Tan lejos y tan cerca. España está últimamente siendo un calco del Everest: demasiada gente intentando entrar en el libro de los éxitos. Unos con reputada cualificación, otros confiándolo todo a las agencias especializadas en portear recordmen y recordwomen y a los sherpas tradicionales. Unos y otros sin respetar como se debe a la naturaleza. Y luego llegan las tormentas y los aludes. Y pasa lo que pasa. La naturaleza no es caprichosa, tiene sus tempos. Al hilo de los últimos luctuosos sucesos en la cordillera del Himalaya, lo recordaba el más deportista director general de tráfico que haya tenido nunca España: Carlos Muñoz-Repiso Izaguirre. Nada que ver con los mediáticos o políticos Miguel Muñoz, Pere Navarro o María Seguí, solapados lobbistas de los intereses del sector recaudatorio y asegurador. Muñoz-Repiso ha dedicado toda su vida al tráfico, tanto en las ciudades como en los montes más míticos y perdidos. Probo funcionario de raigambre familiar e intrépido pero mesurado alpinista que jamás osó alardear de nada cuando era especialista en bastantes cosas. Ahora, cuando los medios reclaman su opinión experta, él, humildemente, sólo se intitula responsable de la revista Peñalara. La España actual está extremadamente necesitada de gente como Muñoz-Repiso, capaz de encaramarse tanto por la Cabeza Mayor como por el Manaslu. Solo o junto a los no menos míticos Pérez de Tudela, Carlos Soria, Luis Méndez o Agustín Faus. Historia viva del montañismo español. Ellos sí que gozan de altitud de miras y no de servil visión de campanario. Hoy el alpinismo se ha convertido es una especie de Campo de Agramante en el que casi todos (¿Carlos Soria también? ¿Puede ser cierto?) buscan el éxito mediático o el lucro económico, cuando en otros tiempos era simplemente la versión más noble de la solidaridad humana y respeto por la naturaleza. El primer principio que internalizaba el montañero era el de saber desistir de una escalada cuando la naturaleza mostrase sus más agitadas fauces. Precisamente por no haber sabido ponderar la realidad de la retirada a timpo, la historia juzga severamente a dos extraordinarios y jóvenes pero muy experimentados montañeros como fueron Alberto Rabadá y Ernesto Navarro, al haber incurrido en un exceso de juventud confiando irrestrictamente en su valía y experiencia desafiando las inclemencias del imponente Eiger que terminó cobrándose sus vidas y privando a España del lustre de montañeros de primerísimo nivel internacional. La nebleza del montañismo contemplaba el valor de la dimisión y la renuncia voluntaria.
Algo de soberbia de mancheguito debieron tener quienes se encaramaron por encima de las alturas de la cubierta de la tribuna alta de preferencia del campo de Vallecas para provocar una visión esperpéntica de la sociedad española del siglo XXI, el siglo de los casinos y los parques de atracciones. Visión esperpéntica pero no inveraz. El viejo Dacio Gil desaprueba por completo ese atropello pues no en vano se encontró, a pie firme, entre la multitud cerca de dos horas invadido por la incertidumbre de desconocer “a ciencia cierta” lo que estaba pasando ante el estrepitoso fracaso espectacular del representante de las fuerzas de seguridad en el campo de Vallecas (un policía nacional en puesto burocrático) y de la cúpula entera (incluida esa Delegada del Gobierno con aspecto –y bagaje argumental e intelectual- de dependienta de Saldos Arias) de las muchas comisiones antiviolencia que han crecido a la sombra del futbol-casino. Las comisiones antiviolencia han llegado a ser como los múltiples Observatorios que pueblan el parasitario, prebendario y esclerótico paisaje institucional hispano que con tanto gracejo destacase recientemente Antonio Burgos en su columna de ABC (El IVA, a los baños. 9.9.2012)
Lo ocurrido con las luminarias de Vallecas es sumamente sospechoso, caben muchas más hipótesis de las publicitadas oficialmente. Muchas más, sólo hay que detenerse a reflexionar en el agitado contexto en el que se encuentra España. Quédese el inquieto observador con la hipótesis que más le cuadre a su información o sus conjeturas informadas. Cabe todo. Y como cabe, la metáfora sobre el rayo vallecano está servida. Vayamos por partes.
Un mundo extremadamente vigilado. No hay que ser Armand Mattelart para discernir que no tenemos escapatoria, que todos nuestros movimientos, físicos, automovilísticos y de capitales, son conocidos por las oficinas de inteligencia. Otra cosa es que esos movimientos lleguen a procesarse del modo más cabal y ajustado a derecho. España es un inmenso entramado de cuarteles de policía y casas cuartel. Desde policías a agentes de movilidad pasando por espías, chivatos e infiltrados todos dicen haber pasado las pruebas físicas, no hay más que verlos y verlas, otra cuestión es la desolación que pueda invadirnos si tratamos de calibrar su nivel cognitivo o intelectivo o su sentido común, el del común de los mortales. Es decir, los “asuntos externos”, esos que afectan a las cuitas de los ciudadanos. Los asuntos internos es otro -lamentablemente estructural- cantar. Todo ello dejando para otro momento el ponderar como merece la universalización de la videovigilancia.
En un mundo tan vigilado y con tantas comisiones antiviolencia y partidos de alto riesgo causa estupor que haya podido pasar lo del corte de los cables eléctricos. La seguridad a oscuras. Las instituciones garantizadoras en la noche oscura. El responsable de seguridad del campo de Vallecas mudito. La intimidatoria presencia policial por tierra mar y aire, a escopeta calada, a todas luces desproporcionada e insultante, visto lo visto. Los aficionados agolpados a las puertas sin coscarse lo que estaba pasando. Los hinchas del Madrid confortablemente sentados en la grada de la Albufera cantando el cara al sol. Los seguidores del rayo de pie e incomunicados formando multitud afuera. Concretamente, los que debían acceder por el callejón de Arroyo del Olivar cada vez más hacinados con el paso de los minutos. Afortunadamente primó la cordura entre los aficionados ante el silencio de sepulcro (las instituciones garantizadoras en su sepulcro, como está mandado) de quienes deberían informar y mantener la calma y el orden.
Violencia en un mundo extremadamente vigilado, ¿cabe mayor contrasentido? ¿Acaso la violencia había sido previamente consentida? ¿Consentida por quién, si hay un representante permanente de las fuerzas de seguridad (y de la delegación del Gobierno) en el campo de Vallecas que cobra su soldada de todos los españoles? ¿Cómo pudo llegar a acontecer lo acontecido? ¿Qué contenido efectivo y alcance real tiene la calificación de partido de alto riesgo? ¿Quién, sabiendo lo ocurrido, permitió que la gente se acercara al campo de fútbol e hizo tan desproporcionado despliegue policial sin informar previamente a la ciudadanía de las verdaderas razones? El vocablo sabotaje entraña algo muy serio, pero que muy serio. Y ha sido empleado con soltura impropia no sólo por el presidente del Rayo. Ahora deberá ser la policía científica (un oxímoron o una radical contradicción conceptual) la que intente desentrañar (o enmarañar) el asunto.
Instituciones fallidas. Lo acontecido el domingo en Vallecas demuestra que las instituciones, tal y como están concebidas en la actualidad, defraudan sus objetivos y funciones. Mucho despliegue de medios humanos, semovientes y "lecheras" y ocurre la antesala de lo peor. Una masa agolpada en los muros del campo de fútbol que desconoce la esencia de lo que pasa mientras los responsables del orden guardan silencio y cuando se deciden a hablar –la última vez, pasadas las 10 de la noche- dicen que ¡el partido se va a terminar celebrando con normalidad!
Hasta la fecha nadie ha dimitido. El remedo de vendedora de Saldos Arias sigue manteniendo a su delegado de seguridad en Vallecas. Las sesudas comisiones antiviolencia cobrando sus dietas de asistencia -y sus pases de favor a los eventos- y sin tomar medidas preventivas. Ahora se crearán en la LFP subcomisiones de alumbrado y circuitos cerrados de televisión para su instalación en todos y cada uno de los campos. Como pasa siempre en el post factum.
Era Vallecas y los sesudos miembros de los comités desconocen la realidad de Vallecas como desconocen la realidad de España. Sabemos más de la crisis, de defensa de la competencia, de bancos malos, de presupuestos financieros y de Deuda que de necesidades y cuitas de la ciudadanía y problemas autóctonos. Las instituciones en su premeditado laberinto. Sus miembros defendiendo sus retribuciones y gabelas y aferrados al viejo apogma de la función hace al órgano. La única institución que manda algo en el país es la televisiva, que lleva la estulticia del espectáculo del fútbol-casino a bares y telespectadores de pago. Las gratuitas han devenido carroña rosa.
El papel de la prensa. Desde hace tiempo la prensa ha traicionado su verdadero papel. No hay más que escuchar a De la Morena en el papel de Pinochet en sus programas. A De la Morena, a Gallego, a los de la Inter, la Cope, Punto Radio, Radio Marca, Onda Madrid o todas las demás. Sólo buscan el morbo o la pela. Los derroteros del As de Relaño (un tebeo para madridistas) escandalizarían, sin ir más lejos, a los propios Rienzi y Sarmiento Birba. Desprecian la objetiva información en pro de la venta de bazofia empaquetada de blanco. La crónica del “sabotaje” recuerda al periódico sernsacionalista El Caso de la época más profunda del franquismo. Era Vallecas y no la Casa (del) Real en el paseo de la castellana. Para parar el golpe había que sugerir la criminalización de la hinchada de la franja roja. Puede que haya sido un sector violento, pero es más que probable que se trate de otras hipótesis de más calado; no cabe despreciarlas. El juicio mediático ya estaba cocinado y servido previamente. Es lo que vende. Quienes, como el usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia, hayan estado estoicamente a oscuras y a pie durante horas habrán sabido calibrar hasta qué extremo fabulan los grandes plumillas y voceros.
Narcotizados hasta ahora por el caso del independentismo catalán, el caso Bolinaga, el caso Bretón, la tristeza de Ronaldo etc., etc., etc., acaso el "caso sabotaje" de vallecas pueda servir de nueva cortina de humo para distraer la atención de los verdaderos gravísimos problemas existentes. Nadie nos ha informado de cómo llevaron el apagón las autoridaes en el palco si es que llegaron a acceder por la puerta de protocolo sin ser avisados previamente.
La Real Casa. Afortunadamente el partido pudo llegar a celebrarse al día siguiente tal y como demandaban las televisiones de pago y sus interpuestos. Ya no hubo madridistas cantando el cara al sol en las gradas ad hoc. Hubo muchos menos aficionados vallecanos que los que habría habido el domingo (condiciones laborales extremas obligan). Comandos de periodistas micrófono en mano tomaban el pulso del sentimiento de los aficionados. El Real vistió de azul. Repartió dureza a mansalva con la aquiescencia de quien, en su posición de juez, la permitió el año anterior: los jueces son así, serviles con las casas reales y los poderosos. La prensa en su papel, silenciando cual tumba mora los vicios privados de la Real Casa (las entradas asesinas de Essien y Alonso que fueron indulgentemente consideradas por el juez de cámara y los plumillas, pues eso no vende ni satisface a las altas instituciones) pero magnificando el rasguño del leñador Pepe que se lanzó intimidatoriamente a la caza de la pierna de Lass. Cuestiones de estatutaria inimputabilidad penal e incluso civil y futbolera. El Madrid es real y el rayo vallecano. Del Madrid abajo ninguno. Essien debió ser expulsado por segunda amarilla un minuto antes del gol de Benzema. Todos han guardado silencio sobre el comportamiento deshonesto de Borbalán en ese extremo pues eso no vende ni da esplendor a la real casa. Con 0-1, el más duro de los miembros de la roja hizo no un placaje de rugby sino una llave de lucha grecorromana siendo el último defensa. Debió ser roja incuestionable, pero, por aquello de la alarma real (o social), se quedó en amarillita. Ni uno sólo de los reportajes que ha tenido la oportunidad de ver el viejo Dacio Gil ha mostrado las imágenes del acoso y derribo perpetrado por Alonso. Luego vino un penalty sugerido por el linier que había cobrado doble dieta y señalado por el juez venal. Esos son los intangibles con los que siempre cuenta de la real casa: de 15 a 20 puntos gratis por temporada. Juegos florentinos. La real casa es muy superior en todo al rayo, no necesita ese trato deferente, pero cuenta con los intangibles por si acaso, eso tranquiliza mucho. Es como la justicia: todos iguales ante la ley pero unos más que otros, como en esa Guatemala a la que el ministro Gallardón quiere colonizar en su lamentable y corrupto sistema judicial: mandará a doctrinarios iluministas a que se paseen por Antigua, se acerquen al lago Atitlan y se asombren con Tikal por imperativos de colaboración judicial modernizadora. Las castas jurídicas, la aristocracia fiscal y judicial (y hasta la de la seguridad social y del tribunal constitucional) gustan de hacer viajes de turismo bajo veste de ayuda al desarrollo judicial. Pagan los españoles. Se moderniza el acervo particular de los viajantes.
Verdaderamente la noche oscura de Vallecas es una cabal metáfora de cuanto nos acontece: justificada crispación social; mundo extremadamente vigilado; instituciones fallidas; privilegios reales y madridistas; hipótesis y sospechas frente al silencio oficial; jueces reiteradamente corruptos con dietas dobles. El pueblo en su ignorancia natural e inducida. Ni una sola dimisión. Aludes y tormentas de mentiras institucionales. Visiones de campanario. Necesidad de verdaderos alpinistas de los de antes: ellos sí sabían el valor de la renuncia. Algo de soberbia de mancheguito debieron tener quienes se encaramaron por encima de las alturas de la cubierta de la tribuna alta de preferencia del campo de Vallecas para provocar una visión esperpéntica de la sociedad española del siglo XXI, el siglo de los casinos y los parques de atracciones. Visión esperpéntica pero no inveraz. El viejo Dacio Gil desaprueba por completo ese atropello pues no en vano se encontró, a pie firme, entre la multitud cerca de dos horas invadido por la incertidumbre de desconocer “a ciencia cierta” lo que estaba pasando ante el estrepitoso fracaso espectacular del representante de las fuerzas de seguridad en el campo de Vallecas (un policía nacional en puesto burocrático) y de la cúpula entera (incluida esa Delegada del Gobierno con aspecto –y bagaje argumental e intelectual- de dependienta de Saldos Arias) de las muchas comisiones antiviolencia que han crecido a la sombra del futbol-casino. Las comisiones antiviolencia han llegado a ser como los múltiples Observatorios que pueblan el parasitario, prebendario y esclerótico paisaje institucional hispano que con tanto gracejo destacase recientemente Antonio Burgos en su columna de ABC (El IVA, a los baños. 9.9.2012)
Lo ocurrido con las luminarias de Vallecas es sumamente sospechoso, caben muchas más hipótesis de las publicitadas oficialmente. Muchas más, sólo hay que detenerse a reflexionar en el agitado contexto en el que se encuentra España. Quédese el inquieto observador con la hipótesis que más le cuadre a su información o sus conjeturas informadas. Cabe todo. Y como cabe, la metáfora sobre el rayo vallecano está servida. Vayamos por partes.
Un mundo extremadamente vigilado. No hay que ser Armand Mattelart para discernir que no tenemos escapatoria, que todos nuestros movimientos, físicos, automovilísticos y de capitales, son conocidos por las oficinas de inteligencia. Otra cosa es que esos movimientos lleguen a procesarse del modo más cabal y ajustado a derecho. España es un inmenso entramado de cuarteles de policía y casas cuartel. Desde policías a agentes de movilidad pasando por espías, chivatos e infiltrados todos dicen haber pasado las pruebas físicas, no hay más que verlos y verlas, otra cuestión es la desolación que pueda invadirnos si tratamos de calibrar su nivel cognitivo o intelectivo o su sentido común, el del común de los mortales. Es decir, los “asuntos externos”, esos que afectan a las cuitas de los ciudadanos. Los asuntos internos es otro -lamentablemente estructural- cantar. Todo ello dejando para otro momento el ponderar como merece la universalización de la videovigilancia.
En un mundo tan vigilado y con tantas comisiones antiviolencia y partidos de alto riesgo causa estupor que haya podido pasar lo del corte de los cables eléctricos. La seguridad a oscuras. Las instituciones garantizadoras en la noche oscura. El responsable de seguridad del campo de Vallecas mudito. La intimidatoria presencia policial por tierra mar y aire, a escopeta calada, a todas luces desproporcionada e insultante, visto lo visto. Los aficionados agolpados a las puertas sin coscarse lo que estaba pasando. Los hinchas del Madrid confortablemente sentados en la grada de la Albufera cantando el cara al sol. Los seguidores del rayo de pie e incomunicados formando multitud afuera. Concretamente, los que debían acceder por el callejón de Arroyo del Olivar cada vez más hacinados con el paso de los minutos. Afortunadamente primó la cordura entre los aficionados ante el silencio de sepulcro (las instituciones garantizadoras en su sepulcro, como está mandado) de quienes deberían informar y mantener la calma y el orden.
Violencia en un mundo extremadamente vigilado, ¿cabe mayor contrasentido? ¿Acaso la violencia había sido previamente consentida? ¿Consentida por quién, si hay un representante permanente de las fuerzas de seguridad (y de la delegación del Gobierno) en el campo de Vallecas que cobra su soldada de todos los españoles? ¿Cómo pudo llegar a acontecer lo acontecido? ¿Qué contenido efectivo y alcance real tiene la calificación de partido de alto riesgo? ¿Quién, sabiendo lo ocurrido, permitió que la gente se acercara al campo de fútbol e hizo tan desproporcionado despliegue policial sin informar previamente a la ciudadanía de las verdaderas razones? El vocablo sabotaje entraña algo muy serio, pero que muy serio. Y ha sido empleado con soltura impropia no sólo por el presidente del Rayo. Ahora deberá ser la policía científica (un oxímoron o una radical contradicción conceptual) la que intente desentrañar (o enmarañar) el asunto.
Instituciones fallidas. Lo acontecido el domingo en Vallecas demuestra que las instituciones, tal y como están concebidas en la actualidad, defraudan sus objetivos y funciones. Mucho despliegue de medios humanos, semovientes y "lecheras" y ocurre la antesala de lo peor. Una masa agolpada en los muros del campo de fútbol que desconoce la esencia de lo que pasa mientras los responsables del orden guardan silencio y cuando se deciden a hablar –la última vez, pasadas las 10 de la noche- dicen que ¡el partido se va a terminar celebrando con normalidad!
Hasta la fecha nadie ha dimitido. El remedo de vendedora de Saldos Arias sigue manteniendo a su delegado de seguridad en Vallecas. Las sesudas comisiones antiviolencia cobrando sus dietas de asistencia -y sus pases de favor a los eventos- y sin tomar medidas preventivas. Ahora se crearán en la LFP subcomisiones de alumbrado y circuitos cerrados de televisión para su instalación en todos y cada uno de los campos. Como pasa siempre en el post factum.
Era Vallecas y los sesudos miembros de los comités desconocen la realidad de Vallecas como desconocen la realidad de España. Sabemos más de la crisis, de defensa de la competencia, de bancos malos, de presupuestos financieros y de Deuda que de necesidades y cuitas de la ciudadanía y problemas autóctonos. Las instituciones en su premeditado laberinto. Sus miembros defendiendo sus retribuciones y gabelas y aferrados al viejo apogma de la función hace al órgano. La única institución que manda algo en el país es la televisiva, que lleva la estulticia del espectáculo del fútbol-casino a bares y telespectadores de pago. Las gratuitas han devenido carroña rosa.
El papel de la prensa. Desde hace tiempo la prensa ha traicionado su verdadero papel. No hay más que escuchar a De la Morena en el papel de Pinochet en sus programas. A De la Morena, a Gallego, a los de la Inter, la Cope, Punto Radio, Radio Marca, Onda Madrid o todas las demás. Sólo buscan el morbo o la pela. Los derroteros del As de Relaño (un tebeo para madridistas) escandalizarían, sin ir más lejos, a los propios Rienzi y Sarmiento Birba. Desprecian la objetiva información en pro de la venta de bazofia empaquetada de blanco. La crónica del “sabotaje” recuerda al periódico sernsacionalista El Caso de la época más profunda del franquismo. Era Vallecas y no la Casa (del) Real en el paseo de la castellana. Para parar el golpe había que sugerir la criminalización de la hinchada de la franja roja. Puede que haya sido un sector violento, pero es más que probable que se trate de otras hipótesis de más calado; no cabe despreciarlas. El juicio mediático ya estaba cocinado y servido previamente. Es lo que vende. Quienes, como el usufructuario de esta Tribuna Alta Preferencia, hayan estado estoicamente a oscuras y a pie durante horas habrán sabido calibrar hasta qué extremo fabulan los grandes plumillas y voceros.
Narcotizados hasta ahora por el caso del independentismo catalán, el caso Bolinaga, el caso Bretón, la tristeza de Ronaldo etc., etc., etc., acaso el "caso sabotaje" de vallecas pueda servir de nueva cortina de humo para distraer la atención de los verdaderos gravísimos problemas existentes. Nadie nos ha informado de cómo llevaron el apagón las autoridaes en el palco si es que llegaron a acceder por la puerta de protocolo sin ser avisados previamente.
La Real Casa. Afortunadamente el partido pudo llegar a celebrarse al día siguiente tal y como demandaban las televisiones de pago y sus interpuestos. Ya no hubo madridistas cantando el cara al sol en las gradas ad hoc. Hubo muchos menos aficionados vallecanos que los que habría habido el domingo (condiciones laborales extremas obligan). Comandos de periodistas micrófono en mano tomaban el pulso del sentimiento de los aficionados. El Real vistió de azul. Repartió dureza a mansalva con la aquiescencia de quien, en su posición de juez, la permitió el año anterior: los jueces son así, serviles con las casas reales y los poderosos. La prensa en su papel, silenciando cual tumba mora los vicios privados de la Real Casa (las entradas asesinas de Essien y Alonso que fueron indulgentemente consideradas por el juez de cámara y los plumillas, pues eso no vende ni satisface a las altas instituciones) pero magnificando el rasguño del leñador Pepe que se lanzó intimidatoriamente a la caza de la pierna de Lass. Cuestiones de estatutaria inimputabilidad penal e incluso civil y futbolera. El Madrid es real y el rayo vallecano. Del Madrid abajo ninguno. Essien debió ser expulsado por segunda amarilla un minuto antes del gol de Benzema. Todos han guardado silencio sobre el comportamiento deshonesto de Borbalán en ese extremo pues eso no vende ni da esplendor a la real casa. Con 0-1, el más duro de los miembros de la roja hizo no un placaje de rugby sino una llave de lucha grecorromana siendo el último defensa. Debió ser roja incuestionable, pero, por aquello de la alarma real (o social), se quedó en amarillita. Ni uno sólo de los reportajes que ha tenido la oportunidad de ver el viejo Dacio Gil ha mostrado las imágenes del acoso y derribo perpetrado por Alonso. Luego vino un penalty sugerido por el linier que había cobrado doble dieta y señalado por el juez venal. Esos son los intangibles con los que siempre cuenta de la real casa: de 15 a 20 puntos gratis por temporada. Juegos florentinos. La real casa es muy superior en todo al rayo, no necesita ese trato deferente, pero cuenta con los intangibles por si acaso, eso tranquiliza mucho. Es como la justicia: todos iguales ante la ley pero unos más que otros, como en esa Guatemala a la que el ministro Gallardón quiere colonizar en su lamentable y corrupto sistema judicial: mandará a doctrinarios iluministas a que se paseen por Antigua, se acerquen al lago Atitlan y se asombren con Tikal por imperativos de colaboración judicial modernizadora. Las castas jurídicas, la aristocracia fiscal y judicial (y hasta la de la seguridad social y del tribunal constitucional) gustan de hacer viajes de turismo bajo veste de ayuda al desarrollo judicial. Pagan los españoles. Se moderniza el acervo particular de los viajantes.
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