miércoles, 3 de noviembre de 2010

SAN CARLOS BORROMEO DEBERÍA SER EL NUEVO PATRÓN DE ESPAÑA.

La verdad es que tantos años de corrupción económico-política han hecho perder a esta sociedad la decencia. Escándalo tras escándalo hemos ido todos cambiando nuestro punto de vista moral. Ya sólo nos escandalizamos justo ante unas elecciones para calmar nuestra conciencia, huérfana de un mínimum ético. Por decirlo algo más poético: entre todos hemos perpetrado la violación de nuestra mirada. Nos hemos tornado indiferentes a casi todo, salvo quizás al circo de Florentino Pérez; acaso porque de alguna esperanza hay que vivir. El ciudadano pasmado, que todo lo acepta resignadamente mientras pueda apostar y le retransmitan cada día varios partidos de fútbol y esa nueva ciencia (policía o investigación científica) que son los programas del corazón y que deberían llamarse “de ricino”, pues si con ellos directamente no vomitas, te estabilizan el estómago.

El viejo Dacio Gil se encuentra sumido en una nueva depresión andropáusica (si es que acaso la que tiene se le ha retirado alguna vez para volverle) con eso de intentar exponer razones lógicas a la juezas y jueces “especialistas”. Trabajos de Sísifo: el que nace barrigón tontería que lo fajen dice la sabiduría popular. La Justicia es un cachondeo sostuvo con gracejo andaluz aquel alcalde de Jerez. Y es cierto, quien trate de acercarse a intentar razonar a cualquier órgano judicial pertrechado con lógica y sentido común, terminará demente o melancólico. Eso le pasa al viejo Dacio Gil cuando tiene que ir (a media mañana, que sus señorías no tiene la proletaria mala costumbre de madrugar) a la Plaza de la Villa de París tomada cada martes, miércoles y jueves (los lunes y viernes son anexos al finde) por un ejército de trajeados chóferes y chóferas del leasing de la Justicia apostados en sus Fords Mondeo, Passats, BMWs y Mercedes, todos negros . En la Plaza de la Villa de París hay un aparcamiento subterráneo, pero en lo que es la Plaza, en la superficie, está tomada por el Parque Móvil Privado de la Justicia (PMPJ) con gran cantidad de autos cuyo alquiler pagamos todos los españoles. Sus Señorías no viajan en metro y por eso no saben de las cuitas de la ciudadanía ni los derroteros sociales. Qué lejos quedan aquellos tiempos en que en aquella plaza había coches particulares y unos cuantos coches de lujo conseguidos por los Magistrados en la impartición de cursos o conferencias en multinacionales o entidades bancarias que, curiosamente, habían litigado grandes pleitos en el ámbito del juez impartidor de esos cursos o conferencias. Todo limpio.

Dada la deriva facilista y la cautividad política y económica de la Justicia, aterra pensar cómo será el ecosistema de la anunciada Ciudad de la Justicia una vez hayamos digerido los parias que se ha modernizado o se intenta modernizar: Con miles de cóhoferes y chóferas (ahora son cientos), y miles de empleados de Banesto, el Santander, BBVA, Mango o incluso Zara -que, al fin y al cabo la pilota un Abogado del Estado de la misma condición y confesión de la mayoría de los altos representantes del Poder Judicial- contratados por el Estado o la Comunidad Autónoma para aparentar que imparten justicia manipulando las máquinas alquiladas al efecto (leasing también) a esas mismas empresas. Su labor será más fácil, menos decimonónica, pero desgraciadamente será igual que el sistema de gestión de multas del Ayuntamiento de Madrid o de la DGT: la argumentación reducida a un simulacro y el Derecho una víctima. Por descontado, las instituciones públicas seguirán manteniendo con el dinero de todos los españoles el leasing automovilístico para que a los “neo-jueces” dependientes de Banesto, el Corte Inglés, el Santander o Zara o Mango no se les ocurra impartir justicia contra las camarillas públicas que han canonizado sus trabajos. Ese montaje tendrá una ventaja: al menos sabremos todos que el “sistema de gestión de la Justicia” será siamés de lo que ya tenemos con las multas en Madrid. Será lo mismo.

Las reflexiones anteriores viene a cuento, no sólo por las vicisitudes personales vividas últimamente por el viejo Dacio Gil sino por lo patético del “caso Antonio Meño”, denotativo del estado actual de la Justicia, paradigmático de una situación ejemplificada por la máxima del saduceo Caifás: Es preferible que muera un hombre a que se desacrediten todas las instituciones del pueblo. El viejo Dacio Gil ahorrará detalles sobre el sangrante caso de Antonio Meño, que se encuentran en la prensa, pero es claro que sólo aireando en los medios la injusticia como ha hecho esa digna mujer, la convicción moral de sus señorías se considerará concernida, tambaleándose tal vez.

El viejo usuario de esta Tribuna Alta de Preferencia tiene una tremenda propensión a perderse en la periferia de lo que verdaderamente quería decir, ensartando digresiones. Lo que quería sugerir en este post no es otra cosa que ahora que las instituciones no respetan nada de lo existente, debería cambiarse la Fiesta Nacional. Entiende que debería trasladarse del 12 de octubre al 4 de noviembre, para que todo el universo se muriera de envidia y tratara de copiar nuestra indudable modernidad modernizada. Y no por la eliminación de protestas del público como las acontecidas en la última celebración, ni siquiera por evitar la posible contradicción con el bicentenario de la independencia latenoméricana, sino porque sería más ajustada a la realidad presente. Al fin y al cabo San Carlos Borromeo es el actual patrón de la Banca. Hoy los países llamados occidentales no son nada sin la Banca. La Banca lo es todo: concede créditos (cuando los concede) y recibe fuertes subvenciones y ayudas públicas. Y a partir de los gnomos gobernantes actuales, para colmo los Bancos y sus satélites gestionarán no sólo la Justicia sino todos los Ministerios.

Sería realmente entrañable que en vez de una parada militar fuese una procesión de banqueros y grandes empresarios y contratistas del Estado. A todos se nos caerían las lágrimas viendo pasar a la familia Botín, a la familia del señor González, la de don Isak Andic, la de don Amancio Ortega, la de don Isidoro Álverez y otras relevantes, así como sus gerentes. Nadie lanzaría un dicterio ni un abucheo. Todo serían alabanzas y unánimes aplausos . El espacio público estaría abarrotado y alborozado. Y el contento, en fin, sería generalizado. Acaso para celebrarlo como mandan los cánones, se podrían sortear televisores o vajillas entre todos los ciudadanos, asistentes o no a la procesión, con lo cual la atención ciudadana con las celebraciones sería máxima.
El viejo Dacio Gil sólo encuentra aspectos favorables con la nueva Fiesta Nacional el 4 de noviembre. Además se establecería un macropuente con el día 1 (el día de la fiesta de los ciudadanos activos o pasivos) como el que existe en el mes de diciembre. La Fiesta Nacional también dinamizaría la economía (por los viajes) y las cuentas del Estado (por los ingresos con las multas de tráfico): Todo parecen ventajas.

Dada la perversión y malversación actual de las leyes y los procedimientos legislativos, bueno sería que la consagración de la nueva Fiesta Nacional se tramitase con la minuciosidad (es un decir, claro) de la Ley de Presupuestos y con el hemiciclo engalanado el día del debate de totalidad. El Pleno en el Congreso debería ser muy solemne, copresidido por todos los jerifaltes de los Bancos, grandes empresas y contratistas del Estado.

Esta claro, San Carlos Borromeo debería ser el nuevo Patrón de España y el 4 de noviembre debería declararse Fiesta Nacional. Seguro que los países occidentales, confesionales o no, intentarían copiarnos… San Carlos, el Patrón de la globalización económica.

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