Los humanos tenemos la mala costumbre de tomarnos demasiado en serio las instituciones. Así nos va. Cuando a alguien se le ocurre una institución, sea cual fuere, los advenedizos y trincones se encargan de recubrirla de solemnidades para que parezca que los seres humanos siempre han necesitado de ellas para poder convivir. Inventarla o hacerla desaparecer, que viene a ser lo mismo. El caso es aparentar que lo que convenimos en llamar sociedad parezca organizada o “contraorganizada”. Puede que siempre haya sido así, pero el viejo Dacio Gil entiende que en las épocas de grandes transformaciones históricas como la presente esta tendencia es aún más acusada.
Hoy todo lo que parecía sólido de las organizaciones humanas se ha disuelto como un grano de sal, los sesudos pensadores sobre las instituciones se encuentran desorientados, sin brújula. Pareciera que su pretendidamente solemne aparataje conceptual se hubiese esfumado a la vez que su objeto de estudio hacía mutis por el foro. Podría decirse que los occidentales, sin comerlo ni beberlo, nos encontrásemos casi todos huérfanos y desnudos. Perplejos por el hundimiento de nuestro particular Titanic y sin capacidad de interpretación de lo que está sucediendo o están haciendo que suceda, o pareciendo que sucede.
Para analizar estos acontecimientos hay que reconocer que los británicos han tenido siempre una especial perspicacia y un enorme sentido del humor. Sin ir más lejos, ahí les tenemos en la UE de la moneda única y con su propia moneda (y sus propios bancos) campando por sus respetos. Debe de ser la impronta de haber sido un viejo imperio…
Sea como fuere, lo cierto es que los ingleses siempre han observado con fina ironía y humor las situaciones más solemnes. Diríase que ven la realidad más seria como una sitcom como Tubby, el protagonista de Terapia, la novela de David Lodge. Desde Evelyn Waugh con “arriba y abajo”, que satirizaba la compartimentalización de la sociedad aristocrática hasta Sir Cyril Northcote Parkinson con su sesuda reflexión cómica sobre las leyes de crecimiento de cualquier burocracia (luego retomada y adaptada por el norteamericano Laurence J. Peter y sus célebres Principios y fórmulas sobre la jerarquiología que se cierran con la frase antológica: “Con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones.”), pasando por un egregio elenco de magnífica literatura de humor (P. G. Woodehause, David Lodge, Tom Sharpe, el brillantísimo John Lanchester de ¡Huy!, etc., etc., etc.)
Todas las películas de los Monthy Pyton, Sí Ministro, Los Roper, Arriba y abajo y un largo etcétera son un claro exponente de cómo desde la óptica británica cualquier solemnidad es tratable como una comedia de situación (sitcom). Y en ese contexto ninguna razón había para no poder tratar en clave de comedia de situación la realidad (inducida o deducida) del terrorismo. Del terrorismo y el contraterrorismo científicos. Un británico -¿quién si no?-, Chris Morris, se ha atrevido con ello y con el notable éxito que acompaña al humor inglés. Su Four Lions se centra en el terrorismo yihaddista, pero es evidente que podía haberse referido a cualquier terrorismo, tanto el de la ETA como el del CSIC o cualquier otro. Como la película está perfectamente documentada, queda al descubierto en ella la falacia tremenda que es la organización científica del trabajo. En una concatenación de juiciosos sketchs queda al descubierto la absurda cientificidad de los terroristas, de la policía, de los informativos, de las carreras y maratones populares y de cualquiera de las actividades rigurosamente vigiladas. Antológicas son las escenas sobre la noticia del pretendido asesinato de Bin Laden; la duda científica policial de a qué oso disparar; la técnica suasoria, a través de celular, del policía-científico-psicólogo con el terrorista captor de un rehén, intentando ganar su confianza introduciendo el tema (¿científico?) sobre si le gustan o no los culos duros; la velada mención a la música de Leonard Cohen; el "sólido" integrismo del Immam en la "acción colectiva científica"... El colofón es la postrera declaración del testigo en el atestado policial. Nos quedamos sin saber cómo hubiera sido el juicio…pero nos lo podemos imaginar fácilmente simplemente con aplicar criterios científicos a la actividad organizada humana de juzgar…
Quienes conocen la realidad del Mobbing, el maltrato organizativo y el acoso institucional (Mediavilla, Piñuel, Hirigoyen, González de Rivera y otros) se refieren a él como terrorismo organizativo. No les falta razón. Y por aquello de la pretendida cientificidad destacan que el ámbito de la ciencia y la investigación es abonado para esa perversión humana. Y en esto aparece el CSIC, como Fidel en la revolución. Si en el campo de la ciencia caben las revoluciones, tal como enseñase Thomas Kuhn, ¿cómo va a faltar el terrorismo? No falta, y no es preciso recurrir al antecedente de las penalidades sufridas por Miguel Servet para justificar su presencia constante.
Este domingo 16 se celebra la carrera del CSIC (a falta de otras carreras profesionales bueno es machacar el subconsciente con la carrerita deportiva por las calles madrileñas) hoy pomposamente llamada "Carrera Internacional de la Ciencia". De el popularmente conocido Memorial Fernando Belinchón ya se ha hablado en esta Tribuna Alta Preferencia. Debe su popularidad por la sospechosa y continuada –además de silente- sustracción de fondos públicos procedentes de la Unión Europea para supuestos o reales proyectos de investigación. El Memorial Fernando Belinchón, la carrera del CSIC, era una buena oportunidad para que se inscribiesen en ella, para darle lustre, Omar, Waj, Barry y Fessal con sus explosivos y sus festivos disfraces que acaso no lo sean tanto dado el contexto. Aunque, bien pensado, no resulta necesario pues el CSIC es en sí mismo un buen exponente del terrorismo científico que destaca con humor Chris Morris en su inteligente Four Lions. Además, seguro que participan en esta edición los corredores, Abad Ruiz, Almazán Barragán, García Ferrer, Jiménez Arroyo, Rodrigo Montero, Martínez Alonso y demás atletas del coge el dinero y corre, del terrorismo económico-científico.
Una perversión humana de la que puedes incluso desternillarte si es que no te duele.
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