jueves, 19 de julio de 2012

EL PAPEL DE LA PRENSA EN LA CRISIS ESPAÑOLA.



El viejo Dacio Gil teme quedarse perdido para siempre en una multitud inerte. Trata de que el cambio de civilización anunciado no le deje definitivamente fuera de juego. Más aún de lo que está, tras una muerte civil impuesta que data de más allá de una década. Intenta comprender y hacer suyo el pensamiento complejo que viene promoviendo, como salvavidas, Edgar Morin. Le aterra la posibilidad de la catástrofe que parece despuntar por todos lados. Por eso busca con ahínco La vía de la mano del filósofo francés de 91 años (Actualmente, se pide a la gente que crea que su ignorancia es beneficiosa y necesaria, y, en el mejor de los casos, recibe alguna amena lección impartida por eminentes especialistas desde ciertos programas de televisión). El viejo Gil ha terminado por internalizar que debe de trabajar por insertarse en una democracia cognitiva. Por ese objetivo lucha. Y se niega, a pesar de su edad ya provecta, a acomodarse en la sociedad del espectáculo y del miedo, ahíta de mensajes contradictorios.

Este pasado domingo, en una postrera tentativa de pulsar dentro de sus posibilidades las consecuencias de la indignación social con las medidas anunciadas por el Jefe de Gobierno que no gobierna sino que escenifica, intentó hacerse, a pesar de su precio dominical algo desorbitado, con los dos periódicos de tirada nacional más representativos y de mayor altura técnica en orden a poder enterarse de lo que estaba aconteciendo. Por un lado, el periódico que, de creer a Luis María Ansón en su columna La memoria apagada del suplemento EL CULTURAL de El Mundo que él preside, del pasado día 13, que “ya no es el verdadero”: el ABC. Por otro, el diario al que, con la gracia y agudeza que le caracterizan, Luis Racionero (Entre dos guerras civiles. Memorias sociales y políticas) califica de “regeneracionista”: El País.


Las cosas están tan pésimas que es preciso pulsar siquiera la opinión publicada ya que, al menos el usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia, necesita la información para vivir, para protegerse, para tratar de identificar a quiénes le agreden y poder columbrar las razones que puedan tener éstos para inferir daño a los demás. El detenido análisis de ambos diarios ha dado como resultado lo que es sabido: que la información ya no es ni completamente independiente, ni completamente veraz, ni completamente exacta, ni completamente ecuánime, a pesar de que  elementos de esas connotaciones están presentes en los mensajes. Que el lector, en su papel de consumidor de prensa escrita, ocupa un lugar muy secundario en la actividad de de la empresa informativa. Tal como reconocen Kovach y Rosentiel (Los elementos del periodismo. Todo lo que los periodistas deben de saber y los ciudadanos esperar), “ser imparcial o neutral no es un principio esencial del periodismo” y eso se notaba a la legua en ambos diarios el pasado domingo día 15.

Empezaremos por el ABC “inauténtico”, según Ansón. Apelaba al patriotismo desde su portada misma con una imagen de Nadal portando una bandera bajo el lema “España por bandera” y ligeramente más abajo, en caracteres también destacados, una frase descontextualizada de una entrevista con el ministro Soria: “Tienen razón los que se quejan del IVA”. Para remachar el mensaje icónico el director, Bieito Rubido, se larga una poco justificable loa de Rajoy que no tiene desperdicio: desesperado intento de aplacar el malestar de los tradicionales votantes del PP (la mayoría de los lectores del diario) con el presidente Rajoy que dice estar adoptando medidas (en rigor eso no es gobernar) en contra de sus propias convicciones y, por descontado, perjudicando intencionadamente a mayoría de sus votantes. En una estrategia calculada y sistemática, la página 5 se dedicaba íntegra al presidente francés Hollande bajo un texto intencionado de Jesús Lillo. A doble página (6 y 7) de nuevo aparece el patriotismo deportivo con gran despliegue de signos y un mensaje textual de “orgullo” (imagen de Nadal y bandera que vuelven a cobrar protagonismo en las páginas 72 y 73 bajo el título “Nadal, en el nombre de España”). Y sigue la concatenación de imágenes simplificadoras, en la página 8, a toda plana con la imagen de Rajoy en el congreso del PP anadaluz y un texto (Angel Expósito) titulado “Campeón”. El monográfico Primer Plano (pp. 16 a 25) se titula “Ajustes para una España viable” y trata igualmente de conformar la aceptación del tradicional lector de ABC a las múltiples medidas sacrificiales de ajuste de Rajoy. Y para remachar el mensaje y ampliar el ámbito cognitivo se dedican las páginas 26 y 27 a la sedicente  oposición bajo el lema “Rubalcaba no remonta su perfil de líder fallido”. Todo en el ABC del pasado día 15 preparaba de manera ineluctable a la conducción de la aceptación del votante indignado con una especie de arenga (p 28), con Rajoy diciéndole al PP (y, por la oblicua, a su tradicional electorado): “No tenemos nada de lo que avergonzarnos”. El diario luego iba rebajando paulatinamente el tono del mensaje hacia el infotenimiento, para terminar tratando, entre otras cosas, la Isla de Perejil, la labor humanitaria con inmigrantes de la fragata Almirante Juan de Borbón, los Sanfermines o las muertes de montañeros y turistas en el Mont Blanc.


Tras un análisis semiótico del ABC del domingo 15 de julio, la conclusión no puede ser más clara: el diario adopta una estructura propia del nuevo periodismo y no pretende ser independiente ni informar con completa veracidad, objetividad o ecuanimidad. Acomoda los mensajes a su mercado. Por arriba para congraciarse y ser funcional con el poder político. Por abajo con la aspiración de mitigar el lógico descontento de sus lectores (votantes tradicionales del PP) con las medidas ejecutadas por Rajoy contra la mayoría de los españoles. El lector ávido de información objetiva comprueba que el ABC renuncia deliberadamente, como otros muchos medios informativos, a ejercer un cierto control independiente del poder y entre mensajes simples de patriotismo deportivo intenta elevar el ánimo político de sus lectores. Lo hace mezclando información y entretenimiento con un objetivo fijo: mantener su nicho de mercado, simplificar y banalizar los mensajes y conformar con ello el ánimo de sus lectores, a la sazón caladero electoral del actual Gobierno. En esto el ABC intenta ajustarse al diario “verdadero” al que parece añorar Ansón, pero lo hace con las nuevas técnicas conductistas descomprometidas dirigidas a unos  consumidores que no demandan una excesiva especialización en los mensajes. Al viejo Dacio Gil el ABC –al menos el del domingo de marras- le defraudó en alguno de sus contenidos, demasiado funcionales a los poderes político y económico actuales. El diario opta por insuflar ánimos –o limar el descontento- al granero de sus tradicionales lectores. No es preciso ser Umberto Eco, Abraham Moles o Martín Serrano para constatar este hecho.


El diario “regeneracionista”, por el contrario, azuzaba ya desde su portada con un mensaje del todo cierto pero impactante:  Destaca “El Gobierno endurece en el BOE el recorte a los funcionarios y parados" sobre una imagen del reciente presidente francés Hollande con la entradilla “Hollande se propone moralizar la política”. El mensaje simbiótico estaba servido desde la portada. Tras dedicar 11 páginas a repasar la actualidad internacional, se detiene en un aspecto del periodismo que antes este diario despreciaba en sus coordenadas técnicas: el periodismo de investigación. Así, le dedicaba dos páginas (12 y 13) a la red de tráfico de datos, revelando que tenía contactos con agentes oficiales del CNI. Como pasa siempre, en medio del caos y el desgobierno los espías y detectives  hacen negocio. Y su revelación también lo hace. Por descontado, para los agentes dobles el negocio es doble. El diario global mezcla en la página 15 la declaración de Rajoy “No tenemos nada de qué avergonzarnos” con la imagen de los Fabra (padre e hija) besándose con un mensaje subliminal: “Carlos Fabra alaba la ética de su hija Andrea”. Otra simbiosis icónica. Y una página más allá, con gran lujo de caracteres, “El Gobierno teme protestas sociales, pero descarta movilizaciones masivas”. Y para remarcar el regeneracionismo que le imputa Racionero, dedica también una página al paisano del autor de Carcamón, el exalcalde, diputado autonómico y exconsejero catalán Jordi Ausàs, con este titular “Ha caído como un pajarito”. Y la entradilla “El entorno de Jordi Ausàs se muestra estupefacto por la actividad contrabandista del exconsejero catalán”. Al ser de ERC no tiene demasidos costes para el diario... Por su parte, El tema central, que consta de 10 páginas, versa sobre “El mayor recorte de la democracia. Los efectos sociales” y pasa a repasar la dependencia, el aumento del precio de la luz, la confiscación a los funcionarios, la entrada a saco la soldada sobre una nómina concreta etc., etc., etc.


El análisis del diario El País denota que es otro el perfil de sus consumidores-lectores. Opta por destacar los efectos negativos de las medidas del Gobierno. Tampoco busca la independencia ni la ecuanimidad (ya hace tiempo que retiró de su cabecera su mención “independiente”, trocándola por la más atinada “global”) sino captar la atención de unos lectores con un perfil determinado. Otra indignación más militante de unos lectores que se autoperciben como ilustrados. Por descontado, sigue siendo el periódico técnicamente más logrado (por encima del ABC) pero es claro que defiende unos determinados intereses empresariales y políticos.


El análisis de los dos mejores periódicos de tirada nacional (junto a La Vanguardia y, a veces, El Mundo) muestra una ajustada radiografía de España. Se aprecia en su continente y contenido que no pretenden ser independientes o neutrales y que su compromiso con la verdad se encuentra tamizado por influencias de diverso orden. Por eso sus noticias se han transformado en un peculiar “servicio al cliente”. Cliente que en la mayoría de los casos no es el ciudadano lector el preponderante –y a veces tampoco los anunciantes- sino los entramados de Poder. Las empresas editoras sabem que en la actualidad ese cliente individual busca ya exclusivamente confirmar su sistema de pensamiento ya que todo lo demás le resulta fatigoso y, en muchos casos, poco digerible. De ahí la polarización que se aprecia en los mensajes elaborados tanto por el ABC como por El País.


Acaso no sea negativo que la prensa haya quedado reducida a ese papel de unas veces intentar reconciliar a sus lectores con el Gobierno y en otros casos predisponerlos en su contra. Sería el resultado de las relaciones triangulares (o cuadrangulares) que se establecen en los mensajes de las modernas empresas periodísticas: empresa, soporte publicitario y lector (además del Poder). Fenómeno que es especialmente notable en el periodismo radiofónico. Esa es la prensa que nos queda o que hemos terminado mereciéndonos.
Al fin y al cabo, tal como sostienen Kovach y Rosentiel “Sólo un 47 por ciento de la población lee la prensa y el cien por cien no sabe más del mundo de lo que sabía hace 50 años. Es posible que, tras un examen detenido de la situación, la idea de que la prensa proporciona la información necesaria para que los ciudadanos se gobiernen a si mismos resulta ilusoria. Quizá no nos gobernemos en absoluto. El Gobierno actúa y el resto de nosotros nos limitamos a ejercer de testigos (…) Hemos desarrollado un periodismo que se justifica a sí mismo en nombre del ciudadano, pero en el que el ciudadano no desempeña ningún papel excepto el de audiencia”.

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