miércoles, 28 de septiembre de 2011

LOS AMOS DE BROOKLYN...DEL CIELO... O DE CUALQUIER LADO...PERO MENOS.

Vaya por delante el reconocimiento de que el viejo Dacio Gil pensó llamar a este post la fiesta de los polis, no tanto por celebrarse el 29 de septiembre la festividad de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael que simbolizan las fuerzas de seguridad del cielo frente al terrorismo de la serpiente, el diablo o el mismísimo Satanás que se esconde detrás de esta crisis financiera ideada para despojar de vida laboral digna a la mayoría de los ciudadanos y hacer inmensamente ricos a iniciados y amiguetes. No tanto por eso sino que pensó también que se llamara “la fiesta de los polis” en homenaje a la magistral e inmensa obra de Ernesto Caballero en la que se prohibía acceder a la sala en la que se representaba una vez comenzada la función.

A la película de Antoine Faqua le ocurre exactamente lo mismo que a la obra de Caballero o a las exquisiteces musicales: es imprescindible ser puntual pues en la primera escena está la clave de toda la película. Genial primera escena que el usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia no ha visto destacada (no ya como se merece, sino sólo destacada para que cada cual la paladee según sus propios valores éticos y estéticos) por ningún crítico en ningún medio de comunicación. Por contra, el esperpento ha llegado al extremo de que un crítico en principio ecuánime y documentado llega a calificar la película de Faqua como “lugar común”, lo cual resulta inverosímil si se ha visionado la cinta de principio a fin.

El viejo Dacio Gil no gusta de destripar película alguna, prefiere que cada cual saque sus propias conclusiones, pero la citada escena es la reflexión de dos hombres dentro de un vehículo en una oscura y alejada calle sobre los argumentos de un juez para dejar en libertad al delincuente que lo relata y que dijo en el juicio haber actuado presa del pánico a la policía. El beneficiario de la valoración judicial se lo explica por dos veces a su acompañante: no hay más que balancear conceptos antagónicos, jugar con la ambivalencia de las palabras… Después de ella se desencadena toda la línea argumental. El alcance impactante del lenguaje verbal de esta escena recomendada recuerda enormemente a la adaptación teatral hecha por el propio Friedrich Dürrenmatt de su relato La miseria en la que la acción comienza por el final. Traps ha muerto, y sobre su tumba están sentados la prostituta ninfómana Justine y el juez Wucht: Traps acaba saliendo de su ataúd, y la comedia vuelve a comenzar desde el principio. Traps es a la vez absuelto y condenado por el mismo tribunal. Ya no hay referencias fijas. El juez Wucht, portavoz de Dürrenmatt, declara. “En el mundo de los inocentes culpables y de los culpables inocentes, el destino ha abandonado la escena y el azar ha ocupado su lugar.” Acaso porque los amos de Brooklyn versa sobre la miseria humana en las organizaciones o su envés, la sordidez de las organizaciones aplastando la esencia de lo humano, expresa, del mismo modo que lo hacía el escritor suizo, la hipocresía insondable de las personas dentro de las organizaciones. Todo ello presidido por las religiones, las pulsiones varias, el dinero, la descarnada supervivencia, la "inteligencia", el estrés laboral, las organizaciones sociales al servicio de los intereses políticos, la lealtad, la relajación de los afectos y…hasta las consecuencias de la jubilación de los funcionarios policiales.

La película es una parábola violenta pero cabal sobre el dilema moral de los individuos en las grandes organizaciones. En ese sentido es una reflexión sobre el oxímoron de la pretendida vis “científica” de la policía: en sí es el retrato (¿científico?) de la policía (¿científica?) a través de tres policías y sus dilemas, tormentos, tentaciones y ambiciones y frustraciones humanas. Destaca en momentos cimeros del film el componente de desviación de poder presente en cualquier organización social: los pretendidos ascensos y la “productividad”; el laberinto sin salida que representa la “carrera”; la frialdad tramposa de las jubilaciones (antológica la escena de la entrega de la placa policial del jubilado); la incitación al acto delictivo en las organizaciones garantizadoras para poder éstas (o sus detentadores) seguir sobreviviendo; etc., etc., etc. Hay también amor. Amor muy particular y no completamente correspondido, pero amor que llega al corazón. No es moralina, no. Diríase que es una gammagrafía moral de cualquier organización, uniformada o no, que refleja la totalidad descendiendo a los vericuetos más insondables de los seres humanos para sobrevivir al estrés, a la toxicidad de las organizaciones y a sus propias dudas y valores. ¿Que hay tiros? Sí. ¿Que hay múltiples ruidos de sirenas policiales y vehículos policiales de aquí para allá? Sí. ¿Que no se queda sólo en un simple thriller de policías y ladrones? Por supuesto, es muchísimo más. Hace pensar en las organizaciones en los tiempos que corren.

Richard Gere, Don Cheadle y Ethan Nawke por sí solos valen el visionado de la película. Pero visionado íntegro, no se olvide; que los primeros minutos son esenciales y sirven de principio y corolario de las tres historias que se entrecruzan: alfa y omega.

Los funcionarios obligados a jubilarse mojados en sus propias babas allá por la cercanía de los 80 años por Zapatero, Rajoy y sus secuaces, de seguro se conmoverán con el papel interpretado por Richard Gere domesticando a los “purasangres” y amando incluso después de la muerte funcionarial (final que destaca la parábola del film, dónde el “estatus” luce bien poco). Hasta el rabo todo es toro en los funcionarios...

En resumidas cuentas, los amos de Brooklyn recuerda aquella frase de Dürrenmatt -de nuevo Dürrenmatt- en el ensayo Valle de la ermita de que a medida que el tiempo pasa, la red que nos aprisiona se va haciendo más estrecha. La vida misma en las organizaciones y fuera de ellas: La policía, el CSIC, el palacio de la Moncloa, las salas de justicia, los partidos, las iglesias, las ONGs…

¿A qué viene toda esta larga letanía previa? Pues muy sencillo, porque el 29 de septiembre se celebra el patrón de la policía. Es la fiesta de los polis, de los encargados de defendernos del mal como los arcángeles lo hicieron con sus espadas flamígeras de Satanás. En estos días la organización que ahora dirige Francisco Velázquez (ese TAC que se resiste a bajar del coche oficial y se blasonaba, entre otras hueras banalidades, de gastar ternos carísimos para seducir a las damas, sobre el que se podrían escribir varios “ambiciosos” libros politizados) celebra su festividad bajo el oxímoron de “puertas abiertas” (¿servicios secretos transparentes?) para que los niños de 8 a 12 años crean en ella y puedan jugar en el parque del Retiro a juegos interactivos. Velazquez y sus juegos. La Policía y las becarias policiales desarmadas pero siempre con armas de mujer. Los bellos y turgentes pechos femeninos sepultados por los anunciados chalecos antibalas... ¡individuales! Más y mejores armas para las becarias policiales, como la ambiciosa jefa de Dean Cheadle en la peli que comentamos, que no enseña pistola alguna, tampoco muestra sus encantos femeninos pero hace uso de contundentes armas organizativas.. No es por nada, pero todo esto recuerda a Vladimir Putin (quien controla la policía tiene juego máximo en política, no se olvide) que para su simulacro de campaña electoral parece que contó con un joven de 27 años, Sam Nickel, un auténtico “tocador de señoras”, para que recogiera la “energía positiva” de los senos de las mujeres para luego transferírsela al Presidente-ex-agente-secreto. Hasta 1000 grabaciones audiovisuales parece que ha almacenado el tal Nickel tocando pechos. Pechos energizantes del espía-presidente. Debe de ser un método efectivo pues Putin arrolló en las elecciones. Acaso no por la policía sino por las tetas y sus energías renovables. Putin nikelado. Elecciones que podían haber provocado erecciones...

Parece claro: En el amor y en el sexo todo son asuntos íntimos. En la policía de costumbres (la antigua político-social que sobrevive renovada) priman los “asuntos internos”. ¿Íntimos o internos? El viejo Dacio Gil no consigue discernir la diferencia. Le pasa lo mismo que con “honestidad” y “honradez”. O con esa entelequia que es la policía científica (los extremos tocándose) dentro de los grupos humanos. ¿Son acaso posibles los neutrinos dentro de la lentitud policial?

La Fiesta de los polis el 29 de septiembre. Pistolas de chocolate. Esposas disociadas o escindidas. Que se diviertan y, a ser posible, que tengan la fiesta en paz.

¿Amos o siervos?

El dilema moral básico en la sociedad del miedo.

P.S. Acaso el viejo Dacio Gil desvaríe a tope condicionado como está por el hundimiento del derecho administrativo que encuentra su remota génesis en los Tratados de Policía de Lorenz von Stein, Robert von Mohl y otros juristas y espías. Alemanes todos ellos como Angelita Merkel. Justificadores de todo tipo de actuaciones policiales también ellos, como Rubalcaba, el aspirante a Putin español.

P-P.S. Como diría Luis Eduardo Aute:
Cine, cine, cine,
más cine, por favor,
que todo en la vida es cine,
y los sueños,
cine son.

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