miércoles, 6 de marzo de 2013

TRABAJOS DELICADOS Y CONFIDENCIALES PARA EL ESTADO.


Sea cierta o no, existe la creencia de que a los cadáveres, por un tiempo, les siguen creciendo el pelo y las uñas. Existe esa apariencia pero es de controvertida explicación. Puede que lo que se dice no sea verídico desde el punto de vista científico, pero lo cierto es que los científicos sociales constatan cotidianamente que los regímenes políticos totalitarios, en sus últimos estertores, tratan de aferrarse a la vida estableciendo rocambolescas y secretas manipulaciones. Es lo que pasó en el franquismo. Todo apunta a que esto es lo que parece acontecer ahora en la España repleta de muñidores, espías, comisionistas, acosadores y abusadores de debilidad en general.

Lo cierto es que la actualidad es puro franquismo, con la totalidad de las instituciones en estado de ruina, derruídas por unos y por otros y, a pesar de la fuerte seguridad pública y privada, expuestas al pillaje bien aristocrático bien rastrero. Nadie responde de nada, más allá de que los sedicentes representantes del pueblo actúan a espaldas de este y a favor de banqueros y especuladores coludiendo los intereses de quienes les pagan por ejercer su representación. Los representantes, los gestores, los altos funcionarios, los banqueros y los que se intitulan garantizadores se prostituyen en plena calle, en las iglesias o en los palacios. Tal da, la concupiscencia económica es la misma. Cuentan quienes tienen los datos y se vieron implicados que en la muerte de las instituciones que precedió al óbito del dictador se compraba y vendía de todo para apuntalar al régimen o a determinados detentadores de las palancas del mismo. Dicen que fue clamorosa la compra del festival de eurovisión trufada de forzada dialéctica catalanismo y centralismo (lo mismito que ahora mismo). Sostienen quienes lo vivieron en primera fila que la copa de Europa de selecciones nacionales celebrada en España también se compró. El viejo Dacio Gil desconoce o no recuerda bien qué intermediarios secretos “prestaron colaboración” a aquel remedo de gobierno español (en aquella época la dictadura de Franco) de manera “delicada y confidencial”, pero lo cierto es que la gente se echó a la calle para celebrar los la-la las de Massiel y el gol de Marcelino a Lev Yashin, ante tanta penuria y desconsideración institucional del régimen militar. Seguramente no sería Francisco Paesa quien ejerció de muñidor pero alguien prestó con éxito –y cobró- estos trabajos de índole internacional que enardecieron el espíritu nacional.

En materia de secretos de Estado –y de alcoba- no hay transparencia que valga, por mucho que se empeñen Gaspar Ariño y Juan Antonio Sagardoy, cetáceos de la universidad franquista. En materia de agios y convolutos de Estado no cabe acountabillity. Sería un contrasentido. Ni los miembros del servicio secreto, ni los de la brigada político social, aparecen  nunca en el BOE tras su nombramiento. Los agentes externos se mueven en el sigilo. 

Sentado excepcionalmente ayer frente al televisor, cual si se tratase de la tribuna alta preferencia, el viejo Dacio Gil intuyó que aquello era obra de los servicios secretos públicos o privados, funcionarios o comisionistas. Pensó en Corinna. Debía tratarse de un trabajo delicado y confidencial con resultado exitoso. Con los chuzos de punta sociales que está cayendo sobre la casa real, parece que había que apuntalar todo lo que suene a real. Pura utilización interesada del capital simbólico. Además, en un estado de depresión social generalizada, los detentadores de las instituciones –y sus consultores externos que se lucran asesorando de manera más o menos íntima- tenían que intentar apuntalar la caída del Lobby que comanda Florentino Pérez. Es el emblema en época de Franco y en el siglo XXI. La España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María y escindida entre Messi y Cristiano no podía permitirse que sus ciudadanos descendiesen a las más bajas catacumbas del ánimo. En Egipto todo se precipitó por un partido de fútbol, harto el pueblo de tanta manipulación y desvergüenza. Algún asesor de imagen debió de pensar en la discreción y los encantos de Corinna, desechando las excelentes vinculaciones de la reina con Turquía, o de Francisco Paesa para que las cosas no fueran a mayores evitando la explosión social desencantada. En España todo gira en torno al fulbol, no hay otra sustancia. Los catecismos del As y el Marca son el sustrato ideológico del régimen, en ellos beben la mayoría de los ciudadanos para intentar olvidar las penurias. Por eso al Arriola de turno o al periodista económico que se desempeña en la cosa de la casa real se les podría haber ocurrido quizás el buen hacer –y el buen vestir- de Corinna. Al real había que salvarlo al precio que fuese, sin que se notase mucho ni la respiración asistida ni el equipo médico habitual. Una cierta inteligencia sólo se acuerda de Chavez para denostarlo, sin reparar en su papel de cohesión en el latinoamericanismo.

Será difícil convencer a los españoles de que el príncipe profesa la fe colchonera. Se ha vendido que es atletista de convicción, pero de otros colchones distintos a los de su regio padre. Llegado el tiempo deberá preparar sutilmente  el gatillazo y pasarse al real, como ha pasado con casi todos los jóvenes  sobrinos del viejo Dacio Gil, que dejaron de ser socios del rayito para hacerse del real. Es ley de vida, servidumbre voluntaria a la trepanación simbólica del ric@s y famos@s. Llegado el momento el príncipe se olvidará de Alí Babacan y recordará difusamente (los secretos oficiales tienen una memoria difusa) a Cüneyt Cakir y… de Corinna. Serán todos agua pasada: ¡que corra el vino!.

El viejo Dacio Gil recuerda perfectamente a Ali Babacan y a Antonio Rigo. El primero, también turco, expulsó en Glasgow a tres jugadores rojiblancos, se ganó el encono eterno de los colchoneros. Al balear Antonio Rigo se le ocurrió pitar un penalti al real (entonces símbolo franquista) medio metro fuera del área; literalmente fue lapidado y acosado mediáticamente hasta la extenuación. Lo de Babacan se olvidó con el tiempo, lo de Rigo al real nunca, se convirtió en una especie de  santón negativo del jacobinismo. Por eso todos los árbitros, los de aquí y los de allá, juegan con un sistema de presunciones siempre favorables al real; hacen como los jueces de verdad-mentira: tienen dos varas de medir…por la cuenta que les tiene. Y el pueblo lo acepta con resignación cristiana. Anterior al cristianismo actual del real y de casi la mitad (el votante mediano) de los españoles.

Vaya por delante que en el humilde entender del viejo Dacio Gil el árbitro turco Cüneyt Cakir era hasta la fecha un buen trencilla, lo tiene escrito en una entrada antigua en esta Tribuna Alta Preferencia. Por eso la labor del intermediario ha tenido que ser verdaderamente delicada, sensible y confidencial. No se ha podido limitar a deslizar el típico reloj de oro o  la tarjeta “gratis total” en el Corte Inglés como tradicionalmente se hacía en la casa blanca en la época franquista. Por lo bien conseguido sustantiva y adjetivamente parece obra de Corinna, o tal vez de Ingrid.

Puestos a escoger, mejor será Corinna, aunque nos cueste un riñón, a que la depresión futbolera acumulada a la depresión social y económica desemboque ineluctablemente en algaradas callejeras ante los palacios o los hospitales. Lo real debe seguir siendo real, como bien sabe el marqués de del Bosque.

A lo mejor el arbitraje fue ejemplo de excelencia en un partido límpido donde los haya (con la excepción sempiterna de algunos aguerridos defensas del real) y lo de Corinna podría haber sido solo un mal sueño inducido por los medios para goce de unos y lenitivo de otros muchos. Todo en aras a la transparencia turbia que se nos avecina. Aquí paz y goce –para algunos- y allá la promesa de gloria… para casi todos.

Es lo que hay. Sin resquicio para apenas algo más.





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