Por un lado, la llamada primavera árabe se había enquistado en Libia por razones históricas y, especialmente, económicas. La extracción de recursos naturales, con un petróleo de bastante calidad, obligaba a una “reconstrucción” diferente a las de Túnez o Egipto. Diferente también al problema de Siria. La necesidad de “reconstrucción” comportaba consiguientemente un aplazamiento de la solución para que el país se fuera descomponiendo fratricidamente. El conflicto estaba tan enquistado que se corría el riesgo que se escapase de las manos su solución a la comunidad internacional de reconstrucción. Ya no cabía más que un desenlace a la rumana, tal y como se ha terminado produciendo. Ahora el pueblo libio y el resto de países deben sobreponerse al impacto de unas imágenes que muestran la debilidad innata del ser humano en situaciones de violencia como la vivida en Libia. Violencia de todo signo, sin exclusiones ni matizaciones. Habrá que esperar a que el paso del tiempo “desclasifique” la verdad de todo lo acontecido; hoy estamos embargados por la desolación de las calles libias y la imagen de dos cadáveres que han subseguido a una serie de tomas verídicas o falsas. No somos capaces de calibrar todas sus dimensiones presentes, pasadas y futuras. En cualquier caso, sólo cabe participar de la alegría si es que de verdad se ha hecho desaparecer un yugo y no sólo se ha iniciado el proceso para su sustitución por otro tutelada económicamente…
Sobre el fin de la violencia terrorista de ETA, cuya génesis viene del franquismo, el viejo Dacio Gil no va a pronunciarse por ahora. Pero era, ciertamente, una eventualidad que se masticaba para estas próximas elecciones. La reciente historia electoral española está jalonada de sobresaltos emocionales de gran envergadura: intentos de golpes de Estado, reiterados atentados de muy diferente signo y calado... El ejercicio de la pretendida “elección racional” nunca ha sido muy aséptico que digamos. Ahora surgirá de nuevo la emoción. Pero será de otro signo: de lo más favorable para la convivencia, pero emoción sin duda. No hay que más que repasar la prensa de ayer y de hoy (y la de los días sucesivos) para comprobar que la afirmación anterior es axiológica a la luz del bombardeo mediático. Desde la Tribuna Alta Preferencia se tiene la impresión –acaso falsa- de que todo estaba preparado para intentar mitigar la profunda depresión política (además de económica y también psicológica) que padece la sociedad española. Casi como si estuviese concebida con criterios científicos de psicología electoral. Como si se pretendieran sentar las bases para iniciar una nueva etapa de transición que haga tabla rasa de todo lo acontecido: un prietas las filas en el ámbito de la política. La venta de un nuevo consenso sobre el que vehicular los sacrificios colectivos. Será en efecto una nueva transición pero el problema de ETA no es hoy el primer problema social, ni político, ni económico ni psicológico de los españoles. Es un problema. Y grave, si. Pero hoy no el problema. Y las soluciones a los problemas colectivos actuales de los españoles deben de ser sistémicas y no sólo políticas. Pues todas las soluciones son evaluables y repercutibles económicamente.
Habrá que dar tiempo al tiempo, que lo desvela casi todo, pero no deberíamos perder la perspectiva social. La democracia española tiene muy graves fallas de calidad y, hoy por hoy, el terrorismo no es el único problema. Ni siquiera político.
Acaso con el impacto cegador de estas noticias, que han achicado hasta el mínimo noticias como la entrega de los premios Principe de Asturias, no estamos reparando que la Democracia tiene una prueba de fuego en América. En toda América pero esta vez el modelo territorial no será el analizado por Alexis de Tocqueville sino lo que convenimos en llamar Latinoamérica. Así, dentro de escasamente unas horas celebra la República Argentina unas elecciones presidenciales en las que parece todo decidido. Al menos lo esencial ya decidido, pues el peronismo en sus diferentes manifestaciones copará los máximos réditos electorales. La actual Presidenta actúa como Evita, incluido el enorme mausoleo del marido.
Poco parece importar que la calidad de la democracia sea muy baja y esté trufada de escándalos económicos, corrupción y una enorme inflación galopante por días. El elector argentino, y no sólo el bonaerense, el cordobés, el mendocino, el santafesino o el salteño, aplica grandes dósis de sensatez que rayan en el conservadurismo político. Después del Default de 2001 nadie quiere intuir siquiera la sombra desconcertada y fallida del Estado en época de Menem. De ahí que se acepten acríticamente las subvenciones que asfixian la economía y azuzan la inflación. Los argentinos se entregarán a la nueva Evita –una Evita más- pues en su fuero interno recelan sesuda y emocionalmente de las instituciones y los políticos. Es un respeto distante, casi protocolario de diplomático para poder sobrevivir. Ya casi ni se escandalizan: es peronismo y no hay más que hablar. Aceptan el peronismo con naturalidad aunque recelan de la fórmula tradicional y de las renovadas. Votarán peronista porque de momento es estabilidad. Su terrorismo hoy por hoy es el Default que no quieren ni recordar. Dan por buena la inflación, la manipulación y el secuestro de bastantes derechos sociales más allá del puro verbalismo. Con los efectos del corralito que siguió a la inhumanidad de la dictadura militar, de momento se conforman aunque sea con todas las reservas.
Democracia dentro del peronismo.
México también tendrá próximamente elecciones presidenciales y todo apunta que volverá el PRI en un país secuestrado por la violencia organizada pero con un crecimiento económico razonable para la zona. Es una democracia con miedo o miedosa, de baja calidad, pero los mexicanos, hartos de tanta violencia y tanta muerte, parecen resignarse a una débil democracia dentro de la institucionalidad partidaria. La seguridad está en el centro del debate de esta democracia fronteriza. El PRI y el PAN de Felipe Calderón, que aspiran a repartirse el pastel electoral, pugnan por hacer una venta exitosa del repliegue de los militares a los cuarteles y la negociación o tregua con los narcos.
México también tendrá próximamente elecciones presidenciales y todo apunta que volverá el PRI en un país secuestrado por la violencia organizada pero con un crecimiento económico razonable para la zona. Es una democracia con miedo o miedosa, de baja calidad, pero los mexicanos, hartos de tanta violencia y tanta muerte, parecen resignarse a una débil democracia dentro de la institucionalidad partidaria. La seguridad está en el centro del debate de esta democracia fronteriza. El PRI y el PAN de Felipe Calderón, que aspiran a repartirse el pastel electoral, pugnan por hacer una venta exitosa del repliegue de los militares a los cuarteles y la negociación o tregua con los narcos.
Chile es el modelo liberal de Latioamérica. El laboratorio andino del Estado postsocial. Piñera es el máximo accionista del país, cual si de un Berlusconi atildado se tratase. La miseria ha retrocedido en Chile en base al desarrollo económico aplicado, pero eso no justifica una gran bolsa de excluidos. La contestación estudiantil focaliza el descontento con la democracia pero no sólo se reduce a ella puesto que el desarrollo económico ha surgido sin un parejo desarrollo político y social. La democracia chilena también presenta déficits sociales y de reparto.
Evo Morales, junto a García Linera, en Bolivia siente el aliento en la nuca de los grupos de presión de todo orden y se bandea con una democracia semi-indigenista que hace aguas por muchos costados. Sobre la figura de Evo dirigen sus críticas analistas tan distantes como Álvaro Vargas Llosa y James Petras, que ya es coincidir. La democracia indigenista subsidia y saca de aquí y de allá de los recursos naturales para commodities. Aunque es una democracia controlada, no se encuentra ni mucho menos por los suelos como trata de exponer la prensa occidental con EL PAIS y ABC a la cabeza. Democracia deficiente, sí, pero aún con notable apoyo popular. Jalonada de episodios estrambóticos como las elecciones judiciales directas y la revocación y veto presidencial de decisiones parlamentarias sobre proyectos de vías de comunicación en terrenos indígenas. Es una democracia balbuceante aquejada de problemas específicos de la región.
El Perú de Humala no sale tampoco de ser una democracia de baja calidad pero con cierto desarrollo económico que gira sobre las materias primas y el turismo. Prima la economía sobre los derechos sociales poco desarrollados.
La democracia ecuatoriana presenta también signos peculiares. Fuertemente vigilada por fuerzas de seguridad, medios de comunicación e inversores extranjeros. Correa y su Alianza País
tocan aquí y retocan allá, dando a veces la impresión de ser una democracia débil. Lo es por sus dificultades y servidumbres económicas y sus retrasos.
Colombia presenta en la actualidad una democracia de coalición, ya que con el presidente Santos gobierna una coalición de casi todos los partidos para intentar superar el escándalo de la "parapolítica" que terminó con la mayoría de los congresista en la cárcel. En Colombia la obsesión, insuflada por EEUU, es la seguridad y la lucha contra el narcotráfico que se plasma en el Tratado de Libre Comercio. Existe también una fuerte contestación estudiantil, el sector más sensible a hacer patentes las notables deficiencias de su democracia
Brasil es la locomotora del crecimiento latinoamericano y concita una enorme inversión internacional. Aun así, presenta quiebras en la calidad de su democracia (escándalos económicos, corrupción, desequilibrios sociales acusados). Todo gira sobre el crecimiento económico y las inversiones extranjeras, con lo que los defectos de su democracia quedan difuminados.
La República Oriental del Uruguay hace sus esfuerzos por elevar la calidad de su democracia con ese peculiar sistema de “monarquía republicana” o, por mejor decir, "república monárquica" que protagoniza el tandem Pepe Mujica y Danilo Astori . Ha sabido ir solventando razonablemente la crisis de las leyes de punto final, el conflicto de las papeleras con Argentina (que creaba graves problemas de tránsito fronterizo) y el caso de las violaciones de los cascos azules en misión internacional.
¿Qué decir de Guatemala? ¿De la democracia en Guatemala con un pueblo atemorizado por la violencia institucional e institucionalizada con tanto genocidio general y feminicidio e infanticidio específico? Podría decirse que es una democracia armada en la que el fusil y la extorsión fuesen los principales argumentos.
¿Y de la democracia en Cuba, Venezuela, El Salvador, Nicaragua u Honduras? Más de lo mismo. El mito sacrosanto de la democracia por el pueblo, con el pueblo y para el pueblo.
Pero lo curioso es que los problemas de todas estas democracias difieren bien poco en lo sustantivo y también en lo adjetivo -más allá de las distintivas notas folklóricas-, de la calidad de la democracia en España.
Sami Nair concluía un interesante y razonado artículo de opinión en el diario EL PAIS del 13 de este mes exclamado lo siguiente:
¡Despertad amigos latinoamericanos, vosotros que dais lecciones de populismo revolucionario, la revolución árabe os ha dejado lejos detrás de ella!
Sería bueno ser humildes y realistas en España si es que alguien, vista la realidad hispana desde otra perspectiva, pueda llegar a restregarnos en la línea mostrada por Nair:
¡Despertad amigos españoles, vosotros que dais lecciones de calidad democrática, la democracia en América (latina) es prácticamente idéntica a la que vosotros tratáis de vender a los demás!
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