domingo, 1 de abril de 2012

LA FIEBRE EN LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO.

A principios de la semana pasada al viejo Dacio Gil le atrapó un “bichito” –o varios- que le ha tenido continuadamente postrado en el lecho. Y estar en el lecho acompañado de esa dama llamada fiebre es la cosa más incómoda y desagradable que existe. La calentura te priva de cualquier actividad, terminas con llagas por varias partes del cuerpo y autopercibes un cierto acre olor a pretendiente a pareja de baile de la Vieja Dama. Aunque, bien pensado, los peores males son los mentales producidas por la búsqueda, entre el aparataje electrónico, de un lenitivo para tanta postración. Dado que con fiebre no apetece leer, la escucha de la radio parecería la mejor alternativa. Craso error: ¡Todo banalidades! ¡Nada alcanza al estatuto menor de la media verdad! ¡Todo con ropajes pseudo-científicos o con pretensiones de cientificidad! Las tertulias que proliferan ya en cualquier tramo horario repiten sin cesar falsedades como si de sólida ciencia se tratase. Si uno, harto de la calentura y de la trepanación radiofónica, menea el dial está perdido: la maldición le persigue con otras falsedades de signo contrario con las mismas pretensiones de cientificidad y aura de verdad absoluta. Así a lo largo de todo el espectro del dial. Así una vez tras otra, a las 8 de la mañana y a las 12; a las 4 de la tarde y a las 10 de la noche. Y no hay tregua pues, tanto a la hora del despertar como al acostarse para intentar dormir, las tertulias, que aparentan pluralidad, pontifican con pretenciosas proclamas abstractas transidas de falsa cientificidad.

Con los primeros escalofríos y la fiebre en los 40 grados, el viejo Dacio Gil lo achacó todo a la campaña electoral permanente que vive España, en la que se ve enfrascado el inmenso PRI (o el Movimiento) con los “tercios” de derecha (el niño Arenas se ha convertido en abuelito, fiel paradigma del partido hoy de gobierno), de socialismo, pero también de derechas (con Rubalcaba, los hermanos Serrano, Pichelo, Lisavetzsky y demás corifeos “desteñidos” manteniéndose de matute en las muy diversas instituciones) y el del comunismo vergonzante, asimismo de derechas (Unido o Plural, pero siempre con los mismos nombres repartiéndose las mismas gabelas bajo soflamas en las que ni ellos mismo creen ya) tiene copado el sistema para parasitar en él y canibalizar a la amplísima franja de “consumidores-medianos”. ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo! Gritan todos los tercios de representación refiriéndose a la UE para que aceptemos sin rechistar la servidumbre voluntaria y mangoneos tan rastreros como el hurgar en las nóminas de funcionarios que no vieron un duro de la burbuja desinflada. Pero no. En el caso del veterousufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia era el “bichito” que se había instalado en las vías respiratorias y gastrointestinales.

Cuando llegó la semana de los análisis electorales, el viejo Dacio Gil cobró conciencia del enorme daño que hacen los medios de comunicación. O mejor dicho: calibró que los medios son ya mera polea de transmisión del sistema establecido (el viejo tema de la prensa, el poder y el dinero en la sociedad del espectáculo). En los medios, todo quisque aventuraba sus valoraciones políticas como si de Giovanni Sartori se tratase. Al menos el casi nonagenario Sartori, en su último libro recopilatorio (Cómo hacer Ciencia Política), airea las vergüenzas de una disciplina de azaroso recorrido y destapa el zigzagueo humano para su establecimiento científico, mientras que los periodistas y tertulianos no hacen nada de eso: pontifican, como si fuesen sabios, en un extraño medio camino entre el entretenimiento y el engaño a los oyentes. Se han trocado en elementos esenciales del apuntalamiento del sistema. El viejo Dacio Gil se removía inquieto en el lecho, mitad por la alta fiebre mitad por la estulticia de los voceros del Monstruo Amable (Raffaele Simone). Mientras la fiebre no daba respiro alguno, sentía vergüenza de la contribución de los medios de comunicación a la infantil banalidad organizada. Nocivo efecto mariposa.

Y en esto la huelga alcanzó al viejo Gil percibiendo su inequívoco rancio olor a pretendiente de la Vieja Dama en su segunda semana de convalecencia. Una huelga premeditadamente ambigua y ambivalente con sus monjes oficiantes en el papel de santos benedictinos sin catar un gramo de alcohol de su dulce brebaje. Una huelga seguida de manifestaciones callejeras para remarcar toda la ambigüedad calculada. En el fondo, la huelga era el encuadre en el que los “sujetos institucionales visibles” reclamaban su derecho a ser reconocidos por el poder en el reparto del pastel presupuestario y organizativo. Parece la aspiración a una especie de refundación descolorida de esos “sujetos institucionales visibles” que son los sindicatos. Cabe preguntarse si tienen sentido hoy, en plena crisis económica, varios sindicatos fuertemente estructurados si ellos mismos proclaman la homogénea unidad de acción sindical. ¿No se aligerarían cuantiosamente las cargas públicas unificando sindicatos o en un sindicato Plural? ¿Es preciso recurrir a la esquizofrenia que provoca hoy en día una huelga general en beneficio exclusivo del Monstruo Amable y de quienes pretenden vivir a expensas de sus repartos? Los estultos –e interesados- análisis de la huelga y sus simultáneas manifestaciones vespertinas anejas afectaron también a la quebradiza salud del viejo Dacio Gil. Subía la fiebre. Patinaba su entendimiento.

Y cuando ya, por fin, parecía que la fiebre iba remitiendo, el cosmético y publicitario Consejo de Ministros del día de hoy vuelve a atacar el hígado del viejo Gil revolviendo sus bilis. Tras aquella fantasmal “Ley de transparencia y buen Gobierno” que no se sabe bien qué es, pero su eficacia jurídica será idéntica a aquella otra pomposa “Ley de tráfico de influencias y uso de información privilegiada” (humo jurídico sobre humo económico) ha venido el anuncio de recortes presupuestario que se quedarán en poco más que no sea detraer cantidades del sueldo de los funcionarios. Cuando se analiza el menudeo administrativo cotidiano se comprueba que este gobierno no toca nada de lo que alardea que va a tocar. Que deja subsistentes grandes vías de drenaje económico y de corrupción. Que se conforma sólo con endilgar a los funcionarios las labores que las empresas de servicios (que los cobraron a precio de oro tras licitaciones amañadas) dejaron inacabadas. Para ello violentan las RPTs vigentes, el interés general y demás principios de buen orden convivencial, dejando campar a sus anchas a las “mafias” que sangran el presupuesto violentando continuadamente la legalidad. Con Ruíz Galladón en el Ministerio covachuela, el Gobierno intenta de un plumazo aparentar que han resuelto los atascos judiciales: elevando desorbitadamente las tasas (¡que ya había establecido Zapatero para “modernizar” la Justicia!) se quitan de sopetón todas las reclamaciones y recursos. Buena defensa del estado de derecho. El sueño de la razón produce monstruos…pero no les importa. Una regularización judicial para que los vagos y maleantes togados (que los hay, como en botica) aparenten estar al día y maquillen sus estadísticas sin perder un duro en gabelas procedimentales. España es un enorme albañal judicial, económico y político.

Es España, además, un entramado institucional fallido, vacío de contenido ético. Nada se acomoda a los objetivos estatutarios previstos. Todo son desviaciones y perversos deslizamientos. Los Jueces fallan ( en el pleno sentido de la palabra fallar); los inspectores de Hacienda son espías dobles de los eufemísticamente llamados “grandes contribuyentes” a los que previenen convenientemente a tiempo de los cambios legislativos; los inspectores de trabajo están más interesados en consejerías laborales en el Caribe o en estar a bien con los “sujetos institucionales visibles”; los Abogados del Estado han entregado su trabajo al Bufete Garrigues que cobra cuantiosas sumas por dejar sus trabajos a medias…como pasa con todas las encomiendas de gestión. Y así sucesivamente. Y así exponencialmente.

Hace alrededor de año y medio (en los estertores del lamentable gobierno de Zapatero) un curtido inspector de trabajo contaba al viejo Dacio Gil las dificultades que se encontraban para poder sancionar pecuniariamente a unas empresas que se terminaban esfumando. Y aseveró algo bien juicioso: “Yo creo que ha habido una consigna de cuanto peor mejor. Se están retirando empresas y capitales. Responde a una estrategia para cobrárselo en especie a los ganadores electorales.” En aquel momento, el viejo Dacio Gil le prestó atención, se quedó con el dato y asintió sin acaloramiento. La “Regularización” fiscal presentada hoy por el tercio familiar en el Gobierno pone claramente de manifiesto que el inspector de trabajo tiene un fino olfato: El gobierno se beneficia de una sima económica al comienzo de la legislatura para poder presentar datos estadísticos favorables dentro de cuatro años. Para ello paga el peaje (la puerta giratoria de que hablase Naomi Klein) de que los empresarios se puedan acoger a una amnistía fiscal indisolublemente unida a la reforma laboral en curso.

El viejo Dacio Gil lleva muy mal estar postrado en cama por casi dos semanas. Esta dispuesto a encomendarse al pensamiento positivo para cultivar el lado bueno de la enfermedad y visualizar la sanación. Dicen que la actitud mental positiva hace milagros. El albañal patrio, las enormes duplicidades institucionales, la ineficacia estructural y el engaño permanente en la infantiloide civilización del espectáculo (Mario Vargas Llosa) no coadyuvan a que el viejo Gil pueda ser apóstol de los milagros del pensamiento positivo y de sus beneficios psicosomáticos. Aseguran los innumerables coaches personales surgidos en los últimos tiempos que pensar en positivo termina curando...

¿O serán los antibióticos…?

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