miércoles, 11 de enero de 2017

EL FARO: ZYGMUNT BAUMAN

El viejo Gil se enteró de la noticia tras un día de poda. De poda exterior e interior. El mes de enero es poda, posiblemente porque los circuitos vitales se aletargan, o porque -en el caso de los humanos- la desmesura consumista de las fiestas navideñas termina por pasar factura a los más debilitados. Al conocer lo sucedido el viejo Gil entró en una fase de desconsuelo: se había marchado quien le introdujo por los recovecos y meandros de las ciencias de la sociedad y de los seres humanos. Con su desaparición se quedaba sin guía. Siendo como era tan lúcido y longevo ya había   creído Gil que el maestro era eterno también en el plano físico. Pero no, Zygmunt Bauman, cumplida con enorme suficiencia su misión en esta vida, no pudo con los enemigos que le acechaban y a los que resistió tanto tiempo sin perder lucidez ni clarividencia.

El viejo Gil descubrió a Bauman desde la sociología de la modernidad, pero le atrapó para siempre con Modernidad y Holocausto. El viejo Gil suportaba a duras penas el cruel acoso en el CSIC -una organización pública completamente prescindible por más que quisiese calcarse al CNRS francés- y la lectura  de aquel libro aportó la fuerza necesaria para aguantar el acoso. Ese libro y Eichmann en Jerusalén de Hannah Arendt (junto a los libros de Piñuel, Hirigoyen, Molina Navarrete y otros) aportaron los elementos para intentar comprender lo que ocurría en el CSIC mientras la organización judicial trataba de hacer que no veía, lo que nunca quiso ver.

Más allá de apreciaciones personales, es evidente que se ha marchado un auténtico faro sobre la sociedad en la que nos desenvolvemos. Su concepción sistémica de la liquidez del mundo ya será para siempre de Bauman, sólo de Bauman. Y lo peor es que no se atisba un sucesor por más que -con cierto calzador- se nos trate de situar en esa condición la exótica figura de Byung-Chul Han u otros similares. Pero no, ya nadie podrá igualarle.

En este momento de homenajes póstumos y obituarios, el viejo Gil no cansará al eventual lector -si es que lo hubiere- destacando la amplitud de su obra y la enorme influencia que se dimana de ella. Se limitará a recomendar una lectura sosegada de Legisladores e intérpretes o a rebuscar entre líneas de Mundo consumo -tal como recordaba recientemente la inquieta Andrea- la anécdota de las abejas de Panamá (anterior al impacto de los papeles de ingeniería financiera del despacho de abogados Mossak Fonseca; insectos ambos pero de distinta naturaleza) sobre la necesaria acomodación antropológica de las ciencias sociales, verdadera obsesión de Zygmunt Bauman.

Destacar en esta hora todos los enormes méritos de Zygmunt Bauman resultaría redundante, máxime si proviene la semblanza de un humilde jubilado. Pero en este momento, cuando Gil se percata de su doble  de orfandad, permítasele este sentido tributo sin otras pretensiones que la verdad proferida por un acosado institucional. Gil  seguirá tomando a Zygmunt Bauman como guía los días que le resten por vivir. Y espera que los jóvenes sepan extraer de los consejos que fue vertiendo la fuerza mental, intelectual y física para revertir las derivas que se aprecian en este mundo: un enorme acoso de los ricos sobre al resto (¿precariado todos los demás?).

Sin duda, el viejo Gil seguirá prefiriendo la estela de Bauman a la de  Juan March, el modelo en el que se basan los que se encuentran en plena secesión. Bauman siempre será otra cosa. 

Afortunadamente para quien tenga perspectiva social... a pesar del desconsuelo que no nos pueda seguir sugiriendo nuevas líneas de pensamiento crítico.    

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