martes, 26 de marzo de 2013

LOS ACOSADORES INSTITUCIONALES NO SE SUICIDAN.



Puede afirmarse que los españoles, como sociedad, hemos terminado por perder el norte con tanto sermón sobre la crisis y los esfuerzos colectivos. O tal vez es que sólo nos acordamos de la Virgen cuando truena. Tal como discurren los acontecimientos, habrá que terminar haciendo una historia general del suicidio que arroje luz sobre  todos los acosos  modales que han tenido como resultado la muerte.

Alejandro Nieto, parafraseando al famoso al Juez Holmes, siempre ha mantenido entre bromas y veras –más veras que bromas- que en España había un desmesurado exceso de investigación  sobre el ácido cínico, que en torno a esta sustancia corrosiva giraba la mayoría de la excelencia hispana en materia universitaria e institucional. Como siempre hasta ahora, el transcurso del tiempo y el devenir de los acontecimientos han vuelto a demostrar que en esta conjetura formulada en público también estaba cargado de razón el investigador de las burocracias.

Con enorme cinismo ha sobrellevado la sociedad española en las recientes  épocas del becerro de oro así como en las anteriores la existencia de gran número de víctimas del acoso moral o Mobbing. Con una falta proverbial de escrúpulos se ha ido encubriendo y protegiendo a los maltratadores, incluso desde las instancias presumiblemente garantizadoras. Buen número de acosos de esa naturaleza han terminado en fatal accidente de tráfico o suspensión de la vida por propia mano. Salvo las víctimas, sus familiares, allegados y determinados expertos (que también habían sufrido esta lacra en primera persona, como el doctor González de Rivera, por eso es capaz  describir los efectos de la perversión con tanta claridad y precisión) el resto miraba para otro lado o armaba las más peregrinas coartadas o pseudojustificaciones. De los jueces mejor no hablar: descenderíamos a lo más negro de la condición humana, pues, habiendo llegado a conocer las persecuciones e ilegalidades, se han dedicado a vestir el mono de la desvergüenza con apariencia de leguleyismo (ilustres magistrados como Teresa Delgado Velasco, Berta Santillán Pedrosa, Inés Huerta Garicano, Francisco de la Peña Elías y otros tantos más optaron por esa cómoda vía que ofrece el poder). Cuando el acoso era institucional, las altas instituciones concernidas tiraban del abstruso lenguaje burocrático para despejar la pelota hacia el tejado… en espera del suicidio del afectado. Asimismo, de los órganos superiores del CSIC mejor será guardar un  piadoso silencio para otorgar profiláctica distancia a su proverbial inhumanidad en ocultar la verdad de lo acontecido. Así se viene escribiendo la historia de la pomposa transición y de la democracia constitucional española: con garabatos torcidos sobre grasiento y cochambroso papel  de estraza.

Han tenido que llegar las nuevas modalidades de acoso institucional y bancario generadores de la desesperación que provoca los nuevos suicidios para que la prensa se hiciera eco de que hay mucho Adolf Eichmann a su alrededor. De nada sirvieron los abrumadores  antecedentes de France Telécom ni las llamadas de atención de víctimas y expertos. El reconocimiento del acoso quedó reducido a algunos casos –ni mucho menos todos- de violencia de género porque así se consideró para contentar a determinados agentes y actores políticos y sociales. Cuando el viejo Dacio Gil obtuvo por fin la primera sentencia favorable pero inaplicable en los propios términos de su insidiosa redacción y sus torcidas intenciones procesales, un eminente abogado especialista trató de consolarlo con el argumento de que se diera por satisfecho con que la magistrada (Teresa Delgado Velasco) se hubiera tomado la “molestia” de redactar una sentencia de 25 folios mientras a él solía despacharlo con un solo folio copiado de otra sentencia anterior. Ese eminente letrado siempre mantuvo que el Mobbing en la administración sólo se alcanzaría a contemplar cuando los jueces recibiesen instrucciones superiores al respecto o sintiesen en el cogote el aliento de la prensa  o representase beneficios para  políticos o sindicatos. Recomendaba que el viejo Dacio Gil no cifrase expectativa alguna en la resolución de los jueces por muy cargado de pruebas y razones que estuviera. Ese consejo lo daría también ahora el usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia  a cualquier acosado de los múltiples que hay: en un proceso se enmaraña tanto la verdad (flagrantes mentiras institucionales incluidas) que terminan aplicándose, tal que la voz de su amo, una retahíla de huecos formalismos intentados argumentar sin ninguna ilación ni mínimo respeto ni interés, pues a la empatía humana ni se la espera en los estrados. A Nadie nunca –y siempre resultan ser  muchos los concernidos- se le ocurre articular una simple petición de perdón. Antes al contrario: abundan, acaso más sutilmente todavía, en el acoso. La pura experiencia y razón anamnética lo evidencian.

Han tenido que concatenarse uno tras otro bastantes suicidios desesperados para que se haya instrumentado una tímida respuesta institucional. Determinados agentes y actores sociales han decidido que era el momento de instrumentalizar la vergüenza y la humillación de las víctimas. Elevarse sobre la desesperación ajena para intentar chupar cámara.

Lo cierto es que como han destacado Tzvetan Todorov (los enemigos íntimos de la democracia)  y Richard Sennett (Juntos) la ola de suicidios es también connatural al capitalismo y se encuentra ínsita en el núcleo esencial de la dinámica de las organizaciones: desde la guardia suiza de El Vaticano a los partidos políticos y demás sectas, pasando por los hospitales, las escuelas o el CSIC. Organizaciones con una alta toxicidad servidas en gran medida por sujetos también tóxicos. Ya lo explicaba hace algún tiempo el psiquiatra Carlos Castilla del Pino en aquella obra titulada La incomunicación.  

Existe toda una enorme fila (a los condenados de manera sumaria e irrevocable siempre se les conduce en fila) de víctimas de Mobbing que han sufrido en silencio al maltrato continuado de personas e instituciones sin obtener reparación alguna. Sobrellevaron como pudieron eso de la indefensión aprendida. Mientras tanto, los jueces y demás instancias sedicentemente garantizadoras retiraban la mirada. Quienes sabían de ello, también callaban. El único bastión quedaba reducido a la familia  y a algún espíritu noble y puro. Sólo el buen hacer personal y profesional de algunos psicólogos (con nombres y apellidos, humanos a carta cabal) y un  muy exiguo número de psiquiatras (reducidos por lo general a meros expendedores de recetas de sustancias químicas)  sirven como postrer y desinteresado apoyo. Sin ellos el accidente de tráfico fatal, la somatización de enfermedades o el indeleble sufrimiento psíquico pasan a ser meros datos estadísticos que enmascaran –a través de los diferentes juegos institucionalizados- una realidad que ahora aparece explosiva porque esta monumental estafa  ha llegado demasiado lejos o acaso porque interesa caldear el ambiente para correr un “escupido” velo e intentar renovar algo la institucionalidad.

Elementos hay en abundancia para intentar escribir una historia general del suicidio y destapar tanta inmundicia internalizada socialmente. Porque detrás de muchos suicidios está todo un entramado de acosos en cascada que suele disfrazarse de solemne institucionalidad. Está detrás el fracaso del ser humano –una vez más el fracaso humano- incapaz de percibir el sufrimiento ajeno aunque se encuentre en la más próxima cercanía. Mientras institucionalmente se emiten sin cesar lemas sobre  medicinas preventivas  y  rescates y recuperaciones  económicos, hay en el ambiente una endémica incapacidad para reconocer e intentar  detener lo que acontece justo a nuestro lado.

Quien ha sentido el  acosado en su integridad moral aborrece todo lo que huela a caza de brujas y cualquier ceremonia de lapidación colectiva. En este blog se ha intentado ponerlo de manifiesto en más de una entrada. El acosado no acepta  que se mezcle la calificación de las conductas como se hace ahora periodísticamente mezclando el acoso institucional contrastado con la comprensible -y en principio sincera- desesperada protesta de las víctimas. Se habla ahora de escrache y, según qué medios, incluso de patota. Así está el ecosistema mediático-político. Si la política y el mundo de las instituciones pueden llegar a ser transparentes (lo que es harto dudoso, y, de ser posible, tendría un elevadísimo coste, visto lo visto), lo lógico es que descubiertos el garlito y la colusión se cambiasen las leyes, se impartiesen las instrucciones administrativas correctoras, se buscasen los jueces decentes y los policías sensibles e instruidos en humanidad para buscar las mejores soluciones. Y si, llegado el caso, quien queriendo arrepentirse no pudiere por el acoso del statu quo, que se marche aireando las razones morales que le impulsan a ello, rompiendo la Omertá institucional impuesta o consentida. Y en extremo caso, ahítos de impotencia y desesperación y necesitando una medida -digámoslo así para entendernos- “ejemplarizante”, que opten, actuando por propia mano, por intentar equilibrar el balance de víctimas entre acosadores y acosados…  De seguro nadie manifestaría su estupor además de que podrían estarse  sentando las bases para una auténtica regeneración moral, igual que pasó con la inmolación de Mohamed Bouazazi. Todo lo demás parece mera  renovación de las escenificaciones para que nada cambie.

En la historia del acoso institucional en España, son los acosadores y su cohorte de trepas, pelotas y estómagos agradecidos quienes suelen propalar los materiales para seguir acosando a las víctimas. Los siervos del régimen totalitario (los esbirros, ya sean sindicalistas, jueces, fiscales, plumillas o ministros) se encargan de destruir las pruebas  y enmarañar los procesos, indiferentes al sufrimiento humano de unos semejantes a los que no son capaces de considerar como tales.

Va a resultar que la vieja máxima atribuida al senador neoyorkino W. L. Marcy (to the victor belong the spoils) se queda sumamente corta y los acosadores institucionales se siguen repartiendo mucho más que los despojos mientras, de manera indecente pero consensuada, convierten a las víctimas en cabales despojos humanos, como se ha hecho casi siempre en contextos dados en llamar cacicato, clientelismo o cleptocracia. Ahora se denomina abuso de debilidad o experiencia personalizada de desigualdad, pero es realmente lógica sacrificial para mantener ocultas las más innombrables aristas del statu quo. Dura soberanía sobre los súbditos.


¿Quién  en la España intitulada democrática conoce algún acosador, en sus diferentes grados de participación, que haya terminando por reconocerlo y avergonzarse de su indecente proceder,  dimitiendo, suicidándose o  tratando de obtener el perdón de las víctimas? La norma es el utendi et abutendi. Utilización del abuso, de la manipulación y del  expolio a la que suelen sumarse voluntariamente toda una masa importante de liliputienses morales, entre ellos –acaso en primera línea- los encargados de las garantías y la seguridad de los demás.

Asistimos a un ejercicio de teatralidad mientras unos y otros se siguen repartiendo mucho más que despojos. La larga lista de  muertes civiles, desaparecidos y desesperados les ha traído siempre sin cuidado. A lo sumo son un dato estadístico susceptible de diferentes encuadramientos.

Cuando, como parece pasar ahora, las víctimas sólo intentan patentizar a los acosadores, de inmediato nos dicen ¡No! y acto seguido nos hablan de escrache
Pocos acosadores institucionales terminan suicidándose abrumados por el peso de su culpa.    

jueves, 21 de marzo de 2013

DONDE PONGO LA VIDA PONGO EL FUEGO.



La sociedad del espectáculo ya no puede vivir sin las conmemoraciones y los específicos días de evocación. Sin embargo, las confiscaciones estatales se prestan malamente a la lírica. Vivimos en la actualidad un mundo de nudas (¡y hasta desnudas!) confiscaciones de derechos sociales, civiles y económicos. Desde 1999 la UNESCO tiene establecido el 21 de marzo como día mundial de la poesía y, a duras penas, se van sucediendo las celebraciones como mejor se puede, presidido todo por aquella duda dirimente expuesta por Theodor W. Adorno de si realmente tiene cabida esa modalidad lírica después de los horrores consentidos -y cometidos por una parte importante de ella- por la humanidad bajo el influjo de toda una organización con pretensiones de máxima científicidad: la de Alemania en el III Reich.   


Auschwitz es el paradigma que ha quedado asociado a la duda sobre la posibilidad poética del ser humano. En la actualidad los horrores se recubren de eficiencia economicista y “financismo”. Ese parece ser el Olimpo actual como demuestran los aparentemente desmesurados agasajos a los inspectores del COI. Esa es la noticia del día: la mayoría de las instituciones (menos Urdangarín y algunos otros) involucradas en seducir a los inspectores de una organización que no es gubernamental y se dedica más al espectáculo que a la pura competición atlética (como demuestra la segregación de la lucha grecorromana y la posible admisión del pádel acompañando al golf). Hoy en España, pues, parece obligado invocar al poeta  Vladimir Maiakovski y a sus Conversaciones con el inspector fiscal. Maiakovski es conocido –además de por su espíritu revolucionario derivado hacia el anarquismo- por los  poemas de amor dedicados a su amante Lili Brik, por sus sátiras sobre la burocracia ( las obras teatrales La chinche y Los baños, además de los poemas la Burocraciomaquia  y Horrores de papel) y por su sublime y sobrecogedora despedida la mañana del 14 de abril de 1930 a través del poema  ¡A todos! en el que intercala un impactante y seco  Lili ámame mientras reclama al gobierno que se ocupe de asegurar una existencia digna a su “ familia”:
¡A Todos!
No se culpe a nadie de mi muerte y,
por favor, nada de chismes. Lili ámame.
Camarada Gobierno, mi familia es:
Lili Brik, mi madre, mis hermanas y
Verónika Vitaldovna Polonskaya.
Si se ocupan de asegurarles una existencia digna,
gracias.
Por favor, den los poemas inconclusos a los Brik,
ellos los entenderán. Como quien dice,
la historia ha terminado.
El barco del amor
encalló en la vida cotidiana.
Y estamos a mano tú y yo.
¿Entonces para qué
reprocharnos mutuamente
por dolores y daños recibidos?

El viejo Dacio Gil ya se ha posicionado antes sobre su mayor disposición a la prosa y especialmente al ensayo. A pesar de ello, tiene sus propios poetas de culto:
Se estremece con el coraje de Anna Ajmatova en Requiem  mientras, de la lectura de los versos, se la imagina esperanzada dentro de aquellas largas filas ante las cárceles de Leningrado intentando identificar a cada cual de los detenidos. Ha intentado ser  discípulo aplicado de Lucila Godoy para aprender de las cartas de amor y desamor de Gabriela Mistral, intentando besar al modo como la chilena lo enumera primorosamente en el poema de la misma rúbrica, y ha aspirado casi siempre a acostarse sobre el corazón de la amada, tal como se despide Lucila de su amado Miguel Magallanes (Te amo mucho, mucho. Acuéstate sobre mi corazón. Nunca nadie fue más tuyo ni deseó más hacerte dichoso). Por otra parte, ha tratado de conjugar siempre la palabra felicidad girando sobre la primera sílaba, fe, tal como mandaba Carlos Edmundo de Ory.   
Aprendió de Federico Hölderlin la importancia del entusiasmo, comprobando en propia carne que el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona. Ha procurado no olvidar el consejo de Diótima a Hiperión para no desaprender nunca del amor, intentando extraer la lección del poder del sufrimiento. Mario Benedetti le ha enseñado que es posible conjugar el amor y la oficina: que cabe una contabilidad de horas de amor; que puede hallarse siempre un jefe capaz de quedarse ronco de decir mierda y no; que no hay oficina sin amor, ni contabilidad con sólo verdades o mentiras; que tampoco pude haber ningún trabajo sin la esperanza de quedar yo con la roja mancha de tus labios/ tú con el tizne azul de mi carbónico.  Asimismo, ha repasado más de mil veces Áspero mundo (el éxito de todos mis fracasos) y reconoce en Ángel González la voz más desesperanzada, y a la vez aplicada en el amor, de la poesía española, tal como resplandece, verbigracia, en Todo amor es efímero:

Ninguna era tan bella como tú
durante aquel fugaz momento en que te amaba
                                                    mi vida entera.  

O esta otra espléndida lección vital:

Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde pongo el amor, tengo la herida.
Donde dejo la fe, me pongo en juego.

Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo y juego 
lo que me queda; un resto de esperanza. 
Al siempre va, mantengo mi postura.
Si sale nunca, la esperanza es muerte.

Si sale amor, la primavera avanza. 
Pero nunca o amor, mi fe segura:
jamás o llanto, pero mi fe fuerte. 

De igual modo, con las bitácoras vitales y la clarividencia social y musical de Luis García Montero, el viejo Dacio Gil ha aprendido a mirar el mundo con  su presbicia a cuestas, a relativizar su vejez y a transitar, de la manera menos frustrante posible, por la historia libre de la dignidad desde el otoño hasta el invierno; habita ya en habitaciones separadas:

¡Que lepra de banderas!
¡Que decencia de números podridos!
¡Que paisaje de escombros!
(...)
No hablo de ilusiones
sino de dignidad, y de mis gafas,
cristales trabajados que me ayudan
a comprobar el precio de las cosas,
a buscar los teléfonos que quiero, 
a recorrer los libros,
a mirar los periódicos.

Y estar aquí,
en una compartida soledad,
para ver lo que pasa
con nosotros. 

Luis García Montero aspira a ser un hombre digno, no le gusta -como él mismo mantiene- "convivir con los infiernos" y su brillantísima y clarividente cabeza, sensible a todo lo social, va dejando marcas en un camino que debería ser seguido; como estas de La dignidad es la huella de la conciencia: 

Ya tiene muchos años
y tal vez ha cumplido su destino.
Nunca buscó la guerra, pero todas
las batallas más tristes
le pasaron por la puerta de su casa.
Casi siempre ha perdido, y cuando los ejércitos
que decían luchar por sus ideas
gozaron la victoria, comprendió los motivos
de su desconfianza.
Comprendía también que los sueños se pierden 
y cambian los finales.
No quiso mendigar
delante del amor o de la muerte,  
para que la limosna no manchase su orgullo.
Es el orgullo seco un último refugio
de aquellos que conservan sus razones
después de haber perdido la esperanza.  
Cuando sentada en el vagón del metro
ve llegar la historia llena de promesas,
triunfos. medallones y bolsas de mercado, 
se suele levantar para dejarle asiento.  
Es muy vieja la historia que se siente de joven, 
tan vieja como ella,
y ni siquiera sabe dar las gracias.
Educada la mira, se aparta y le murmura
siéntese usted, señora,
yo me bajo en la próxima estación.  

Por el cordobés poeta y artesano de los aforismos Vicente Núñez ha tenido conocimiento el usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia  de todas las denominaciones de ese exceso de carencia que es el amor Coincide con el poeta de Aguilar de la Frontera en que el supremo diálogo está en el piel con piel; también concuerda en que la amistad es ladrona del amor, así como que amar es ponerse en peligro de muerte.
Su poesía compilada en Mío amor tiene una especial luz. Así, por ejemplo, en Libros

En el frío papiro de turbios editores
volqué aquellas ansias de mi pasión límite.
¿Era eso la vida? Asco me dio de ella.
Con qué clarividencia sentí que estaba muerto.

O en esta otra, Razón de amor:

Lo que de amor yo supe
lo aprendí desamándote.
Por eso te idolatro
mejor que si te amara. 

Acaso esta institucional modalidad recordatoria de los dias mundiales de tal cosa, tenga un efectivo valor. Al menos en el caso de la poesía, hacen que el ser humano no se olvide en este tráfago diario de que dispone de formas de manifestación bastante mejores que la violencia modal que nos asola y amenaza de continuo.

Y, lo más importante: que con esos instantes de evocación, siquiera breves, se consigue proyectar en los interesados una potente luminaria sobre su manera de representarse el mundo en momentos como los actuales de noche preñada de profunda oscuridad en la que se atreven a aparecer los más variados y deformes espectros.    
  

 
 
  









martes, 12 de marzo de 2013

¡QUE NO NOS DOBLE EL VIENTO!: VOLVER A LA ESPERANZA DE VERDAD.

Es de una hipocresía aplastante mofarse desde España del movimiento de contestación al que presta imagen Beppe Grillo y respetar –y a veces reverenciar- a cualquiera de los políticos o de la autoatribuida élite institucional hispana. Ni en el ejercicio de la más grande prudencia cabe el respeto a nadie en este escenario institucional-mediático mientras el ciudadano honrado hace cuentas en la frialdad de su cuarto para cuadrar las monedas y conseguir terminar el mes. Ya no cabe ni siquiera la cínica petición de público perdón que algunos escenifican como parapeto de los demás. Los españoles nos hemos acostumbrado demasiado fácilmente a desviar la mirada cuando la agresión es máxima. En ese estado de aparente indiferencia, llegamos a aceptar bovinamente, por ejemplo, que agencias estatales en cuyo seno se establecieron una madeja de desfalcos legales e ilegales salden los atropellos con la creación de etéreas y formalísticas “Unidades de calidad” sin haber recuperado lo desfalcado ni siquiera reprendido a los actores directos o indirectos. ¿Podemos llamar a esto reingeniería de procesos? ¿No entraña un nuevo retroceso en la búsqueda de la verdad, cuando no vil encubrimiento?


Tal vez nos hemos vuelto a extraviar en la senda de la ejemplaridad y aceptamos de grado y sin rechistar argumentos como el de la señora Barcina, la jefecilla de Navarra, que espeta con desparpajo que eso (lo de llevarse privativamente crudo el caudal público) lo hacía todo el mundo en época de vacas gordas. Vano intento de justificar lo que no puede justificarse en serio. Es tan inverosímil como pretender mantener la licitud de los órganos superiores del CSIC cobrando siempre un plus en las dietas de viaje por encima de las legalmente estipuladas. ¿Que así se hacía aunque  los viajes eran los mismos para todos los desplazados? Si, pero es que eso no es ni lícito, ni igualitario, ni honesto ¿Sería eso razonable y ejemplar siquiera retrotrayéndonos a la época del becerro de oro? Los estómagos agradecidos –o los bolsillos ídem con las migajas- de quienes debían controlar e intervenir ni rechistaron en su momento. ¿Los sindicatos representados en los órganos de dirección y asesoramiento de la agencia eran entonces ciegos y sordos? ¿Acaso estaban comprados con diferentes sinecuras corporativas o individuales? Se podría escribir perfectamente un libro sobre todas estas prácticas: No sólo Hitler. Por doquier aparecen los verdugos voluntarios deslumbrados por migajas o destellos de hojalata. Recuérdese que era el tiempo de la ética pública y la calidad total… ¡y hasta del camelo de la pomposa responsabilidad social corporativa! En vez de interés general, responsabilidad social corporativa, también en las agencias públicas servidas por funcionarios espléndidamente remunerados con doble régimen jurídico para tener bien cubierto el riñón. Puro contrasentido como ha demostrado la evolución histórica. Como el contrasentido esencial de que una agencia estatal cuente con una Fundación para su maniobrabilidad. En modo alguno para alcanzar objetivos sociales inalcanzables desde al ámbito de la agencia. Las Fundaciones de las agencias estatales (o de las universidades) son mera ingeniería para, entre otros privilegios, poder compatibilizar sueldos públicos con los de la persona moral ¿Verdaderamente son persona moral en tiempos de general inmoralidad? ¿Son necesarias para concitar a la sociedad civil y económica o son mera redundancia organizativa? Puro contrasentido, si bien se mira. Parece claro que, pese a tibias proclamaciones interesadas, desde las instituciones nadie pretende regenerarse en la España del trile institucionalizado institucionalmente, bajo veste de que todo no pueden llegar a conocerlo los ciudadanos. Los que ahora participan de las jeremiadas, en su momento robaron-o indujeron o consintieron- a mansalva. No se ha salvado casi nadie de quien pudo y quiso…incluso hasta apeteciendo las simples migajas... ¿Qué hacen ahora? Reasignan efectivos, duplican funciones, desvisten al mono y vuelven a colocar al mismo mono otro torpe aliño indumentario. El tiempo volverá a poner todo al descubierto. Así se teje en el telar de Penélope.

A no dudar, los españoles estamos necesitados de un Beppe Grillo que empiece a levantar las tapas del alcantarillado: aparecerán múltiples espías, mucho comemierda y muchísimo excremento. Es precisa la voz de alguien con crédito social que enarbole la esperanza de un régimen totalmente nuevo en el que el fuego flamígero (metafórico, por supuesto; no sea que algún soplón escondido quiera emplumar al viejo Dacio Gil en algún aquelarre judicial de los que tanto abundan por invocar el fuego salutífero en las organizaciones) purifique algo el ambiente. Esta asfixia es socialmente más devastadora que una epidemia de cólera.

Desde esta Tribuna Alta Preferencia no se aprecia a casi nadie que pueda representar en España un papel similar al de Beppe Grillo. Acaso el más indicado fuese el Santo Padre Luis Landero: tiene un largo background, cultura, conoce los confines del afán y mira con la distancia que caracteriza al sabio. También, si su mala salud de hierro no fuera un impedimento, Antonio Gala sería un magnífico aglutinador, sus diarias verdades del barquero en La tronera recuerdan a Peter Noll y son de ejemplar clarividencia y humanidad. El viejo Dacio Gil piensa –aunque no con excesiva imparcialidad, pues siente predilección por este brillante catedrático de ciencia política- que Palinuro, Ramón Cotarelo, sería también un espléndido, brillante y lúcido aglutinador; aúna como nadie, juventud y madurez; sabiduría académica y noble gramática popular. Jamás tuvo miedo alguno.

Fuera de cualquier duda, la figura que hubiera cumplido a la perfección el papel de aglutinante que lleva a cabo Grillo en Italia nos abandonó casi recién doblado el siglo XXI. Un granadino ya intentó despertar las conciencias en pleno despunte del becerro de oro y las sevillanas. Desde la Transición misma. Por ello fue denostado por unos y por otros y hasta se llegó a propalar, en desesperado intento institucional por desacreditarlo, que le financiaba el coronel Gadafi o que lucía un espectacular mercedes de color blanco por las calles de Granada. Lo cierto es que sus recitales eran una congregación de fieles rebeldes que se adelantaban a ver, como él, las enormes posibilidades del sistema democrático pero también la pesada losa del franquismo sociológico. Su tierna transición de la rebeldía a la copla pasando por el amor es de las más bellas trayectorias habidas entre la gente de la cultura. Un ejemplo de humanismo y humanidad. El viejo Dacio Gil desde bastante joven, coincidiendo con la época en la que Carlos Cano se prestaba a una concatenación eterna de aclamados bises en el Colegio Mayor San Juan Evangelista, se ha rendido a la sensibilidad y a las cualidades vitales, artísticas y humanas del granadino. Le conmueven aún muchas de las letras de sus canciones. También el sentimiento con que las expresaba. Ante el descrédito institucional imperante hoy, el cantor no se habría mantenido callado ni mordido la lengua: no le doblaba el viento. Se habría posicionado sin tapujos, como hizo siempre. Dado que ya no puede ser aquí en la tierra la figura que galvanice a la gran masa de desafectos, este viejo Dacio Gil lo propone como símbolo coherente de la esperanza de este incipiente y pujante movimiento, que sea uno de sus mejores mentores desde el Olimpo. Cualquiera de sus canciones de protesta y rebelión propuestas desde el disco de 1977 “A la luz de los cantares” en adelante podría valer de proclama, al modo que se utiliza el Grandola vila morena de Zeca Alfonso en Portugal en las ocupaciones del espacio público reclamando la dignidad de los cuidadanos. Valgan unas cuantas estrofas espigadas:

La Morralla: Quien no ha visto un árbol seco/no sabe que una calandria contra más calor más canta/contra más canta más sol. Contra más sol más jaleo/ la copia del tiroteo: que se acabe el mangoneo “pa” que empiece la función…Por la misma morralla esa que nunca ni “pa” dios calla/ la del punto y la raya que hasta los pelos está cuando estalla/ la que da la batalla y no recibe ni una medalla/ la que hace que el pobre pise alacrán y salte la valla/ la que el pan elabora, saca el aceite y nunca me falla/ de esa misma morralla; morrallita soy yo.

Con permiso: Voy caminando te va a salpicar/ vente a la copla déjate llevar/ los andaluces-no hay más que escuchar-/ abriendo la boca se nos ve el plumar. Se oye mejor mi canto cuando está en su lugar/ que es donde lo “maura” la pura “realiá”/ aquí traigo un ejemplo de lo que soy “na” más/ el pueblo y sus contornos es “toa” mi verdad/ soy de la serranía, la salitre, la mar/ la vega, las marismas, el campo, el olivar/ fandango cortijero, los trovos, el verdial,/ murgas campanilleros: la copla popular.

El caso Almería: Si por Gergal pasaras, la curva de la muerte,/ lleva claveles rojos y acuérdate de Juan/ y acuérdate de Cobo -que nadie olvide nada que quien olvida paga-, acuérdate de Luis./ Así acaba esta historia que con sangre escribieron. / De toda aquella vida sólo queda el horror./ Así acaba esta historia de sombra y de tiniebla. / Para que no se pierda aquí la dejo yo.
¿Qué pasó en Almería?, ¡pobre Almería! ¡ay Almería!

Política no seas saboría: ¡Bendita sea la boca que sabe a la gente unir/ alrededor de una copla que a todos nos da de vivir!/ Copla que arde en la garganta y es la luz de la razón/ devolviendo la esperanza como un clavel de pasión./ Política no seas saboría y arrímate un poco al querer,/ que no se escape la vida por esa herída que abre el poder/ Escucha la guitarra loca y llena tus ojos de sol/ al ritmo de los cantantes, fertilizantes marcando el son,/ el son del entendimiento con una miajita de corazón.

La murga los currelantes: íntegra. Es el espejo mismo de lo que pasa hoy, pasados más de treinta años.

Verde, blanca y verde: Amo mi tierra. Lucho por ella. Mi esperanza es su bandera

El Salustiano: Yo no creo que el sombrero les toque en la tómbola / a esos gachós trajeados que viven de “na”./ Que lo roban, lo roban, con cuatro palabritas finas lo roban.

Viva la gracia: Ahora sé que eres tú lo que mueve la vida del árbol en la primavera/ lo que mueve la voz de los hombres cuando por los hombres luchan y mueren./ No quiero acabar con tristeza ni hielo esta carta amarga./ Ahora sé que las nubes se alzan y canto este canto:
«Por mi boca ya asoman las flores que regó con llanto en tu vientre amoroso este pueblo que te ha embarazado.»

La especulación: ¡Ay cómo me voy a callar!/ ¡Cómo no me voy a creer/ que el que no cambia deprisa/ tenga en Suiza mucho parné!/ Y así se explica el por qué “haiga tantico” follón:/ que el que no grita no mama/ no se va a la cama con su biberón.

A ver los barcos venir: De las penitas mejor ni hablar: Se acabó las vacaciones y la gente en los vagones, ¡a aprender idiomas van!...

Los jornaleros se van: Integramente, pero especialmente: No puede ser, no debe ser/ hermana mía, yo bien lo sé./ Si todos unídos y el pueblo atrevido/ decimos ¡basta! no habrá otra vez.

Las Murgas de Emilio el moro : No sé por qué te lamentas en vez de enseñar los dientes/ ni por qué llamas mi tierra a aquello que no defiendes./ Si en vez de ser pajaritos fuéramos tigre bengala/ a ver quién sería el guapito de meternos en una jaula.(…) Contraviento, contraviento yo me muevo a contraviento./ Y es por mi mala cabeza que me muevo a contraviento/ y me paso de la raya que a mí no me dobla el viento.

La metamorfosis: En su totalidad, pero especialmente: Tiempo de los enanos, de los liliputienses,/ de títeres, caretas, de horteras y parientes, / de la metamorfosis y la mediocridad/ que de birlibirloque te saca una autoridad.

Es tan grave la concatenación de afrentas sociales que se vienen destapando, tan patente el completo descrédito institucional y el vacío de gobierno político-social que se hace necesario decir un  ¡Basta! claro y concluyente. 

Ramón Cotarelo goza de enorme prestigio. El sentido de la música de Carlos Cano podría servirle de contexto.

¡Que no nos doble el viento! Pasémonos de la raya en la denuncia.  
Como todos ellos -y sus verdugos voluntarios, no sólo Hitler- se pasaron con sus ingenierías y reingenierias. Lo mismito, pero mucho más honesto.