Maldita la gana que tiene este viejo Dacio Gil en aparecer en público haciendo cola con su pan-bimbo para ponerse a mojar –imitando a los demás- (¡que asco!) en esta hedionda escupidera en que se ha convertido la entidad local menor llamada España. Pero un impulso irrefrenable de indignación jurídica y política han quebrado el silencio firmemente asumido ante un totalitarismo tan rampante y descarnado. Este estercolero que regenta, mediante subcontratas, una camarilla de falsos progres dirigida, entre otros personajes, por un no-se-sabe-qué vallisoletano o leonés (¿ abogadito, mero apparatchik, embaucador, aspirante a Fhürer?), un linotipista navarro encantado de haberse conocido y un abogado albaceteño de turbio pasado y más oscuro y oscurecido presente (patrimonial). Esta camarilla (como las otras camarillas que están a la espera, que tanto montan) desconoce ya lo que es la decencia. ¿Estado de alarma? ¿Prórroga de una medida excepcional como es el estado de alarma con el beneplácito de la institución parlamentaria?
Resulta asombroso que en esta pedanía que es España se imponga (sí, sí, se imponga, como hacía Hitler) y pueda llegar a prorrogarse con el consentimiento de los sedicentes representantes del pueblo soberano (que no de la minoría de viajeros, ocasionales o no) el estado de alarma por un problema laboral entre empleador y empleados existiendo como existe un régimen jurídico firmado por las dos partes contratantes. Indigna que una figura de “crisis jurídica y política” manifiesta, como es el estado de alarma, se mantenga con el consentimiento del Jefe del Estado (que podría vetarla ya o interceder, como supremo árbitro que debería ser, para levantarla, reponiendo el orden constitucional forzado) y unos diputados que demuestran a sus mandantes los electores que son meros chiquilicuatres vendidos al poder más descarnado y distanciados sideralmente de las verdaderas raíces de la democracia. Asqueroso todo. Indigno. Indecente. Humillante para las personas de bien.
Una figura no utilizada en el 23 F, en el 11 M, en la inconstitucional huelga de Jueces, en la inconcebible manifestación del instituto armado denominado Guardia Civil, en las huelgas de futbolistas –como la que ahora se anuncia-, en la huelga del METRO de Madrid, en el estructural "desacato" de los representantes de los electores y tantos etcéteras como se quieran, se aplica ahora a un colectivo de 2000 trabajadores devenidos a mejor fortuna laboral por la eclosión de las comunicaciones y por el propio reconocimiento de los sucesivos gobiernos intitulados democráticos (también, por supuesto, los de Felipe González) que eran, a la sazón, su empleador. Este "Régimen" se ha enredado tanto en la corrupción desde hace años que ya no hay quien lo desenrede de buena fe. Todas las instituciones sin excepción, incluidos los socios de la fantasmal “Gobernanza” (España es un monumental ridículo colectivo y trinconeo público-privado sin escrúpulo alguno), desnuditas ante un conflicto laboral de 2000 personas que el empleador público (¡luego dicen de los dislates de Díaz Ferrán!) no ha querido resolver: Si, Bwana dicen todos los políticos, engañando de nuevo a una sociedad asediada por SITEL, controles de alcoholemia (¿para esos controladores no hay estado de alarma?), ORAs varias, supresión de espectáculos tradicionales, restricción de actividades privadas como el fumar, deliberada ausencia de Justicia, etc., etc., etc. Totalitarismo en su estado más puro. Canallesca trajeada con ropa de diseño en todos los escaños e instituciones... y hasta en el anacrónico (y bien pensionado) Consejo de Estado…
El viejo Dacio Gil concatena un vómito tras otro al observar la glotonería de esta sociedad que toma pan y moja…en esta monumental escupidera.
No sólo Zapatero. Hasta aquí hemos llegado colectivamente cegados por el becerrillo de oro y la desfachatez de quienes detentan con falta de ética las instancias de decisión colectiva. La sociedad parece narcotizada aunque no lo estará.
Luis Eduardo Aute en su último magnífico trabajo "Intemperie"nos llama a una inexcusable desobediencia civil con armas incruentas (diametralmente distintas a las empleadas institucionalmente, que tanto daño infligen a sabiendas a los menos poderosos) antes de que sea demasiado tarde.
El usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia no se encuentra cómodo en este enorme vertedero, y se hace cruces de que la mayoría pueda aparentemente sobrellevarlo. Algo está fallando colectivamente. ¿O es que la Agencia Española Antidopaje, el señor Lissavetzky y la señorita Pajín nos tienen preparada ya una masiva campaña de vacunación obligatoria para tanto vómito colectivo inducido desde las instancias que deberían prevenirlo? Todo es mercado. El diabólico círculo vicioso de siempre.
El Régimen en poco tiempo nos hablará del “hombre nuevo” (y la mujer “nueva”, por supuesto). Y desde ese momento emergerá la auténtica faz de este espanto al que parecemos estarnos acostumbrando y consintiendo.
A un pasito estamos, en efecto, de la demencial deriva organizada que asoló Europa y despeño a sus ciudadanos al abismo (a unos más que a otros, bien es cierto) en la primera mitad del vergonzoso siglo XX, cuya estela nunca hemos abandonado del todo. Desgraciadamente.
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