Está visto que, por razones que aún no se nos alcanzan, la
diplomacia soft de los Estados Unidos, tiene tomada la decisión de poner a
Guatespaña como ejemplo negativo. Los juicios-espectáculo, la apropiación privada de fondos públicos,
las connivencias de la judicatura con los Señores del poder, el más absoluto
descrédito de la Justicia como mecanismo de resolución de conflictos y protección
de la gran masa de desfavorecidos son algunos de los elementos que caracterizan la
actualidad de Guatespaña. La enumeración de las miles de características más harían
fatigosa su exposición en esta entrada. Piensa el viejo Dacio Gil que los Estados Unidos tratan de esgrimir el caso
de Guatespaña para aliviar su mala conciencia moral e intentar “redireccionar”
los acontecimientos. No puede olvidarse el papel jugado por los yankees en la
inoculación masiva de enfermedades físicas y morales que están ahí para que las
analice el curioso lector de la historia. Ahora parece que se pretende que la
justicia norteamericana –tan desacreditada como los demás sistemas de justicia-
redoble el eco mediático de una serie de casos elegidos no precisamente al azar
de entre los que pueden entresacarse del albañal ético, económico e institucional
que caracteriza Guatespaña.
Cuando aún se mantienen vivos los ecos del simulacro de
justicia con Efraín Ríos Montt (y la infanta Cristina, y Blesa, y el Banco Santander,
y Urdangarín, y Gürtel, y Bárcenas, y tantísimos más de menor repercusión mediática),
ahora resulta que un tribunal federal de EEUU trata de juzgar –o hacer que
juzga, para ahuyentar las posibles trazas de connivencia directa o indirecta y la mala conciencia del iniciado-
al extravagante expresidente Alfonso
Portillo por lavado de dinero en aquel país. Resulta significativo, a la vez
que sospechoso. A este paso Urdangarín, Bárcenas, doña Cristina o cualquier
otro mangante, mandante, mandado o deficiente cognitivo terminará con sus huesos en algún remoto
juzgado federal y –al igual que ocurre aquí- será al fin considerado no
culpable por el doble juego jurídico de la martingala invertida. Entre tanto
miles y miles de ciudadanos corrientes de Guatespaña serán perseguidos por la
saña del censor judicial. ¿Simple cuestión de elección de la dirección letrada?
¿Errónea elección de la jurisdicción competente? ¿Mayor o menor pericia del
conjunto de refulgentes estrellas de la fiscalía del
lugar?
En cuestiones de justicia e injusticia nada es lo que parece
y no podemos llamarnos ahora a andanas. La mentira es la figura estelar en las
salas de audiencia e impregna todos y cada uno de los pasos procesales, tal y
como enseña desde sus primeras páginas el esclarecedor libro de Gilbert Maurey Mentir.
Ventajas y desventajas. En los estrados sólo muestra sus encantos la mentira, pero,
eso sí, una mentira camuflada de verdad y hasta solemnizada por unos jueces
capacitados por el sistema para no enredarse en las verdades. Aceptado, pues,
que en el sistema de justicia todos tienen que mentir si aspiran a subsistir, la
desesperanzada conclusión es que sólo quien cuenta con el mejor careta tiene
posibilidad de ganar un juicio. O eso o las influencias sotto voce o las
fraternidades nunca confesables. En ese reino de la mentira aparentan impartir
justicia los presuntuosos y prepotentes empuñetados togados y enmucetados: consideran
vulgar retórica aquel cáliz ideado y amasado para consumo del rudo vulgo cuya formulación retórica venía a decir
aquello de ¿jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? Cínicamente
hemos consentido este sistema de cosas, aquí en Guatespaña y en otras
latitudes.
Quien quiera hacerse una cabal representación mental de la Justicia que dedique
siquiera unos minutos a una entrada en cualquier buscador informático indicando
como descriptor justicia news. Podrá elegir entre Justicia news; justicia
& news y oficinajudicial. La primera tiende a presentar más o menos la
realidad con cierta ironía y sarcasmo. Las dos siguientes son pura propaganda
comercial (¿institucional lo llaman?) de la venta de la bacalada judicial. Ejemplo
paradigmático de la manera de tirar con una mano el dinero público mientras con
la otra se hace entrega del resto a alguien que se lo embolsa bajo cuerda. Causa
estupor que en momentos en que la justicia se encuentra literalmente en el
barro, el ministerio covachuela despilfarre sus dineros -mientra el Estado se embolsa el tasazo- en vender una utopía para
estadísticos, desamortizadores, vividores públicos –y privados- y enajenados. Así nos luce el pelo.
Ahora que, como siempre, bajan revueltas las aguas de la
educación, y que parece poco viable el método
Jacotot reclutando para la función pública
“maestros ignorantes” al modo de como lo describe Jacques Rancière, debería hacerse obligatoria la asignatura de
Pantopía bajo el libro de texto Escuela de Mandarines de Miguel Espinosa, para
intentar vertebrar la búsqueda de la verdad y entablar combate con la mentira
institucional, desnudando el apotegma máximo de la completa sumisión ante el
poder que utiliza el derecho y el proceso a manera de simple juego de “Sistemática
Pugna”.
La lectura de Miguel Espinosa no es nada fácil pero resulta
enormemente enriquecedora moral e históricamente pues con una belleza inusitada
de pasajes presenta la descarnada historia de las instituciones (el Hecho, o sea: el Estado) a
través de sus castas: mandarines, legos, auxiliares, becarios, aspirantes,
alcaldes, lacayos del Poder, hombres de estaca, y así hasta llegar al Pueblo. Es de esperar –aunque en
modo alguno sea tarea fácil verter su denso contenido en obra teatral- que el buen hacer de
Ernesto Caballero en la dirección del CDN pueda hacer visible escenográficamente
Escuela de Mandarines de la misma brillante manera que
han resuelto Juan Carlos Rubio y Eduardo Moreno al frente de un dignísimo
elenco de actores y volatineros la vida de Catalina de Erauso en la obra La Monja Alférez aún en cartel en
el María Guerrero.
En el capítulo 69 de Escuela de Mandarines puede leerse un
pasaje perfectamente aplicable a la realidad guatespañola:
-Prefecto, ¿qué dice el Derecho? ¿Me oyes?, ¿qué dice? –preguntó
- Desdichado, el Derecho nació para defensa de los señorones
–repuso el Acusador-. Por tanto, presume mal de vosotros, los pobres y los
rebeldes; empero no podéis sorprenderos ni protestar, porque se os advirtió
desde la cuna.
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