamente equiparables, ni transpolable aquella frase de nuestra queridísima Lou referida a Nietzsche: “La historia de este hombre es, de cabo a rabo, una biografía del dolor.” Pessoa y su “clan” hablaron –y mucho- de dolor y desasosiego, pero no sería justo calificar toda la vida –todas las vidas- de este genio como “biografía del dolor”. Máxime cuando, más de 50 años después de la muerte del consejero-delegado de tan peculiar “sociedad ilimitada” (o pluripersonal), se conocieron los extremos más concretos de las diferentes fases de un proceso humano de amor-desamor, desde el estado naciente hasta la efectiva separación, pasando por el vuelo nupcial y el enamoramiento. Las revelaciones de la amada sirven de certificado de naturaleza de todo un proceso de amor. Amor, con todas las acotaciones que quieran hacerse. Revelaciones que sorprendieron a la propia familia del autor del “drama en gente” que desconocieron por completo el noviazgo. La aparición de un epistolario autentificado por su destinataria puso al descubierto una faceta más del gran Fernando. Como acertadamente apunta Brechón, al leerlas “se tiene la sensación de estar violando un secreto íntimo”. Aquí radica la diferencia entre Fernando y Lou (e, incluso, con Nietzsche), dado que Lou se cuidó minuciosamente de hacer desaparecer cualquier rastro de sus intercambios epistolares para no dejar traslucir emociones. Ofelia sacó a la luz sus intimidades epistolares.


Nada puede tener de extraño que un bollito de 19 años se quede prendada de la elegancia británica de un caballero de 32 años distinto a los jóvenes lusos. Es comprensible que una joven que se sale de lo normal de entre las mujeres portuguesas buscando empleo, repare en los modales y el porte del oficinista contable justo en las escaleras de la oficina en la que acude en busca del empleo; incluidas las extrañas polainas que luce tambien el elegante hombre del sombrero y el chaleco. Nada tiene de extraño que un hombre de 32 años pose sus ojos en un exponente tan cualificado de la confitería lusa, trece años menor. Poco puede sorprender que tras la aparición del flechazo se establezca una erótica de la oficina, un romance laboral con el cruce de miradas, minutas a través del ordenanza (no existían los emails), cortejos galantes, sueños… y hasta notas dejadas en los cajones. Cuenta la propia Ofelia que un día encontró una nota en el cajón del escritorio que decía “Kiss me. Dame un beso. ¿De acuerdo?" Y otro día Fernando le reprochó “ponerle ojitos tiernos a Pantoja”. Con los años hizo público también Ofelia que un día, cuando ya salía de la oficina, Fernando le declamó un pasaje de Hamlet y la besó apasionadamente “como un loco”. Ofelia –que ya entonces se había enamorado hasta las cachas de Fernando- le pidió que le proclamara su amor en toda regla, que le hiciese una declaración formal de noviazgo. Y es ahí donde da comienzo jurídicamente el noviazgo.


¿Jurídicamente? ¿No desvaría el viejo Dacio Gil por la deformación profesional del derecho canónico? ¿Acaso había ya un nasciturus que proteger? No. El viejo Gil al menos en esto no desvaría. La primera carta de amor, la que da fecha al “estado naciente”, el 1 de marzo de 1920, tiene un contenido jurídico. Entre otras cosas en ella Pessoa dice:
“(…) Ofelita puede preferir a quién quiera no tiene obligación –creo yo- de amarme, ni realmente necesidad (a no ser que quiera divertirse) de fingir que me ama.
Quien ama de verdad no escribe cartas que parecen requerimientos de abogados. El amor no estudia tanto las cosas ni trata a los demás como reos a los que es preciso comprometerse (…) Reconozco que todo esto es cómico y que la parte más cómica de todo esto soy yo.
Yo mismo le encontraría gracia si no la amase tanto y si tuviera tiempo de pensar en otra cosa que no fuese en el sufrimiento que tiene el gusto de causarme sin que yo, a no ser por amarla, lo haya merecido, y creo que amarla no es razón bastante para merecerlo. En fin…”

Y para otorgar más solemnidad a la declaración en la que se convierte en su prometido, no sin evidente fina gracia, Pessoa concluye. “Ahí va el documento escrito que me pide. Reconoce mi firma el notario público Eugenio Silva.”


Al parecer, según alguno de los biógrafos, Fernando desde esta carta inicial se cuidó de emplear con sumo cuidado los tiempos del verbo amar –Ofelia quería a toda costa verlo consignado por escrito para despejar cualquier duda de flirteo o de amorío pasajero- pues, en el fondo a él le gustaba tratarla como a una amante, pero tal vez dejando al margen la posibilidad de sexo. Ángel Crespo, sin embargo, lo ha definido perfectamente: “lo cierto es que Pessoa no prescindió, ni mucho menos, del sexo en sus relaciones con Ofelia”. A ésta le complacen las cartas de Fernando pues comprueba el poder de sus encantos femeninos en la actitud de un hombre. Quien alguna vez haya amado de veras sabe que estas frases no son mera retórica literaria sino que traducen una pulsión auténtica, son inequívocas aunque se embocen, como en el caso de Pessoa, en un lenguaje infantil (al parecer, además, Ofelia era sentimentalmente infantil y menuda y grácil de tipo): “¿Cuándo podremos encontrarnos a solas en cualquier parte, amor mío? Siento la boca extraña, extraña, sabes, por no tener besitos hace tiempo…¡Bebé mío para sentárselo en el regazo! ¡Bebé mío para morderlo! Bebé mío para… (y luego el bebé es malo y me pega…) Cuerpecito de tentación te he llamado y eso continuarás siendo, pero lejos de mi. Bebé, ven aquí, ven al lado de Ninito, ven a los brazos de Ninito. Ven… estoy tan solo… Tan solo de besitos…” Esta pulsión, este arrebato Ofelia la cuenta pasados bastantes años en la especie memoria que acompaña las cartas, cuando estando en la parada del autobús, tuvo Fernando una especie de arrebato y la condujo a unas escaleras próximas; ella pensó que era para esconderse de alguien, pero no. “Sin que me lo esperase, me agarró con todas sus fuerzas y me besó un beso enorme, enorme.”


Parece ser que Pessoa pudo haberse enamorado de al menos otras dos mujeres, pero, al vivir obcecado con su obra magna, temía no hacer felices a las mujeres al tener que dedicar mucho tiempo a su obra. Ese dato fue evidente con Ofelia.Lo cierto es que Ofelia fue su gran amor. Que Fernando sobrevivió dos veces al gran amor de la misma mujer (cuatro veces menos que Luis Racionero, pero está bien) con un interludio de 9 años. Y las cartas no mienten aunque puedan enmascarar. Quien se adentre en la cincuentena de cartas encontrará que Ofelia es para Fernando el Bebito, el Bebecito, la Bebé niñita, el bebé-angelito en orden a las características de la amada, pero también encabeza las cartas con Víbora, Avispa, Fiera o con el trato preferencial de Excelentísima Señora.


Las cartas reflejan la evolución de ese amor como una pareja cualquiera de las que tan certeramente refleja la psicóloga María Jesús Álava en su recomendable libro Amar sin sufrir. Aunque, bien pensado, el amor de los genios es algo distinto pues se interfiere siempre la obra. Y en el caso de Fernando los “amigotes”, como el homosexual Álvaro de Campos o A.A Crosse que interfieren en la relación…


Mucho se ha escrito sobre la sexualidad de Pessoa. Hay mucho mito también. El reciente libro del brasileño Cavalcanti Filho tampoco parece desvelar demasiado sobre la cierta ambigüedad sexual (¿metrosexual avant la lettre?) de Pessoa, pero la lectura de las cartas del primer noviazgo produce cierto pudor pues se nos aparece don Fernando sin sus pulcros trajes cortados a medida y sus pajaritas british, apareciendo en la más desnuda intimidad en la manera de vehicular sus pulsiones y afectos. Desde alfa a omega todo el abecedario del amor-desamor. Es notorio que la carta final de este primer noviazgo dejó completamente enamorada por siempre a Ofelia:

- “¿Ay amor mío, Bebé mío, muñequita mía, quién te tuviese aquí? Muchos, muchos, muchos, muchos, muchos besos, de tu, siempre tuyo.” (19.3.1920).

- “Pero sólo te pediría que fingieses ese cariño, que simulases algún cariño por mí (…) Adiós amorcito, haz lo posible por quererme de verdad…procura por lo menos fingirlo bien. Muchos, muchos besos de tu, siempre tuyo, pero muy abandonado y desolado.” (20.3.1920).

- “no me conformo con la idea de escribir, querría hablarte, tenerte siempre a mi lado, que no fuese necesario mandarte cartas. Las cartas son señales de separación, señales, por lo menos, por la necesidad de escribirnos, de que estamos separados. (23.3. 1920).

- “Adiós, amor. Besos, besitos, besones, besocos, besocas y besirititos de tu siempre muy tuyo.” (25.3. 1920)

- “un beso solo que dure todo el tiempo que todavía tiene que durar el mundo, de tu siempre y muy tuyo.” (5.4.1920)

- “Muchos besos y un abrazo alrededor de la cintura de Bebé” (6-5-1920).

- “El Destino es una especie de persona, y deja de molestarnos si mostramos que no nos importa lo que nos haga. Por eso, tú debes de tener la fuerza de” pensar sólo en esto”: quiero a Fernando, “no pasa nada”… Te quiero inmensamente, Bebé créelo; no quiere esto decir que no te ame, quiere decir que en todo esto sólo doy importancia a ti a a mí y lo demás no me importa nada…¡Sécate las lágrimas, Bebé mío! ¡Tienes hoy de tu parte a mi viejo amigo Álvaro de Campos, que generalmente ha estado en contra tuya! Sólo vale la pena lo que se consigue con esfuerzo. Mil besitos, besos y chi-corazones.” (28.5.1920).

- “Querida Ibis: (…)Cuando me dices que lo que más deseas es que me case contigo, es una pena que no me expliques que tengo al mismo tiempo que casarme con tu hermana, tu cuñado, tu sobrino y no sé cuentos clientes más de tu hermana.” (31.7.1920).

- “Ofelita: (…) no prolonguemos más una situación que no tiene ya la justificación del amor, ni de una parte ni de otra. De la mía al menos queda una estima profunda, una amistad inalterable (…) El tiempo que envejece caras y cabellos, envejece también, pero más deprisa todavía los afectos violentos. La mayoría de la gente, porque es estúpida, consigue no darse cuenta de ello y cree que todavía ama porque ha contraído el hábito de sentirse amado. Si así nos fuese no habría gente feliz en el mundo. Las criaturas superiores, sin embargo, están privadas de la posibilidad de esa ilusión, porque ni pueden creer que el amor dure ni, cuando lo sienten acabado, se engañan tomando por él a la estima, o a la gratitud, que ha dejado. Estas cosas hacen sufrir pero el sufrimiento pasa. Si la vida, que es todo, pasa por fin ¿cómo no ha de pasar el amor y el dolor, y todas las demás cosas que no son más que partes de la vida? (…) Pero Ofelita tiene un carácter óptimo, e incluso su irritación no consigue tener maldad. Cuando se case, si no tiene la felicidad que se merece, seguro que no será suya la culpa. En cuanto a mi…El amor ha pasado. Pero te conservo un afecto inalterable, y no olvidaré nunca –nunca créelo- ni tu figurita graciosa, y tus hechuras de pequeñita ni tu ternura, tu afecto, tu índole amable (…) Quedemos el uno ante el otro, como dos conocidos desde la infancia, que se amaron un poco de niños y que, aunque en la vida adulta siguieron otros afectos y otros caminos, conservan siempre, en el escondrijo de su alma, la memoria profunda de su amor antiguo e inútil (…) Mi destino pertenece a otra Ley, cuya existencia Ofelita no sabe, y está subordinado cada vez más a la obediencia a Maestros que no consienten ni perdonan. No es necesario que comprendas esto. Basta con que me conserves con cariño en tu recuerdo, como yo inalterablemente te conservaré en el mío. (29.11.1920)


El segundo noviazgo comenzó con aquella fotografía de “Fernando Pessoa en flagrante delito”. No fue lo mismo: el denodado-y ciclópeo- esfuerzo creador del “drama en gente”, las dificultades económicas y el alcohol inocularon en Fernando el miedo a no poder hacer feliz a Ofelia. Es ya un juego de espejismos en los que la pasión no es ya preponderante como en el primer ciclo. Uno de sus biógrafos sugiere que en esta etapa el amor fue un asunto de tres, un trío (como los boleros) con la intervención constante del impertinente Álvaro de Campos. Ángel Crespo mantiene, sin embargo, que era un asunto de cuatro, un cuarteto (también como los boleros). En cualquier caso hay al menos tres cartas antológicas: 1) La fuerte e inequívoca vocación literaria, además del amor; 2) El amor y la imposibilidad de amar aun amando; y 3) Un final (literario) del noviazgo propio de oficinista

- “(…) He llegado a la edad en que se posee el pleno dominio de las propias cualidades, y la inteligencia ha adquirido la fuerza y la destreza que puede tener (…)para realizar esta obra necesito sosiego y cierto aislamiento. No puedo, desgraciadamente, abandonar las oficinas donde trabajo (no puedo, es claro, porque no tengo rentas), pero puedo, reservando para el servicio de esas oficinas dos días de la semana (miércoles y sábados), tener míos y para mí los cinco días restantes. Toda mi vida futura depende de que yo pueda o no hacer esto, y en breve. Por lo demás, mi vida gira en torno a mi obra literaria, buena o mala que sea, o pueda ser. Todo lo demás de la vida tiene para mí un interés secundario (…) Me gustas mucho, pero mucho Ofelita. Aprecio mucho –muchísimo- tu índole y tu carácter. Si me caso no me casaré más que contigo. Queda por saber si el matrimonio, el hogar (o lo que quiera que quieran llamarle) son cosas que sean compatibles con mi vida de pensamientos. Lo dudo (…) Si no consiguiera organizarla, claro está que nunca pensaré siquiera en pensar casarme. Si la organizase en términos de ver que el matrimonio sería un estorbo, claro que no me casaré. (…)” (29.9.1929).

- “Terrible Bebé: me gustan tus cartas, que son cariñositas, y también me gustas tú, que eres cariñosita también. Y eres bombón, y eres avispa, y eres miel, que es de las abejas y no de las avispas (…) y me gustaría darte un beso en la boca, con exactitud y golosina y comerte la boca y comerme los besitos que hubiera allí escondidos y apoyarme en tu hombro y resbalar hacia la ternura de las palomitas, y pedir perdón, y con el perdón ser fingido, y volver muchas veces, y punto final hasta volver a empezar, y por qué quiere Ofelita a un maleante y a un zarrapastroso y a un individuo con narices de cobrador de gas y expresión general de no estar allí sino en el lavabo de al lado (…) y me gustaría que Bebé fuese una muñeca mía y yo hacía lo que un niño, la desnudaba, y el papel se acaba aquí mismo, y esto parece imposible que lo haya escrito un ente humano, pero está escrito por mí.” (9.10.1929).

- “(…) Creo que quedan hechas todas las recomendaciones para su uso. No es necesario agitar antes de usarlo. Hasta luego. Ibis. (11.1.1930)


Ni que decir tiene que Ofelia no consideró casarse hasta la muerte del poeta. Un experto en Pessoa como Ángel Campos Pámpano ha calificado a Pessoa como “un corazón de nadie” pero el epistolario y la memoria de Ofelia pueden denotar que las relaciones físicas entre ellos fueron más allá de lo que se deja entrever. Quien verdaderamente haya amado sabe por experiencia que es necesario un prerrequisito de sentimiento para estas cartas, por más que un poeta de la talla de Pablo Milanés haya llegado a decir que para escribir canciones de amor es necesario un porcentaje de sentimiento y otro porcentaje aún mayor de profesionalidad.
Analizado con detenimiento, Fernando sí estuvo enamorado e “hizo el amor”. Otra cuestión será llegar a desentrañar -la vida de fernando es, patentemente, pura diversificación de caracteres- que ese hacer el amor fuese también sexo al modo entendido en el siglo XXI. Han quedado anotadas opiniones contrapuestas. Sea como fuere, lo cierto parece ser que la oxitocina estuvo presente en los flujos de ambos amantes.


Invita el viejo Dacio Gil a indagar en el mensaje literario de Pessoa; y quien quede atrapado -es difícil no engancharse con El libro del desasosiego- que profundice sobre su vida. Mientras tanto el viejo Dacio Gil ha quedado embarrancado en las cartas de amor que aportan mucha luz y son un estilo literario. Va a seguirles la pista a partir de ahora el viejo Gil, dado que con el auge exponencial de los emails y los mensajes en el móvil son ya pura arqueología.

Las cartas de amor aún enamoran. Son una dulce mentira. Vean si no la reciente película francesa del mismo título protagonizada por Audrey Tautou.

Cartas de amor. Hay que saber escribirlas. ¿Y dónde está Bebito?

Todos, absolutamente todos sin excepción de ningún orden, tenemos un Bebito al que prodigar amores y ternuras. No puede faltar el amor, la lentitud y la ternura...aunque a veces la realidad pueda parecer que impone lo contrario. Sólo hay que buscar en nuestro corazón y buscar a Bebito. Saber dónde está Bebito.