En estos días, al viejo Dacio Gil le pasa lo mismo que al filósofo dedos torcidos de la película feminista holandesa Antonia; que no puede comprender, aunque lo intenta incesantemente, todo lo que está pasando a su alrededor. Se ve inclinado indefectiblemente al juego de la asociación de ideas y eso le desazona.
Por un lado la espectacular y recurrente demostración de fuerza de la Iglesia de Roma le produce un enorme vértigo vital. Ver a las juventudes perfectamente distribuidas en aquella enorme explanada de cuatro vientos trae de inmediato a la mente de este viejo Gil la imagen de las juventudes hitlerianas aclamando a su líder.
Asimismo, con enorme pena comprueba también Gil que no sólo los jóvenes aclamaban al papa de la iglesia romana. Allí, el domingo, estaban en sitio preferente la flor y nata finaciera de los Botín, los Rato, los Koplowitz y demás instalados financiaros –incluido también el parvenú Ignacio Garralda prototipo actual de la deriva económica española- como si del cónclave financiero de la novela Todo Modo de Leonardo Sciascia se tratase. Le consta al viejo Dacio Gil que no estaban Roberto Calvi, ni Paul Marcinkus, ni Michele Sindona. A su vez, ignora el veterousufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia si allí se encontraba también, y en sitio relevante, la familia completa de los Ruíz Mateos o la familia Isla o el presidente del Tribunal Supremo Carlos Divar junto al viejo jurista Mendizabal Allende, hoy también generosamente cobijado en la nómina de la aseguradora de Garralda, aunque es de suponer que sí estuvieran al ser el JMJ 2011 un acontecimiento para católicos de todas las adscripciones. Mientras, los jóvenes peregrinos, según la jerarquía de la congregación que los representaba y dirigía, ocupaban la periferia de la explanada, cuando no el extrarradio. Masa y Poder que diría Canetti. O más sangrante aún: Movimiento e Institución en la concepción de Francesco Alberoni. Difícil de entender desde la pretendida humildad cristiana esa enorme manifestación de fuerza de la Iglesia de Roma. Todo abrumador, desmesurado. Espectacular en el más rancio concepto de Guy Debord. El alma como bandera. El espíritu como idea-fuerza publicitaria.
Los políticos españoles "a la violeta", tan contentos todos (más unos que otros, pero posibilistas todos intentando sacar tajada de la labor de los Hidden Persuaders eclesiales) creyendo que se estaba marcando el camino indeleble de las próximas elecciones: unos para remarcar su tendencia a la mayoría absoluta y absolutista y los otros (los consentidores, cómplices y encubridores de todo esto) para intentar salvar unos muebles que no se merecen salvar: Oremos fervientemente los librepensadores y los descreídos para que se precipiten al vacío como lo hizo la UCD, pues no merecen otra cosa. Cargadas de pedernal, dinero negro, demagogia barata e inmundicia sus alforjas, el batacazo debería ser descomunal, histórico. Plenamente merecido. En nada se diferencia lucifer Rubalcaba del querubín Ignacio Garralda, como todo el mundo sabe y de Todo Modo.
Estas jornadas -como las guerras- han dejado un buen número de damnificados y perjudicados, ya que nada es como parece y nos cuentan los medios de comunicación en este corto y tormentoso ferragosto en el que los becarios se afanan en su meritoriaje. Como le pasó a María que no pudo acercarse cuando su trabajo se lo permitía a la calla Prim para ver la representación de La fiesta de los jueces, pues era imposible atravesar los mil cinturones policiales que decían proteger a la marea humana encandilada con el teólogo Ratzinger devenido en Benedicto XVI. Menos mal que pudo al fin ver la representación -y bien contenta que está de ello- el sábado por la noche. Como es el caso del sensato, sensible, respetuoso e intelectual y fraterno amigo Guillermo que hubo de soportar las sucesivas embestidas (literalmente las embestidas) de sendas ciudadanas exasperadas por las incomodidades y el fraude en los créditos de transporte adquiridos con anterioridad, perpetrado por el alcalde del Movimiento Ruíz Gallardón. El pobre Guillermo (ejemplar de la antiviolencia de cualquier género) pagó el sucesivo malhumor de la ciudadana que decía no poder respirar con tanta gente en el autobús y de la otra ciudadana que se desquitó con él por no poder colocar su maleta al no caber ni un alfiler en un bus repleto de peregrinos incapaces no ya de ceder el sitio reservado a tal fin a los viejos, discapacitados o embarazadas, sino de hacer hueco a una maleta. ¿Quién paga la exasperación? La gente de bien, la educada, como pasa siempre. El ciudadano de Madrid usuario del transporte público ha sido objeto de varios fraudes, perpetrados todos por las instituciones que deberían representarlos. Verdadero síntoma de lo que está pasando: el antecedente a la tragedia, a la conflagración…
Lo de las fuerzas de seguridad es otro abuso: empujones, interdicciones carentes de razón, manifestaciones de fuerza bruta. Todo modo en estado puro. Algún semiólogo analizará cabalmente en su momento el mensaje de tanta fuerza policial en el viaje papal. Otro síntoma más de la situación desesperada que vivimos. El estado policiaco en la ciudad museo y escenario.
Respecto a la discusión bizantina (¿o será vaticana?) sobre las inmanentes e inminentes ganancias económicas que genera la visita papal, el viejo Dacio Gil no puede más que sonreír con cierta malicia: fuegos de artificio para engañar en caliente nuevamente a la ciudadanía malhumorada con razón. El mesonero con quien la joven Cuca y el viejo Dacio Gil departieron el pasado sábado no se quejaba, pero reflexionaba como Sancho Panza con la realidad por bandera: su razonabilidad te causaba escalofríos. Decía que él no había visto un duro de más en estos momentos de crisis y que los conductores de autobuses italianos que comían su menú de 9 euros en su local también se quejaban de que aquello no era negocio incluso para ellos.¿De quién ha sido el negocio, pues? Tal vez para Arturo sí lo haya sido, pero es que Arturo se entrevera con todos los poderes, él es poder tangente.
El viejo Dacio Gil siempre se acuerda en estos casos de la magnífica película El baño del papa (Uruguay; 2007; Fernández-Charlone). Trata de la visita papal al departamento de Cerro Largo de aquella República Oriental, más concretamente a la localidad de Melo en 1988. En esa ocasión un emprendedor (Beto) abrumado e incitado por las noticias en los medios de los beneficios que reportará la visita del papa se empeña en construir un baño público para huir de la miseria. El viejo Dacio Gil no va a destripar el film. Aconseja vivamente su visionado ahora, en caliente. Como todo lo uruguayo –tan querido al viejo Gil- la película es sopesada, sentida, humana, respetuosa, realista. Una joya para los sentidos y un material inmejorable para analizar lo recientemente acontecido desde el plano humano, de la existencia privada (privada de casi todo lo material, pero inmensamente rica en lo espiritual). Para comprobar la enorme distancia existente entre la masa y el poder (político, fronterizo y mediático); entre el movimiento y la institución. Entre lo que dicen los medios y lo que refulge en lo cotidiano más pequeño. Entre la realidad y la imaginación fomentada por los persuasores ocultos.
Madrid no es Melo. Melo reúne aún las enormes raíces humanas que Madrid ya ha perdido. El poder es el mismo. La corrupción también. Y la Iglesia romana intenta siempre y en todo lugar mantener su capital simbólico -fruto de su violencia simbólica-, jugando con la tradición y el modernismo. Un ex presidente del CSIC, como César Nombela, nos lo ha intentado contar desde las páginas de ABC: ciencia y conciencia…
El baño del papa. Sí, el baño del papa.
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