El viejo Dacio Gil prometió que con el año nuevo intentaría divagar sobre la felicidad y el amor siguiendo desde buen principio la estela de la incomparable Lou Andreas-Salomé y así lo hará sujetándose a lo prometido, pero una serie de acontecidos en los últimos coletazos del desastroso –en todos los sentidos horrible- año 2010 obligan a una miscelánea a diferentes niveles:
1. En el municipio cercano a Madrid donde dijo tener su residencia (parece que ya se ha desprendido de ella, según la radio) el diputado sr. Rodriguez Zapatero y cuyo alcalde tiene nombre de bandolero o contrabandista y apellido de lugar de peregrinación y cuyas oficinas administrativas y número de empleados parecen cada vez más a los Nuevos Ministerios, se llevan casi dos años con una interminable obra de “remodelación urbanística” que tiene desquiciados a los vecinos y residentes por una increíble concatenación de incomodidades y perjuicios que hace años hubieran sido intolerables: limitaciones de acceso a la morada; negligentes corte de suministros esenciales por horas y días; retrasos inconcebibles en los autobuses que enlazan con la capital; insolente desacato cívico y falta de consideración por los “jefecillos de obra” de la cascada de subcontratas que llevan efectuando tan planificado “desastre”; un sedicente y eufemístico "carril bici" rojizo por el que se niegan a transitar lo mismísimos ciclistas por el riesgo que comporta para su integridad de deportistas y ciudadanos, etc., etc., etc. Todo ello con la deliberada ausencia del numeroso (y cada vez más crecido)contingente de policía municipal que brilla siempre por su ausencia aunque los trastornos estén alcanzando dimensiones injustificables. Desde luego el “Motín de Esquilache” se produjo por mucho menos y el pueblo en aquellas fechas podía esperar bien poco de aquellos políticos que no se podían prermitir vanas promesas como prodigan los actuales. Lo de ese municipio es la típica manifestación del capitalismo del desastre desarrollado con tino por la canadiense Klein: primero crear el caos para luego presentarse como artífices de la solución a cambio de encarecer su costo. Los indignados vecinos aseguran que la “remodelación urbanística” tiene dos razones nunca confesadas: a) el embucharse los traspasos presupuestarios de los planes estatales de apoyo “e” y “eS”; b) propiciar una mayor –y ya brutal- presión fiscal sobre los vehículos, los aparcamientos (limitando exponencialmente sus posibilidades libres) y los accesos a los garajes o verjas (los consabidos vados). Todo contra los bolsillos de los ciudadanos conformes, como puede colegirse con facilidad.
2. Es sabido que el usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia utiliza con regularidad el transporte público que hoy por hoy es una especie de universidad en pequeña escala pues en metro, colectivos y trenes se pueden apreciar todas las tendencias sociales del momento sin tener que recurrir al CIS u otros institutos demoscópicos. El viejo Dacio Gil tiene ya constatadas en la sociedad unas peligrosas derivas totalitarias y una inducida descomposición de la valoración de lo público (sin ir más lejos, lo señalado en el apartado 1 anterior). El día de los inocentes, absorto como siempre, leía un libro en su asiento del autobús verde interurbano de la línea en la que suele desplazarse, cuando a eso de las 20,30 al pasar junto a un parque le alcanzaron esquirlas de uno de los varios cristales del autobus quebrados por la acción de sendos petardos arrojados contra el medio colectivo por unos mozalbetes no mayores de 15 años. Parece que tales agresiones son moneda común en estas fechas en las que proliferan como nunca los instrumentos pirotécnicos en manos de niñatos. Dentro del bus afortunadamente sólo nos encontrábamos 5 viajeros además del conductor y sólo a una señora y a este viejo Gil (a pesar de encontrarse ambos al otro lado del corredor, junto a las vidrieras contrarias a la agresión) alcanzaron las esquirlas sin tener que lamentar mayores daños que el susto por el estallido de los cristales y la percusión de los restos de las lunas astilladas. Pero el hecho es sintomático. Y mucho más cuando es conocido que similar agresión vienen sufriendola también estos días los trenes de cercanías de RENFE.
Dacio Gil también fue joven y cometió en aquella etapa vital alguna transgresión a las normas de conducta social de la que no se encuentra precisamente orgulloso y que hoy debe de reputarse como muy leve comparada con la relatada de los petardos. Puede comprender, pues, acciones juveniles desviadas de la norma social de respeto a lo común, pero poner en riesgo la integridad de las personas además de los consiguientes daños materiales le cuesta poder integrarlo: Carece de los correspondientes estímulos empáticos para ello.
La rotura de las lunas de los medios de transporte colectivo es todo un síntoma, sin duda, de lo que puede estar pasando con la acumulación de la violencia institucional y juvenil.
3. Un curioso lector ha hecho llegar al viejo Gil su dificultad para entender lo de "buenaespina” del anterior post. Se explicará brevemente a continuación sin perjuicio del imprescindible desarrollo in extenso en uno a varios posts sobre la tribu científica y las perversiones de su organización más representativa, el CSIC, ahora que esa agencia (¿pero es realmente una agencia? ¿Cuál será su agere?) es una monumental campaña propagandística pilotada, en plan Goebbels, por la esposa del candidato a alcalde de Madrid propuesto por la camarilla dominante en el Estado.
Lo de “buenaespina” viene porque el pasado suplemento dominical del periódico cabecera de los del Movimiento insertaba una respuesta del gabinete de prensa del CSIC atribuida a don Rafael Rodrigo Montero, a la sazón presidente del organismo -en el que se ha desenvuelto desde joven sin conocer otros espacios ni mundanos ni siderales. En la mencionada contestación al formulario, los periodistas contratados por el CSIC bajo supervisión de la esposa del candidato a alcalde capitalino y filtrador de liebres, galgos para ponerlos a buen puerto, ponen en boca del astrofísico partidario la nominación del proyecto Malaspina de circunnavegación coordinado por don Carlos Duarte. El periódico cabecera lo denomina en la entradilla “La ciencia a lo grande”. Más o menos como Gallardón (el contrincante del esposo de la Goebbels del CSIC; actual alcalde capitalino). Faraónico. Técnica de venta social sin contenidos científicos concretos. Venta de humo. Eso si: a lo grande.
El viejo Dacio Gil no se quiere extender en este momento sobre las perversiones y fascismos de la organización científica. Para abreviar remite al libro de Amparo Gómez y Antonio Canales titulado “Ciencia y fascismo” (ed. Laertes) en el que detalladamente se analiza el decurso histórico y situación actual del CSIC. Pero precisamente por eso destaca sobremanera que en el mismo periódico cabecera se insertara también hace poco, el pasado 19 de diciembre, un sospechoso artículo firmado por el colaborador Fraguas de título “Con Franco el CSIC patrocinó trabajos racistas para reafirmar la inferioridad de los negros.” Pareciera una técnica para destacar a contrario la “pureza de sangre” y los "hombres y mujeres nuevos"del actual CSIC de Rodrigo Montero y de la esposa del candidato contrincante de Gallardón, herederos ambos de la concepción mercantil-totalitaria de don Carlos Martínez.
El viejo y dolorido Dacio Gil sólo puede levantar acta personal de que en la actual agencia CSIC se practica un tóxico terrorismo emocional fascista, que bien pudiera denominarse tortura, contra blancos (Mobbing) y sobre ese extremo guarda sepulcral silencio el gabinete goebbelsiano del CSIC y el periodista aireador de dislates franquistas, que no son sino reflejo de una época histórica fascista similar a la actual, tal como refleja el libro “Ciencia y Fascismo” que el periodista parece haber ignorado a propio intento.
El CSIC, desde luego no puede darnos buena espina, estimado espontáneo interpelador. Con alto grado de dolor por la rememoración de inhumanidades varias, el viejo Dacio Gil espera haberle desvelado sus dudas sobre la “buenaespina”: Se trataba de una ironía.
4. España es un país de esperpentos y a punto ha estado en estos días de agrandarse el adefesio, de no haber mediado la disciplinada actuación de un ex abogado y ex sindicalista devenido a Magistrado de lo social por ese camelo del “cuarto turno” (juristas de reconocido prestigio). En efecto, España a punto ha estado de producirse una nueva “huelga encubierta”, ahora de futbolistas, en plena vigencia del “estado de alarma” que preside el transporte aéreo y las relaciones laborales específicas. El obediente abogado devenido Magistrado de lo social no ha hecho sino aplicar el manido criterio de la “alarma social” que provocaría (¿a la ciudadanía o los espectadores, televidentes y forofos?) un domingo de futbol sin futbol y se ha salido por la generosamente utilizada tangente de la incompetencia judicial (dicho sea sin excesivo sarcasmo) para no entrar a conocer una flagrante contravención de un convenio colectivo. Y como siempre, el cajón “desastre” se residencia en ese engendro de la jurisdicción contencioso-administrativa por el colateral -y forzadísimo- argumento de la Federación deportiva elaboradora de calendarios… Milagro que el señor Bodas no ha invocado como criterio legitimador de su inhibición el franquista "Calendario Zaragozano".
El ex sindicalista señor Bodas (ponente y elaborador de la resolución inhibitoria), pues, ha ahorrado el dislate de los militares haciendo de Cristiano Ronaldo o Messi; haciendo de árbitros y jueces de línea; al Comité de Competición aplicando la legislación militar para todo tipo de supuestos...hasta el fuera de juego.
La vida misma. La desjusticia misma. La alarma social, cuando ya no cabe acogerse a las prescripciones ad hoc tan al uso. El pan y circo navideño. La mentira institucional.
En definitiva, como sugiere comprender el gran David Lodge: Nada es lo que parece…ni lo será nunca. En esta cloaca de la sedicente "independencia" judicial es ingenuo pensar que nadie haga respetar derechos básicos. La ley de la poderosa jungla. El derecho bantú.
En la sociedad del miedo la alarma social es el común denominador. Y miedo hay y mucho. O sea, que la excepción es la regla…como lo era con Franco y como lo es con Zapatero. Cuestiones de orden...Público. El TOP. Lo máximo.
¡Que el año desmitificador (o desmochador) de instituciones, garantías, economías y democracias quede enterrado para siempre y que el inminente año antecedente ordinal del 2012 nos sea a todos más propicio: al menos un año de cierta tranquilidad antes de saber qué terminará ocurriendo el 2012! Ferviente deseo para todos del viejo Dacio Gil, a pesar del bochorno causado por la ufana e insultante rueda de prensa del penúltimo día del año convocada por el Presidente del Gobierno al que acompañaban sus inseparables, los señores Rubalcaba y Serrano. Ultima rueda de prensa de un año horrorosamente horrible en todos los aspectos excepto en el regocijo social de la roja del que ahora vivimos exclusivamente. Mejor la roja que el Derecho y las garantías, según parece.
Acaso el viejo Dacio Gil padezca un delirium tremens. O tal vez no. En cualquier caso: deseos de razonable esperanza para 2011. Y de amor. Mucho amor.
jueves, 30 de diciembre de 2010
lunes, 27 de diciembre de 2010
BRINDO POR LA GENTE SENCILLA: ¡BRINDO POR LA FAMILIA!
Cierto es que la realidad, dejándola llegar naturalmente sin utilizar forceps psicosociales, nos pone a cada cual en el sitio exacto. El viejo Dacio Gil hizo público que se había enrolado ya entre los “retroprogres” en la versión vulgata Rosa Montero cuando un día después leyó a Ignacio Echevarría en el suplemento “El Cultural” del periódico El Mundo en el interesante artículo titulado “Feliz Navidad”. De “Feliz Navidad” extrajo la solidaridad de/ con Echevarría (la que jamás encontró en ese engendro infumable y perverso, verdadero desconocido de la ciudadanía llamado CSIC, que es incapaz de producir ninguna “buenaespina”) en un artículo altamente recomendable como contrapunto al de la señora Montero. Como mero ejercicio de razón, su lectura se hace recomendable como contrapunto a “retroprogres” de el país.
A pesar del alistamiento en el ejército de los que no gustan de la navidad anunciado en el post del pasado 23, la familia del viejo Dacio Gil tiene la sana costumbre de reunir a toda la tribu supérstite a los cabezas de familia cada 25 de diciembre, incluídos Dacio Gil y los suyos. La realidad se impone en esa fecha y cada cual se solaza de una benéfica inmersión familiar de afectos en un restaurante sin pretensiones a las afueras de la capital. Cada cual se olvida de sus problemas particulares y el viejo Dacio Gil de su pérdida de aceite navideña y de aquellas notas que definen al “retroprogre” monteriano. Todos se dejan llevar por la alegría de la pura constatación: los jóvenes cada vez más pujantes y sanos en actitudes y aptitudes; los mayores (relativos o absolutos, que tal da) intentando resistirse a ese canallesco espectro traidor endosador de años y achaques que es el Sicario de la edad; lo más guapetonas y guapetones todos para motivarse y motivar al resto de la tribu. La verdad que las Navidades así encaradas, con la humildad con que lo hace la familia del viejo Gil, sin hueras pretensiones de superposición de estatus ni falsas petulancias, infunden alegría a pesar de sobrevenir tras la impostada (¿imposturada también?) afectación institucional del mensaje navideño real. Ni siquiera el desconsiderado afán del restaurante (un restaurante elegido a propósito desde hace bastantes años por ajustar su nivel a las prudentes pretensiones familiares pero que parece decidido a un cambio de timón dado el cambio de hábitos celebrativos de los madrileños) por hacer caja sin ponderar que la tribu Gil es la que más años lleva concitándose en el lugar, desanimó a nadie llegado el tradicional postrer momento de reparto de presentes “de todo a cien” que tantas risas terminan suscitando.
La verdad es que las Navidades así entendidas no provocan ningún reproche en el usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia; antes al contrario, ayudan a sobrellevar el atropello psico-socio-político-mercantil de estas fechas. Uno, que cada vez tiende más a observar los acontecimientos desde su monasterio de individualidad, ha de reconocer que se encuentra a gusto entre los suyos aunque indefectiblemente recuerda aquella atinada canción del dúo Pimpinela titulada “la familia”:
Hablan todos a la vez./ Y despues,/ se pelean por un mes, / pero cuando las cosas van mal, /a tu lado siempre están. (…)
Si te tiran con un corcho, / o al pasar te pisa un niño, /en el fondo esto es solo, / una muestra de cariño. (...)
Ya lo ves,/ comen todo y después, / a sufrir por la dieta otra vez / pero nunca te dicen que no / si les vuelves a ofrecer.
El usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia proclama que siente sano orgullo de cultivar uno de los escasos vínculos de pertenencia que le atraen a estas alturas en esta escombrera institucional a la que reconocemos como España. Que comparte la lúcida y aconsejable reflexión de la Navidad efectuada por Ignacio Echevarría, tanto en los pros como en las contras.
La comida familiar (mejor tribal, en el mejor sentido) del 25 de diciembre es un auténtico baño de amor donde se manifiestan incuestionables similitudes genéticas y afinidades humanas que el corazón de cada cual se encarga de dejar al descubierto para ahuyentar cualquier atisbo de duda sobre las navidades, la familia y un aspecto del amor. Los corazones no mienten.
La verdad es que la familia de este Gil nunca lo ha terminado haciendo, pero muy bien pudiera terminar cantando, como hace Pimpinela aquello de:
Quiero brindar por mi gente sencilla,/ por el amor, brindo por la familia.
Y con esto, el viejo Dacio Gil espera abandonar sus digresiones sobre las diversas escupideras patrias para poder dedicar unos próximos posts a indagar lo que pueda ser eso de la felicidad y del amor.
Para lo cual, para empezar con buen pie, seguiremos la pista de los encantos –y la inteligencia y sensibilidad inigualables- de Lou Andreas- Salomé a través del reciente libro de Manuel Cruz de sugerente título: Amo, luego existo.
Quiero brindar por mi gente sencilla,/ por el amor, brindo por mi familia.
A pesar del alistamiento en el ejército de los que no gustan de la navidad anunciado en el post del pasado 23, la familia del viejo Dacio Gil tiene la sana costumbre de reunir a toda la tribu supérstite a los cabezas de familia cada 25 de diciembre, incluídos Dacio Gil y los suyos. La realidad se impone en esa fecha y cada cual se solaza de una benéfica inmersión familiar de afectos en un restaurante sin pretensiones a las afueras de la capital. Cada cual se olvida de sus problemas particulares y el viejo Dacio Gil de su pérdida de aceite navideña y de aquellas notas que definen al “retroprogre” monteriano. Todos se dejan llevar por la alegría de la pura constatación: los jóvenes cada vez más pujantes y sanos en actitudes y aptitudes; los mayores (relativos o absolutos, que tal da) intentando resistirse a ese canallesco espectro traidor endosador de años y achaques que es el Sicario de la edad; lo más guapetonas y guapetones todos para motivarse y motivar al resto de la tribu. La verdad que las Navidades así encaradas, con la humildad con que lo hace la familia del viejo Gil, sin hueras pretensiones de superposición de estatus ni falsas petulancias, infunden alegría a pesar de sobrevenir tras la impostada (¿imposturada también?) afectación institucional del mensaje navideño real. Ni siquiera el desconsiderado afán del restaurante (un restaurante elegido a propósito desde hace bastantes años por ajustar su nivel a las prudentes pretensiones familiares pero que parece decidido a un cambio de timón dado el cambio de hábitos celebrativos de los madrileños) por hacer caja sin ponderar que la tribu Gil es la que más años lleva concitándose en el lugar, desanimó a nadie llegado el tradicional postrer momento de reparto de presentes “de todo a cien” que tantas risas terminan suscitando.
La verdad es que las Navidades así entendidas no provocan ningún reproche en el usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia; antes al contrario, ayudan a sobrellevar el atropello psico-socio-político-mercantil de estas fechas. Uno, que cada vez tiende más a observar los acontecimientos desde su monasterio de individualidad, ha de reconocer que se encuentra a gusto entre los suyos aunque indefectiblemente recuerda aquella atinada canción del dúo Pimpinela titulada “la familia”:
Hablan todos a la vez./ Y despues,/ se pelean por un mes, / pero cuando las cosas van mal, /a tu lado siempre están. (…)
Si te tiran con un corcho, / o al pasar te pisa un niño, /en el fondo esto es solo, / una muestra de cariño. (...)
Ya lo ves,/ comen todo y después, / a sufrir por la dieta otra vez / pero nunca te dicen que no / si les vuelves a ofrecer.
El usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia proclama que siente sano orgullo de cultivar uno de los escasos vínculos de pertenencia que le atraen a estas alturas en esta escombrera institucional a la que reconocemos como España. Que comparte la lúcida y aconsejable reflexión de la Navidad efectuada por Ignacio Echevarría, tanto en los pros como en las contras.
La comida familiar (mejor tribal, en el mejor sentido) del 25 de diciembre es un auténtico baño de amor donde se manifiestan incuestionables similitudes genéticas y afinidades humanas que el corazón de cada cual se encarga de dejar al descubierto para ahuyentar cualquier atisbo de duda sobre las navidades, la familia y un aspecto del amor. Los corazones no mienten.
La verdad es que la familia de este Gil nunca lo ha terminado haciendo, pero muy bien pudiera terminar cantando, como hace Pimpinela aquello de:
Quiero brindar por mi gente sencilla,/ por el amor, brindo por la familia.
Y con esto, el viejo Dacio Gil espera abandonar sus digresiones sobre las diversas escupideras patrias para poder dedicar unos próximos posts a indagar lo que pueda ser eso de la felicidad y del amor.
Para lo cual, para empezar con buen pie, seguiremos la pista de los encantos –y la inteligencia y sensibilidad inigualables- de Lou Andreas- Salomé a través del reciente libro de Manuel Cruz de sugerente título: Amo, luego existo.
Quiero brindar por mi gente sencilla,/ por el amor, brindo por mi familia.
jueves, 23 de diciembre de 2010
"NO SOY EL PRESIDENTE DE CASI NINGÚN ESPAÑOL."
El viejo Dacio Gil se encuentra raro en los tiempos que corren, como desagregado. Pareciera que todo lo asimilado hasta ahora para defenderse en esta vida se hubiera astillado por varios sitios. Si no irrazonable o casi irracional, si todo parece carente de legitimidad: como si hubiera que hacer rápido toda suerte de violaciones para hacer caja pues esto se acabara. No hay sector que se salve de esta dinámica perversa mientras el “ciudadano mediano” (el gráfico palabro inventado por los manipuladores electorales engalanados con los finos ternos al uso de los científicos sociales) parece querer esconderse recitando el “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”.
En una desesperada tentativa por intentar comprender, el usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia cada vez se rodea de más libros, alguno –o bastantes- de los cuales ya no serán leídos en el decurso humano vital que le pueda restar a este viejo Gil. Escéptico en alto grado, ha llegado a la firme convicción de que de poco sirve ya intentar comprender en el imperio de hacer y luego, si acaso, justificar. La prensa ya no sirve como instrumento para intentar comprender, se ha polarizado en lo contrario: enmascarar la realidad; en el mejor de los casos sirve de vacío placebo para quienes tienen el hábito de informarse mediante la prensa.
El diario cabecera de los del Movimiento insertaba días atrás una columna de Rosa Montero titulado “Retroprogres”, lo que sobresaltó sobremanera a este viejo Gil al provenir de la pluma de una escritora precisamente incardinable desde hace bastante tiempo dentro de esa categoría social “retroprogre” que suele blandir el espantajo del Estado de Bienestar y la indefectibilidad de lo que ellos y ellas entienden eufonicamente como “solución socialdemócrata”. Asombrosamente la columna viene a declarar que el voquible lo ha parido la propia autora y lo atribuye a quienes no gustan de las Navidades y lo explicitan así. Honestamente el usufructuario de la Tribuna Alta Preferencia reconoce que se encuentra entre quienes se turban con la aparentemente forzada celebración de las Navidades. Y no sólo -que también- por el síndrome de la silla vacía. Justo desde la escenificación de la alegría de la Lotería (todos los telediarios de mediodía y noche publicitando una alegría poco sólida) el viejo Dacio Gil comienza a perder aceite hasta que el día de Reyes su motor se quema por completo: ese día se aisla. Sus familiares ya conocen –y aceptan amorosamente- desde antiguo la cabal evolución de este proceso personal. Por eso la columna de Montero hirió al viejo Gil, no por avivar el rescoldo de alegría –que Gil respeta y respalda en la medida que haga soñar a los jóvenes- sino por calificar de retroproge a gente de bien que, sin robar ni matar a nadie y respetando siempre, verbalizamos que la “alegre” celebración de las Navidades no nos convence en términos de análisis razonable. Lea si puede el eventual seguidor de este post la columna de doña Rosa y, como se hacía en el colegio con los tipos psicológicos, proceda a encasillarse en los perfiles psícofísicos de tal o cual tipo.
El viejo Dacio Gil ya chochea. Una y otra vez se pierde en introitos periféricos que ni esclarecen ni ponen en suerte la digresión elegida para el post del día. Si el tema es “No soy el Presidente de casi ningún español” ¿A qué viene el bamboleo sin ilación retroprogre? ¿A que en un contexto tan agresivo y laminador como el actual no parece haber razón alguna objetiva para la alegría forzada que se aprecia en los grandes espacios mercantiles?
Dicen quienes entienden que el gran error de Salvador Allende fue el proclamar recién ganadas las elecciones aquel “No soy Presidente de todos los chilenos”. Puede que tengan razón los entendidos, lo que pasa es que el señor Zapatero viene demostrando un día si y otro también sin el menor empacho que él es casi exclusivamente el Presidente de las entidades mercantiles y de crédito y no de todos los españoles; sin que pase nada por ello. No parece estar en un error enorme. La impasibilidad parece total entre la ciudadanía, fuera de las acaloradas tertulias de café, que son cada vez más excepcionales (como el estado declarado de facto toda la legislatura que ha dado pie al legalizado "estado de alarma laboral") por el miedo a ser delatado a la Agencia Estatal Antidopaje, a la Guardia Civil, a los Tribunales de cámara u otros instrumentos que vigilan la vida de "Nosotros".
En estos días el viejo Dacio Gil viene leyendo con atención un libro regalado por dos intrépidas aventureras del cono sur y de las maravillosas librerías de Buenos Aires. Se titula Qué esperar de la democracia. Límites y posibilidades del autogobierno de Adam Przeworski y en un lenguaje sencillo pero cargado de sentido y razón desmenuza los pros y contras de la teoría y práctica democrática. El autor polaco con formación estadounidense mantiene, entre otros, cuatro axiomas:
1. Un gobierno casi nunca pierde unas elecciones convocadas por él. Si las pierde se produce un auténtico vuelco electoral.
2. Un Presidente (un Gobierno, un partido) que incumple sistemáticamente el programa electoral básico se instala en el fraude democrático y debería dimitir o convocar perentoriamente elecciones generales.
3. Un partido sin apoyos económicos es imposible que venza en unas elecciones y pueda competir con posibilidades.
4. La historia del poder político es la historia de la separación entre dominadores y dominadores; entre gobernantes y gobernados.
La conclusión, pues, parece "de cajón de madera de pino" como gusta decir un dilecto amigo: Zapatero optará por una de las dos alternativas y parece que será más pronto que tarde siguiendo la estela de su modelo (primero confeso y ahora espurio y vergonzante) Tony Blair, padre con Giddens de aquella "tercera vía" al desastre electoral total. Przeworski aunque dice entre otras muchas verdades que “las mayorías pueden ser tontas, efímeras o malignas”, cree por completo en la democracia y apunta posibles salidas a situaciones de bloqueo o deslegitimación como las que sufre España, casi en el marco de un miedoso silencio.
De seguro Zapatero dimitirá en breve “delfinando” para no pasar por el bochorno histórico de perder estrepitosamente su partido bajo su imagen (¿pero es realmente un partido y no una camarilla?) unas nuevas elecciones e intentar salvar los muebles, con su dimisión, de las subvenciones y financiaciones públicas locales, autonómicas y estatales . Aunque se aparecen en su proceder como espectros de Hitler, Himmler y demás secuaces, quieren remedar a Blair y Brown. Si hubiera lógica el fracaso lo deberían tener asegurado. No sólo de UCD vive la democracia española. Y no se olvide que Blair despues de hacer el trabajo sucio al capitalismo vive primorosamente... mientras su partido se ha hundido.
Uff. Que rollo. El viejo Dacio Gil parece dopado. Según el reloj que luce en su muñeca son las 13.20 del Jueves 23 de diciembre y las Navidades relucen igualmente tanto material como anímicamente. Sirva este post como sentida y humana felicitación navideña.
La felicitación, si, de un calificado retroprogre porque desde hace mucho viene verbalizando que no le gusta en demasía la alegría forzada y comercial de las Navidades. Pero una cosa no quita la otra.
Alegrémonos, como nos alegramos, de la sana felicidad ajena y hagámosla extensiva, como la extendemos, al señor Zapatero y su camarilla. Acompañada de un humilde ruego: Que se marchen al Lejano Oriente con el séquito de los Reyes Magos, para que con su huída nos ahorren más sufrimientos. Algunos innecesarios.
Que las Navidades nos traigan a todos rayitos de esperanza. No es mucho pero es bastante.
En una desesperada tentativa por intentar comprender, el usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia cada vez se rodea de más libros, alguno –o bastantes- de los cuales ya no serán leídos en el decurso humano vital que le pueda restar a este viejo Gil. Escéptico en alto grado, ha llegado a la firme convicción de que de poco sirve ya intentar comprender en el imperio de hacer y luego, si acaso, justificar. La prensa ya no sirve como instrumento para intentar comprender, se ha polarizado en lo contrario: enmascarar la realidad; en el mejor de los casos sirve de vacío placebo para quienes tienen el hábito de informarse mediante la prensa.
El diario cabecera de los del Movimiento insertaba días atrás una columna de Rosa Montero titulado “Retroprogres”, lo que sobresaltó sobremanera a este viejo Gil al provenir de la pluma de una escritora precisamente incardinable desde hace bastante tiempo dentro de esa categoría social “retroprogre” que suele blandir el espantajo del Estado de Bienestar y la indefectibilidad de lo que ellos y ellas entienden eufonicamente como “solución socialdemócrata”. Asombrosamente la columna viene a declarar que el voquible lo ha parido la propia autora y lo atribuye a quienes no gustan de las Navidades y lo explicitan así. Honestamente el usufructuario de la Tribuna Alta Preferencia reconoce que se encuentra entre quienes se turban con la aparentemente forzada celebración de las Navidades. Y no sólo -que también- por el síndrome de la silla vacía. Justo desde la escenificación de la alegría de la Lotería (todos los telediarios de mediodía y noche publicitando una alegría poco sólida) el viejo Dacio Gil comienza a perder aceite hasta que el día de Reyes su motor se quema por completo: ese día se aisla. Sus familiares ya conocen –y aceptan amorosamente- desde antiguo la cabal evolución de este proceso personal. Por eso la columna de Montero hirió al viejo Gil, no por avivar el rescoldo de alegría –que Gil respeta y respalda en la medida que haga soñar a los jóvenes- sino por calificar de retroproge a gente de bien que, sin robar ni matar a nadie y respetando siempre, verbalizamos que la “alegre” celebración de las Navidades no nos convence en términos de análisis razonable. Lea si puede el eventual seguidor de este post la columna de doña Rosa y, como se hacía en el colegio con los tipos psicológicos, proceda a encasillarse en los perfiles psícofísicos de tal o cual tipo.
El viejo Dacio Gil ya chochea. Una y otra vez se pierde en introitos periféricos que ni esclarecen ni ponen en suerte la digresión elegida para el post del día. Si el tema es “No soy el Presidente de casi ningún español” ¿A qué viene el bamboleo sin ilación retroprogre? ¿A que en un contexto tan agresivo y laminador como el actual no parece haber razón alguna objetiva para la alegría forzada que se aprecia en los grandes espacios mercantiles?
Dicen quienes entienden que el gran error de Salvador Allende fue el proclamar recién ganadas las elecciones aquel “No soy Presidente de todos los chilenos”. Puede que tengan razón los entendidos, lo que pasa es que el señor Zapatero viene demostrando un día si y otro también sin el menor empacho que él es casi exclusivamente el Presidente de las entidades mercantiles y de crédito y no de todos los españoles; sin que pase nada por ello. No parece estar en un error enorme. La impasibilidad parece total entre la ciudadanía, fuera de las acaloradas tertulias de café, que son cada vez más excepcionales (como el estado declarado de facto toda la legislatura que ha dado pie al legalizado "estado de alarma laboral") por el miedo a ser delatado a la Agencia Estatal Antidopaje, a la Guardia Civil, a los Tribunales de cámara u otros instrumentos que vigilan la vida de "Nosotros".
En estos días el viejo Dacio Gil viene leyendo con atención un libro regalado por dos intrépidas aventureras del cono sur y de las maravillosas librerías de Buenos Aires. Se titula Qué esperar de la democracia. Límites y posibilidades del autogobierno de Adam Przeworski y en un lenguaje sencillo pero cargado de sentido y razón desmenuza los pros y contras de la teoría y práctica democrática. El autor polaco con formación estadounidense mantiene, entre otros, cuatro axiomas:
1. Un gobierno casi nunca pierde unas elecciones convocadas por él. Si las pierde se produce un auténtico vuelco electoral.
2. Un Presidente (un Gobierno, un partido) que incumple sistemáticamente el programa electoral básico se instala en el fraude democrático y debería dimitir o convocar perentoriamente elecciones generales.
3. Un partido sin apoyos económicos es imposible que venza en unas elecciones y pueda competir con posibilidades.
4. La historia del poder político es la historia de la separación entre dominadores y dominadores; entre gobernantes y gobernados.
La conclusión, pues, parece "de cajón de madera de pino" como gusta decir un dilecto amigo: Zapatero optará por una de las dos alternativas y parece que será más pronto que tarde siguiendo la estela de su modelo (primero confeso y ahora espurio y vergonzante) Tony Blair, padre con Giddens de aquella "tercera vía" al desastre electoral total. Przeworski aunque dice entre otras muchas verdades que “las mayorías pueden ser tontas, efímeras o malignas”, cree por completo en la democracia y apunta posibles salidas a situaciones de bloqueo o deslegitimación como las que sufre España, casi en el marco de un miedoso silencio.
De seguro Zapatero dimitirá en breve “delfinando” para no pasar por el bochorno histórico de perder estrepitosamente su partido bajo su imagen (¿pero es realmente un partido y no una camarilla?) unas nuevas elecciones e intentar salvar los muebles, con su dimisión, de las subvenciones y financiaciones públicas locales, autonómicas y estatales . Aunque se aparecen en su proceder como espectros de Hitler, Himmler y demás secuaces, quieren remedar a Blair y Brown. Si hubiera lógica el fracaso lo deberían tener asegurado. No sólo de UCD vive la democracia española. Y no se olvide que Blair despues de hacer el trabajo sucio al capitalismo vive primorosamente... mientras su partido se ha hundido.
Uff. Que rollo. El viejo Dacio Gil parece dopado. Según el reloj que luce en su muñeca son las 13.20 del Jueves 23 de diciembre y las Navidades relucen igualmente tanto material como anímicamente. Sirva este post como sentida y humana felicitación navideña.
La felicitación, si, de un calificado retroprogre porque desde hace mucho viene verbalizando que no le gusta en demasía la alegría forzada y comercial de las Navidades. Pero una cosa no quita la otra.
Alegrémonos, como nos alegramos, de la sana felicidad ajena y hagámosla extensiva, como la extendemos, al señor Zapatero y su camarilla. Acompañada de un humilde ruego: Que se marchen al Lejano Oriente con el séquito de los Reyes Magos, para que con su huída nos ahorren más sufrimientos. Algunos innecesarios.
Que las Navidades nos traigan a todos rayitos de esperanza. No es mucho pero es bastante.
jueves, 16 de diciembre de 2010
MOJAR PAN EN ESTA ESCUPIDERA: VÓMITOS Y DIARREA.
Maldita la gana que tiene este viejo Dacio Gil en aparecer en público haciendo cola con su pan-bimbo para ponerse a mojar –imitando a los demás- (¡que asco!) en esta hedionda escupidera en que se ha convertido la entidad local menor llamada España. Pero un impulso irrefrenable de indignación jurídica y política han quebrado el silencio firmemente asumido ante un totalitarismo tan rampante y descarnado. Este estercolero que regenta, mediante subcontratas, una camarilla de falsos progres dirigida, entre otros personajes, por un no-se-sabe-qué vallisoletano o leonés (¿ abogadito, mero apparatchik, embaucador, aspirante a Fhürer?), un linotipista navarro encantado de haberse conocido y un abogado albaceteño de turbio pasado y más oscuro y oscurecido presente (patrimonial). Esta camarilla (como las otras camarillas que están a la espera, que tanto montan) desconoce ya lo que es la decencia. ¿Estado de alarma? ¿Prórroga de una medida excepcional como es el estado de alarma con el beneplácito de la institución parlamentaria?
Resulta asombroso que en esta pedanía que es España se imponga (sí, sí, se imponga, como hacía Hitler) y pueda llegar a prorrogarse con el consentimiento de los sedicentes representantes del pueblo soberano (que no de la minoría de viajeros, ocasionales o no) el estado de alarma por un problema laboral entre empleador y empleados existiendo como existe un régimen jurídico firmado por las dos partes contratantes. Indigna que una figura de “crisis jurídica y política” manifiesta, como es el estado de alarma, se mantenga con el consentimiento del Jefe del Estado (que podría vetarla ya o interceder, como supremo árbitro que debería ser, para levantarla, reponiendo el orden constitucional forzado) y unos diputados que demuestran a sus mandantes los electores que son meros chiquilicuatres vendidos al poder más descarnado y distanciados sideralmente de las verdaderas raíces de la democracia. Asqueroso todo. Indigno. Indecente. Humillante para las personas de bien.
Una figura no utilizada en el 23 F, en el 11 M, en la inconstitucional huelga de Jueces, en la inconcebible manifestación del instituto armado denominado Guardia Civil, en las huelgas de futbolistas –como la que ahora se anuncia-, en la huelga del METRO de Madrid, en el estructural "desacato" de los representantes de los electores y tantos etcéteras como se quieran, se aplica ahora a un colectivo de 2000 trabajadores devenidos a mejor fortuna laboral por la eclosión de las comunicaciones y por el propio reconocimiento de los sucesivos gobiernos intitulados democráticos (también, por supuesto, los de Felipe González) que eran, a la sazón, su empleador. Este "Régimen" se ha enredado tanto en la corrupción desde hace años que ya no hay quien lo desenrede de buena fe. Todas las instituciones sin excepción, incluidos los socios de la fantasmal “Gobernanza” (España es un monumental ridículo colectivo y trinconeo público-privado sin escrúpulo alguno), desnuditas ante un conflicto laboral de 2000 personas que el empleador público (¡luego dicen de los dislates de Díaz Ferrán!) no ha querido resolver: Si, Bwana dicen todos los políticos, engañando de nuevo a una sociedad asediada por SITEL, controles de alcoholemia (¿para esos controladores no hay estado de alarma?), ORAs varias, supresión de espectáculos tradicionales, restricción de actividades privadas como el fumar, deliberada ausencia de Justicia, etc., etc., etc. Totalitarismo en su estado más puro. Canallesca trajeada con ropa de diseño en todos los escaños e instituciones... y hasta en el anacrónico (y bien pensionado) Consejo de Estado…
El viejo Dacio Gil concatena un vómito tras otro al observar la glotonería de esta sociedad que toma pan y moja…en esta monumental escupidera.
No sólo Zapatero. Hasta aquí hemos llegado colectivamente cegados por el becerrillo de oro y la desfachatez de quienes detentan con falta de ética las instancias de decisión colectiva. La sociedad parece narcotizada aunque no lo estará.
Luis Eduardo Aute en su último magnífico trabajo "Intemperie"nos llama a una inexcusable desobediencia civil con armas incruentas (diametralmente distintas a las empleadas institucionalmente, que tanto daño infligen a sabiendas a los menos poderosos) antes de que sea demasiado tarde.
El usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia no se encuentra cómodo en este enorme vertedero, y se hace cruces de que la mayoría pueda aparentemente sobrellevarlo. Algo está fallando colectivamente. ¿O es que la Agencia Española Antidopaje, el señor Lissavetzky y la señorita Pajín nos tienen preparada ya una masiva campaña de vacunación obligatoria para tanto vómito colectivo inducido desde las instancias que deberían prevenirlo? Todo es mercado. El diabólico círculo vicioso de siempre.
El Régimen en poco tiempo nos hablará del “hombre nuevo” (y la mujer “nueva”, por supuesto). Y desde ese momento emergerá la auténtica faz de este espanto al que parecemos estarnos acostumbrando y consintiendo.
A un pasito estamos, en efecto, de la demencial deriva organizada que asoló Europa y despeño a sus ciudadanos al abismo (a unos más que a otros, bien es cierto) en la primera mitad del vergonzoso siglo XX, cuya estela nunca hemos abandonado del todo. Desgraciadamente.
Resulta asombroso que en esta pedanía que es España se imponga (sí, sí, se imponga, como hacía Hitler) y pueda llegar a prorrogarse con el consentimiento de los sedicentes representantes del pueblo soberano (que no de la minoría de viajeros, ocasionales o no) el estado de alarma por un problema laboral entre empleador y empleados existiendo como existe un régimen jurídico firmado por las dos partes contratantes. Indigna que una figura de “crisis jurídica y política” manifiesta, como es el estado de alarma, se mantenga con el consentimiento del Jefe del Estado (que podría vetarla ya o interceder, como supremo árbitro que debería ser, para levantarla, reponiendo el orden constitucional forzado) y unos diputados que demuestran a sus mandantes los electores que son meros chiquilicuatres vendidos al poder más descarnado y distanciados sideralmente de las verdaderas raíces de la democracia. Asqueroso todo. Indigno. Indecente. Humillante para las personas de bien.
Una figura no utilizada en el 23 F, en el 11 M, en la inconstitucional huelga de Jueces, en la inconcebible manifestación del instituto armado denominado Guardia Civil, en las huelgas de futbolistas –como la que ahora se anuncia-, en la huelga del METRO de Madrid, en el estructural "desacato" de los representantes de los electores y tantos etcéteras como se quieran, se aplica ahora a un colectivo de 2000 trabajadores devenidos a mejor fortuna laboral por la eclosión de las comunicaciones y por el propio reconocimiento de los sucesivos gobiernos intitulados democráticos (también, por supuesto, los de Felipe González) que eran, a la sazón, su empleador. Este "Régimen" se ha enredado tanto en la corrupción desde hace años que ya no hay quien lo desenrede de buena fe. Todas las instituciones sin excepción, incluidos los socios de la fantasmal “Gobernanza” (España es un monumental ridículo colectivo y trinconeo público-privado sin escrúpulo alguno), desnuditas ante un conflicto laboral de 2000 personas que el empleador público (¡luego dicen de los dislates de Díaz Ferrán!) no ha querido resolver: Si, Bwana dicen todos los políticos, engañando de nuevo a una sociedad asediada por SITEL, controles de alcoholemia (¿para esos controladores no hay estado de alarma?), ORAs varias, supresión de espectáculos tradicionales, restricción de actividades privadas como el fumar, deliberada ausencia de Justicia, etc., etc., etc. Totalitarismo en su estado más puro. Canallesca trajeada con ropa de diseño en todos los escaños e instituciones... y hasta en el anacrónico (y bien pensionado) Consejo de Estado…
El viejo Dacio Gil concatena un vómito tras otro al observar la glotonería de esta sociedad que toma pan y moja…en esta monumental escupidera.
No sólo Zapatero. Hasta aquí hemos llegado colectivamente cegados por el becerrillo de oro y la desfachatez de quienes detentan con falta de ética las instancias de decisión colectiva. La sociedad parece narcotizada aunque no lo estará.
Luis Eduardo Aute en su último magnífico trabajo "Intemperie"nos llama a una inexcusable desobediencia civil con armas incruentas (diametralmente distintas a las empleadas institucionalmente, que tanto daño infligen a sabiendas a los menos poderosos) antes de que sea demasiado tarde.
El usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia no se encuentra cómodo en este enorme vertedero, y se hace cruces de que la mayoría pueda aparentemente sobrellevarlo. Algo está fallando colectivamente. ¿O es que la Agencia Española Antidopaje, el señor Lissavetzky y la señorita Pajín nos tienen preparada ya una masiva campaña de vacunación obligatoria para tanto vómito colectivo inducido desde las instancias que deberían prevenirlo? Todo es mercado. El diabólico círculo vicioso de siempre.
El Régimen en poco tiempo nos hablará del “hombre nuevo” (y la mujer “nueva”, por supuesto). Y desde ese momento emergerá la auténtica faz de este espanto al que parecemos estarnos acostumbrando y consintiendo.
A un pasito estamos, en efecto, de la demencial deriva organizada que asoló Europa y despeño a sus ciudadanos al abismo (a unos más que a otros, bien es cierto) en la primera mitad del vergonzoso siglo XX, cuya estela nunca hemos abandonado del todo. Desgraciadamente.
sábado, 4 de diciembre de 2010
MOJAR PAN EN UNA ESCUPIDERA
Proclamamos que el mundo ha cambiado una barbaridad pero es sólo un espejismo. Pretendemos estar en una sociedad inclusiva y nos maliciamos, con cierta solidez, todo lo contrario. Albergamos esperanzas de cultivar la humanidad y vergonzosamente hace tiempo que empezamos a abandonar la familia del hombre. Por acumular achiperre tras achiperre creemos haber alcanzado el no va más. Y la verdad es que nos hemos instalado en un snobismo vacío y muchas veces humillante. Decimos que hemos recuperado la memoria y en realidad hemos olvidado todo lo que nos incomoda, cuando no somos simples cómplices de indiferencia ante la malignidad pasada y presente. Nos proclamamos individual y colectivamente niquelados cuando nuestra porcelana está vieja, sucia y desportillada.
En determinados aspectos hemos efectivamente cambiado, pero en cuanto nos detenemos a recapitular tranquilos sobre todo lo acontecido al ser humano en los 2010 años de existencia observamos que no es para tanto. Además, si con humildad indagamos sobre la historia del siglo XX y lo que llevamos de XXI nos recorrerá un escalofrío. El viejo Dacio Gil paseando hace unos días por la cuesta de Claudio Moyano encontró expuesto en el tenderete exterior de una de las casetas (en la 22 de la muy veterana -y un tanto gruñona- doña Conchita Montero que, al perecer, es la mujer del también emérito don Alfonso Riudavets), en muy buen estado y a mitad de precio, el libro recomendado por Iñaki Piñuel No sólo Hitler. La Alemania nazi entre la coacción y el consenso, de Robert Gallately. De su lectura el viejo Dacio Gil extrajo la conclusión de que el cinismo humano e institucional no tiene límites. Abruman los datos sobre el “consenso social” que la política de exterminio concitó no sólo entre la población civil alemana sino entre las autoridades políticas europeas y norteamericanas. Esos datos tan categóricos duelen. Quien haya pasado por una situación de inhumanidad sabrá reconocer la gran cantidad de congéneres que, llegado el caso, consienten el mal infligido a un ser humano sin haber mediado justa causa alguna. Y en ese proceso de intentar asimilar la asombrosa similitud con los momentos actuales de totalitarismo incuestionable en las democracias occidentales, el viejo Dacio Gil perdió pie (esta vez de ánimo en vez de batacazo físico) y se sumió en la tristeza y el silencio que habrá sabido interpretar el curioso seguidor, si es que lo hubiere. El usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia veía –y sigue viendo- en España totalitarismo por todas partes que en poco difiere en lo sustancial al habido en la época más negra del siglo XX. Totalitarismo que parece contar, aunque resulte paradójico cuando se malbaratan en vano vocablos tan nobles como democracia, constitución o estado de Derecho, con el consentimiento de una ciudadanía indiferente, cuando no puramente cómplice. Y eso, por sí solo, es sumamente grave y estremece de espanto.
Intentará el viejo Dacio Gil apuntalar su sopesada intuición con una serie de datos aparentemente triviales, pero que no lo son tanto, como se puede comprobar. El campo de la observación se centrará en la ropa interior (el sujetador, las bragas y los calzoncillos blancos), los tatuajes, las cabezas rapadas, el insulto y el escupitajo. Todos ellos han cambiado mucho formalmente con el paso del tiempo pero han mantenido su inquietante significado (o síntoma, al menos) totalitario sin que el transcurso del tiempo les haya afectado en su esencia.
Históricamente las bragas, el sujetador y los calzoncillos blancos fueron siempre el secreto mejor guardado de la privacidad de los humanos. Ni siquiera los sirvientes podían ver al señor en calzoncillos y mucho menos a la señora en bragas y sujetador. No era recomendable que los hijos pudieran ver a los padres de esa guisa. Mucho menos el pueblo a su Rey, que de puertas de Palacio afuera, jamás estaba desnudo o en taparrabos. Era como la actividad sexual, que era tan privada que prácticamente siempre se llevaba a cabo en absoluto silencio. Se decía que ni siquiera el inminente marido podía regalar a su futura esposa ropa interior pues eso se interpretaba como una desconsideración denotativa de un conocimiento íntimo prematrimonial. Hoy, sin embargo, en cualquier gran ciudad en primavera en sábado o domingo es normal comprobar cómo hay ciudadanos de ambos sexos –sobre todo mujeres- que se quedan en ropa interior blanca para tomar el sol. El viejo Dacio Gil lo ha comprobado en sus diferentes estadías en la Capital Federal Argentina en la que es corriente ver en sus grandes parques del norte de la ciudad señoras –y también señores y mediopensionistas- de toda edad que se tumban sobre el pasto para recibir la directa influencia del astro rey para dorarse y luego continuar sus actividades. Nadie se escandaliza ya, pero hace unos años hubiera sido una nota discordante impúdica de vida licenciosa. También pueden tristemente recordarse la imágenes tomadas en los campos de concentración o de extermino nazis o estalinistas en las que aparecen expuestos famélicos espectros privados de la más elemental dignidad y humanidad en los que destaca su ropa interior blanca entre tanto hueso y semicalaveras.
En esta Tribuna Alta Preferencia ya se habló de los tatuajes en en un anterior post titulado “Si quieres ser feliz como me dices no analices”. Históricamente los tatuajes no eran signo de distinción y estaban reservados para los marinos, legionarios y similares, sin embargo en la actualidad no hay “body” que se resista a ellos como complemento al aliño indumentario. Desde los pies a la cabeza, quien trata de lucir palmito deja escribir un signo más o menos indeleble en su cuerpo. El viejo Dacio Gil no puede dejar de recordar la estigmatización de los judíos en los mismos campos de la muerte en los que los “internos” eran rigurosamente numerados en la piel dentro del orden de la muerte. Otro síntoma de los tiempos que corren.
Las mismas consideraciones históricas concentracionarias de vulneración de la dignidad humana pueden invocarse respecto a las cabezas rapadas que también proliferan hoy en un aparente signo discursivo distinto. Un próximo post se dedicará -ánimo volente- al aditamento humano capilar.
En la degradación del lenguaje reside otro de los campos simbólicos en los que se manifiesta esa inquietante similitud histórica sustancial: en el insulto. Hoy desde la riña automovilística hasta la tertulia radiofónica o televisiva y la crónica y el artículo de opinión de los diarios (manifestaciones estrictas de la neo-ciencia del siglo XXI) está presidida por el insulto más burdo.
Desgraciadamente hoy 4 de diciembre de 2010 es el día del insulto y la demonización de los controladores aéreos. Todos los medios de comunicación recogen y propalan los insultos de los afectados viajeros frustrados que han sido acríticamente incorporados (“chantajistas” y otras lindezas) a los géneros periodísticos pretendidamente serios, sin ser tamizados previamente por el lenguaje políticamente correcto tan al uso. Se desprecia de plano a los controladores sin reparar que tienen un riguroso régimen legal establecido por su propio empleador que ahora los trata como no-personas, como “judíos”, desconociendo el acervo jurídico que preside su actividad. Parece que desde el propio Gobierno se hubiera levantado la veda de la caza del controlador aéreo. Sin pudor, sin piedad, sin reparar en que se trata de humillarlos despiadadamente por ocultos intereses más onerosos para la colectividad: preparar la privatización (desamortización) de los aeropuertos sin el lastre del personal, facilitando el camino para los adquirentes. En la enajenación mercantil y egoísta (si, si, desvergonzadamente egoísta) del Gobierno que sufren los españoles se ha decretado desde las instancias públicas la “noche de los cristales rotos” contra los controladores aéreos sin realmente importar un bledo las “incomodidades de los viajeros" (de los viajeros, no de TODOS los ciudadanos, que muchos ni siquiera pueden permitirse viajar en puente).
En España hay una aristoburocracia, dividida en cuerpos, altamente ineficiente según los datos: los fiscales, los jueces, los técnicos comerciales, los diplomáticos, los abogados del estado, los TACs, el personal de los partidos que acaparan los puestos de asesoramiento y un larguísimo etcétera. Su propio empleador ha provocado año tras año lo que el gran Alejandro Nieto llama la "segunda ley de bronce de las retribuciones públicas". Pero es preciso demonizar ahora sólo a los controladores aéreos ocultando premeditadamente que tienen un régimen legal muy preciso, detallado y estricto reconocido públicamente por su empleador público. Como este colectivo profesional en manos del Estado no se deja engañar por este Gobierno de malignos (si, si, malignos, además de demagogos), que quiere deshacerse de ellos, para beneficiar a los futuros adquirentes de los aeropuertos (la connivencia y colusión Estado-Mercado, las camarillas oligárquicas a las que alude Dalmacio Negro), los controladores van a ser lapidados en plena plaza pública y nada mejor que indisponerlos con la ciudadanía que se viene conformando con los robos de Roldán, Filesa, Gürtel, el 3 por ciento y tantos otros. Sin piedad, humillándolos en grado máximo, sin exponer las verdaderas razones implícitas. Y lo grave es que en ello están colaborando TODOS los medios de comunicación sin excepción (propaganda nauseabunda) como manada de obedientes borregos: al fin y al cabo los controladores son carnaza. Se ha elegido a los controladores aéreos sin duda porque no han sido reclutados entre la élite burocrática. Están bien retribuidos porque se beneficiaron del boom de las comunicaciones pero no son ni pijos ni de familia bien. Tampoco los manipulan los sindicatos politizados al uso (¡qué tristeza tan grande ha provocado la intervención cínica del mutante monseñor Cándido Méndez invocando a los pobres ciudadanos afectados!). A los controladores aéreos - si es que no cabe que todo haya sido una mascarada pactada entre las partes con las únicas victimas ciudadanas viajeras- les espera a partir de ahora la “nuda vida”, las pseusoluciones biopolíticas (el “ahí te pudras”, en cristiano entendible) propias del estado totalitario y el estado de excepción permanente que tan claramente viene explicando Giorgio Agamben.
El Gobierno en su obscena inmoralidad e indecencia (y la sociedad española que bovinamente le secunda de manera voluntaria en su persecución) ha declarado el “estado de alarma” porque ya no puede invocar el estado de excepción que viene aplicando a diario de matute, como demuestra, sin ir más lejos, el robo institucional llevado a cabo con sus propios funcionarios y el resto de los empleados públicos. Mientras los conmilitones de los miembros del gobierno se cobran cada día un botín tras otro (¿o no es botín, verbigracia, el lujoso “retiro” de la ex-vicepresidenta junto a su antiguo compañero de Justicia… tras una rocambolesca “remoción” de un consejero de Estado?). Los sibilinos ingenieros sociales y financieros del Gobierno en su espurio ERE de AENA contra los controladores aéreos no han calculado el esperpéntico y escandaloso papel que hacían jugar al Rey en Argentina o la impúdica desnudez de un ejército español incapaz de encontrar entre sus miembros doce militares capaces de regular el tráfico aéreo. Tenemos el ejército que tenemos los españoles. Y un gobierno ya completamente indeseable de incompetentes totalitarios. Todo por quitar lastre de "recursos humanos cosificados" a un nuevo pelotazo de “desamortización". Ahora aérea. Para que alguien se embolse el corretaje. Muy sospechoso todo. Demasido frecuente también todo.
Los controladores aéreos se encuentran en un estado liminal. Institucionalmente se han excitado los más bajos instintos de la ciudadanía para que consintamos su ajusticiamiento. Van a ser humillados, pero seguro que el pueblo dirigido (viajante o no) terminará consentiendo el atropello que viene diseñando y perpetrado la camarilla gobernante como cortina de humo. Totalitarismo puro aunque haya terminado mostrándonos al Rey, al Consejo de Ministros y al ejército completamente desnudos.
Y, en fin, terminemos con el esputo, con el escupitajo, que históricamente fue un signo de distinción, sobre todo desde la Inglaterra comercial y colonial en la cultura del tabaco, cuando se mascaba en vez de fumarse y esnifarse, siempre bajo la mirada comercial y los intereses del Estado. Los palacios, los grandes patios de operaciones de las sedes centrales de los Bancos, la Bolsa, los Parlamentos, los Cuarteles Generales, los teatros, la universidades y cualquier institución que se preciase contaba con sus escupideras en los lugares más estratégicos, primero de loza y luego de latón y hasta de níquel. Hoy la escupidera pareciera estar en desuso y ser despreciada por anacrónica, pero no ha desaparecido, sólo se nos ha apartado de la vista, aunque la retransmisión televisiva de los partidos de fútbol (la nueva religión del totalitarismo) nos capte con sus mejores planos cada día 10 ó 20 escupitajos de los deportistas aristócratas. El escupitajo es una metáfora de la realidad institucional y de la cultura dominante.
Es conocido aquel metalenguaje de iniciados en los regímenes totalitarios que venía a decir de forma camuflada que decentemente no era dable colaborar con la inhumanidad de esos regímenes: Revuelve el estómago a cualquiera mojar pan en una escupidera, solían trasladarse los iniciados no colaboracionistas.
Precisamente por eso, el viejo Dacio Gil duda sobre si continuar con su terapéutico blog, pues se niega por ética y estética a mojar pan en esta escupidera pública. Desde luego no es el momento de hacer el caldo gordo y huir, pero tal vez lo único razonable sea ya hoy - visto lo visto y desgraciadamente- aislarse de toda esta inmundicia. Como gustaba recomendar, bajo la forma de consolaciones, cartas y epigramas, el viejo, vivido, enfermizo y perseguido Lucio Anneo Séneca.
En determinados aspectos hemos efectivamente cambiado, pero en cuanto nos detenemos a recapitular tranquilos sobre todo lo acontecido al ser humano en los 2010 años de existencia observamos que no es para tanto. Además, si con humildad indagamos sobre la historia del siglo XX y lo que llevamos de XXI nos recorrerá un escalofrío. El viejo Dacio Gil paseando hace unos días por la cuesta de Claudio Moyano encontró expuesto en el tenderete exterior de una de las casetas (en la 22 de la muy veterana -y un tanto gruñona- doña Conchita Montero que, al perecer, es la mujer del también emérito don Alfonso Riudavets), en muy buen estado y a mitad de precio, el libro recomendado por Iñaki Piñuel No sólo Hitler. La Alemania nazi entre la coacción y el consenso, de Robert Gallately. De su lectura el viejo Dacio Gil extrajo la conclusión de que el cinismo humano e institucional no tiene límites. Abruman los datos sobre el “consenso social” que la política de exterminio concitó no sólo entre la población civil alemana sino entre las autoridades políticas europeas y norteamericanas. Esos datos tan categóricos duelen. Quien haya pasado por una situación de inhumanidad sabrá reconocer la gran cantidad de congéneres que, llegado el caso, consienten el mal infligido a un ser humano sin haber mediado justa causa alguna. Y en ese proceso de intentar asimilar la asombrosa similitud con los momentos actuales de totalitarismo incuestionable en las democracias occidentales, el viejo Dacio Gil perdió pie (esta vez de ánimo en vez de batacazo físico) y se sumió en la tristeza y el silencio que habrá sabido interpretar el curioso seguidor, si es que lo hubiere. El usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia veía –y sigue viendo- en España totalitarismo por todas partes que en poco difiere en lo sustancial al habido en la época más negra del siglo XX. Totalitarismo que parece contar, aunque resulte paradójico cuando se malbaratan en vano vocablos tan nobles como democracia, constitución o estado de Derecho, con el consentimiento de una ciudadanía indiferente, cuando no puramente cómplice. Y eso, por sí solo, es sumamente grave y estremece de espanto.
Intentará el viejo Dacio Gil apuntalar su sopesada intuición con una serie de datos aparentemente triviales, pero que no lo son tanto, como se puede comprobar. El campo de la observación se centrará en la ropa interior (el sujetador, las bragas y los calzoncillos blancos), los tatuajes, las cabezas rapadas, el insulto y el escupitajo. Todos ellos han cambiado mucho formalmente con el paso del tiempo pero han mantenido su inquietante significado (o síntoma, al menos) totalitario sin que el transcurso del tiempo les haya afectado en su esencia.
Históricamente las bragas, el sujetador y los calzoncillos blancos fueron siempre el secreto mejor guardado de la privacidad de los humanos. Ni siquiera los sirvientes podían ver al señor en calzoncillos y mucho menos a la señora en bragas y sujetador. No era recomendable que los hijos pudieran ver a los padres de esa guisa. Mucho menos el pueblo a su Rey, que de puertas de Palacio afuera, jamás estaba desnudo o en taparrabos. Era como la actividad sexual, que era tan privada que prácticamente siempre se llevaba a cabo en absoluto silencio. Se decía que ni siquiera el inminente marido podía regalar a su futura esposa ropa interior pues eso se interpretaba como una desconsideración denotativa de un conocimiento íntimo prematrimonial. Hoy, sin embargo, en cualquier gran ciudad en primavera en sábado o domingo es normal comprobar cómo hay ciudadanos de ambos sexos –sobre todo mujeres- que se quedan en ropa interior blanca para tomar el sol. El viejo Dacio Gil lo ha comprobado en sus diferentes estadías en la Capital Federal Argentina en la que es corriente ver en sus grandes parques del norte de la ciudad señoras –y también señores y mediopensionistas- de toda edad que se tumban sobre el pasto para recibir la directa influencia del astro rey para dorarse y luego continuar sus actividades. Nadie se escandaliza ya, pero hace unos años hubiera sido una nota discordante impúdica de vida licenciosa. También pueden tristemente recordarse la imágenes tomadas en los campos de concentración o de extermino nazis o estalinistas en las que aparecen expuestos famélicos espectros privados de la más elemental dignidad y humanidad en los que destaca su ropa interior blanca entre tanto hueso y semicalaveras.
En esta Tribuna Alta Preferencia ya se habló de los tatuajes en en un anterior post titulado “Si quieres ser feliz como me dices no analices”. Históricamente los tatuajes no eran signo de distinción y estaban reservados para los marinos, legionarios y similares, sin embargo en la actualidad no hay “body” que se resista a ellos como complemento al aliño indumentario. Desde los pies a la cabeza, quien trata de lucir palmito deja escribir un signo más o menos indeleble en su cuerpo. El viejo Dacio Gil no puede dejar de recordar la estigmatización de los judíos en los mismos campos de la muerte en los que los “internos” eran rigurosamente numerados en la piel dentro del orden de la muerte. Otro síntoma de los tiempos que corren.
Las mismas consideraciones históricas concentracionarias de vulneración de la dignidad humana pueden invocarse respecto a las cabezas rapadas que también proliferan hoy en un aparente signo discursivo distinto. Un próximo post se dedicará -ánimo volente- al aditamento humano capilar.
En la degradación del lenguaje reside otro de los campos simbólicos en los que se manifiesta esa inquietante similitud histórica sustancial: en el insulto. Hoy desde la riña automovilística hasta la tertulia radiofónica o televisiva y la crónica y el artículo de opinión de los diarios (manifestaciones estrictas de la neo-ciencia del siglo XXI) está presidida por el insulto más burdo.
Desgraciadamente hoy 4 de diciembre de 2010 es el día del insulto y la demonización de los controladores aéreos. Todos los medios de comunicación recogen y propalan los insultos de los afectados viajeros frustrados que han sido acríticamente incorporados (“chantajistas” y otras lindezas) a los géneros periodísticos pretendidamente serios, sin ser tamizados previamente por el lenguaje políticamente correcto tan al uso. Se desprecia de plano a los controladores sin reparar que tienen un riguroso régimen legal establecido por su propio empleador que ahora los trata como no-personas, como “judíos”, desconociendo el acervo jurídico que preside su actividad. Parece que desde el propio Gobierno se hubiera levantado la veda de la caza del controlador aéreo. Sin pudor, sin piedad, sin reparar en que se trata de humillarlos despiadadamente por ocultos intereses más onerosos para la colectividad: preparar la privatización (desamortización) de los aeropuertos sin el lastre del personal, facilitando el camino para los adquirentes. En la enajenación mercantil y egoísta (si, si, desvergonzadamente egoísta) del Gobierno que sufren los españoles se ha decretado desde las instancias públicas la “noche de los cristales rotos” contra los controladores aéreos sin realmente importar un bledo las “incomodidades de los viajeros" (de los viajeros, no de TODOS los ciudadanos, que muchos ni siquiera pueden permitirse viajar en puente).
En España hay una aristoburocracia, dividida en cuerpos, altamente ineficiente según los datos: los fiscales, los jueces, los técnicos comerciales, los diplomáticos, los abogados del estado, los TACs, el personal de los partidos que acaparan los puestos de asesoramiento y un larguísimo etcétera. Su propio empleador ha provocado año tras año lo que el gran Alejandro Nieto llama la "segunda ley de bronce de las retribuciones públicas". Pero es preciso demonizar ahora sólo a los controladores aéreos ocultando premeditadamente que tienen un régimen legal muy preciso, detallado y estricto reconocido públicamente por su empleador público. Como este colectivo profesional en manos del Estado no se deja engañar por este Gobierno de malignos (si, si, malignos, además de demagogos), que quiere deshacerse de ellos, para beneficiar a los futuros adquirentes de los aeropuertos (la connivencia y colusión Estado-Mercado, las camarillas oligárquicas a las que alude Dalmacio Negro), los controladores van a ser lapidados en plena plaza pública y nada mejor que indisponerlos con la ciudadanía que se viene conformando con los robos de Roldán, Filesa, Gürtel, el 3 por ciento y tantos otros. Sin piedad, humillándolos en grado máximo, sin exponer las verdaderas razones implícitas. Y lo grave es que en ello están colaborando TODOS los medios de comunicación sin excepción (propaganda nauseabunda) como manada de obedientes borregos: al fin y al cabo los controladores son carnaza. Se ha elegido a los controladores aéreos sin duda porque no han sido reclutados entre la élite burocrática. Están bien retribuidos porque se beneficiaron del boom de las comunicaciones pero no son ni pijos ni de familia bien. Tampoco los manipulan los sindicatos politizados al uso (¡qué tristeza tan grande ha provocado la intervención cínica del mutante monseñor Cándido Méndez invocando a los pobres ciudadanos afectados!). A los controladores aéreos - si es que no cabe que todo haya sido una mascarada pactada entre las partes con las únicas victimas ciudadanas viajeras- les espera a partir de ahora la “nuda vida”, las pseusoluciones biopolíticas (el “ahí te pudras”, en cristiano entendible) propias del estado totalitario y el estado de excepción permanente que tan claramente viene explicando Giorgio Agamben.
El Gobierno en su obscena inmoralidad e indecencia (y la sociedad española que bovinamente le secunda de manera voluntaria en su persecución) ha declarado el “estado de alarma” porque ya no puede invocar el estado de excepción que viene aplicando a diario de matute, como demuestra, sin ir más lejos, el robo institucional llevado a cabo con sus propios funcionarios y el resto de los empleados públicos. Mientras los conmilitones de los miembros del gobierno se cobran cada día un botín tras otro (¿o no es botín, verbigracia, el lujoso “retiro” de la ex-vicepresidenta junto a su antiguo compañero de Justicia… tras una rocambolesca “remoción” de un consejero de Estado?). Los sibilinos ingenieros sociales y financieros del Gobierno en su espurio ERE de AENA contra los controladores aéreos no han calculado el esperpéntico y escandaloso papel que hacían jugar al Rey en Argentina o la impúdica desnudez de un ejército español incapaz de encontrar entre sus miembros doce militares capaces de regular el tráfico aéreo. Tenemos el ejército que tenemos los españoles. Y un gobierno ya completamente indeseable de incompetentes totalitarios. Todo por quitar lastre de "recursos humanos cosificados" a un nuevo pelotazo de “desamortización". Ahora aérea. Para que alguien se embolse el corretaje. Muy sospechoso todo. Demasido frecuente también todo.
Los controladores aéreos se encuentran en un estado liminal. Institucionalmente se han excitado los más bajos instintos de la ciudadanía para que consintamos su ajusticiamiento. Van a ser humillados, pero seguro que el pueblo dirigido (viajante o no) terminará consentiendo el atropello que viene diseñando y perpetrado la camarilla gobernante como cortina de humo. Totalitarismo puro aunque haya terminado mostrándonos al Rey, al Consejo de Ministros y al ejército completamente desnudos.
Y, en fin, terminemos con el esputo, con el escupitajo, que históricamente fue un signo de distinción, sobre todo desde la Inglaterra comercial y colonial en la cultura del tabaco, cuando se mascaba en vez de fumarse y esnifarse, siempre bajo la mirada comercial y los intereses del Estado. Los palacios, los grandes patios de operaciones de las sedes centrales de los Bancos, la Bolsa, los Parlamentos, los Cuarteles Generales, los teatros, la universidades y cualquier institución que se preciase contaba con sus escupideras en los lugares más estratégicos, primero de loza y luego de latón y hasta de níquel. Hoy la escupidera pareciera estar en desuso y ser despreciada por anacrónica, pero no ha desaparecido, sólo se nos ha apartado de la vista, aunque la retransmisión televisiva de los partidos de fútbol (la nueva religión del totalitarismo) nos capte con sus mejores planos cada día 10 ó 20 escupitajos de los deportistas aristócratas. El escupitajo es una metáfora de la realidad institucional y de la cultura dominante.
Es conocido aquel metalenguaje de iniciados en los regímenes totalitarios que venía a decir de forma camuflada que decentemente no era dable colaborar con la inhumanidad de esos regímenes: Revuelve el estómago a cualquiera mojar pan en una escupidera, solían trasladarse los iniciados no colaboracionistas.
Precisamente por eso, el viejo Dacio Gil duda sobre si continuar con su terapéutico blog, pues se niega por ética y estética a mojar pan en esta escupidera pública. Desde luego no es el momento de hacer el caldo gordo y huir, pero tal vez lo único razonable sea ya hoy - visto lo visto y desgraciadamente- aislarse de toda esta inmundicia. Como gustaba recomendar, bajo la forma de consolaciones, cartas y epigramas, el viejo, vivido, enfermizo y perseguido Lucio Anneo Séneca.
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