martes, 2 de octubre de 2012

EL LEGITIMADOR ILEGÍTIMO.

El viejo Dacio Gil –sería deshonesto no reconocerlo a estas alturas de su azarosa vida- lee para intentar comprender. Se sumerge en la lectura acaso para distanciarse de la realidad que ni termina de convencerle ni ya, lamentablemente, le mueve demasiado a la acción. De ordinario, las sombras de la banalidad del mal le suelen acechar cuando trata de hacerse una representación mental de las organizaciones y de las instituciones. Perdidos los iniciales ardores juveniles por intentar cambiar radicalmente el mundo para hacerlo más humano y equitativo a través de un “uso alternativo” del derecho administrativo, sólo aspira ya a poner su granito de arena para que el mundo –incluidas las instituciones- recuperen la decencia y la cordura. Humilde objetivo por completo alejado de las monsergas institucionales al uso. Aspira a intentar comprender vertiendo su experiencia vivida a la actualidad presente. Viene lanzando sus particulares mensajes dentro de unas botellas (de plástico, por supuesto, pues no da para más la exigua soldada) por si el destino hace que a alguien puedan serles de utilidad. Y en este punto valga un inciso para recomendar la película una botella en el mar de Gaza basada en la novela del mismo título de Valerie Zennatti. Sorprende el film por el tratamiento humano (nunca demasiado humano) dado a un conflicto incomprensible, ni siquiera desde la óptica del sufrimiento inveterado del pueblo judio. Sensibilidad (humana) contra la barbarie institucionalizada (e inhumana). Dos jóvenes que intentan comprender más allá de los mensajes (cruentos e incruentos) de todas las instituciones, incluido el entorno familiar. Una pedagógica cinta con final feliz pero sin empalago ni perdices.


Solíamos decir que el futuro era de los jóvenes, que los mayores debíamos ir dejando el paso franco a las nuevas generaciones. Que eso era ley de vida. Lo solíamos decir, pero la crisis globalizada se ha encargado de derribar tan precisos apotegmas de la solidaridad intergeneracional. A lo más que vamos a dejarles a los jóvenes es una deuda imposible de levantar por una sola generación y que previsiblemente ha de lastrar a sus descendientes. Ni ley, ni vida lograremos legar. Anomia y sinvivir, trampeando los innumerables obstáculos impuestos por los salvadores de los bancos.
Entre los sabios señeros, hay uno descarnado pero bellamente preciso (que viene llamando a la realidad por su nombre y levantando todos los velos, cual si de un Peter Noll hispano se tratase). No es otro que Antonio Gala, que desarrollaba recientemente en su Tronera (El Mundo 19-9-2012 Mis ninis) esta donación envenenada que hemos tenido a bien (¿o será, logicamente, a mal?) legar entre todos a nuestros jóvenes. Donación maligna a la que hemos contribuido todos los consentidores: desde los políticos a los ciudadanos corrientes, ambos por acción u omisión. En la de hoy, titulada Por Amor, Gala vuelve a radiografiar la realidad con plena lucidez y desconsuelo. Esta es la transcripción literal de la nueva Tronera:

A algunos de los gobernantes -por así decir- se les dice la palabra “cultura”, y exclaman “¿Escultura? Eso es cosa de artistas”. El resto, que tiene mejor oído, sonríe y dice: “De ella vienen nuestros males, es lo que hace que nos desobedezcan; con un 30% menos nos obedecerían mejor. No estamos para lujos”. Los museos, los libros, la belleza, los escarceos científicos están mejor inmóviles: dan más seguridad… Hablamos de dinero, de bancos, de bankias. De momento no se nos van a ir las cosas fijas que heredamos… Los súbditos más listos, por propia conveniencia, ya colaborarán: no tienen más remedio. Ahora tenemos que mostrar la mejor cara. Y procurar que los incendios no devoren los mejores paisajes. Y que con ello la gente confunda y obedezca. La creación es cosa de DIOS no de los hombres. Los museos que contengan lo antiguo: eso que ya está deteriorado, no se notará si se estropea algo más… Y el progreso parado nos hará menos daño. ¡Viva España! Pero, claro, con la boca cerrada: si no ¿qué pensarán de nosotros los de fuera? Sic transit gloria mundi. ¡A la mierda!.

El viejo Dacio Gil continúa aún impactado por la desproporcionada presencia policial en las últimas manifestaciones cívicas en la que predominaban los jóvenes a los que  les hemos extirpado la esperanza en la comunidad. Por la violencia física impartida y por la interesada violencia simbólica en los telediarios e informes autonómicos. Por la impresión deformada y totalitaria transmitida por los medios de comunicación. Por las justificaciones institucionales, incluidas las disquisiciones penales, procesales y constitucionales. Para el usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia, en su corto entendimiento jurídico, en modo alguno se trataba de violencia contra las instituciones sino una manifestación pacífica de insolencia juvenil a la que se sumaron pacíficamente grandes sectores de la sociedad que piensan lo mismo de las instituciones. TVE y Telemadrid focalizaron el tema en “agitadores profesionales” y –como siempre- en “anarquistas” y “antisistema”. Puro estalinismo o franquismo en sus reaccionarios rectores de los medios de comunicación. En un país en constante campaña electoral y en campañas institucionales de imagen (la de la Casa Real es abrumadora y pluridimensional, lo que permite imaginar grosso modo, el coste y la soldada de sus creativos, gestores y ejecutivos de cuentas) el disparate y zafia mentira de los informativos ya ni indigna a la ciudadanía: Circo sin pan. Las mismas instituciones que fomentan y auspician la toma y los destrozos de los espacios públicos para celebrar a la Roja, al Madrid o al Atletico, reprimen con violencia la manifestación cívica (y en la mayoría festiva) que únicamente trata de destacar la falta de respetabilidad sobrevenida de las instituciones, devenidas en mafiosas y cleptocráticas. En una palabra, poniendo de manifiesto (manifestándose) que el legitimador es ilegítimo: que el Congreso es una fachada hueca de cartón piedra. Para decirlo en chuscos términos jurídicos: que el vendedor (el ganador electoral,  sus colindantes y  sus verdugos voluntarios: ¡Que se vayan todos!, suele clamar la ciudadanía cuando tiene la mínima oportunidad) ha violado o ha consentido que se haya violado el contrato social y constitucional. Es por eso que, por imperativo legal y bajo los auspicios del Estado de Derecho  se le reclaman el saneamiento por vicios ocultos y el saneamiento por evicción. Esas han sido las señas de identidad de los manifestantes, que no eran sino la representación de la mayoría ciudadana, harta de este simulacro de democracia, transparencia y rendición de cuentas: identificados todos en destacar que el legitimador se encuentra encastillado, premeditadamente aislado del pueblo: impartiendo ukases y decretos de excepción y de autoridad, no de consenso. El pueblo parece harto ya de que sólo los que hacen la Ley y sus adláteres puedan eludir siempre su cumplimiento por el método de la martingala invertida. ¿Cómo si no Gallardón, el mayor tenedor de esquinas comerciales en la capital, puede presentar una declaración de bienes como la que presenta? ¿Es acaso creíble de buena fe que una de los dos secretarios de Estado con abultado patrimonio, Montserrat Gomendio, lo tenga, y así lo declare, por los contratos de obras –también los institucionales, incluso en el CSIC- obtenidos por sociedades familiares o por su marido dedicado a la edificación? ¿Con las esquinas comerciales en Madrid qué es lo que ha pasado? ¿Se han esfumado o desintegrado?

Quienes, premeditada o negligentemente, han demonizado a los manifestantes de Cerca el Congreso tratan de engañar a la ciudadanía. Tratan de ocultar que, desde su origen en la Edad Media, las fiestas de Navidad tiene su origen en las fiestas de los locos, las fiestas de los sandíos, las fiestas de los inocentes o las fiestas de los subdiáconos en las que el bajo clero organizaba una semana de bacanales en contra de sus superiores jerárquicos. La fiesta contra el legitimador ilegítimo ha tenido siempre tanto arraigo popular que fue adoptada en el mundo laico con las fiestas del carnaval que han llegado a nuestros días.

En las manifestaciones de Cerca el Congreso había ciudadanos españoles corrientes como Miguel Ángel Quinteiro, de 72 años, arrastrado por dos agentes en la Carrera de San Jerónimo o simples (pero enormes en su humanidad) ciudadanos normales que se prestaron a auxiliar a los apaleados por las fuerzas de seguridad (¿de quién?) como el camarero de la cafetería Prado, Alberto Casillas, al parecer posteriormente sancionado por la declaración de un UIP en el papel de sicofante delator de miembros pacíficos y silenciosos del pueblo. Según los medios de comunicación de hoy (por todos, El mundo, pag. 11), los sindicatos policiales cargan ahora verbalmente contra los políticos que -según proclaman ahora- “se esconden detrás de la policía para no dar explicaciones”. Un buen termómetro político el de las voces airadas de los sindicatos policiales: denotan una extrema debilidad del gobierno de turno, proclive al chantaje por seguridad. Tónica general ésta en todos los países del mundo. La irresponsabilidad organizada de la que se viene hablando en esta Tribuna Alta Preferencia.

El viejo Dacio Gil atisba elementos totalitarios institucionales y deriva generalizada en lo que viene aconteciendo ultimamente. A su entender, no se salva nadie, absolutamente nadie del espectro parlamentario y en especial de entre los turnantes. Tómese como ejemplo, entre los muchos habidos en todos los partidos, al señor Ruíz-Gallardón, el político más fatuo, devastador de presupuestos con sus ambiciones personales y decisiones “imaginativas” y delirante endosador de deudas astronómicas a las generaciones presentes y futuras mientras, sin pausa alguna, se ha ido haciendo, como ha quedado apuntado más arriba, con un ingente patrimonio de esquinas comerciales en la capital sin que ello haya entrañado medra alguna en su reputación política o tacha patrimonial. Pero esa es otra historia, digna de una posible próxima entrada específica en este blog.

Las manifestaciones ciudadanas son festivas y no tributan pero pagan un alto precio. Los poderosos sólo las consienten cuando dejan de molestarles. Siempre pueden echar mano de jueces dispuestos a reprimir la lucidez insumisa de los ciudadanos. Detengámonos siquiera un breve instante a pensar a qué tratan de dejar reducida la autonomía de pensamiento. Las demás autonomías y libertades personales, junto a la razón y al componente humano, despojadas de cualquier atributo, yacen ya en fila de a uno en la Morgue de la crítica. Quienes dicen detentar el Poder, por decreto-ley han impuesto que no se realicen autopsias...

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