Abocados estamos inexorablemente a esa falacia cognitiva que es en la actualidad la “jornada de reflexión”. Las campañas electorales han devenido, por definición, ruido empaquetado que produce aturdimiento inducido. Eso parece ser lo que se pretende: que no haya reflexión ni elección racional. Viene pasando desde hace bastante tiempo atrás. Muñecos somos todos de las empresas de marketing político. Eslabones instrumentales para intentar dotar de cierto matiz de legitimidad a las camarillas que dominan las bambalinas y se van repartiendo cargos y canonjías elección tras elección. Pura ley de hierro de las oligarquías. Este año con las tres elecciones autonómicas de primera división unidas en casi el mismo lapso de tiempo hay una marcada novedad: la agenda electoral ha venido establecida por el espantajo del independentismo. En esto los catalanes de CiU han vuelto a saber cobrar ventaja: con una mano agitan el guante del independentismo con sus banderas y escarapelas y con la otra mano –desnuda de mitones para poder cazar al vuelo hasta el último céntimo- se llenan las alforjas con los dineros propuestos por el gobierno, detraídos de los presupuestos generales del estado, si se prestaban a llevar a cabo la maniobra de distracción. Lo han hecho siempre así, pero esta vez, dados los gravísimos problemas pendientes de solucionar, parece haberse ido demasiado lejos por parte de promotores y ejecutores del nuevo “agio” electoral. En un monumental esperpento, gallegos, vascos y catalanes debatiendo sobre Mas o menos independencia o centralismo. Aquí ya no hay programa o planes futuros de actuación concreta, todo se ha reducido a hablar de Mas arrinconando los aspectos que afectan a los bolsillos y a la propia vida de todos los ciudadanos . A saber cuántos dineros “reservados” (los dichosos costes ocultos de transacción) ha costado esta monumental campaña de distracción. Los políticos de todas las adscripciones sin distinción deben de estar inmersos hasta el corvejón en esta pomada porque nadie ha levantado –ni tímida ni enérgicamente-la voz denunciando tamaña mascarada. Los telediarios y los periódicos han monopolizado hasta ayer mismo el marco informativo con este debate constitucionalmente inane que beneficia sobremanera a los “nacionales” y a los “catalanistas (PP y CiU y otros más en vía de regreso en los otros comicios). Un debate que ha dejado pinzadas en su esencia a las demás fuerzas políticas –salvo el caso singular del PNV al que la argucia electoral le ha pillado con los deberes hechos-. Han quedado todos en bragas, si no es en cueros, pero aparentando que están luciendo sus mejores ternos electorales. Lo mismo dicen que es para evitar “los males de la Patria”. Y, como puede suponerse, esta mascarada innecesaria a estas alturas del partido entre rescate y rescate, cuesta un porrón de millones que dicen que no disponemos de ellos.
Sólidas razones de peso habrán habido (?) para los tres adelantos electorales casi simultáneos (con la coda de las catalanas en día laborable) que no han sido explicadas claramente a la ciudadanía que, con su voto o su abstención, va a otorgar relativa carta legitimatoria a los vencedores electorales. El viejo Dacio Gil columbra que esta ingeniería electoral tiene mucho que ver con la “escisión” autonómica que se avecina volviendo a las falsas dos divisiones primigenias constituyentes (con Navarra y luego Canarias y Valencia como espectadoras expectantes). Ya se sabe que cuando se alude en el lenguaje culto a “racionalización” se está transmitiendo la idea de embridamiento. Racionalización autonómica, pues. Luego se venderá o no como un diseño de pizarra como aquél que blandió el sr. Guerra tras el fiasco de la LOAPA, pero parece claro que es el pistoletazo de salida para otro tipo de autonomismo. Entretanto, los miembros de la academia dale que te pego a disertar sobre federalismo cuando lo que parece que se tiene planeado es una nueva centralización “racionalizada” con leves aromas federales. La cláusula de comercio que muestra de nuevo su faz de imperativo categórico.
Desde el punto de vista interno del debate electoral, todo apunta a que la operación Emperador es un nuevo cuento chino de los muchos que pueden propalarse desde el ministerio del interior. Una nueva operación Puerto que podría quedarse también en agua de borrajas. Y puede resultar que todo se disuelva como un azucarillo (o una sustancia dopante, o una autotransfusión) por las implicaciones que pueda tener en las inversiones chinas en España. Cuesta creer que las autoridades policiales y financieras se muestren incapaces de detener la ingente y constante fuga de capitales al exterior, a los paraísos fiscales insulares, y hayan demostrado tanta eficacia con los cajones de euros en cartonaje chino. Como los asesores financieros de Botín pero en todo a cien: deslocalización de los dineros. Desde esta Tribuna Alta Preferencia parece que se divisa borrosamente una nueva distracción destacando las capacidades del Estado central en seguridad y ¡hasta en inmigración! No es lo mismo hablar de “los chinos” que de Mario Conde o de la saga Ruiz Mateos, para entendernos. Y los réditos electorales para quienes venden la visión centralista parecen netos…
Con todas estas escaramuzas electorales, habrá que irse preguntado hasta dónde estamos llevando a la llamada postdemocracia cuando hemos pasado de la condición –y su estatuto jurídico consiguiente- de súbditos, a la de pretendidamente ciudadanos y después a la de consumidores. Ahora, con la democracia sin ciudadanos, hemos pasado, como por arte de magia, a tener el estatuto de víctimas tal como lo pavonea el fiscal y petulante protopolítico ministro de Justicia Ruíz Gallardón. En este tema lleva completamente la razón Hester Collyer, la atormentada, enamorada e insatisfecha protagonista de la película The deep blue sea, cuando, al referirse al Fiscal General del Estado, partenaire tenístico y de promoción social de su marido oficial, el juez Sir William Collyer, asevera sentenciando: “¡Los fiscales siempre petulantes!”. Así parece ser el reino de las tierras. Desde esa jactanciosa distancia profiláctica, personajes como los fiscales tratan de aparentar que escriben la historia social de una comunidad. Aunque sea con reformas huecas para ocupar los titulares de los diarios en campañas electorales subestatales.
Habíamos convenido que el Estado de derecho nos había convertido en ciudadanos y ahora en esta escombrera que es el estado postsocial advertimos que hemos alcanzado el estatuto jurídico de víctimas y –según nos adelanta el cursi fiscal siempre político- podremos participar como tales en procedimientos y procesos de todo tipo. La cuestión radica en determinar si participaremos en nuestra condición individual cada vez más desfalleciente de seres humanos o esperarán a que lo hagamos con el aspecto con el que se les permitió comparecer a los judíos en su cita con el gas Ziklon B dentro de un estricto orden alemán que pareció contar con el consentimiento de la gran mayoría de la comunidad internacional. Mala defensa de nuestro acervo de intereses tendremos en esa tesitura de semi-cadáveres conducidos a la solución final. Y esa tesitura hoy parece posible.
Lo peor de todo está en lo que el ministro no ha desentrañado: quienes ostentarán el papel de verdugos. Será, sin duda, el desarrollo reglamentario el que perfilará los contornos de los verdugos oficiales, de los forzosos y de los voluntarios y de sus organizaciones formales e informales. Todo son hasta ahora conjeturas a la luz de la advocación del ministro del ramo. Habrá que esperar a ver cómo se desarrolla el lenguaje y los actos institucionales. De momento el viejo Dacio Gil ha vuelto a colocar en posición de lectura sus libros sobre maltrato, acoso, organizaciones tóxicas, dimisión interior, manipulación, desestabilización psíquica y violencias varias; incluidas las institucionales en sus diversas modalidades. Lugar destacado ocupan ya sobre su mesa de trabajo las obras de Leymann, Hirigoyen, Goldhagen, Piñuel, González de Rivera y demás expertos.
A pesar de su ya provecta edad, habida cuenta que el déficit de caja va a mantener en activo a los funcionarios hasta los 80 años, el viejo Gil piensa que tal vez empapándose de nuevo de la ciencia de la victimología pueda encontrar un hueco para colarse de rondón en los escalafones judiciales sin tener que opositar a codazos y recomendaciones con otros candidatos, ahora que los funcionarios judiciales van a estar generosamente retribuidos pues –de ser cierto lo que dice el ministro del ramo- parece que han sido repudiadas definitivamente las “sustituciones” a través de las cuales han hecho carrera infinidad de jueces y magistradas.
La realidad discurre siempre más veloz que los sueños, pues el viejo Dacio Gil se ha topado hoy con una noticia impactante que pudiera haber asestado el golpe de gracia a su eventual e inconfesa ambición de practicar el deporte que practica alguna magistrada de calzarse togas y mucetas para poder perseguir a ciudadanos de bien por imaginarios y delirantes delitos de calumnias a su señoría. En la página 40 del diario Información de hoy se recoge que un jovencísimo recién egresado de la Universidad de Alicante ha obtenido plaza (BOE 18.10.2012) de magistrado suplente en la Audiencia Provincial de Alicante. La noticia lo dice todo y hace ocioso cualquier comentario adicional o sueño modernizador.
De nada parecen servir las proclamaciones del afectado ministro de justicia. Ni abriendo las 24 horas para atender a todas las víctimas los juzgados cumplirían su misión constitucional. De nada sirve proclamar derechos variopintos y estatutos diversos si de un plumazo fiscal (tasas exorbitantes) la justicia se hace inalcanzablemente onerosa para el común de los mortales.
Víctimas somos una gran mayoría. El acoso institucional (hard o soft, que tal da) es tan desmedido que ya no somos soberanos ni al intentar localizar nuestro nombre en los listados expuestos en los zaguanes del colegio electoral. Nos hacen votar –si es que lo hacemos- con el pensamiento rápido y relegando el pensamiento despacioso racional a un plano secundario y fatigoso. Es evidente que ya no podemos votar racionalmente pues hemos sido brutalmente condicionados en nuestras emociones desde instancias institucionales.
No hace falta haberse empapado de las añagazas que enumera –cabalmente argumentadas- el premio nobel Daniel Kahneman para afirmarlo. No hay más que observar en derredor. Oscura alternativa tenemos: siervos, ciudadanos, consumidores...víctimas.