Anda en estos días el atribulado y achacoso usufructuario de esta Tribuna Alta de Preferencia dando tumbos –por razones obvias- por la red sanitaria pública madrileña y en una de las citas programadas en un gran hospital de la zona noroeste se ha topado con un entrañable compañero de fatigas juveniles que se mantiene dignamente fiel a su figura de hace casi ocho lustros. Agrada, en principio y por lo general, en los tiempos que corren encontrar veteranos amigos que en vez de hablarte de enfermedades varias te diseccionan la realidad del momento. Ese es el caso de Judas Rubiacalva que vino a contar a este viejo Dacio Gil que España es un enorme hervidero de espías. Que incluso en el periódico El Mundo se viene estableciendo un sesudo debate científico sobre si deben de ser denominados espías o miembros de los servicios de inteligencia. Cuenta Judas Rubiacalva –casado en segundas nupcias y chivato oficial del Reino- que todos los ciudadanos somos ya absolutamente transparentes, que el macro ordenador policial de El Escorial lo tiene todo controlado, desde los nombres y apellidos hasta lo que comemos , calzamos y hablamos. Dice que eso es un gran avance para la democracia, que nos garantiza una vida tranquila y feliz sin sobresalto alguno. Mantiene también que hoy se practica la elegancia social de sentar un espía a la mesa. Que ya no es en los restaurantes caros sino en la propia casa o en la asociación de vecinos pero que con la proliferación de esa nueva chusma de los delatores (testigos protegidos y otras denominaciones eufónicas los delatan a su vez a ellos) se respira un aire más puro, sin humos ni anabolizantes. Acaso sea cierto todo eso, pero el viejo Dacio Gil se malicia que eso del espionaje es ya pura ideología para mantener unos empleos bien remunerados y bastante opacos, además de mantener al Fouché de turno.
La verdad es que en su ya larga vida el usufructuario terapéutico de esta Tribuna Alta Preferencia ha conocido chivatillos en todos los órdenes institucionales: el Tribunal de Cuentas, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional y cualquiera otros órdenes que pensarse quiera por más insospechados que resulten y aunque gocen de cierta pátina de dignidad y aparentemente venerable trayectoria administrativa. Afirma asimismo el bueno de Judas, en base a datos fidedignos que dice disponer, que lo que está pasando en la actualidad supera ya la ciencia ficción: los ciudadanos transparentes al albur de la STASI de turno travestida de engalanados eufemismos.
Judas Rubiacalva, siempre ameno y graciosillo, cuenta que espías ataviados de monaguillos se han infiltrado en los vestuarios de una afamada red de gimnasios y han logrado desentrañar una peligrosa trama para la seguridad nacional: una red de mamporreros de galgos que manipulan todas las carreras por cansancio físico de los canes. Dice que, según fuentes fidedignas, se tiene grabadas conversaciones comprometedoras para la seguridad nacional: que si pajilleros, guajolotes, mamertos y demás conceptos comprometedores para la seguridad alimentaria, medioambiental y nuclear de este país puntero entre los mejores del mundo. Hace notar sotto voce el amigo Judas que la “n” en este vocablo calificativo es esencial pues afecta a la sostenibilidad de los miembros inteligentes, dado que "puntero" apenas es sinónimo de "putero". Y puede que sea verdad por más que Dacio piense que Judas está embriagado de poder: no parece que el fornicio de galgos o podencos en el canódromo sea para tanto para los españolitos de a pie (muchos ya a un solo pie).
Como cabe suponerse el viejo Dacio Gil terminó incomodándose con el jocoso Rubiacalva y para cambiar de tercio recurrió al manido ámbito de las enfermedades. Inquirió al documentado interlocutor sobre la epidemia de encefalitis aguda propagada a través de unos medios de comunicación que parecen estar en campaña electoral permanente (con regalos incluidos) para hacer más nociva su influencia. Siempre tan bien informado, el bueno de Judas confidencialmente apuntó que ya son varios los decesos producidos por este maligno virus y varios los suicidios inducidos por su acción malvada; que está cundiendo la desesperación de los ciudadanos. El viejo Dacio Gil terminó también angustiándose y sintiendo calambres en ambas piernas y miles de gatos arañándole el estómago. Interrumpió súbitamente la conversación con el amigo Judas aduciendo que había aparecido en pantalla el ordinal de su citación sanitaria: desapareció por el foro como atleta dopado.
La agorera información confidencial de tan entrañable compañero de fatigas colegiales juveniles, condujo con urgencia la mente de este viejo Dacio Gil hacia el optimismo que exhala el bueno de Gruten, quien en estas navidades remitió a este veterano Gil una felicitación electrónica navideña titulada “Biblioteca” repleta de interesantes extractos de bellos libros entre los que refulgía con luz propia un poema de Lucila Godoy titulado “besos” que obligado es reproducir a continuación:
Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.
Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.
Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.
¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenaron sé de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.
Yo te enseñe a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Tan bello, cabal y omnicomprensivo poema de la impugnadora del mismísimo Unamuno sobre los desmanes aniquiladores de los españoles con la cultura indígena en América Latina (pues de la doliente Gabriela Mistral es el poema) facilitado por el infatigable optimista Gruten traspuso al usufructuario de esta Tribuna Alta de Preferencia a salutíferas colinas, alejadas de la cloaca institucional nacional, al único ámbito en el que hoy en día deberíamos concentrar nuestros esfuerzos humanos: el amor y su mejor manifestación los besos.
Visto desgraciadamente lo visto, el viejo Dacio Gil reitera su promesa de dedicarse con denuedo a divagar sobre lo único importante en esta vida. El amor para poder sentir, el amor para poder vivir, el amor para sobrevivir.
Y relamiéndose ya de los cálidos abrazos que de seguro nos prodigará Lou, este hombre viejo que disonantemente divaga solitario en esta Tribuna se solaza anticipatoriamente con lo que está por venir, rememorando mientras tanto aquellas estrofas de Manuel Alejandro inmortalizadas por un incipiente Raphael:
Un niño sin amor, que triste
Un joven sin amor, que pena
Un hombre sin amor, no siente,
no vive, no sueña
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