Qué razón más grande tenían aquellos tres sucesivos Secretarios Generales del CSIC que, más o menos con unidad de criterio, afirmaban que la silla del Secretario General del CSIC tenía una bomba adosada a su asiento, manteniendo que seguro que cada secretario general saliente suspiraba aliviado al dejar atrás una organización tan anómica, tóxica y repleta de corruptelas mantenidas durante años. Además el CSIC es una organización fallida fuertemente politizada y secuestrada por unos clanes que se aferran a unas sinecuras que vienen de lejos sin que nadie haya tenido los redaños de intentar someterlas a la legalidad. Al menos a la legalidad…
Algo huele a podrido en el CSIC desde hace mucho tiempo, por lo que resulta sorprendente que , tras casi un año que el "caso Fernando Belinchón" es vox populi, ayer el diario ABC filtrase la noticia que se trascribe a continuación, omitiendo sibilinamente extremos y responsabilidades importantes así como sugiriendo que todo ha terminado con la frase "El CSIC ya ha tomado medidas para evitar que algo así vuelva a ocurrir, optando por un nuevo sistema de registro más complejo":
Un funcionario robó al menos 1,6 millones de euros al CSIC durante más de diez años
Ahora en paradero desconocido, fue haciéndose desde 1999 con pequeñas cantidades de fondos europeos para investigación
cristina garrido / madrid
Día 17/07/2011 - 03.59h
Al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) no le salen las cuentas. Uno de los funcionarios del organismo se ha apropiado presuntamente de al menos 1,6 millones de euros de fondos europeos para investigaciones. El robo no se ha producido de un día para otro, si no que el individuo, que se encuentra en paradero desconocido, fue haciéndose con pequeñas cantidades desde, por lo menos, 1999. Así se explicó en la reunión que el Consejo Rector del CSIC celebró el pasado 28 de junio y que queda recogido en el informe de ese encuentro elaborado por la sección sindical de CC.OO., al que ABC ha tenido acceso.
El Banco de España fue el que avisó a la entidad, en la segunda mitad de 2010, de que los datos de una de sus cuentas presentaban irregularidades. El presunto ladrón, el «habilitado de la cuenta de moneda extranjera», según el informe, se encargaba de revisar las remesas de aportaciones de fondos europeos, incorporarlas a un registro y enviarlas a la cuenta de los investigadores.
Su «modus operandi» era sencillo: si al investigador le correspondían, por ejemplo, 24.000 euros para su investigación, él se quedaba con una cantidad pequeña para no levantar sospechas. Y así actuó durante más de una década, hasta crear un agujero en las cuentas del CSIC de más de millón y medio.
La Intervención General del Estado emitió un primer informe en diciembre de 2010 en el que advertía de irregularidades en la habilitación de pagos al extranjero. El CSIC interpuso entonces una demanda penal contra el presunto ladrón, pero ya era tarde. El sujeto, que todavía continúa en paradero desconocido, se había dado a la fuga llevándose consigo todos los libros de registro, lo que hará difícil cuantificar la cifra exacta de la estafa y durante cuánto tiempo se produjo.
El CSIC ya ha tomado medidas para evitar que algo así vuelva a ocurrir, optando por un nuevo sistema de registro más complejo.
El CSIC como organización pública tiene una larga trayectoria delictiva casi desde que cobijaba a la Junta de Ampliación de Estudios para que los cachorros de la burguesía hispana pudieran viajar al extranjero de manera pensionada. Como el Erasmus hoy generalizado en Europa para que los jóvenes se socialicen con los de su edad, alejados de la tutela paterna. Con el Opus Dei la delincuencia económica subió varios peldaños más. Consta por escrito cómo el Opus Dei desvió muy ingentes fondos públicos para financiar la organización creada por Escrivá de Balaguer. Sobre el desvío de fondos en la construcción de los edificios del CSIC sólo hay que seguir la pista a las declaraciones de un ilustre arquitecto que terminó saliéndose del Opus Dei, aunque hay mucho más documentado sobre el desfalco. Varios ministros franquistas se construyeron diferentes chalets a cuenta del presupuesto del CSIC. Los más remilgados se creaban institutos como si fueran fincas privadas.
Con la llegada de la democracia la UCD se planteó seriamente liquidar un organismo tan inútil que duplicaba sus funciones con las universidades. No lo consiguió por el veto de determinadas asociaciones de llamados investigadores que no eran más que empresarios emboscados en lo público gracias a las facilidades de un régimen en el que cabían múltiples compatibilidades de puestos públicos. En esa época los sindicatos del CSIC (los mismos que una y otra vez intentaban boicotear las conferencias del catedrático Alejandro Nieto que en sus años de Presidente del CSIC debió de hacer acopio de datos esenciales para sus brillantes teorías sobre la tribu universitaria y la rampante corrupción pública) se percataron que podían sacar tajada de la debilidad extrema de esa organización reservándose una importante porción de trinque en materia de carreras funcionariales, canonjías, presencia en el Consejo Rector, nepotismo y un largo etcétera. Aquellos jovencitos que entraban a dedo, sigilosamente, sin cualificación alguna y sin contrato de ningún tipo, terminaron enquistándose en la organización haciendo entrar a toda su familia. Literalmente a toda su familia. El mecanismo era bien simple: dada la endeblez de la organización se hacía incorporar a los familiares a cualquier instituto o a la organización central sin contrato siquiera y luego se reclamaba o se agitaba a todos estos “becarios avant la lettre” para que el Gobierno de turno se viera abocado a frecuentes y sucesivos “bautizos de arrianos”.
Así un año tras otro. Políticos de diferente signo sin una carrera científica marcada pasaron por el CSIC. De todos los colores, pero en el PSOE, por aquello de las agitaciones sindicales, hay egregios exponentes: Tijeras, Lisavetzki, Goya, Rubalcaba, Paramio, Pérez Yruela, etc., etc. etc. También en el PP y en el PCE, que no se salva nadie en una organización tan deficiente.
Pueden imaginarse las formas de llevarse a cabo los “bautizos de arrianos”: consursillos, memorias hechas en casa, ejercicios previamente filtrados a los aspirantes a funcionarios que ya pululaban por la casa y muchas tretas más. El resultado salta a la vista hoy. Todos los contratados han devenido a funcionarios. Así las cosas, ya no son personal de animalario sino miembros de la asesoría jurídica (una asesoría jurídica hasta hace bien poco ajena a los Servicios Jurídicos del Estado); personal vario y sin clasificar que son hoy especialistas de I+D+I; físicos que se dedican a la sociología; o –es el caso del concejal de Madrid ex secretario de Estado para el deporte- los que desde 1977 se dedican por completo a la política mientras les iba corriendo el escalafón para tener bien cubierto el riñón llegada la edad de jubilación. Con razón un antiguo Secretario General del CSIC advertía que se tuviese cuidado de qué y con quién se hablaba que te podía terminar perjudicando como persona y como funcionario dada la inextricable vinculación con la política… ¡Hasta ministros procedentes del Instituto de la grasa ha habido en la historia reciente de España!
Un caso muy notorio fue el de aquel administrativo que llegó a ser subdirector económico del CSIC, con apellido como el de los habitantes de los monasterios, y que terminó siendo procesado por disponer de fondos públicos para aplicaciones distintas a las legalmente establecidas, esto es: por prácticas financieras heterodoxas y delictivas. Como puede observarse nada nuevo representa el caso Fernado Belinchón que ahora interesadamente se filtra a la opinión pública mientras se ha tenido retenido en la oscuridad durante casi dos años, acaso para ir elaborando mientras tanto una coartada pública. ¿Es que no hay “culpa in vigilando” en este grave caso? ¿Es que los sucesivos responsables de la actividad económica del CSIC se han ido de rositas sin ser investigado su comportamiento? ¿No existe en el Estatuto de la Agencia un listado de responsabilidades, desde el Presidente hasta el habilitado, pasando por los subdirectores y el Secretario General? Todos tienen nombres y apellidos y cada semestre se han venido repartiendo suculentas sumas aparte del sueldo reglado y los complementos como cualquier funcionario. ¿Han desaparecido todas las pruebas, o, como pasó con Jesús Gil en Marbella, se las endilgan al desaparecido para hacer tabula rasa? Demasiada casualidad. Demasiada inversa banalidad del mal económico. Demasiada tierra quemada. Los sucesivos responsables ciertamente eran auténticos incompetentes, pero sus responsabilidades son evidentes. Y no pueden quedar impunes siquiera en el interregno de un adelanto electoral. Parece que todo intenta silenciarse para que el castillo de naipes que es el CSIC no se desplome con estrépito. ¿En qué ha afectado el silencio a la tramitación de la Ley de Investigación? Esa es la cuestión.
El que ahora se saque a la luz el caso como si fuera la actuación aislada de un funcionario (laboral digital devenido a funcionario por las perversiones inmanentes del sistema CSIC) inescrupuloso huele a chamusquina. Parece obvio que al menos en la etapa de Carlos Martínez y su sucesor Rafael Rodrigo unos determinados grupos se han financiado generosamente del CSIC. Y que se ha carecido de transparencia y veracidad. Por activa o por pasiva. Y no son sólo sospechas. El CSIC está históricamente ligado a las financiaciones espurias y alegales.
Más de dos millones de euros (y pueden ser muchos más, visto lo visto) no se sustraen durante lustros en una organización moderna y limpia que sirve con objetividad los interesas generales. Eso cabe en una organización descontrolada, de hueco formalismo tenue, tóxica a más no poder. No hay que ser Iñaki Piñuel para aseverarlo. El CSIC desprecia lo que ignora, y el derecho, la ética y la moral son ignorados sistemáticamente en cuanto se cruzan con los intereses soterrados. Su funcionamiento varado está en el siglo XIX.
El mundo de los convenios es otro claro ejemplo. Uno de los Secretarios Generales del CSIC–con larga trayectoria en la administración del Estado- se alarmaba en su día de que un miembro de un instituto cualquiera pudiera suscribir convenios con instituciones públicas y privadas sin que ello se supiera en los servicios centrales y vinculando siempre a la organización. Había miles de casos como ese y lo intentó racionalizar. El viejo Dacio Gil sabe de lo que habla pues le costó media vida –o la vida entera, mediante la muerte civil impuesta- intentar someter a la legalidad un mundo tan desbocado. Los representantes del CSIC mintieron a discreción y con descaro pleno ante los órganos judiciales.
El CSIC se mueve por camarillas (“cuídate de indisponerte con cualquiera de los dos grupos dominantes, son peligrosos; intenta hacer tu trabajo y no salir del despacho para que no vayan a por ti” le recomendó un día ese Secretario General del CSIC) que se van sucediendo en el tiempo y controlan toda la vida interna de la organización. Por eso es impensable que el caso Fernando Belinchón se presente como un caso aislado. Y esas camarillas, representadas todas en el Consejo Rector, se reparten las gabelas, que hasta la fecha han sido bastantes y sustanciosas. Certificándose entre ellos mismos.
El veterousufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia puede dar fe del comportamiento mendaz, delictivo y mafioso mantenido por altos representantes del CSIC en los procedimientos judiciales por Mobbing. Con documentos que comprometen la honestidad, el respeto de la legalidad y la ética de esas camarillas. Puede decirse que en el CSIC impera una versión rastrera de la impunidad guatemalteca. Tras tantos años de prácticas heterodoxas e ilegales creen contar con inmunidad en sus continuos desmanes.
Por eso resulta sospechosa la actual elevación a conocimiento público de un desfalco que se mantenía a cencerros tapados. Un desfalco de tal envergadura y durante tantos años es imposible que pasase desapercibido a los superiores si éstos no se estaban dedicando a prácticas similares. Superiores que año tras a año se repartieron cuantiosas sumas por trabajos excepcionales… mientras se robaba a mansalva en su ámbito de responsabilidad. Superiores que en buena lid jamás deberían haber permitido la simple sospecha de ¡desaparición de todos los libros de registro! Desaparición que resulta increíble e inaudita que haya afectado también a los registros informáticos, pues en el CSIC existe una Unidad especializada en informática. Solo en una organización propia de Pancho Villa o extremadamente corrupta cabe un caso como el de Fernando Belinchón sin que afecte, por ejemplo, a María del Mar García Ferrer y Carlos Manuel Abad o Eusebio Jiménez entre otros. No consta que nadie dimitiese motu proprio ni que advirtiese a la sociedad de lo que tenía conocimiento.
Es demasiado simple la historia que ahora se filtra al diario ABC. El CSIC tiene una lúgubre intrahistoria de desmanes económicos (y jurídicos y morales) gravísimos. Unos casos están en libros y hemerotecas, otros se han tapado convenientemente para no desacreditar aún más a una institución tan fallida. Para mantener la falsa apariencia de servicio público.
Los ciudadanos no podemos comulgar con ruedas de molino. Está en juego nuestra moralidad y el futuro de nuestros hijos. El ciudadano Fernando Belinchón no ha podido actuar impunemente durante tantos años sin que se lo cosquen en el CSIC ni en el Ministerio correspondiente que lo supervisa, aunque es sabido que la Intervención delegada de Hacienda ha sido siempre meramente decorativa. Estaba o comprada o anulada en el CSIC. Tiene también nombres y apellidos. Sobre el sistema y la eficacia de las auditorías interna y externa mejor será mantener un piadoso silencio...
Presentar el escándalo del robo del habilitado como un nuevo caso Dioni (¿las sucesivas habilitadas del CSIC tampoco se lo olieron o es que les era más cómodo seguir jugando a favor de obra? Alguna llegó a asesora del presidente actual del CSIC…) no puede dejarnos satisfechos tal como lo presenta el ABC. Deben exigirse responsabilidades al más alto nivel y luego en cascada. Minuciosamente. Y seguir tirando de la manta y levantando las alfombras. Hay mucha porquería en el CSIC. Mierda de años y años. Todo huele a podrido en el CSIC. Hay demasiados muertos y damnificados para que no nos indignemos todos y exijamos transparencia. Caiga quien caiga.
Por el bien de la moralidad pública exijamos que se depuren todas las responsabilidades y se tire de manta…aunque pueda terminar afectando a la financiación de algunos sujetos de la convivencia democrática como la historia tiene registrado ya. Debemos empezar porque haya ejemplaridad pública. Y en el CSIC es evidente que no la hay.
No vale que el tema se haga saltar a conocimiento ciudadano casi como una anécdota en el umbral de la disolución de las Cortes. Es preciso un debate en profundidad aunque termine afectando al funcionamiento mismo de la democracia. Parece todo presentado para que quede protegido de una suerte de Omertá mafiosa construida a modo de coartada perfecta como en los casos Gil y Gil o Dioni …
Parece que estuvieran intentando hacernos creer que, simplemente, hubiera pasado un ángel. Un ángel en el infierno.
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