En épocas como esta, de exacerbado individualismo, resulta extraño que alguien declare su amor a la humanidad toda. Y lo haga a través de un medio casi en desuso: la correspondencia epistolar, el genuino soporte del amor que son las cartas. Unas cartas que no traducen una entrega bobalicona al objeto amado sino que rezuman un enfoque crítico, desmenuzando su balance de defectos y de virtudes. Pero amor al fin. Un inmenso amor humano hacia la humanidad.
44 cartas que fueron publicadas en un medio de comunicación (italiano y dirigido a un público predominantemente femenino, para más señas) que se han recopilado ahora en forma de libro. Es por ello que se aprecia el equilibrio de los componentes de intimidad y de publicidad que el verdadero amor requiere. El enamorado no se guarda para sí los defectos de su amada (la humanidad) y los desmenuza en público para beneficio de todos; de ella y de los demás. A su vez ensalza –como buen y abnegado enamorado- las virtudes que son analizadas desde una potente óptica microscópica. Amor de la mano de Sísifo y Prometeo, ergo amor mítico. El resultado no podía ser otro que una obra conmovedora, entrañable y espectacular. Tanto en el fondo como en la forma: dulce, tierna y demorada en los cariños, pero con determinación, energía y criterio sobre la verdad de la complejidad humana.
Son las cartas de un enamorado de 86 años. De un dulce sabio. De un pesimista con respecto a la historia humana pero un optimista como hombre. De un intelectual de los que quedan pocos y que ha descrito los horrores y las derivas de su amada (la humanidad) como casi nadie lo ha hecho, tocando todos los extremos posibles; los buenos y los no tan buenos. Descripciones lúcidas entre las que ha ocupado ya lugar destacado con anterioridad el amor, al que le tiene dedicado un exitoso libro.
El enamorado, como ya ha quedado desvelado, es Zygmunt Bauman y la recopilación de las cartas de amor lleva por título editorial 44 cartas desde el mundo líquido (Paidós, junio 2011). ¿Qué puede destacar el viejo Dacio Gil del libro, además del amor que exhala por la Humanidad? Pues que conmueve y hace pensar y “repensar”. Que postula el “amor crítico” frente al embobamiento que destacase Ortega en cualquier enamorado. Que no basta con servirse de aquella frase de Blas Pascal de que el corazón tiene razones que la razón no entiende, sino que Bauman prefiere hacer suya la frase del romano Lucano relativa a que sucede con el amor lo que ocurre también con la vida, que es una entrega de rehenes al destino. Y para tal afirmación apoya su argumentario en Sócrates.
Entiende el usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia que si el lector de las 44 cartas se queda con el aroma inmediato que desprende la última, este post debería titularse Amar es rebelarse o, más concretamente, Amar es rebelarse contra la infidelidad, y no le faltaría razón a quien esto pensase, pues las líneas dedicadas a Albert Camus son especialmente cariñosas y refulge sobre todas la frase del autor del Mito de Sísifo la trascrita casi al final de la última carta sobre las preocupaciones del autor francés respecto a la existencia humana: “Está la belleza y están los humillados. Por difícil que sea la empresa quisiera no ser nunca infiel ni a los segundos ni a la primera”. Frase que despeja para siempre la duda de si en el amor es más importante la lealtad o la fidelidad. El amor y el supremo intento de enamorar -insiste Bauman- como antídoto perfecto al mejor regalo de Dios al hombre: el suicidio. El sano afán de un mundo sin amo pero con amor.
El último premio Príncipe de Asturias de la comunicación analiza y desmenuza todos los gadgets on line del consumo adolescente (de padres y de hijos); las relaciones de amor y codicia en las que aparecen las niñas-mujeres; la masturbación; el juego prestamista de los bancos y los políticos; el Botox y el crédito; la moda, el deseo y el consumo; la maldad humana, la “hipótesis del monstruo” y los hombres grises; la tesis de las lentejas de o las tomas o las dejas, es decir: o esto o nada; las “afecciones médicas”; la bomba de la desigualdad existencial; las elecciones y los políticos (“se aferran al Poder, para perderlo”, afirma certero); la rutina asistida por el poder y la servidumbre voluntaria; el estado de interregno actual con “súbditos cuasi-soberanos” (los banqueros, aunque no los cite, pero lo sugiere con la frase “o ganáis u os rescatamos”) ; el desaliento de los que quieren trabajar (“a los más jóvenes les aguarda un futuro salpicado de actos de humillación y estados de privación causados por la exclusión social y la vergüenza del paro…”) etc., etc., etc. Un largo etcétera lleno de contenido y sugerencias que –como insinúa el enamorado casi nonagenario- ayudan a aceptar las singularidades y los absurdos del mundo en que vivimos. Buscar en el amor rebelde el brevaje salvífico como si del "elixir de la vida” se tratase.
Las cartas de amor no sólo contienen un rico arsenal argumentativo humano sino que se aprecian improntas de gran calibre como las de Italo Calvino, José Saramago, Philp Zimbardo, Stanley Milgram, su maestro Georg Simmel, Hannah Arendt y otras firmas –clásicas y modernas- a cual más ilustres. También se aprecia el influjo de Tony Judt no sólo en la coincidencia en la semblanza de Albert Camus sino en su diagnóstico de que algo –o mucho- va mal.
En una de las cartas, el galán Bauman destaca la película belga El silencio de Lorna que vendría a revelar perfectamente el dolor y la angustia que se siente –o se sentía cuando se enviaban cartas y no emails que son casi epigramas- por el enamorado o la enamorada ante la carta de amor que no termina de llegar. Son 44 tiernas cartas de amor escritas con una entereza envidiable. El sociólogo polaco abomina del “amor a crédito” que amenaza por secuestrar a quienes, pretendiéndolo o no, terminen enamorándose. Afirmación de que amar a crédito ni es amar ni es vivir.
El amor a la humanidad de Bauman se trocea en 44 cartas en concreto homenaje al amor poético, apasionado y rebelde. En honra al poeta romántico polaco Adam Mickiewicz. La cifra 44 -que no es número primo, hoy tan de moda- es elegida por su sonoridad. O tal vez-como apunta con gracioso escepticismo el corresponsal epistolar-, como algo totalmente fortuito "como suele suceder con los destellos de la imaginación."
Zygmunt Bauman es un observador sólido y por eso siempre se apoya en bases arraigadas en tierras firmes. Su saber no es evanescente.
Las cartas reflejan y suscitan el auténtico amor (¡crítico!) por la humanidad de los humanos. De su lectura colegimos que todo lo demás son martingalas y monsergas de oligarcas y carceleros para mantenernos clasificados y ordenados. Presuntamente.
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